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Salvador Macip: «Tenemos la certeza de que tarde o temprano habrá otra pandemia»

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México. Primavera de 2009. Un brote de gripe estalla y en pocas semanas se extiende por todo el mundo de forma imparable. Durante un tiempo nadie supo si se trataba de una pandemia que podría matar a millones de personas. A muchos les pilló por sorpresa. A los científicos no. Ellos llevaban tiempo anunciándolo.

«Pandemias siempre ha habido y siempre habrá», explica Salvador Macip, médico, cirujano, doctor en Genética Molecular y Fisiología Humana por la Universidad de Barcelona y director del departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Leicester. «Cualquiera que trabaje con virus es consciente de esto. El problema es que no sabemos cuándo aparecerá la siguiente ni qué microorganismo la causará. Por eso es difícil prepararse bien. Pero tenemos la certeza de que tarde o temprano habrá otra».

El síndrome respiratorio agudo severo (SARS) y la gripe aviar de hace unos años fueron avisos del peligro global que supondría una infección por un virus nuevo si se daban las condiciones adecuadas. La mayoría de la gente pensó entonces que la reacción de políticos y expertos era exagerada, porque al final ninguna de las dos epidemias fue tan grave como se preveía inicialmente.

Macip pasó nueve años en el hospital Mont Sinaí de Nueva York, donde estudió el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones y colaboró con virólogos que descubrieron las bases genéticas de los virus de las pandemia de gripe de 1918 y 2009. Considera que aquello debería habernos puesto sobre aviso de lo que puede pasar cuando aparece un virus desconocido contra el cual no tenemos defensas. 

Salvador Macip

Pero no fue así. La llegada de la COVID-19, la enfermedad que causa el nuevo virus llamado SARS-CoV-2, aún ha pillado a mucha gente por sorpresa, extrañada ante el hecho de que el mundo se detenga por lo que parece un resfriado un poco fuerte aunque mortal para determinados grupos de población. «Realmente, no aprendemos», dice Macip, «esta segunda gran crisis sanitaria del siglo XXI, en lo que se refiere a virus, ha provocado respuestas muy similares a la primera». Ha habido confusión, pánico e incertidumbre. De nuevo se ha gestionado mal la información y se ha creado desconfianza entre la ciudadanía. Pero hay cosas que sí han mejorado. Las medidas de protección se han tomado con mayor firmeza porque ahora sabemos lo que nos estamos jugando.

Pero aún hay que resolver muchos temas si queremos estar bien preparados para las pandemias del futuro. Porque con toda seguridad habrá otra, aunque es poco probable que aparezca dentro de la misma década, por una cuestión puramente estadística. Y este es el motivo que le llevó a escribir Las grande epidemias modernas, un libro que tiene diez años y hoy vuelve a estar de plena actualidad. Entonces ya anunciaba la llegada de un nuevo virus, cuyas consecuencias son todavía una incógnita. Sabemos que ha provocado más problemas logísticos que cualquiera de los virus de la gripe que hayamos visto recientemente; que se propaga muy rápidamente y que tiene una letalidad media relativamente baja, cercana al 1%, 10 veces más que el 0,1% de la gripe estacional, pero mucho menos que el 50%-80% del ébola. 

El actual coronavirus nos ha enseñado que ahora tenemos unos protocolos de actuación más claros. «Se ha dejado que cada país tomara sus decisiones, y en algunos casos se veían que estaban claramente equivocadas. Tendría que haber una coordinación a nivel mundial, porque las pandemias son problemas globales, con instrucciones claras acordadas por un grupo amplio de expertos, pero suficientemente flexibles para que se pudieran aplicar en cada territorio», señala Macip, quien añade que «también ha quedado claro que hay que invertir más en investigación y asegurarse de que el sistema sanitario tiene suficiente capacidad para asumir una crisis de estas dimensiones sin saturarse inmediatamente».

A partir de ahora, según dice Macip en su libro, los gobiernos tendrán la obligación de planificar medidas de respuesta rápida y, lo que es más importante, instruir a la población sobre cómo funciona una enfermedad infecciosa y cuál es el poder real de los microbios. Sin la participación de todos los ciudadanos no podremos hacer frente a las infecciones con garantías de éxito.

Salvador Macip

Además, señala que la actuación de las autoridades no está siendo excesiva, sino adecuada. «Aunque parezca exagerado, aislar poblaciones infectadas, promover la higiene y evitar grandes aglomeraciones de personas son estrategias muy efectivas en estas situaciones, sobre todo para evitar un colapso puntual en el sistema sanitario de un país, que acabaría causando una gran cantidad de víctimas colaterales». Y puntualiza: «Siempre habrá alguna persona que creerá que todo esto no es más que un complot o una exageración, pero lo que tenemos que conseguir es que este punto de vista sea marginal y la gente haga caso a aquellos que saben del tema».

Lo que parece claro es que no debemos bajar la guardia porque hay virus mucho peores que el SARS-CoV-2 y pueden aparecer nuevos aún más agresivos. Pero Salvador Macip es optimista. «Por tratarse de un virus relativamente benigno, bastante estable y poco letal, aunque muy infeccioso, todo hace pensar que conseguiremos controlarlo con cierta rapidez». Es posible que después haya rebrotes que probablemente no lleguen a una pandemia como la actual, una vez que una gran parte de la población sea inmune por haber entrado en contacto con el virus y tengamos las herramientas complementarias adecuadas (vacuna, antivirales…). 

Aunque este profesional quiere dejar una cosa muy clara: si algo puede acabar con la humanidad es, sin duda, un virus. «Tendría que ser muy agresivo e infeccioso para que no pudiéramos encontrar a tiempo la manera de defendernos, lo que es estadísticamente difícil, aunque no imposible».

CONVIVIR CON MICROBIOS

Los microorganismos han sido siempre el principal enemigo de la humanidad. Hasta bien entrado el siglo XX, la esperanza de vida media de los humanos era de 30 o 40 años, y la mayor parte de la culpa la tenían los microbios. Con la llegada de las vacunas, los antibióticos y las medidas generales de higiene, fuimos reduciendo el impacto que tenían en nuestra salud y este fue el principal motivo de que se doblara la esperanza de vida. 

Hoy siguen siendo el principal peligro. Por eso Salvador Macip quiere que, en lugar de aprender a golpes, estemos preparados para la siguiente guerra cuando aún estamos en tiempo de paz. Con su libro quiere que los microbios dejen de ser unos grandes desconocidos de los que solo hablamos cuando ya es demasiado tarde. 

Salvador Macip

No son las únicas enfermedades de origen infeccioso que todavía no hemos logrado controlar. Las cuatro grandes plagas del siglo XXI son la gripe, el sida, la tuberculosis y la malaria. Son importantes por el número de personas afectadas, por su grave impacto económico y social, por su agresividad y, en algunos casos, por los pocos medios que existen para luchar contra ellas.

Algunas se han extendido por el mundo entero. Otras se circunscriben a áreas concretas, pero no por ello dejan de causar un gran número de bajas. «A diferencia del SARS-CoV-2, el virus del sida muta constantemente, hasta el punto de que es diferente en un mismo paciente unos meses después de infectarlo. Así es muy difícil diseñar una vacuna, porque no se puede encontrar una diana estable en el virus. Por suerte, los coronavirus no parece que tengan esta habilidad», tranquiliza Macip.

La pregunta es si pasará esta enfermedad a formar parte de la lista de las cuatro grandes plagas. «Espero que no. Si todo va bien, tendremos una vacuna efectiva que dará una inmunidad duradera, porque parece que este virus cambia poco. Si conseguimos que mucha gente sea resistente al virus, ya sea con vacunas o por haber superado la enfermedad, las infecciones se irán reduciendo y ya solo veremos brotes, no grandes pandemias. Pero para que esto funcione hay que tener una buena inmunidad, y aún no está claro que lo podamos conseguir», aduce el experto en virus.

En su opinión, ya nadie va a dudar de que las enfermedades infecciosas son un problema global. Comienzan en un rincón del planeta, pero nuestro estilo de vida hace que se extiendan como la pólvora. Las pandemias seguirán siendo frecuentes y debemos aprender de cada incidente para que la próxima vez todo salga mejor. Son problemas que no podemos ignorar y no queda otra que aprender a compartir el planeta con todos estos enemigos invisibles para que al final sepamos hallar entre todos ese punto tan necesario entre la alarma y la prudencia que nos permita sobrevivir como especie muchos más milenios.


Hiperaulas: así es la escuela que desbancará al colegio tradicional

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Hay un manido chiste sobre alguien hibernado hace unos siglos que, despertando hoy, enloquecería en cualquier entorno menos en uno: el aula, congelada en el tiempo. En España lo suele protagonizar un monje, en Estados Unidos Rip van Winkle, y por doquier es la metáfora de una discronía, de algo o alguien que no sigue el ritmo de la historia o que sobrevive a su tiempo.

Puede ser o no el caso de un maestro pero, sin duda, es el del aula: nació en un contexto de escasez de la información y el conocimiento escolares, cuando solo unos pocos educadores podían llevarlos a muchos alumnos, los libros debían llegarles vía lección, etc. Se creó sobre el modelo del templo y el sermón, la experiencia de la que venían los docentes y, más aún, sus formadores, y se estabilizó porque anticipaba asimismo el taller industrial y la oficina burocrática, el futuro para la mayoría de los alumnos. Pero hoy es un anacronismo.

Diez años de escolarización como mínimo

Un anacronismo porque esa escasez ya no existe: el 100% de la población disfruta o sufre, según, diez años de escolarización, casi el mismo porcentaje acumula otros tres o más años antes y dos o más después, y cuatro de cada diez españoles acceden ya a estudios superiores.

La otra cara de este progreso es una insatisfacción creciente en la sociedad, con el transcurso del tiempo, y entre el alumnado, con los años de pupitre. La información ya no es escasa sino, al contrario, sobreabundante, y el conocimiento mismo, sobre todo el escolar, está disponible, igual y mejor, a un par de clics.

Ni siquiera los formadores del profesorado vienen ya de las filas eclesiásticas, ni esperan a los alumnos los trabajos rutinarios propios de las revoluciones industrial y burocrática.

Pero ahí sigue el aula, muriendo de éxito o matando de fracaso, incólume ante el paso del tiempo, como lo que estudiosos de la tecnología como Latour llaman una caja negra (un mecanismo sobre el que ya nadie piensa porque funciona o porque funcionó, aunque ya no lo haga) o como lo que lingüistas como Hockett denominan la gramática profunda (la que todo hablante de una lengua usa sin saberlo).

Niños en un aula. Foto España: Albero y Segovia (1936-1939).
Biblioteca Nacional de España. Biblioteca Digital Hispanica., CC BY-NC-SA

Alternativas a la escuela tradicional

En los últimos años hemos sido testigos de una sucesión de alternativas a la escuela: homeschooling, p2p, edupunk, DIY, MOOCs, que recuerdan viejas profecías incumplidas sobre la sustitución del docente por el cine (Edison), la radio (Darrow), la televisión (Clark), los portátiles (Negroponte), etc.

No ha sucedido ni parece nada probable que así sea, pero sí que estamos asistiendo a una progresiva y significativa, aunque todavía muy minoritaria, reconfiguración de la materialidad del aprendizaje, en particular de los espacios escolares y de las formas de organización asentadas en ellos.

Si bien la variedad es amplia, muchas de estas iniciativas confluyen en la ruptura de la vieja ecuación que asocia un docente a un grupo, un aula y, desde secundaria, una asignatura y una hora, para ir a espacios y tiempos más amplios y flexibles, variables y reconfigurables, en grupos más numerosos, con dos o más docentes y amplio uso de la tecnología digital.

Con distintos nombres y variantes es lo que ya impulsan organismos internacionales como la OCDE (Innovative Learning Environments y European Schoolnet (Future Classroom Lab), organizaciones profesionales como la A4LE (Association for Learning Environments), políticas gubernamentales como las de Nueva Zelanda o Australia, grupos de investigación como LEaRN o ILETC, redes escolares como Teach2One, consorcios de empresas tecnológicas como Reinvent the Classroom, estudios arquitectónicos como Fielding-Nair International, fabricantes de mobiliario como Steelcase o Mirplay. En España lo podemos ver ya en iniciativas como Horitzó 2020, por citar sólo la más conocida.

En la universidad se abre paso con programas como TEAL (MIT), Scale-Up (North Carolina State University), Active Learning Classrooms (University of Minnesota) o Teaching and Learning Spaces (McGill University), entre otras, y, en España, con la HiperAula.ucm de la Universidad Complutense y diversas iniciativas privadas (URL, UCJC).

Escuela Poughkeepsie, New York. Proyecto de Fielding Nair.
Fielding Nair arquitectos.

Llamo a estos entornos innovadores “hiperaulas” porque reúnen tres condiciones:

  1. Se manejan y reconfiguran como hiperespacios, en el sentido de que son espacios amplios, abiertos y flexibles, que pueden ser reconfigurados en sus tres dimensiones, albergan grupos más numerosos, que pueden descomponerse a voluntad para el trabajo en equipo o individual, y posibilitan cualquier organización temporal (la cuarta dimensión del hiperespacio) no fragmentada ni simultánea, dentro y fuera del centro.
  2. Son contextos hipermedia, en cuanto que permiten la transición sin fricciones de lo presencial a lo digital y entre los distintos soportes y formas de este (audio, vídeo, imagen, texto).
  3. Incorporan una hiperrealidad (aumentada, virtual, 3D, inmersiva, simulaciones…) cada vez más aproximada a la realidad misma, con un potencial creciente de aprendizaje e infinitamente superior a la pobre representación impresa (libros, mapas…).

Docencia colaborativa sobre el terreno

Un aspecto nada secundario que diferencia la “hiperaula” de una simple aula con muebles móviles (redundancia imprescindible en una institución plagada de mobiliario pesado o atornillado al suelo) es la presencia de dos o más docentes, es decir, la codocencia.

Este pequeño gran cambio tiene implicaciones insospechadas, entre las cuales una mayor capacidad de atender a la diversidad del alumnado, la complementariedad de cualificaciones profesionales, la tranquilidad personal de no tener que responder de todo a la vez, la seguridad aportada por un contraste de criterios o una segunda opinión, un contexto idóneo para la iniciación de los noveles, un mayor grado de transparencia en el ejercicio de la función, la continuidad de proyectos y prácticas por encima de las vicisitudes personales, un mejor desarrollo profesional apoyado en el conocimiento tácito y la práctica compartida, una imagen ejemplar de colaboración ante y para los alumnos y, seguramente, una reducción de la neurosis colectiva en torno a las ratios.

La codocencia, la presencia de dos o más docentes en el aula, tiene implicaciones insospechadas.
Stockfour / Shutterstock

¿Innovación real o simple moda?

¿Sirve de algo esta nueva organización de los espacios o es una simple moda? En el camino de la innovación nunca faltarán espejismos, pasos en falso ni errores, pero hay que decir dos cosas ante todo:

La primera es que jamás ha habido dato ni prueba alguna que mostrase la eficacia ni la eficiencia del aula tal como hoy la conocemos, el “aula-huevera”, frente a otras formas de organización. De hecho, este tipo de organización, en su día novedosa, bautizada entonces como enseñanza simultánea e introducida por los monjes jesuitas, moravos, escolapios y lasalleanos, nunca demostró ser más eficaz que la escuela unitaria (la pequeña escuela rural, con su mezcla de edades y niveles) ni más eficiente que la enseñanza mutua (lancasteriana o monitorial, con un maestro a cargo de cientos de alumnos, que se apoyaba en los mayores o más avanzados como monitores).

La realidad es que se impuso, a pesar de su peor desempeño, por su vocación disciplinaria y, claro está, por el peso de sus defensores, a lo que habría que añadir su funcionalidad en la gestación de la profesión docente.

Pero hoy la universalización de la enseñanza reclama el reconocimiento de la diversidad (capacidades distintas, ritmos de desarrollo, inteligencias múltiples, preferencias individuales), el entorno digital ofrece recursos de aprendizaje cada día más ricos e interactivos y evidencia las posibilidades del aprendizaje colaborativo entre iguales, y las neurociencias llaman la atención sobre el hiato entre enseñanza y aprendizaje.

Experimentación con nuevos entornos de aprendizaje

Es en estas coordenadas donde se abre paso la experimentación con las “hiperaulas” y otros entornos de aprendizaje innovadores, así como un acervo creciente de datos y pruebas de su superioridad sobre el aula tradicional, sea en términos de satisfacción (Whiteside & al., 2009; Harvey & Kenyon, 2013), interés (Sanders, 2013; Adedokun & al, 2017; Rands & Gansemer-Topf, 2017), colaboración (Parson, 2015; Park & Choi, 2014) o desempeño (Beichner, 2008; Dori & Belcher, 2009; Brooks, 2011) o diversas combinaciones de ellos (Temple, 2007; Bisset, 2014; Blackmore & al 2011a, 2011b; Byers & al, 2018; Barrett & al, 2019).

Tardaremos en tener plena certeza, si es que alguna vez llega, pero no olvidemos que las inercias tampoco lo son. Piénsese, sobre todo, que la cantidad de pruebas a favor del diseño tradicional del aula, el “aula-huevera”, es exactamente la dicha: cero.

La necesidad de una pedagogía solvente

Por supuesto que espacios y equipamientos, por sí mismos, no son nada si no están al servicio de nuevas pedagogías, en todo caso de pedagogías solventes y consistentes. Un entorno reconfigurable implica que el profesor puede, y debe, actuar en él como diseñador de contextos, experiencias, actividades y trayectorias de aprendizaje –diseño que ni se hace solo ni surge espontáneamente del entorno físico–, no ya como transmisor de información ni como guardián del orden.

El pedagogo Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, en 1881. La Esfera. Año II nº 62 de 6 de marzo de 1915.
Wikimedia Commons

Desde luego, es un desafío, pleno de incertidumbre y riesgos, pero también la oportunidad soñada de todo educador responsable y comprometido. La crítica y las alternativas al “aula-huevera” vienen de lejos (Port-Royal, Montessori, Giner y Cossío…), pero las oportunidades nunca fueron las de hoy.

La información está disponible por doquier, la tecnología ofrece recursos enormemente más interactivos, el aprendizaje entre iguales es ubicuo fuera de la escuela y en torno a ella, hemos tenido que aceptar que nuestra vida cambia en todos los ámbitos y el propio profesorado sabe ya que nada, o poco, podrá seguir igual.

La lenta acumulación de pruebas y datos científicos a favor de los nuevos espacios y entornos no es obstáculo para que estos sean cada vez mejor comprendidos y desarrollados en términos de diseño, gracias en particular al trabajo convergente de educadores (Heppell & al, 2004; Istance & al, 2015; Osborne, 2016; Davidson, 2017), tecnoanalistas (Oblinger, 2006; Thornburg, 2013) y arquitectos (Nair & Fielding, 2005; Hertzberger, 2008; Lippman, 2010; Dudek, 2012; Nair, 2015).

Confiemos o, mejor, trabajemos para que, cuando nuestro monje anónimo o Van Winkle despierten de su largo letargo, la institución escolar lo haya hecho ya del suyo.The Conversation

Mariano Fernández Enguita, Catedrático de Sociología, Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Salva lo público, el manifiesto de un grupo de artistas en defensa del bien común

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Cuando despertamos, el virus estaba ahí y nuestro único escudo para protegernos y luchar contra él ha sido la sanidad pública. Parece que hemos entendido, a golpe de miedo y contagio, que sin un servicio básico como este no podríamos vencerlo. Ahora toca seguir defendiéndolo. No solo la sanidad pública, también la educación, las políticas sociales, la renta básica universal, los servicios sociales…

Eso es lo que piensan, al menos, los impulsores de Salva lo público, un movimiento y plataforma organizados por artistas de campos como la pintura, la fotografía y otras artes plásticas que nació en Madrid y que ahora se ha extendido a casi toda España.

Salva lo público
‘La espera’. Elena Goñi
Sin título. Mónica Alberola

«No creemos que sea el arte la fuerza impulsora para salvar lo público. Eso requiere de muchísimas energías y muchísimas fuerzas de toda la sociedad», comenta el pintor y cineasta Carlos García-Alix, uno de los organizadores de esta iniciativa. «Nosotros lo que podemos hacer básicamente es ser un altavoz, contribuir a apoyar estas causas, a defenderlas, a impulsarlas, a ayudar en lo que nosotros podamos».

Salva lo público quiere constituirse como un espacio de debate, de reflexión y de discusión. ¿Cuál es la relación que se establece entre la cultura, el arte y lo público? ¿Qué tipo de relación queremos? ¿Por dónde va? Por eso aspiran a convertirse en un catalizador de esas líneas de pensamiento. «Si no hacemos nosotros esa reflexión, una vez más la harán por nosotros y no puede ser. Nos toca hacerla a nosotros».

‘Sanidad pública’. Enrique Flores

El proyecto nació cuando algunos médicos recurrieron a estos artistas para que colaboraran con sus trabajos en distintas webs de fundaciones de la sanidad pública. Por eso un gran número de las creatividades que hay colgadas en la web de la plataforma hacen alusión a esta defensa.

Pero García-Alix y sus compañeros, que han pasado de los seis o siete que firmaron originalmente el manifiesto a los 240 de hoy, entendían que su defensa debía extenderse también a otros campos de lo público.

El pintor piensa fundamentalmente en la escuela y la universidad. «Yo, personalmente, creo que la gran inversión hay que hacerla en educación. La cultura se construye desde la educación», asegura con rotundidad.

Salva lo público
‘Por la sanidad pública’. Ana Musma
Salva lo público
‘Viva la sanidad pública’. Carlos García-Alix

No solo eso. También apuestan por plantear que «el arte necesita de un poder público fuerte, de un poder colectivo público fuerte. Que no podemos seguir, simplemente, en manos de lo que llamamos el mercado del arte y de intereses de sector más privados», matiza el pintor y cineasta. «Pero Salva lo público no quiere configurarse como una plataforma sectorial», sino llamar la atención sobre el deterioro de una serie de servicios estatales que se han visto mermados por años de políticas neoliberales. «Nos gustaría subir por encima de un interés sectorial y llamar la atención de algo que nos concierne a todos».

Sin título. Marcelo Fuentes
‘Ancla’. Mariana Laín

Carlos García-Alix insiste en desvincular la plataforma del carácter gregario que siempre ha mostrado el gremio de los artistas. No está de acuerdo con esas reivindicaciones surgidas de destacadas figuras de la cultura pidiendo ayudas económicas para su sector. En su opinión, hay que dejar aparte el «ombliguismo» y el «qué hay de lo mío» y «colocarse en una posición más generosa, en una posición más de vanguardia social».

Sin título. Sara Ferrer

«Por eso alzamos la voz con todos los medios que tenemos a nuestro alcance: con la web, con dibujos… Hacemos también proyecciones por la noche sobre fachadas, pegamos carteles por la calle, colocamos pancartas… Realmente es una labor de agitación, poco más, pero creo que es eficaz», concluye García-Alix. «Creo que llega, que da calor. Algo se está moviendo. Porque si lo que va a aparecer de la cultura y del arte es otra vez “qué hay de lo mío”, “queremos dinero para…”, a mí me parece indecente».

Hugo González Aroca
Óscar Mariné
Salva lo público
Enric Bardera

El movimiento Salva lo público busca, además, consolidarse, no quedarse solo en el plano virtual. Alejado de cualquier motivación económica (los artistas que firman el manifiesto ceden sus obras altruistamente), ha visto cómo otros movimientos de países europeos como Francia o Portugal se han interesado por ellos. «También queremos conocer exactamente cuál es el debate no solamente en España, sino en Europa. Qué se está diciendo, qué se está planteando, cómo lo están afrontando desde distintos puntos».

‘Autorretrato con corona’. Alberto García-Alix

La plataforma está en marcha desde marzo, cuando de decretó el estado de alarma en España. Sus impulsores agradecen el impulso que ha dado al movimiento contar con el apoyo de destacados artistas como Alberto García-Alix, Óscar Mariné, Chema Madoz y Alejandro Castellote. «No comercializamos las creatividades, no hemos querido relacionarlo con ningún aspecto comercial», puntualiza Carlos García-Alix.

‘Defiende lo público, nos protege a todos’. Gaspar García
Salva lo público
‘Educación pública y gratuita’. Mireia Sentís

«Lo que sí queremos, y vamos a trabajar por ello, es exponer las obras en una institución pública y sin ánimo de lucro. Estamos hablando con algunas instituciones como el Instituto Cervantes; creemos que podría ser una buena plataforma para presentar la exposición de los trabajos de Salva lo público. El Cervantes de Bruselas nos ha dedicado dos semanas. El Cervantes de Tánger también nos ha dado un gran apoyo».

‘Refugio Sanidad Pública’. Roberto Mollá

Entre los planes de futuro de Salva lo público está también la publicación de un catálogo donde se recojan todas las obras de esa posible exposición. «Pero siempre desde el ámbito de lo público y sin ningún ánimo de lucro», comenta García-Alix. Y concluye: «Creo que en toda Europa hay un paso atrás de las políticas neoliberales, que en una desgracia tan tremenda como la que vivimos, con tantos miles de muertos, han demostrado que no es que fueran injustas, es que han sido criminales. Por tanto, la conciencia de lo público se abre camino, se tiene que abrir camino».

¿Cómo habría sido esta pandemia sin internet?

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[Descarga la revista Yorokobu del Gran Reseteo en este PDF]

Con la vida real en pause, llevamos semanas viviendo dentro de un ordenador. Los cables de la red son nuestro cordón umbilical con el mundo que hemos dejado atrás. ¿Qué es lo que ha permitido que el mundo digital aguante mientras el físico se ha roto en pedazos? ¿Cómo habría sido esta pandemia sin internet? ¿Cómo será el futuro después de esto? Metemos estas preguntas en el buscador y estos son los resultados que ofrece

PASADO: LA GUERRA ENTRE LOS ‘NETHEADS’ Y LOS ‘BELLHEADS’

El anarquismo funciona, al menos en su versión digital. La falta de una autoridad central, algo impensable en el mundo físico, es el secreto del éxito de internet. Esta libertad total es lo que permite que la red soporte incrementos de demanda imprevistos, lo que ha hecho que aguante aumentos de tráfico de hasta el 80% durante las últimas semanas. Tenemos que agradecer esta capacidad de adaptación a los netheads, un grupo de informáticos que luchó, en los albores de internet, porque ninguna corporación o gobierno pudiera hacerse con el control de la red.

Durante los últimos 40 años se ha dado una batalla entre dos grupos de ingenieros con conceptos opuestos de lo que debía ser la red. Una batalla que, a pesar de las implicaciones enormes que podría tener para todos, ha pasado relativamente desapercibida. Era un enfrentamiento entre el internet antagónico que soñaron los netheads y el que quisieron imponer los bellheads.

A grandes rasgos, los bellheads serían los ingenieros de las grandes empresas telefónicas, herederos de los paradigmas del Bell System (compañía telefónica estadounidense que controló las comunicaciones desde su fundación por Alexander Graham Bell hasta los años 80). Creían en el poder del hardware, los protocolos empresariales y en un riguroso control de calidad. Querían conectar los ordenadores a través de un sistema similar al que usan los teléfonos, con redes fijas de conexiones operadas por autoridades centrales que podrían controlar el acceso, establecer distintas tarifas por acceder a determinados servidores y páginas y cobrar lo que el mercado permitiera.

En el otro lado del ring estaban los netheads, los jóvenes que conectaron los primeros ordenadores del mundo para formar internet. Los netheads creían en el software inteligente, en un enrutamiento flexible y adaptativo que no entendiera de fronteras, países ni marcas. Estos son los ideales con los que se concibió internet y los que se han mantenido hasta ahora, a pesar de los embates de los bellheads.

Cuando te conectas a internet se busca automáticamente el camino más eficiente sin tener en cuenta su dueño. Es un enrutamiento anárquico, caótico y eficiente. Es lo que hace posible que alguien con un teléfono chino, conectado a una red española, pueda abrir sesión en un programa estadounidense para hablar con un amigo de Japón. Y todo en cuestión de segundos, sin necesidad de pasaportes, tasas o impuestos. Esto es posible gracias a que se impuso la visión de los netheads. De no haber sido así hoy estaríamos en un mundo muy distinto.

PRESENTE: ¿CÓMO SERÍA SOBREVIVIR AL CONFINAMIENTO SIN INTERNET?

Nuestro piso es una jaula; los barrotes de nuestro balcón se asemejan cada vez más a los de una prisión y los cables de la fibra óptica sirven de improvisada cuerda para tramar una huida mental. Nuestros salones se han convertido en colegios y oficinas; nuestros cuartos, en gimnasios, bares y consultas del psicólogo. Todo esto ha sido posible gracias a internet.

Durante la primera semana del estado de alarma en España, el tráfico de internet creció un 80%, según datos del Gobierno. El presidente, Pedro Sánchez, explicó este incremento exponencial por dos factores: «la expansión de todas las formas de teletrabajo y el recurso a todas las ofertas de entretenimiento a distancia». Antes de la pandemia, apenas 237.000 personas cursaban en España grados y másteres online. El 13 de marzo más de 10 millones de alumnos se sumaron a esta modalidad.

Igualmente llamativo resulta el caso del teletrabajo. En un país en el que esta modalidad apenas estaba implantada (solo un 4,3% de los trabajadores podía acogerse a ella, según datos de Eurostat), se obligó a que la excepción se convirtiera en norma. De la noche a la mañana (según un informe de Randstad) cuatro millones y medio de personas empezaron a trabajar desde sus casas, lo que supone el 22,3% de la población activa.

«Sin internet esto habría sido demencial», reconoce Enrique Dans, profesor de innovación y tecnología del IE Business School, «habría supuesto la interrupción de toda nuestra actividad». Dans explica cómo la red ha mantenido la productividad de colegios y oficinas, y lo hace tirando de experiencia personal: «Yo mismo sigo dando mis clases con el mismo horario y buenos resultados. Incluso tiene alguna ventaja; ahora puedo traer a invitados de todo el mundo sin preocuparme de que estén en Madrid».

A Dans le interesan no tanto las herramientas que se han popularizado durante el confinamiento como la forma en que las usamos, las adaptaciones que estamos haciendo. «Por ejemplo, hay alumnos que han empezado a usar un fondo virtual en Zoom con un vídeo de ellos mismos prestando atención, para engañar al profesor. O se ha establecido un protocolo digital en las reuniones; nos hemos acostumbrado a desconectar el micro si hay una reunión con mucha gente».

Pero lo laboral y lo académico son solo la punta del iceberg. «Internet está siendo crucial en nuestro ocio, en nuestra vida social», explica Dans. Las videollamadas para tomar el aperitivo con amigos se han convertido en el bar nuestro de cada día. El tiempo de ocio se ha llenado de series en streaming y videojuegos en línea. Las primeras estaban ya tan implementadas que algunas compañías, como Netflix o YouTube, tuvieron que reducir la calidad de sus vídeos en toda Europa.

Dans destaca el papel que han tenido estas compañías no solo durante la pandemia, sino en el momento inmediatamente anterior. «Es el efecto Netflix», explica; «antes, la gran mayoría de las empresas de teleco sobredimensionaban sus redes. Prometían 20 megas pensando que ibas a usar muchas menos, pero las compañías de streaming obligaron a redimensionar todas las redes y eso ha sido clave para que internet haya respondido tan bien a este aumento en la demanda».

Pero no todo es trabajar y ver la tele. De vez en cuando apetece roce. Y en tiempos de coronavirus el roce es, sobre todo, con uno mismo. La web de Pornhub aumentó su tráfico en un 61,3% el día 17 de marzo en España. Este furor del autoerotismo fue disminuyendo con los días, pero se han mantenido incrementos de en torno al 30%, especialmente durante los días laborables. Parece que hemos sustituido la pausa del café por un agradable rato a solas. O en compañía. Las apps de citas han notado un incremento de entre el 10 y el 30% en los mensajes enviados. El pasado 29 de marzo Tinder batió su propio récord registrando a nivel mundial más de 3.000 millones de swipes.

FUTURO: LA NUEVA NORMALIDAD SERÁ DIGITAL

¿Qué patrones y tendencias se mantendrán después del confinamiento? No hay una respuesta sencilla, pero Enrique Dans cree que el mundo digital ha cambiado para siempre. «Esto ha acelerado un cambio que ya estaba en marcha», zanja, «aunque hay cosas que desaparecerán con el confinamiento».

En primer lugar, las videollamadas perderán su importancia. En parte ya la han ido perdiendo durante estas semanas. «Son agotadoras y no siempre necesarias», opina el experto. Sin embargo, cree que su adopción masiva estas semanas ha hecho que un sector de la población que vivía ajeno a ellas les perdiera el miedo. El confinamiento ha acercado a los mayores a internet, lo ha democratizado. Hasta cierto punto.

Precisamente este es otro de los cambios que veremos en los próximos meses: la lucha contra la brecha digital. Si el acceso igualitario a la tecnología era una prioridad antes, en el contexto actual se ha revelado como algo tan necesario como la luz o el agua corriente, pues es el único instrumento que puede garantizar una educación pública en situación de confinamiento.

Respecto al teletrabajo, esta experiencia ha servido como prueba para muchas empresas. Parece difícil pensar en un mantenimiento total después del confinamiento, pero es igualmente inimaginable volver a las condiciones previas. Esto podría potenciar «acuerdos más flexibles con las empresas, lo que puede suponer ventajas a la hora de reducir la hora punta». Cita Dans en este momento un factor clave. Diversos estudios relacionan la contaminación con una mayor propagación del virus y todas las recomendaciones sanitarias predicen que el transporte público debería reducir considerablemente su capacidad. Estos datos hacen prever un auge del teletrabajo fomentado desde la administración pública.

Dans considera que lo que cambiará con el fin del confinamiento no será el uso de estas herramientas, sino la forma en la que las concebimos. «Ahora mismo son un sustituto. Las clases, el gimnasio, las cañas… son virtuales por nuestra situación de emergencia. Pero en el futuro las veremos como un suplemento». La nueva normalidad será, por fuerza, más digital.

En su reciente libro sobre la crisis del covid-19, el escritor italiano Paolo Giordano dice que tenemos que reflexionar sobre nuestra responsabilidad colectiva. «En tiempos de contagio somos un solo organismo», considera. Esa es nuestra debilidad, pero puede ser nuestra fuerza, también en el mundo digital. El poder de internet radica precisamente en su capacidad para hacer trabajar a millones de ordenadores como uno solo. Es una red invisible que conecta todos los aparatos del mundo, eliminando las distancias, supliendo las carencias de unos gracias a la potencia de otros. Es una red de colaboración. Una red que ha servido de improvisada malla de seguridad cuando el mundo entero ha caído al abismo.

The Human Library Organization: la biblioteca que reemplaza los libros por personas

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[Descarga la revista Yorokobu del Gran Reseteo en este PDF]

Dinamarca. Corría el año 1993 cuando un amigo de Ronni tuvo un altercado nocturno y fue apuñalado. Logró sobrevivir, pero aquel incidente aumentó las ganas de los dos amigos de involucrarse en proyectos sociales, y decidieron pasar a la acción creando una organización juvenil a la que llamaron Stop the violence.

El enfoque estaba claro: educar sobre la violencia a través de los propios jóvenes, de joven a joven. Este leimotiv fue el que, años más tarde, hizo que se gestase el proyecto The Human Library.

Ahora contaban con la ventaja de haber analizado de cerca la dinámica social de la violencia y las múltiples razones por las que la gente se pelea. La conclusión a la que llegaron fue que la mayoría de las confrontaciones tienen un común denominador: que una determinada persona no comprende a otra. Así que pensaron en un modo de unir a gente que, a priori, creyese no tener afinidad entre sí. La palabra se convirtió en la bisagra perfecta para materializar dicho acercamiento y en el año 2000 nació The Human Library Organization (The HLO).

The Human Library Organization

Se trata de un espacio para el diálogo, una biblioteca en la que los libros son personas que representan un amplio abanico tipológico de estereotipos sociales, y donde el diálogo honesto hace que los lectores limen sus prejuicios. Da igual que estos sean innatos o adquiridos, conscientes o inconscientes, aquí lo importante es que las neuronas espejo de ambas partes permanezcan activas el mayor tiempo posible.

Entre sus libros encarnados se pueden encontrar algunos estereotipos tan interesantes como el alcohólico, el autista, el gay, el obeso, el transgénero, el depresivo, el refugiado, el judío, el desempleado, el sintecho, el esquizofrénico; personas que han sufrido abusos sexuales, con trastorno alimenticio, con implantes y modificaciones corporales o lo poliamorosos, entre otros muchos. Accedes, seleccionas tu libro y la magia del diálogo y de la escucha hace el resto.

The Human Library Organization

The Human Library Organization

The HLO no es una utopía ni una entelequia meliflua del concepto sociedad. Desde hace 20 años realiza una magnífica labor internacional, construyendo unos cimientos que son, sin duda, un legado incalculable. Hablamos con Ronni, uno de los fundadores, para saber de primera mano cómo es el corazón de la organización.

¿Cuál es la razón de ser de The HLO?

Dar la posibilidad a la gente de encontrarse y leer a personas que, de otro modo, probablemente, no se hubiesen conocido. Y ofrecer un escenario para hablar de sus diferencias, y hacerlo en un contexto neutro sin ningún tipo de violencia. Digamos que el objetivo es detener la violencia construyendo buenos cimientos y puentes hacia la comprensión del otro. The HLO es una oportunidad para aprender.

¿Cuál fue la idea original de la organización? 

Nos dimos cuenta de que los estereotipos negativos provocan que no sepamos, en realidad, lo suficiente sobre los demás. Pensamos que si los juntábamos y los poníamos a hablar entre sí, quizá estos prejuicios se reemplazarían por otro tipo de relaciones mucho más significativas. Quizá seamos amigos o quizá no, pero, de momento, yo entiendo por qué eres diferente y eso me facilita aceptarte porque te entiendo. No tenemos que ser amigos, ni siquiera tengo que estar de acuerdo contigo, pero en un mundo adecuado, al menos, nos respetaríamos siendo quienes somos. Es una actitud. Necesitamos entender la reacción de alguien cuando es muy diferente a nosotros mismos.

The Human Library Organization

¿Por qué crees que existe esa brecha inicial de incomprensión o de prejuicio?

Creo que nuestro instinto de supervivencia hace que temamos lo desconocido, que reaccionemos en oposición a lo que no nos es familiar, y que, ante algunos estereotipos, pensemos «¿es esta persona contagiosa?, ¿es peligrosa?». Se trata de algo primitivo que forma parte de nuestra naturaleza humana: antes de ser Ana, antes de ser hermana, antes de ser hija… somos seres vivos y, por lo tanto, traemos con nosotros un instinto de supervivencia que no podemos aplacar (de hecho, si lo hiciésemos, moriríamos). Pero este instinto actúa demasiado deprisa, y desde The HLO queremos educarlo para que tengamos una respuesta mucho más inteligente ante la diversidad. Lo que nosotros ofrecemos es la oportunidad de leer tu propio juicio.

Aunque The HLO se originó en Dinamarca, ahora mismo cuenta con una amplísima red internacional de colaboradores. ¿Cómo se generan estas relaciones?

Lo realmente difícil no es comenzar, sino sobrevivir. Tenemos distintos socios y diferentes niveles de colaboración, con colecciones locales de libros en Londres, Edimburgo, Hamburgo, Copenhague, Nueva York, Los Ángeles e Indiana, entre otros. Contar con estos libros alrededor del mundo nos permite operar de un modo directo, lo cual beneficia a todos.

The Human Library Organization

¿Qué factores tenéis en cuenta para fraguar estas colaboraciones?

Para nosotros es superimportante crear eventos o espacios en los que nuestros libros estén a gusto y a salvo, porque en el momento en que sacas a estas personas de su ambiente las conviertes en vulnerables. Hay que tener en cuenta estas consideraciones; tienes que cuidar los libros y asegurarte de que los lectores vienen con las intenciones adecuadas. Del mismo modo que es importante dar con socio que no vaya a discriminar.

Por ejemplo, en Rusia no están permitidas las personas LGTB en instituciones públicas, y en Túnez ocurre lo mismo. No podemos permitirnos instituciones o socios que censuren o discriminen nuestros propios contenidos, así que, como muchos lugares tienen sus propias políticas de restricción, la adaptación local es muy necesaria. Sucumbir a eso sería una falta de integridad y de credibilidad para The HLO.

The Human Library Organization

Entiendo que la plataforma ha encontrado su implementación en diferentes áreas de la sociedad civil. ¿Es así?, ¿puedes compartir algún ejemplo? 

En Dinamarca, a nivel universidad, tenemos varias implicaciones curriculares. Es el caso del Instituto de Trabajo Social, que alberga The HLO durante la primera semana de cada curso universitario. Nos encanta estar ahí. Cada semestre, los alumnos tienen acceso a 150 libros que los ayudan a enriquecerse. En Copenhague contamos con 170 personas que hacen realidad más de 30 eventos al año. Esto hace que también tengamos que ser una organización sostenible y duradera en el tiempo. Creemos que una buena colección de libros es una inversión en la propia comunidad, más rentable que cualquier otra, sobre todo en lo que a valores humanos se refiere. Y, por otro lado, ¡cuantos más libros tengamos, mayor será el impacto en esas sociedades!

¿En qué consiste un evento The HLO?

Publicamos personas que, de manera voluntaria, quieren convertirse en libros abiertos para ti, como lector; para proporcionar un espacio seguro en el que preguntar, no ser juzgado y, a través de la experiencia personal de los miembros, hallar respuestas a asuntos potencialmente difíciles. Los voluntarios responden a tus preguntas; no tienes porqué ser tímido o tener miedo, no tienes que decir tu nombre o de dónde vienes.

No hay preguntas estúpidas y todas son respondidas con sinceridad. Si eres respetuoso, el libro te dirá qué opina y qué experiencia tiene al respecto. Siempre que seas respetuoso con el libro, eres bienvenido para ser un lector. Si, por ejemplo, hay padres con un hijo que sufre algún desorden alimenticio, pueden hablar con otros padres en la misma situación para ver qué pueden hacer para ayudarlo y apoyarlo. Todo esto hace que nuestros eventos sean heterogéneos, y eso nos encanta.

The Human Library Organization

¿Con qué retos os encontráis en estos eventos?

Uno de los retos que tenemos es que a la gente le encanta el concepto The HLO, pero, a veces, percibimos que solo quieren un grupo determinado de nuestros libros. Y eso es contradictorio con el propio concepto de librería; eso sería una pequeña balda. Acotar la selección de antemano no tiene sentido. Cuando uno echa un vistazo al catálogo y ve, por ejemplo, un sintecho, entiende que eso es un estigma. También lo es bipolar, trastorno alimenticio, político, policía, refugiado…

Es decir, puedes apreciar que hay muchas más comunidades o grupos que sufren incomprensión. No podemos enamorarnos de un grupo solo porque nos guste o porque en ese momento sea un tema de conversación. No creo que haya mala intención cuando se hace esa segregación, pero nosotros somos una plataforma de aprendizaje para la inclusión y la diversidad, y procuramos que sea así siempre.

¿Qué características debe tener alguien para convertirse en uno de vuestros libros?

Debes tener motivación para ayudar a entender mejor al colectivo al que representas, no solo promocionarte a ti, a tu libro o tu tema en cuestión. Si, por ejemplo, eres portador del sida, cuando te manifiestas como libro no hablas sobre ti, sino sobre ti y el resto de portadores de este virus. Eso no quita para que después reconozcamos a título personal la labor de algunos de nuestros miembros. De hecho, tenemos los Human Library Book Awards, que tienen el propósito de reconocer a nuestros libros y bibliotecarios por su coraje y su valiosa contribución a la sociedad.

Entonces, ¿qué tipo de colaboraciones o voluntariado existen?

Puedes ser voluntario como libro y como bibliotecario. Estos últimos ayudan a crear los eventos, cuidan de los lectores y de los libros, reclutan nuevos libros… Su labor es muy importante para mantener la propia biblioteca.

¿Cuál fue el best seller del año pasado?

En Dinamarca fue el transgénero.

¿Habéis percibido si varía según va cambiando el contexto social?

La verdad es que sí. Si hay cambios en la sociedad, se multiplican las búsquedas afines. Te pongo un ejemplo: en Dinamarca se aprobó el año pasado que llevar nicab es ilegal, así que, de repente, las mujeres que lo llevaban se convirtieron en ilegales y esto provocó cambios en las dinámicas de los eventos. Notamos un pico de personas que solicitaban estos libros.

¿Qué prejuicio crees que es el más extendido en la actualidad?

Hay tabúes que parecen ser globales y, en concreto, creo que las enfermedades mentales son uno claro. En mis viajes con The HLO he identificado que existe el reto de sentirse cómodo hablando con un enfermo mental. La gente lo asocia a estar loco, nos provoca inseguridad. Pero hay otros muchos temas; no quiero reducirlo a uno solo porque lo importante es que he comprobado que existen muchos tabúes que podríamos considerar universales.

¿Y la necesidad más apremiante?

Instrumentos para la paz: a mayor cohesión social, mayores probabilidades de que la gente viva en paz. Así que nuestra necesidad más acuciante es generar el mayor número de conversaciones posible para que esa comprensión y cohesión social se produzca. Esa es nuestra misión.

9 artículos para entender el diseño tras la irrupción del coronavirus

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El virus nos pilló con el pie cambiado. Por suerte, contábamos con el diseño de nuestra parte. De sectores como la moda o el interiorismo surgieron pronto ideas que han contribuido a afrontar la pandemia con recursos, en ocasiones, insospechados, pero siempre útiles.

Desde la reutilización de material para la creación de material sanitario, pasando por el rediseño de espacios de uso público para evitar contagios, hasta la readaptación en tiempo récord de la identidad gráfica de numerosas compañías, el diseño ha demostrado su capacidad de reacción ante esta inesperada crisis. Pero, ¿qué le deparará al sector cuando salgamos de ella? ¿Han venido para quedarse algunos de esos cambios?

Con el objetivo de dar respuesta a estas incógnitas, los miembros del panel de expertos de ESDESIGN, la Escuela Superior de Diseño de Barcelona han tratado de desgranar las claves sobre el papel desempeñado por el diseño en esta pandemia, así como lo que se espera de él en la llamada nueva normalidad.

Lo han hecho a través de conferencias en directo en las que han abordado temas como los escenarios para la moda postcovid o el impacto de la enfermedad en el diseño de interiores y de producto.

Durante estas semanas, además, varios de estos profesionales han escrito una serie de artículos en la web de la ESDESIGN, en los que, frente al actual clima de incertidumbre y de prevalencia de vaticinios desalentadores, han apostado claramente por la positividad. Veamos a continuación algunos ejemplos.

 

CURA Max Tomasinelli

¿Cómo está ayudando el diseño en la crisis del coronavirus?, por Esther Rico

Poco más de lo ya dicho durante estas semanas se puede añadir acerca de la labor desempeñada por el personal sanitario durante esta crisis. Pero, ¿quién cuida a los que nos cuidan? Desde el ámbito del diseño de interiores se ha tratado de buscar soluciones para médicos, enfermeros y demás profesionales que no pueden o no quieren volver a casa tras finalizar su jornada laboral por miedo a contagiar a sus familiares. Esther Rico recoge en este artículo algunas interesantes propuestas pensadas desde el sector del diseño de interiores para el descanso o incluso el alojamiento provisional de estos profesionales.

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Pinterest

Infografía curativa, por Óscar Guayabero 

Resultan de lo más útil a la hora de ofrecer y asimilar información cuando esta viene repleta de datos. Pero hubo un tiempo en el que las infografías sirvieron para mucho más. Ocurrió cuando el término ni siquiera existía, y sin embargo algunos profesionales de la medicina se dieron cuenta de cómo estas representación visuales podían ayudarles a la hora de abordar las crisis sanitarias.

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CROCS

4 maneras solidarias del sector de la moda para luchas contra el covid-19, por Mireia González 

Mireia González repasa algunas de las iniciativas solidarias promovidas por parte de distintas marcas del sector textil durante esta pandemia. Pese a sufrir el colapso provocado por el estado de alarma (al igual que el resto de industrias productivas que no son de primera necesidad), muchas empresa del mundo de la moda han sabido posicionarse como «parte de la solución y no del problema». Algo que probablemente la sociedad no olvidará una vez pase todo esto.

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Adam Nieścioruk en Unsplash
Adam Nieścioruk en Unsplash

C_O_V_I_D_: 5 letras que lo cambian todo, por Bernat Sanromà

Bernat Sanromà, desde el área de comunicación de ESDESIGN, utiliza el nombre de la enfermedad provocada por el coronavirus para revelar los cinco adjetivos que deberían definir a cualquier marca una vez estemos instalados en la nueva normalidad.

Más allá de criterios estéticos, el diseño debe buscar ante todo la funcionalidad. Algo de lo que durante estos días ha dejado sobradas muestras. Y en la era poscoronavirus, sin duda, seguirá haciéndolo.

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Taller de costura de batas y mascarillas del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes

1O diseños de emergencia para hacer frente al coronavirus, por Jordi Blasi

Máscaras respiratorias basadas en las que se utilizan para practicar snorkel, plantas de fabricación de productos de cosméticas reconvertidas para la fabricación de soluciones hidroalcohólicas e higienizantes, manteros que confeccionan mascarillas… Son algunas de las soluciones de emergencia que Jordi Blasi reúne en este artículo y de los que extrae interesantes conclusiones de cara al futuro.

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‘IRIS’ (2014)

Los 10 mejores fashion films para quedarse en casa estos días, por Mireia González

El cine ha servido de refugio para muchos durante estas largas jornadas de confinamiento. ESDESIGN confeccionó su propia lista de películas #yomequedoencasa, basándose en criterios tales como calidad de los films, la belleza de sus imágenes, el interés del tema o la forma en que podemos aprender a mejorar en trabajos relacionados con el mundo del diseño y de la moda.

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Javi Royo

Ilustraciones de cabecera, por Óscar Guayabero

Óscar Guayabero nos recuerda el top 5 de los artistas visuales que con sus creaciones desde sus redes sociales le han acompañado durante este confinamiento.

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Prótesis para niños Iko Creative Prosthetic System.

Cinco diseños para el mundo real, por Jordi Blasi

El coronavirus ha acaparado toda nuestra atención. Pero en el mundo siguen existiendo otros muchos problemas a la espera de soluciones. Algunas de ellas provienen del diseño. Porque, el diseño debe ser ante todo útil y contribuir a la mejora de la sociedad.

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Future Facility

4 ideas de interiorismo para estos días, por Esther Rico 

La casa se han reconvertido en lugar de trabajo, en aula, en gimnasios improvisados, incluso, en tahonas… Situaciones que, es probable, se repitan si la pandemia vuelve a plantar batalla en futuros rebrotes. ¿Y si acondicionamos nuestras casas para que el confinamiento, al menos, nos pille mejor preparados?

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Si, como muestran estos artículos, el diseño ha sido uno de los sectores que mejores reflejos ha demostrado a la hora de responder ante esta crisis, es lógico pensar que será desde esta misma industria de donde procedan muchas de las futuras ideas que contribuyan a que la situación económica y social mejore.

De ahí que este panel de expertos no se conciba como algo puntual fruto de la coyuntura sino como instrumento que siga aportando análisis y soluciones al mundo del diseño y a la sociedad en general.

Aprende a dar malas noticias

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Cuando alguien viene a darnos una noticia, lo primero que miramos es su rostro porque nuestra ansiedad intenta anteponerse a lo que se nos viene encima. El efecto es tan poderoso que no podemos evitar el establecer una correlación emocional entre el mensaje y el mensajero.

Eso es así porque entre ambos se produce un efecto de ósmosis que los unifica. Para bien o para mal.

Traer malas noticias ante un superior siempre fue un oficio de riesgo. En la antigüedad, los mensajeros podían llegar a ser ejecutados por el mero hecho de ser portadores de las mismas. Por eso era costumbre, en esos casos, el vestir de oscuro para que el receptor pudiera anticipar la mala noticia antes de escucharla de boca del infortunado portavoz.

En cambio, cuando las noticias eran buenas, el mensajero vestía de blanco para conseguir el efecto contrario: prolongar la alegría de su señor a la espera de que este le recompensara generosamente por la información recibida.

De hecho, la palabra albricias, ahora bastante en desuso, se utilizaba para señalar el regalo que recibía el primero en llegar con una buena noticia.

Esa es la razón por la que Filípides se pegó aquella carrera que ha sobrevivido hasta nuestros días gracias a los maratones que hoy se corren por medio mundo. Aunque a él no le fue tan bien porque, como todos sabemos, la palmó por el esfuerzo.

Manejar las buenas y malas noticias es todo un arte ejercitado por quienes se ven obligados a informar a un superior de forma permanente. En las empresas de hoy en día ya no te cortan la cabeza, pero si eres portador de malas noticias, demasiado a menudo puede que acabes en la calle, aunque tú no seas el responsable de estas.

He aquí algunas normas básicas para sobrevivir a tan peligrosa práctica:

  1. Cuando des una mala noticia evita justificarla. Eso te convierte inmediatamente en cómplice de la mala nueva.
  2. Mantén las distancias entre la noticia y tú. Ni demasiado cerca ni demasiado lejos, porque ambas posturas son sospechosas.
  3. Si informas de un problema procura incluir la solución. Los americanos tienen un dicho: «Si me cuentas un problema y no me traes la solución, empiezas a formar parte del problema».
  4. Si tienes una mala noticia que te atañe, suéltala enseguida. Nada es peor que tu jefe se entere antes por otro.
  5. En cambio, si tienes una buena noticia guárdatela por un tiempo. Puedes necesitarla para disminuir el mal efecto que produzca una mala que llegue más tarde.
  6. No nombres culpables. Eso, aparte de ser feo, a la larga siempre disminuye tu credibilidad.
  7. Procura que tu jefe forme parte de la buena noticia y evita su implicación en la mala. Si tu jefe no es tonto lo acabará valorando.
  8. Evita manifestar demasiadas emociones al informar de cualquier noticia. Eso siempre es una muestra de debilidad.

Estas son tan solo unas pocas sugerencias. Por supuesto, en el mundo de los emails, las videollamadas y demás sistemas de comunicación en tiempo real podríamos añadir algunas más. Pero la cuestión de fondo es la misma que hace siglos: cuando le des una mala noticia a tu superior, manéjalo con inteligencia. Mas que nada, para que no te corten la cabeza.

Tuus, el proyecto gráfico que pone nombre a los libros

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Hay objetos que dicen mucho de sus dueños. Entre ellos se encuentra el libro. La biblioteca de una persona habla de cómo es, de cómo piensa, de cómo sueña. Normal que esa magia en la que se convierte el papel y la tinta encuadernados sea un fetiche para muchas personas. Normal que no baste solo con poseerlos, que se necesite también sellarlos con el nombre de sus propietarios. Quizá por eso nacieron los exlibris.

Tuus es un proyecto de la diseñadora gráfica Cecilia Martínez, que ha abandonado por un momento su faceta digital para crear algo más tangible: una colección de diseños para exlibris basados en la sencillez de formas y en la elegancia de la tipografía.

Tuus exlibris

«El exlibris es un objeto bastante pequeñito, pero queríamos que no por ser pequeño no fuera interesante, desde el punto de vista del diseño», explica Martínez. «También lo hicimos para reinterpretar el diseño tradicional de los exlibris, que se hacían con ilustraciones más complejas, hechas a mano, utilizando la técnica de la xilografía. Teniendo en cuenta el formato, el material y el tamaño, intentamos hacer algo que luego, en el papel, se leyera bien».

Tuus exlibris

Tuus exlibris

La diseñadora gráfica llevaba un par de años dándole vueltas a este proyecto, pero ahora, gracias a la pandemia y al confinamiento al que nos hemos visto obligados a someternos, es cuando ha tenido tiempo de desarrollarlo y lanzarlo. «El hecho de no poder salir de casa y el bajón de trabajo propició que pudiera decir “ahora o nunca”. Se trataba de aprovechar el tiempo y sacar algo productivo de este encierro».

Tuus exlibris

Martínez ofrece la posibilidad a sus clientes de crear y personalizar su sello. «Al final, personalizarlo requiere un tiempo de brainstorming, de pensar cuál es la idea, cómo va a ser la ilustración», comenta. «Identificar a esa persona requiere un tiempo de diseño, de contrastar con el cliente… y por ende es más caro también. Queríamos que hubiese la posibilidad de que estuviera al alcance de más gente y también porque creemos que puede funcionar muy bien como un regalo. Igual hay gente que no tiene presupuesto para invertir más dinero, pero no por eso tenía que quedarse sin la posibilidad de hacerlo».

Para estas personas o para quienes no quieren esperar para poder obtener uno, la diseñadora ha creado cuatro colecciones cuyos diseños irán aumentando con el tiempo.

Tuus exlibris

Tuus exlibris

Con los monogramas y los logotipos juega Monogram, la más sencilla de todas. «A mí me encanta la tipografía. Quería hacer algo aún más limpio», comenta Cecilia Martínez. La más rompedora de todas es Illustrated, la que ella considera una reinterpretación de este tipo de sellos que va más allá. «Es darle un giro; que no sea el típico sello más serio, más formal, sino que vaya para alguien que se sienta más identificado con algo más de coña, que sea más gracioso».

Tuus exlibris

Porque la verdadera intención de esta colección es provocar a través del humor. Natura y Geometric están inspiradas en el Art Noveau y el Art Decó respectivamente. La primera está enfocada a un diseño más orgánico, que evoca la naturaleza, inspirado en las líneas del modernismo. La segunda, con líneas más limpias, «es más rotunda», opina su creadora.

Tuus exlibris

Esos dos movimientos artísticos son los favoritos de esta diseñadora gráfica. «A nivel de historia me flipan. Son estilos que creo que, tanto a nivel artístico y de diseño gráfico, diseño de objetos, diseño tipográfico han marcado mucho. Es como una especie de homenaje, de reconocimiento. Son estilos que, a mí, personalmente, me encantan y que a lo largo de mi carrera me han inspirado mucho».

A ello se une su gusto por la tipografía. «Intento que el estilo acompañe, que la tipografía que se escoge para cada colección acompañe al estilo. Con un toque contemporáneo y moderno, pero que, de alguna manera, sea armónico».

Tuus exlibris

Tuus exlibris

En línea con esa armonía, Martínez tropezó con el nombre de su proyecto: Tuus (, en latín). No solo es una palabra latina, igual que exlibris, sino que además dice mucho del valor de estos sellos. «Un exlibris es algo muy personal. Tiene que ver con cómo es cada persona, lleva su nombre, tiene una imagen que está relacionada con cada una de ellas. Nos gustaba cómo sonaba. Y si te fijas, las dos ues, representadas gráficamente, son dos ojitos con los párpados hacia abajo, como si estuviesen leyendo. Esa era una abstracción que nos planteamos como logotipo, pero al final optamos por algo más tipográfico, más sencillo».

Tuus exlibris

Cecilia Martínez se ha rodeado de un grupo de amigos para poner en marcha este nuevo proyecto. El equipo lo completan Pablo Albacete, que se ha encargado de la fotografía; Trini Rodríguez, responsable del naming y de los textos; Micaela Marini Higgs, que los ha tradujo al inglés; Nuria Andrés, encargada de la comunicación y Alejandro López, front-end developer.

Tuus exlibris

«Tuus es como un lugar donde hacer lo que me gusta», afirma Martínez. «Este es un lugar donde poder expresarme como diseñadora sin tener tantos condicionamientos. Al final es algo que todos echamos de menos en nuestras carreras, nos dediquemos a lo que nos dediquemos. A veces te cansas de que el resultado final de las cosas no siempre sea el que quieres. Por eso la idea de crear un producto con el que expresarme y donde hacer lo que me gusta, lo que creo que puede quedar bien. También es un poco reivindicar el libro como objeto», continúa. «Un libro en formato digital es algo cómodo, lo puedes llevar de viaje. Pero leer en papel siempre mola más y es una manera de reivindicarlo para que no desaparezca».


Antes de que acabe la desescalada, habla con tus hijos sobre sexualidad

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En educación sexual, el cuándo es clave. A qué edad conviene comenzar a charlar con el niño o la niña sobre el tema es una duda recurrente entre los padres. Y luego está el encontrar el momento del día para hacerlo. Las maratonianas jornadas a las que la mayoría estábamos abocados hasta hace unas semanas hacían difícil encontrar el ratito ideal para hablar del tema.

Aunque con el paso de fases hay quien va retomando antiguos horarios, la mayoría seguimos pasando más tiempo del habitual en casa. En Platanomelón consideran que, precisamente por eso, estos días pueden ser los más propicios para comenzar con la educación sexual de nuestros hijos.

«La sexualidad va a formar parte de todas las etapas de la vida de tus hijos. Por lo tanto, cuanto antes empecemos, más fácil será que lo vivan de manera natural y se atrevan a preguntarnos sus dudas»

«Los estudios nos demuestran que cuanta más educación sexual reciban, más facilidad tendrán para identificar conductas o situaciones de discriminación o abuso en un futuro. Además, potenciaremos su autoestima y su autoimagen, así como las relaciones sociales ligadas a la sexualidad», explican desde la marca de juguetes eróticos.

NI ‘CHICHI’ NI ‘PILILA’

Para esos momentos, la marca ha desarrollado una serie de juegos específicos con los que pasar un rato en familia mientras los niños aprenden conceptos básicos sobre sexualidad.

«El juego es una herramienta perfecta para aproximarnos a la realidad de los niños y promover su aprendizaje mientras se divierten», explica María Hernando, sexóloga de Platanomelón.

Tanto ella como la marca para la que trabaja son partidarios de que la educación sexual comience cuanto antes. «La sexualidad va a formar parte de todas las etapas de la vida de tus hijos. Por lo tanto, cuanto antes empecemos, más fácil será que lo vivan de manera natural y se atrevan a preguntarnos sus dudas».

Por eso han desarrollado una serie de pictogramas y recortables sobre las distintas partes del cuerpo para ayudar a los niños de entre 3 y 6 años a identificar cada órgano con su nombre, incluidos los genitales. Porque la costumbre de poner mote al pene o a la vulva, aunque habitual, no es la más aconsejable.


Descarga aquí el recortable

 


Descárgate aquí el pictograma

«Es curioso cómo queremos que nuestros hijos aprendan todas las partes del cuerpo, pero luego nos esforzamos en encontrarle mil nombres a los genitales. Si no llamamos a las cosas por su nombre, es probable que construyamos una idea ambigua sobre esa parte del cuerpo. De hecho, es tan prohibida que ¡no podemos ni nombrarla!».

Según Hernando, llamar los genitales por su nombre normaliza y genera conciencia hacia esa parte del cuerpo. También ayuda a construir un ambiente de confianza y comodidad. «Dándoles la información y el vocabulario correcto desde bebés estamos fomentando que tengan una relación sana con la sexualidad. Y les damos más herramientas para entenderse y comprender lo que pasa en su entorno».

APROVECHA EL MOMENTO BAÑO… O SERIE

María Hernando considera que en el caso de los niños más pequeños, de hasta 6 años, las visitas al baño son ideales para hablar de los genitales sin eufemismos ni metáforas con frases como «Ahora limpiamos la vulva» o «Los calzoncillos cubren el pene».

En el caso de los que son algo más mayores, cualquier momento en el que surjan preguntas es idóneo. Que aprendan las funciones de los genitales, de igual manera que conocen las de otras partes del cuerpo, es el objetivo de los comecocos y los recortables que Platanomelón ha desarrollado para niños de entre 6 y 12 años.


Descárgate aquí el comecocos 

 


Descarga aquí el recortable

En el caso de los que ya están en la adolescencia, familiarizados en su mayoría con las redes sociales, se recomienda compartir contenido «veraz y didáctico» para acercarnos a ellos con confianza. Para esta edad, Platanomelón dispone de dos guías, una sobre ciclo menstrual y otra sobre curiosidades de los genitales, que pueden ser de gran ayuda.


Descarga la guía del ciclo menstrual aquí 

 


Descarga aquí la guía de curiosidades sobre vulvas y penes 

 

Pero también podemos aprovechar otras situaciones: «Por ejemplo, ver una serie sobre adolescentes en familia puede ser una gran oportunidad para preguntar a nuestros hijos qué opinión tienen sobre lo que sucede en la pantalla, si han vivido algo parecido o cómo creen que deberían actuar los protagonistas».

SEXUALIDAD NO ES SOLO SEXO

El desconocimiento sobre el tema y la falta de herramientas para abordarlo suelen estar detrás del miedo y la vergüenza que sentimos a la hora de hablar de sexualidad con nuestros hijos.

La tendencia a vincular sexualidad exclusivamente con sexo explica por qué, en muchas familias, es aún un tema tabú. «Normalmente pensar en que hay que hablar de sexo con nuestros hijos hace que entremos en pánico. En cambio, cuando hablamos de sexualidad nos referimos a emociones, sentimientos, pensamientos y comportamientos. Esto es más fácil porque las familias están más acostumbradas a educar a sus hijos a nivel emocional y social, y es un muy buen punto de partida».

Un cambio en la manera de enfocar el asunto podría ser la solución: «No se no se trata de explicar los métodos anticonceptivos en la famosa charla con el adolescente (que en la mayoría de casos llega tarde), sino de trabajar todos aquellos aspectos psicoafectivos y relacionales que le ayudarán a conocer, aceptar y respetar su cuerpo y el de los otros».

«De hecho, si trabajamos bien las emociones, la autoestima, la autoimagen, la capacidad de relacionarse con otras personas, el respeto al propio cuerpo y al de los demás estaremos promoviendo una sexualidad saludable en nuestros hijos desde la infancia. Estos aprendizajes mejorarán sus habilidades sociales respecto a la sexualidad en un futuro», añade.

Comecocos Platanomelón

NO HAY EXCUSAS

También somos los que hemos aprendido en lo que se refiere a la sexualidad. Y precisamente la mayoría de los que ahora somos adultos y padres no recibimos una educación sexual «de calidad» en nuestra infancia. Por eso hay que tener cuidado a la hora de ponernos en la piel de educador porque nuestras dudas, mitos y tabús pueden jugarnos malas pasadas.

«Confianza, empatía, escucha activa y comunicación asertiva nos permiten crear espacios donde nuestros hijos puedan acudir a nosotros también para hablar sobre sexo»

«Antes de intentar educarlos, es importante reflexionar acerca de qué queremos transmitir a nuestros hijos sobre sexualidad y si tenemos toda la información para hacerlo», aconseja la sexóloga.

Aunque de ninguna manera nuestras carencias educacionales no deberían servir de excusa, añade: «De la misma forma que muchas familias no han tenido educación nutricional y enseñan a comer a sus hijos de manera saludable, todo padre o madre es un educador sexual potencial. Lo importante es que se pregunten de qué manera quieren participar en la educación sexual de sus hijos y si están dispuestos a implicarse para fomentar que en un futuro sus hijos sean sexualmente inteligentes».

Las clave para que un padre o una madre se conviertan en buenos educadores sexuales es tratar la sexualidad como lo que es: algo tan natural como hacer deporte. No hace falta ser un experto. Al igual que a veces no somos capaces de resolver un problema de matemáticas, en ocasiones puede que los niños nos pillen con una pregunta sobre educación sexual que no sepamos resolver.

«Para tener el conocimiento suficiente para resolver las dudas es importante buscar información veraz y contrastada y así poder comunicar mensajes claros, sin estereotipos ni prejuicios. Hay que ser conscientes de que no somos una wikipedia del sexo y de que existen profesionales que pueden ayudarnos a explicar aquello que no sabemos».

En resumen, según María Hernando, «los ingredientes» para una buena educación sexual en casa, son los mismos que ayudan a la autoestima y la socialización de los peques: «Confianza, empatía, escucha activa y comunicación asertiva nos permiten crear espacios donde nuestros hijos puedan acudir a nosotros también para hablar sobre sexo».

Este mes, además, Yorokobu ha llegado a un acuerdo con Platanomelón para incluir nuestras revistas en sus pedidos.
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Atxu Amann: «Los bares de barrio son equipamiento social de las ciudades»

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Al declararse el estado de alarma, la ciudad dio un frenazo en seco. La pudimos ver parada, en silencio. Al no pasar coches, ni apenas humanos, la vimos en su esqueleto. Estaba ahí, tumbada, inerte, y desde las ventanas, la miramos como a un cuerpo en observación. 

Entonces descubrimos que, de los adoquines de siempre, podían emerger urbes mejores. Del suelo pueden levantarse muchos tipos distintos de ciudad. Una de ellas, la ciudad cuidadora. La doctora arquitecta Atxu Amann lleva años pensando, diseñando y armando ese modelo de ciudad. 

—¿Qué se puede aprender de estos dos meses de cuarentena para mejorar las ciudades?

—Hemos visto algo que llevo tiempo diciendo: lo doméstico está en la ciudad. Las casas no tienen porqué tener tamaño, no tienen porqué tener cocina, no tienen porqué tener todo lo que nos han vendido, porque el ámbito doméstico está en la ciudad. Podemos desayunar y comer fuera, en nuestros bares, que son el equipamiento social (y esto es un verdadero lujo). Podemos ducharnos en el gimnasio, podemos dormir la siesta en un banco… Mi casa es mi ciudad. Yo decía esto, emocionada, por todos los vientos y, de pronto, todo se cerró por la cuarentena —explica Amann, por videollamada de Zoom—. Eso me ha llevado a una reflexión: mi casa, efectivamente, es la ciudad. Las personas que no han salido de su hogar se han dado cuenta de que una casa puede llegar a ser una prisión y los arquitectos hemos sido muy cómplices de que sea una prisión. Pero una casa no puede ser un refugio contra una ciudad hostil. Hay que replantear el tema del hogar porque somos seres sociales. 

En este debate de la casa así o la casa asao, hay una grieta y por ahí se escurren los que ni siquiera tienen casa. «Hemos visto que, de una vez por todas, se tiene que cumplir el derecho a que todo el mundo tenga una casa. En la Cañada Real no tienen el problema de agobio que tienen algunos por no poder salir a la calle porque su problema es que no tienen casa, su problema es que no tienen internet», indica Amann. «Hemos visto que en Guayaquil ha muerto gente porque no tienen agua en sus casas. Parece increíble. Estamos en el siglo XXI y mucha gente no tiene esta higiene a su disposición. O la tragedia de las camas calientes de los inmigrantes, que hacen turnos para dormir, en un piso de 30 metros cuadrados. La higiene, como la casa, es un tema de derechos fundamentales».

Dice la directora del máster en Comunicación Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Madrid que esta crisis dice: por favor, poned atención, porque vivimos en una sociedad tan desigual que quienes no tienen casa se mueren. «Cuando dicen “quédate en casa”, ¿a quién lo dicen? Porque hay gente que no tiene casa. Cuando hablan de teletrabajo, ¿a quién? Porque hay gente que no tiene ordenador. El estado de alarma ha mostrado la desigualdad absoluta a la que nos ha llevado este sistema capitalista».

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 La pandemia ha puesto la vida patas arriba y una cuestión ante las narices. «Me he fijado mucho más en los cuidados. Sustituir el concepto asuntos de interés de Bruno Latour por asuntos de cuidados significa poner encima de la mesa algo que nos parecía normal: ese trabajo invisibilizado de fregar los platos, lavar la ropa, eso que hacía la abuela o la madre o la esclava del servicio doméstico que tenemos contratada por dos duros. Debemos entender que todos tenemos que ser cuidadores y todos tenemos que ser cuidados».

Es una idea que se hace evidente cuando nos sentimos vulnerables (ahora). Pero que se olvida con facilidad (en cuanto nos volvemos a sentir fuertes). «No creo que el mensaje cale, porque, cuando pase la pandemia, a la gente, esto de los cuidados le dará igual. Pero, al menos, quedará la palabra. En dos sentidos: cuidar y hacer las cosas con más cuidado». 

Dice Amann que «el coronavirus ha detenido el tiempo. Ha impuesto sus formas: no cojan el coche, no tengan prisa. Manda el tiempo de la naturaleza, el de la luz solar, el tiempo de nuestros cuerpos, y eso significa ralentizarlo todo. Muchas personas han empezado a cocinar otro tipo de comidas: más reposadas, con preparación de un día para otro. Comidas más cuidadas». 

—Ha sido uno de los cambios más bruscos: la velocidad.

—Antes íbamos con mucha prisa ¿Para llegar adónde? ¿Para llegar a qué? —se pregunta la doctora arquitecta—. Parecía que la gente era mucho más feliz si se ponía un listado de mil cosas que hacer.

En este tiempo, Atxu Amann ha medido varias velocidades. La humana, casi estancada, y la de la naturaleza: «Esto ha sido lo mágico». Hace dos meses ella pensaba que vivía al lado de un arroyo, unas matas, hierbecilla, y ahora lo ve como el Amazonas. 

—Las plantas han crecido de forma salvaje. ¡Es increíble!— y ella misma se convierte en arbusto, alza las manos, estira la espalda y se eleva hasta casi desbordarse de la pantalla de Zoom—. Esto tiene que ver con la velocidad de la naturaleza y la velocidad del ser humano. 

Entre estas dos velocidades hay un desajuste que lleva a los ciudadanos a trompicones. Aplastamos, a pisotones, el ritmo de la naturaleza y aceleramos, a empujones, el ritmo humano, como el que truca el tubo de escape para que la moto corra más. Ahí está el desequilibrio. «Las ciudades están desincronizadas. Las han creado los políticos y los arquitectos pensando en un hombre que se desplazaba a trabajar en un coche. Los semáforos no debían durar más de un minuto para el viandante porque es lo óptimo para que el conductor llegue pronto a la oficina. Ahora hemos visto que cuando desaparece el coche, cuando no hay contaminación, empieza a crecer el verde. Y los humanos nos preguntamos ¿adónde íbamos tan deprisa? Parece que queremos acelerar para morirnos antes». 

La distancia y la velocidad están hoy bajo sospecha. «Ahora se habla mucho de la ciudad de los 15 minutos: la que tiene todo lo que necesitas a 15 minutos andando». Incluso pueden sentarse a los horarios en el banquillo de los acusados. «No sé si el Gobierno se atreverá a plantearse este sistema en el que todos entran a trabajar a la misma hora, todos salen a la vez, todos tienen fiesta los domingos y todos descansan por la noche».

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A la doctora arquitecta no le encaja el urbanismo binario de ceros y unos: esa ciudad donde la casa es lo privado y la ciudad es lo público. «Tiene que haber situaciones intermedias colectivas y compartidas», explica. «Yo estoy muy a favor del cohousing. Miro al norte de Europa y digo: “Qué suerte. Las 50 personas que hacen cohousing comparten la biblioteca, el patio, el huerto urbano. Ellos son una casa y una familia de 50 personas. En el polo opuesto está Lavapiés: un barrio gentrificado, con células superpequeñas. Ahora oyen a los pájaros pero los que están encerrados como pájaros son ellos. Es insostenible».

¿Cuál es la solución?, se pregunta. Esponjar, se responde: «Agrandar las plazas, crear huertos urbanos, no necesitamos tanta edificación». Y pensar en las escalas intermedias: «En parte de tu edificio o en parte de tu barrio tiene que haber espacios compartidos. Ahora que empieza el calor, ¿qué haces encerrado en tu casa? ¿Abrir el grifo de la bañera? Es mejor bajarse a la terracita, ir al huerto urbano… Estos lugares son tan importantes como el bar de barrio. En esta cuarentena, cuando no podíamos ir a los bares, nos dimos cuenta de que son un equipamiento social, son colectividad, son escala intermedia. El bar de barrio no es negocio de hostelería; es eso que nos da la posibilidad de reunirnos, de hablar, y es muy importante para la gente que vive sola». 

A principios de año, Atxu Amann visitó Japón por un proyecto de investigación. Es el país donde las personas viven más tiempo y, después, va España. Allí le preguntaron por qué los ancianos son tan felices aquí. Ella contestó: «Porque tenemos bares. Para nosotros, vivir en la calle es muy importante. En Bilbao y en el sur. El concepto de bar, de enhebrar la hebra».

Amann tampoco está de acuerdo con la visión binaria de ciudad versus naturaleza. Como si la naturaleza fuera el agua y la ciudad, el aceite. En esas escalas intermedias que pertenecen a todos, está el árbol y está el adoquín. «Es esa plaza arbolada que te da sombra, ese huerto urbano donde plantas tomates. No existe diferencia entre ciudad y naturaleza».

Estos dos meses de quietud han sido un zarandeo bueno. Entre fases O, fases 1 y desfases, se oye el eco de palabras de otros tiempos. Estas que escribió Santiago Ramón y Cajal, en 1934, sobre «el delirio de la velocidad»:

Lo más desagradable del automóvil es el escamoteo del paisaje. La celeridad suprime el encanto de la contemplación. Quienes aprendíamos geografía asomados a la ventanilla del tren, debemos resignarnos a ignorar el camino. Y viajar como fardos, entre nubes de polvo y desfiles de árboles amenazadores.

No iba por mal camino el Nobel de Medicina. Ni en lo que dijo de la mugre, de la naturaleza y de la velocidad. Porque los tubos de escape apestan, los pájaros cantan mejor que Spotify y estamos hartos de ir a todos sitios corriendo con el culo pelao

Fotografía de portada de URBANBAT reproducida bajo licencia CC.

Volver al ultramarinos: muchas personas han decidido apoyar al comercio de barrio

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Nuestras abuelas lo hacían. También nuestras madres. Bajar al mercado a diario formaba parte de las rutinas de su día a día. No se salía del barrio, todo se adquiría en la panadería de Rosario, en la pescadería de Pepe y en el ultramarinos de Damián. Luego llegaron las grandes superficies y nos olvidamos de ellos.  Pero el estado de alarma y el confinamiento nos han obligado a recurrir de nuevo a los mercados de barrio. Y volvimos a reencontrarnos con la panadería de Rosario, con la pescadería de Pepe y con el ultramarinos de Damián.

Óscar Méndez, presidente de la Asociación de Empresarios de Latina y Carabanchel (ASELAC) en Madrid confirma un aumento en las ventas de estos pequeños comercios de cercanía y de barrio en general. «Entendemos con esto que la gente lo que no quiere es trasladarse muy lejos para hacer sus compras. Esa compra es más diaria aún. Son compras más pequeñas, pero mucho más diarias».

pequeño comercio

También Luis Romero, propietario de Jamonería Romero, cuyo puesto se encuentra en el mercado de Antón Martín, en el barrio madrileño de Lavapiés, coincide en lo mismo. «Si antes ya teníamos gente, ahora tres veces más. Han sido dos meses en los que todos los días parecían Nochebuena», comenta el comerciante.

«La apuesta por el comercio local es una tendencia generalizada en todas las ciudades ahora mismo, aunque obviamente, cada zona tiene su idiosincrasia con su perfil de comercios y de clientes», confirma Rafael Gardeazabal, presidente de bilbaoDendak, la asociación y plataforma que promueve la actividad comercial y turística en Bilbao. Y en ese comercio de barrio se incluyen también pequeñas cadenas locales o regionales como Dia o Eroski, que, según datos de un estudio realizado por Kantar sobre el consumo durante el confinamiento, han aumentado su cuota de mercado respecto a otras grandes superficies.

Pero en el camino, estos pequeños negocios locales han tenido también que adaptarse a la nueva situación y hacer cambios en su forma de relacionarse con sus clientes. No hablamos solo de implementar medidas de seguridad e higiene para prevenir contagios, sino de introducir en sus ventas una serie de servicios que o no existían o eran minoritarios: entrega a domicilio, pedidos a través de redes sociales y WhatsApp, actualización de sus webs para la venta online y permitir el pago con tarjeta.

Según Rubén Sánchez, portavoz de la FACUA, las comisiones que los bancos cobraban a este tipo de establecimientos les frenaban a la hora de permitir a sus clientes pagar no solo en efectivo. Pero estaba claro que era algo que tenía que cambiar. No permitir el pago con tarjeta implicaba que muchas personas no realizaran allí sus compras cuando no llevaban efectivo encima. «Ahora mismo pueden estar aumentando las ventas gracias a eso, más allá del hecho de que estén desarrollando otras técnicas de captación y fidelización de clientes», concluye Sánchez.

Al igual que la sociedad experimentó una mayor tendencia a la solidaridad con sus vecinos, también el pequeño comercio entendió pronto que la cooperación entre ellos era fundamental para mantener la fidelidad de esos nuevos clientes que se acercaban por primera vez a sus negocios. En mercados como el de Las Águilas, en el madrileño distrito de Latina, o en el de Antón Martín, en la zona centro de Madrid, los comerciantes, a través de las webs generales del mercado, han impulsado una serie de iniciativas destinadas a facilitar la compra a sus clientes, como permitirles unificar sus compras con un solo clic.

«Intentamos estar unidos para que todo el mundo funcione, que todo el mercado esté abierto y todo el mundo esté contento. Si se van cerrando puestos, al final se cierra el mercado y no es bueno», comenta Luis Romero.

La digitalización también está llegando a las tiendas de barrio, algo que para el presidente de bilbaoDendak era una prioridad fundamental. «Así, por ejemplo, a través de la red bilbaoDendak Free Wifi, que es la red wifi del comercio de Bilbao, están a disposición del comercio y la hostelería diversas funcionalidades como el Click &collect o el Acceso rápido, de manera que se pueda ofrecer un servicio de calidad a los clientes de manera segura», detalla Rafael Gardeazabal.

pequeño comercio

¿Y CUÁNDO LAS GRANDES SUPERFICIES REABRAN?

¿Qué cambiará cuando reabran los grandes centros comerciales? Según Ana Isabel Jiménez Zarco, profesora de Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), aunque mucha gente opte por volver a comprar en estas grandes cadenas, el comercio electrónico seguirá representando un porcentaje muy alto en las compras «porque hay mucha gente que tiene miedo a ir a las grandes superficies. Posiblemente esto empujará al pequeño comercio de proximidad, que ofrece un producto de calidad y a un buen precio y que no presenta las aglomeraciones de gente que pueden presentar las grandes superficies».

Óscar Méndez no se muestra muy optimista respecto a esto. «Yo creo que esto va a ser una cosa transitoria y que al final va a volver cada cliente a sus hábitos de compra, por desgracia».

No lo ve así Luis Romero. Para este charcutero del mercado de Antón Martín, la semilla está plantada. Una vez que el cliente haya comprobado la calidad de los productos que se venden en los mercados, será difícil que deje de comprar allí.

Gardeazabal, por su parte, confía en el espíritu solidario que ha crecido con la pandemia. «Creemos que esto que ha pasado nos ha hecho pararnos a todos, reflexionar y darnos cuenta de las prioridades, de lo que realmente importa y de que todas nuestras decisiones, por pequeñas que sean, tienen incidencia en el modelo de ciudad, de consumo, de mundo o planeta que queremos», afirma. «Creemos que el sentimiento de comunidad y de pertenencia a ella que se ha desarrollado perdurará en nuestra sociedad y debemos seguir trabajando para que no lo olvidemos si queremos que nuestro comercio local perviva».  

Esa solidaridad es la que está acercando al comercio local y de barrio a los jóvenes de la generación Z, los nacidos entre 1995 y 2010. «Los jóvenes son conscientes de que la economía va a sufrir en España y se están volcando para intentar apoyar», explica Rafael Magaña, uno de los socios de la consultora Mazinn, que está realizando el estudio El Z poscovid sobre las tendencias de consumo entre estos jóvenes tras la pandemia. Pero los resultados de ese estudio advierten: si los comercios no se adaptan a los gustos de estos consumidores y a sus formas de comprar (comercio online, sobre todo), la solidaridad no será suficiente para mantenerlos en alto.  

«Yo creo que siempre habrá gente para todo. Gente de mercado y gente de súper», añade Romero. «Pero la gente no es tonta, y cuando compra en un sitio y ve las calidades, pues repite. Sobre todo, cuando comprueban calidad-precio». Y esa sería una de las grandes bazas del comercio de proximidad. La otra es la ecología: el desplazamiento a los centros comerciales, especialmente si están ubicados en el extrarradio, aumenta peligrosamente la huella de CO2.

«Las tiendas de barrio tienen una oferta ya suficiente y no generan contaminación porque casi todo el mundo va andando», puntualiza Méndez. «Eso es algo que también debe tener en cuenta el consumidor; ayudamos a respetar un poco más el medio ambiente». Y añade: «El pequeño comercio es el que más puestos de trabajo crea y de mejor calidad a largo plazo, siempre. En Asalac siempre decimos que es el que crea ciudad, el que conoce al cliente, el que habla con él… Son cosas que no hacen los grandes ni de lejos. Al final, tratas con personas y no con números». 

Puede que ahí se abra una tercera vía para conseguir atraer también a los jóvenes Z, ese trato cercano, esa confianza, como afirma Magaña: «La confianza que generan en la relación con el cliente no la genera tan fácilmente el gran comercio, y esto es algo que todos necesitamos ahora mismo para ir a comprar». La pelota, pues, está en el tejado del comercio de barrio.

WFH Jammies, un pijama con cuello de camisa para videorreuniones

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Hay quien estos días convive con el miedo a volver un día a la oficina y tener que enfundarse de nuevo los vaqueros o los pantalones de pinzas. La posibilidad de que la distancia entre ojal y botón se haya convertido en insalvable durante la cuarentena (por culpa de algún que otro pliegue abdominal de más) les aterra.

Pero no más que el pensar en la incomodidad que supondrá pasar una jornada completa con ropa de calle, tras más de dos meses en chándal y/o pijama. 

Porque ni siquiera las vídeconferencias han privado a muchos del placer de trabajar con ropa de andar por casa. Al menos de cintura para abajo. La camisa planchada ha combinado con el pantalón de jogging como nunca antes.

La nueva versión del arreglá pero informal ha imperado en reuniones telemáticas de medio planeta. En Japón, incluso, han diseñado una prenda para este tipo de sesiones de teletrabajo. Se trata de WFH Jammies (Work For Home Jammies) y ha sido ideada por Whatever Inc. El estudio de diseño y agencia creativa ha contado con la colaboración de Akihiko Kimura, diseñador de la marca de moda LOKITHO. 

WFH Jammies es un pijama con cuello y pechera de camisa. Es justo a partir de la zona que queda fuera del encuadre en una vídeollamada donde la prenda empieza a dejar al descubierto su verdadera naturaleza.

 Sus creadores dicen que el atuendo permite acudir a cualquier reunión online con la comodidad que solo brinda el hogar y sin deparar en el qué me pongo. 

Para el lanzamiento de WFH Jammies, Whatever Inc. ha abierto campaña en Kickstarter. Los partícipes en la campaña contribuirán a que la prenda se convierta en realidad en sus tres versiones: camisa blanca con jersey gris, camisa rosa con jersey negro o camisa de rayas azules con jersey gris oscuro. Un pijama-traje para cada ocasión. 

 

¿Desea reiniciar el sistema? (de la vida, no del ordenador) (S/N)

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Todo el mundo sabe que la solución a cualquier mal informático es resetear o reiniciar el ordenador, eso de «No sé, apaga y vuelve a encender, a ver si se arregla». Y lo bueno es que se arregla. Muchas veces se arregla. El proceso de reinicio de un ordenador restaura la lógica interna y devuelve la CPU, la memoria principal y los controladores de los periféricos a su estado inicial.

Todo esto hace que se resuelvan algunos problemas que se hayan podido dar durante el último uso del ordenador. Pero nadie dice que esos problemas no puedan ocurrir otra vez. El ordenador no aprende de los errores que le han llevado al reinicio. Es verdad que algunos sistemas operativos dicen que envían un informe de fallos para poder detectar cosas que dan problemas. Pero no sé si esos informes serán muy útiles o si se perderán como lágrimas en la lluvia, ya saben.

El caso es que cuando el ordenador está colapsado, cuando no queda otra que darle al botoncito, uno repasa mentalmente cuándo grabó por última vez eso tan fundamental que estaba haciendo. Hay una ley no escrita, probablemente corolario de la de Murphy, que establece una correspondencia proporcional entre la importancia del trabajo sin guardar y la probabilidad de que se bloquee el ordenador y haya que resetear. Y claro, normalmente, el estado de cosas tras el reseteo supone un retroceso. Nos alivia saber que podemos volver a empezar, sí, pero no es lo mismo.

Nosotros no tenemos botón de resetear, ni nuestros errores tienen la opción de reinicio cuando hemos metido la pata hasta el fondo. Y aun cuando a veces somos capaces de revertir apenas los efectos de nuestros desatinos, nunca la situación vuelve a un estado previo. Y no lo digo con resignación o fastidio, sino con esperanza y cierto alivio, porque precisamente ahí radica la superioridad de nuestros reseteos humanos: podemos aprender de ellos. La experiencia de la fragilidad es maestra en lo personal y en lo colectivo. La vulnerabilidad es la madre de muchas buenas decisiones, por mucho que dé vértigo experimentarla.

Incluso en esto de los errores tenemos ventaja no ya con respecto a las máquinas, sino con respecto a la propia naturaleza. Un predador de la sabana, un león, puede permitirse fallar en la carrera tras una gacela. Se le escapará, pero tiene más intentos casi seguro. Sin embargo, una presa no puede permitirse fallos. La gacela, si falla, muere. 

Nosotros (como sociedad, digo) siempre tenemos otra oportunidad por mucho que estemos en situación de presa. Lo estamos viviendo de una manera sin parangón en la historia reciente y en nuestra nueva actualidad: los acostumbrados a reinar en la cadena de predadores somos ahora presa de un león invisible y microscópico pero letal.

Y aun en esta situación, nuestra capacidad colectiva nos ha conseguido un botón de reinicio, un salto de un par de metros evitando la garra del cazador, una opción de volver a encender. No la usemos para devolver nuestro disco duro a su estado inicial; grabemos el trabajo tan importante en el que estamos: comprender la propia fragilidad, hallar su esencia.

Cuando el ordenador se le colapse y tenga que «apagar y encender, a ver si se arregla», consuélese pensando que la computadora sí que es el único animal que tropieza mil veces en la misma piedra. Frente a ella, nosotros sí que podemos aprender y, por ejemplo, comenzar, quizá, a tener esas copias de seguridad de nuestro trabajo, eso que dejamos siempre para otro día. Cuidado, gacelilla, Murphy acecha.

La decadencia del modelo de Silicon Valley: ¿Podrán los unicornios atravesar el desierto?

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Los unicornios ya no son realistas. Puede que en 2013, cuando se acuñó este término para referirse a las start-ups valoradas en más de mil millones de dólares, tuviera sentido. Pero el ecosistema que las vio nacer ha cambiado. Se destacaba entonces, más allá de la rareza que les dio nombre, su naturaleza disruptiva y su capacidad para crecer mucho y muy rápido. Y estos valores se están poniendo en cuestión en el escenario cambiante que se abre ante nosotros. 

Alex Lazarow no es bueno titulando libros, pero mejora bastante a la hora de hacer análisis. En su ensayo Out-Innovate: How Global Entrepreneurs—from Delhi to Detroit—Are Rewriting the Rules of Silicon Valley, este académico e inversor explica por qué el modelo de Silicon Valley empieza a mostrar signos de agotamiento. «El mundo de la innovación necesita renovarse», clama. Esa actualización ya está en marcha. Y su epicentro es más bien difuso, pues se estaría produciendo en distintos lugares que él ha venido a denominar «la frontera»

Silicon Valley es un lugar tan mitificado como los propios unicornios. Durante muchos años su cultura empresarial ha sido venerada e imitada en todo el globo. Hasta que, hace poco, las cosas empezaron a cambiar. «En 2017, el mundo se volvió en gran medida en su contra», explica en un artículo de la revista Quartz. «La zona llamó la atención del mundo por su desproporcionado coste de vida, los problemas éticos que planteaban nuevas empresas como Uber o el impacto en los barrios de plataformas como Airbnb. A ello se sumaron otros problemas como la discriminación, el sexismo, el acoso y los controvertidos roles de las redes sociales en las elecciones estadounidenses de 2016»

Fue como si, de repente, la narrativa triunfalista y naif que se vendía de este mundo empezara a resquebrajarse, mostrando su lado menos amable. Los cuentos romantizados sobre valles, unicornios y emprendedores empezaron a sonar a vieja historia ya escuchada.

Lazarow señala este como el punto de inflexión, el momento en el que empezaron a sonar con fuerza otras narrativas y se prestó atención a diferentes puntos más allá del valle. En cualquier caso, explica el autor, «las empresas de Silicon Valley tienen éxito en un contexto muy particular de abundancia de capital humano y recursos». Su ejemplo no es extrapolable al resto del mundo. Por eso él habla de cómo las start-ups deben dejar de querer ser unicornios e intentar parecerse más a los camellos: empresas que aprovechan las oportunidades, pero también se centran en la sostenibilidad y el crecimiento a largo plazo. Es decir, sobrevivir a largas travesías por el desierto, como la que estamos empezando.

«Nosotros los llamamos iguanacornios, pero el concepto es el mismo», explica Rosa Jiménez Cano. Esta periodista madrileña fue corresponsal en Silicon Valley para el diario El País durante varios años. En la actualidad, trabaja desde Miami como chief ecosystem relations en The Venture City, conociendo y apostando por start-ups de todo el mundo. «En época de abundancia, el modelo del unicornio tenía sentido porque estaba basado en su valoración. Pero también tenía muchísimo gasto y necesidad de crecer», analiza Cano. «Ahora, en una época en la que no va a ser tan fácil levantar capital, las empresas van a necesitar demostrar que tienen un mayor recorrido, capacidad de optimizar su dinero, de ser resistentes y resilientes».

Cano cree que aún es pronto para saber si estamos en un cambio de fase, pero reconoce que hay otros modelos empresariales que han sido silenciados por el interés mediático de Silicon Valley, un nombre que «define un punto geográfico, pero también una forma de pensar». «En la propagación de ese modelo hay una conquista cultural y empresarial», añade. «Si Hollywood nos dijo durante el siglo XX como vivir y a qué aspirar, Silicon Valley lo ha hecho durante el XXI». Ella ayudó a forjar ese relato. Durante años contó como periodista lo que sucedía en este rincón de California. Y a pesar de que reconozca que hay una parte de propaganda, defiende que hay lecciones muy valiosas que extraer de este lugar. Incluso durante esta crisis.

«El mismo concepto de teletrabajo que ahora nos está ayudando en el confinamiento empezó allí», explica. Aunque matiza un extremo que muchos han podido constatar en su propia piel en las últimas semanas: «La libertad está idealizada; al final, te fiscalizan el trabajo igual o más»

Cano asegura que el estilo de trabajo de Silicon Valley se forjó gracias, sobre todo, a dos empresas. «Intel instauró los OKR [Objectives and Key Results, por sus siglas en inglés; una forma de medir el impacto de cada trabajador], el mismo método que después usó Google. Su emerger cambió la forma de trabajar allí. Se empezaron a quitar los cubículos del ambiente de trabajo y se fue relajando la etiqueta, el código de vestuario». La otra gran revolución con nombre propio la generó Steve Jobs, quien «impregnó de su filosofía y su forma de ser no solo Apple, sino todo Silicon Valley»

Cano reivindica varios aspectos de este legado y no cree que esta filosofía de trabajo vaya a desaparecer. Aunque sí hace ciertos matices. Explica, por ejemplo, que la necesidad de crear ejercicios de team building y actividades para los empleados (algo muy común en California) son innecesarios en lugares como España. «Aquí ya nos vamos de cañas con los compañeros sin necesidad de que la empresa lo fomente», comenta. Y esto, aunque pueda parecer anecdótico, dice mucho sobre cómo este modelo se encuentra con barreras culturales a la hora de ser exportado. «Para mí, el gran problema de Silicon Valley es que quiere meternos a todos en la misma caja», subraya Cano. «No entienden otros contextos; nos doman culturalmente para que encajemos en esa visión»

Por eso, asegura, es importante aportar otros puntos de vista, otras narrativas que puedan componer un relato compartido y más diverso. No se trata de que los unicornios no sean necesarios en el futuro inmediato. Se trata de construir un ecosistema en el que puedan convivir con camellos, iguanas y todo tipo de fauna empresarial. 

Sister: la app de emergencia para cualquiera que se sienta en peligro en la calle

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La historia se repite cada fin de semana. O se repetía cada fin de semana hasta que nos zambullimos en la distopía. De madrugada, de vuelta a casa, los wasaps se llenaban de mensajes particulares: «Me sigue alguien». «Un grupo de personas me acaba de gritar si me acompañaban a casa». «Ya he llegado, chicas. Hasta mañana».

El miedo es inherente al hecho de ser mujer y caminar sola por la calle. Para mitigar ese abanico de sensaciones, un grupo de mujeres ha creado Sister, una app móvil de acompañamiento a casa.

Como explica Tiina Rinne, CMO de Wave y miembro del equipo de Sister, la aplicación busca «la ruta más segura con comisarías, tiene alarma disuasoria, botón de emergencia que incluye contacto con emergencias y SMS a los contactos guardados en la app con tu localización en tiempo real. Además, envía un mensaje que avisa de que estás en peligro,  y permite la grabación de audio y toma de imágenes que se almacenan de forma encriptada en la nube de Sister para acceder a ellas en caso de denuncia».

El proyecto nació después de una encuesta que hizo el propio equipo de Sister a 35.000 mujeres. «Los resultados fueron deslumbrantes: el 83% de las mujeres sienten miedo al andar solas de noche. Como ya llevábamos años perfeccionando nuestra tecnología de localización en tiempo real, crear Sister fue una continuación muy natural», señala Tiina Rinne.

Según el estudio que hicieron las autoras de la app, las situaciones de mayor vulnerabilidad de las mujeres se producen a la vuelta de una noche de fiesta o de una cena. Los desencadenantes suelen darse después de que un desconocido las moleste en un bar, mientras las siguen por la calle o, aún peor, en casi cualquier situación general. El miedo está instalado solo por el hecho de ser mujeres y ser presas fáciles de acoso.

La cosa es seria. El proyecto también. Por eso, la aplicación es muy exigente con los datos aportados. Sister solicita, por ejemplo, el número de DNI para aportarlo en caso de aviso y denuncia a la policía. «Cuando tratas con algo tan delicado como la localización de una persona, siempre va a ser un desafío poder protegerla y, a la vez, sus datos personales ya que no podemos permitir de ninguna manera que alguien pueda hacer un mal uso de esa información». Tinna Rinne afirma que todos los datos son completamente confidenciales y que se conservan encriptados en la nube de Sister.

Para la gestación de la aplicación, el equipo que ha desarrollado Sister ha colaborado con varias asociaciones de mujeres en el proceso de investigación de mercado y de lanzamiento. «Trabajamos también codo con codo con algunos estamentos públicos que ayudan a financiar proyectos de I+D+I y esperamos entre todos seguir haciendo crecer la plataforma».


¿Podrás cultivar tus zapatos en un huerto urbano en un futuro cercano?

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Si realmente quieres entender a alguien, métete en sus zapatos. Si lo que quieres es entender el futuro, métete en los zapatos que imagina Pet Liger. Este artista multidisciplinar ha jugado a calzar el mundo que nos espera y a predecir cómo serán las zapatillas con las que caminaremos por él. Zapatos abiertos, hechos de una sola capa, porque encuentra emocionante el diseño sin costuras y sin cordones.

«Predigo un futuro en el que el calzado no se hará a medida, sino que crecerá a medida. De hecho, preveo que la gran mayoría de las cosas que usamos en nuestra vida diaria serán cultivadas o impresas. Ya ha comenzado a suceder. Veo que alcanzará una escala industrial muy pronto, al menos en los próximos 5 o 10 años».

zapatos futuristas
Event 201 Slipper Concept
Pet Liger Lamentation Slipper Concept

Pet Liger imagina un calzado muy simple en términos de funcionalidad. Diseños minimalistas pensados para el uso diario. La complejidad, asegura, será una elección estética que dependerá del uso individual o específico. «También veo un futuro muy modular. Intercambiable y hecho al gusto de cada uno».

Neo Palaeolithic Slipper Concept

Para este artista, el diseño es lo primero. Lo práctico es algo secundario. «Todo lo que me interesa es cómo puedo hacer avanzar la silueta con la que estoy trabajando y en qué dirección puedo hacerlo. Ya sean materiales, formas o geometría».

zapatos futuristas
Sun Hugger Slide Concept

El descubrimiento y la exploración son muy importantes en su proceso creativo. «Acepto que algunas cosas quedarán sin resolver para que la imaginación lo haga en iteraciones posteriores. Hago un diseño al día, así que no me fijo en los pequeños detalles que pueden ser resueltos en el siguiente diseño. Siempre mantengo el impulso».

Serpent Bloodline Slipper Concept
Carbon Drops Slipper Concept
Jelly Fish Kiss Slipper Concept

¿Con qué materiales se fabricará el calzado del futuro que imagina este artista? «Una especie de mezcla. Materiales terrestres, orgánicos, biodegradables. Honestamente, creo que el futuro me ayudará a responder esta pregunta; esa es otra razón por la que no me atasco con cuestiones de practicidad. Quién sabe lo que se avecina a la vuelta de la esquina».

Las diferentes vías de infección del coronavirus: ¿más allá del sistema respiratorio?

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Imagen de portada: Unsplash/Robina Weermeijer, CC BY-SA

A principios de enero de 2020 se atribuyó a un nuevo coronavirus una serie de síntomas. La lista incluía fiebre, tos, dolor muscular y de cabeza y, en algunos casos, pérdida de gusto, olfato y cuadros respiratorios graves. Esta característica le valió la denominación de SARS-CoV-2. No es la primera vez que miembros de esta familia generan problemas respiratorios: ya ocurrió con el SARS-CoV en 2003 y con el MERS-CoV en 2012. Sin embargo, el carácter pandémico de la COVID-19 nos está permitiendo saber que la sintomatología es más variada de lo que se pensaba.

Incluso se han descrito pacientes positivos para el virus sin síntomas respiratorios, pero con problemas de otro tipo. Algunos ejemplos son la apoplejía, alteraciones en la circulación periférica, trombos, hipoxia (menos cantidad de oxígeno en sangre) no acompañada de dificultad al respirar, desorientaciones, delirios y una rara patología inflamatoria como es el síndrome multisistémico pediátrico, caracterizado por fiebre, dolor abdominal, sarpullidos y ritmos cardíacos acelerados, descrito en pacientes jóvenes.

Sin embargo, los problemas no respiratorios más comunes son los relacionados con el aparato digestivo, pérdida de apetito, náusea y diarrea. Está generalmente aceptado que el contacto o ingestión de animales portadores del virus fue la vía inicial de contagio a humanos, como lo fue con el SARS-CoV y el MERS-CoV. En el caso que nos ocupa, el pangolín es uno de los candidatos, si bien no es algo claramente establecido. También se desconoce si el virus pudo entrar en los seres humanos en una variante no dañina, pero mutar a una patogénica en nuestro interior.

Para que un virus pueda infectarnos es necesario que en la superficie de algunas de nuestras células se encuentren proteínas, denominadas receptores, que se unan a otras proteínas situadas en la membrana lipídica que rodea al virus. De este modo, el virus puede entrar y usar la maquinaria celular para fabricar nuevas partículas víricas.

Hasta el momento se han encontrado dos tipos de receptores en nuestro cuerpo que, aunque cumplen otras funciones, pueden ser empleados por el SARS-CoV-2 para infectarnos.

El primero de ellos es el ACE2, que es también el receptor usado por el SARS-CoV del año 2003. Este receptor precisa de otra proteína para realizar su función: una proteasa (una proteína que rompe proteínas), la TMPRSS-2. Esta a su vez, procesa a otra proteína que protruye de la superficie del virus (la proteína Spike o S) y que le otorga la apariencia de estrella o corona que le da nombre. Tras este procesamiento, la proteína vírica S puede ser reconocida por ACE2 y, de este modo, el virus es introducido en la célula.

ACE2 tiene una amplia localización en nuestros órganos: desde la corteza cerebral y el hipotálamo hasta el músculo y, aunque está presente en las células pulmonares, no es allí donde es más abundante. De hecho, hay más ACE2 en testículo, riñón, vesícula biliar, vasos sanguíneos, órganos endocrinos y, sobre todo, en el tubo digestivo, desde la boca hasta el recto, con concentraciones máximas en duodeno e intestino delgado. Esta amplia distribución no es de extrañar, ya que ACE2 desarrolla importantes funciones fisiológicas como, entre otras, regular la presión sanguínea transformando la hormona vasoconstrictora angiotensina II en la vasodilatadora angiotensina 1-7.

Un segundo receptor descrito recientemente es el CD147, también denominado basigina o EMMPRIN(8). El CD147 es una proteína importante para el reconocimiento celular, por ejemplo, durante la gametogénesis y el desarrollo del sistema nervioso, así como para la determinación del grupo sanguíneo. Una de sus denominaciones obedece a que induce la producción de proteasas que ayudan a destruir la sustancia extracelular, el material que da consistencia a nuestros tejidos.

La distribución de esta molécula es ubicua. Se encuentra en pulmones, pero con mayor abundancia en muchos otros órganos como los del sistema nervioso central, las glándulas endocrinas, el hígado y la vesícula biliar, riñón, páncreas, músculo y, de nuevo, sobre todo, en el tubo digestivo. El CD147 tiene afinidad por la misma proteína S de la superficie del virus que ACE2, si bien aún no está claro si ambos receptores son igualmente importantes o si CD147 tiene un carácter secundario.

En definitiva, el SARS-CoV-2 podría tener, o haber tenido, varías vías de entrada en nuestro cuerpo y, aunque la respiratoria parece la predominante, no está claro que la transmisión entre humanos no pueda ser también variada. Así, se han encontrado virus en las heces, aunque se discute su infectividad.

Nos hallamos aún con muchas preguntas sin respuesta. Pese a todo, hemos de ver el lado positivo: la propia adaptación del virus para utilizar distintos receptores preexistentes nos permite varias aproximaciones para impedir la entrada del mismo. De hecho, ya se están realizando ensayos para bloquear estos receptores valorando, en todo caso, que no se vean afectadas de manera significativa las funciones fisiológicas que estos realizan.The Conversation

Jose Antonio Uranga, Profesor de Biología Celular e Histología, Universidad Rey Juan Carlos y Raquel Abalo Delgado, Catedrática de Farmacología, Universidad Rey Juan Carlos

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

El barrio que nació de asomarse al balcón durante la cuarentena

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Unos diez vecinos están asomados al balcón de su casa en la calle Cabeza. Es la hora de la entrevista, las 18:30, y el sol sube por la cuesta hasta estamparse con la tienda de bicicletas de la calle Ave María. 

Madrid acaba de entrar en la fase 1. Hay que usar mascarilla y es recomendable llevar un bote de gel hidroalcohólico en el bolsillo (por si se te ocurre la ridícula idea de abrir una puerta con la mano en vez de con el codo). Planto un taburete rosa en la acera, saco una libreta de espiral y enciendo la grabadora. 

—¡Hola!

—¡Hola! —contestan desde dos balcones del lado par de la calle. 

—Os he traído unas revistas Yorokobu, pero no sé cómo dároslas. ¿Las dejo en el portal? 

—No. Tenemos una polea.

Desde un balcón dejan caer una cuerda con una bolsa. Meto las revistas dentro, hago un nudo y lo aprieto con fuerza.

—¡Ya!

La bolsa asciende a los cielos y la recoge un vecino joven, flaco, con barba. Saca las revistas y las distribuye en varias bolsas. Una se eleva hasta la casa del vecino de arriba. Otras se deslizan hacia los balcones de enfrente.

Es impresionante el sistema de mensajería que han montado para cumplir a rajatabla el estado de alarma. Entre estos vecinos, ni tienes sal ni se me cayó un calcetín. Todos se mantienen, al menos, a una pared o a una planta de distancia. 

—Uau. ¿Qué os dio la idea de montar estas poleas?

—Una noche vino Ibrahim, un hombre sin hogar, y nos pidió comida. Fue al principio del estado de alarma. No podíamos salir y pensamos construir una polea para dársela. Le bajamos caldo y un edredón. Porque ya no nos acordamos, pero cuando empezó la cuarentena, aún hacía frío —recuerda una vecina con el pelo recogido en una coleta.

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Fue en la cuarentena cuando surgió este barrio en volandas. Hasta entonces, vivían pared con pared, puerta con puerta, pero nadie conocía a nadie. Apenas dos vecinos hablaban de vez en cuando: la chica de la coleta y el profesor de universidad que vive al otro lado de su pared. Los demás se cruzaban por la calle, por las escaleras, pero el ajetreo de antes no daba para mucho más que un hola, hola; adiós, adiós.

El estado de alarma impuso el cerrojazo. Pero al cerrar la puerta de casa, abrieron la puerta del balcón. Todas las tardes, a las ocho, salían a aplaudir a los sanitarios. 

Las calles del barrio de Lavapiés son tan estrechas que entre un vecino y el de enfrente hay una distancia íntima: apenas unos nueve pasos. Es casi un cara a cara. Esto hizo que empezaran a saludarse, a hablar, a bromear, incluso a extender la conversación a un grupo de WhatsApp que llamaron La resistencia

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—En calles tan juntas, esa cercanía que antes era ruido ahora es la que permite esta vida de vecinos. Es lo que hace que podamos hablar —dice una chica de melena castaña.

Este distrito que han levantado a tres metros del suelo fue «extendiendo los tentáculos por la calle», dice una voz de mujer en esta entrevista en la que van cayendo voces desde todos los balcones.

—Durante el confinamiento más duro solo salíamos para los aplausos, pero después nos abríamos unas birras y nos quedábamos en el balcón —cuenta la vecina de la coleta.

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Un día vieron que un chico vivía solo y le dijeron: «Hola, ¿cómo te llamas? Si nos das tu número, te metemos en el grupo de WhatsApp». ¡Otro más a la balconada! Y menos mal, porque, desde lo alto, en su balcón en la segunda planta, dice:

—¡Si no hubiera sido por esto, me hubiera pegado un tiro en la cabeza!

—Sí. Es mucho mejor ver a tus vecinos en persona que ver a tus amigos de toda la vida por videollamada —añade el chico que distribuyó las revistas con las poleas.

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A este barrio dentro del barrio de Lavapiés le dieron un nombre, Balconen40tena, y una cuenta en Instagram. Estaban tabique con tabique pero nadie podía poner un pie en casa de un vecino. Para derribar esa sensación de aislamiento decidieron que cada uno grabara un vídeo mostrando su casa y lo compartiera en el grupo de WhatsApp. «Igual que el programa de televisión ¿Quién vive aquí?», cuenta una chica del primer piso. «Es como si un amigo te invitara a ver su casa, pero como no se podía, lo hicimos con un vídeo».

Este grupo de chat surgió, a la vez, como una «cadena de ayuda». Es el lugar que tienen desde entonces para hacer preguntas, dar consejos. Esas cosillas del día a día como ¡Se me atrancó el lavabo!, ¿qué hago? Y también para asuntos eminentes: «Hacemos la compra a personas mayores, ayudamos a cargar paquetes para el Banco de alimentos».

Los balcones se fueron desplegando en cualquier cosa que se les ocurría: bares, discotecas, salas de concursos. «Nos compramos unos taburetes para el balcón», cuenta una chica de pelo cobrizo, habilidosa, que monta una mesa sobre un macetero para poner unas copas de vino. Y eso de echar la tarde se iba estirando también. «¡Un día estuvimos más de cinco horas!», recuerda el vecino del segundo. 

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En esta barriada en las alturas de la calle Cabeza se juntan maestros, farmacéuticos, periodistas, informáticos, cocineros, jubilados. 

—El profesor universitario a veces nos habla de economía. Es como si nos diera una clase —dicen desde los balcones del lado impar. 

Un viernes, en los aplausos, un niño dijo que era su cumpleaños. Todos le cantaron el cumpleaños feliz y aquello sonó a fiesta. ¡Fiesta! Eso no estaba prohibido si se respetaban las distancias. 

Esa noche abrieron botellas de vino, sacaron los altavoces y algunos bailaron como gogós. «Hasta hubo resaca al día siguiente», recuerdan. Esa noche se vistieron de guapos. «Hay un par de señoras mayores que salen al balcón y, al vernos arreglados, entraron en sus casas y volvieron a salir arregladas», cuentan desde las barandillas del lado impar. «Ahora, en las fiestas, hasta nos piden música. Nos dicen que pongamos pasodobles. Y el día de San Isidro regalaron a todas las chicas una flor de ganchillo que habían hecho ellas». 

Así empezaron los saraos. Después les dio por cocinar. Un día salieron a los balcones a la hora del aperitivo y decidieron montar una feria de la tapa: Tapacabeza.

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Y después un concurso de repostería: De cabeza al dulce

Y uno de tortillas: Tortilla balconera. Todos los concursos tienen jurado popular (los vecinos) y profesional (una vecina cocinera). Todos comen y todos juzgan, porque las tapas y los pasteles circulan por las poleas de una casa a otra.

Hacen cine fórum: ven una película y la comentan en la tertulia del balcón. Juegan al Trivial («y si alguien se equivoca, la pregunta rebota al balcón de al lado»). Los días de lluvia juegan al Escape Room desde sus ordenadores.

A mediados de mayo llegaron buenas noticias. Los hospitales ya no estaban tan saturados, la pandemia había dejado de expandirse a lo salvaje. El 25 de mayo, Madrid pasaría a la fase 1. En el distrito de Balconen40tena pensaron que eso había que celebrarlo como el año nuevo ¡o más! y el domingo 24 organizaron una fiesta de ¡Feliz fase nueva!

feliz fase nueva

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Hicieron un reloj (como el de la Puerta del Sol, pero de cartón), dieron las campanadas (antes de la media noche) y comieron las uvas. Bailes, pelucas, la música típica de fin de año. La juerga era tal que, abajo, en los adoquines, empezó a parar gente, a bailar, con sus mascarillas y apartados unos de otros. 

feliz fase nueva

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Casi todos los vecinos de Balconen40tena están teletrabajando y eso hace que el balcón tenga una función más. 

—Los descansos que hacíamos en la oficina para tomar un café ahora se hacen en los balcones. Muchas veces, estamos trabajando y si oímos a alguien afuera, salimos a hablar un rato —dice la chica de la melena castaña— ¡Y también hay cotilleos! —ríen.

Ahora planean cómo hacer una clase de zumba en sus balcones. Han hablado de irse unos días juntos, este verano, a una casa rural y bajar a tierra una amistad aérea que se ha ido creando a lo lejos, entre rostros en la distancia, a voces de la calle. 

—La primera vez que te encuentras con un vecino en el supermercado es extraño, porque solo le has visto media cara en su balcón y detrás de la pantalla de Zoom —dice la vecina de pelo cobrizo. Por lo demás, todo es igual. En palabras de la chica castaña, «como una plaza de pueblo pero en las alturas». 

Recojo el taburete rosa. Nos despedimos a varias alturas. Hay adioses de los balcones de la acera par, de la acera impar. Desde la primera planta, desde la segunda. Ondean las banderillas de colores y la pancarta que va de lado a lado de la calle, como las que anuncian una meta: «Barrio con cabeza. Somos rojos y maricones».

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¿Y si tu única preocupación fuera viajar a Japón y contarlo?

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El covid-19 llegó como el amor en la canción Bamboleo: «así de esa manera. Uno. no tiene la culpa». Y fue, efectivamente, un bamboleo.

El tsunami ha obligado a replantear muchas parcelas de la vida y algunas tendrán un sentido positivo como el teletrabajo. La forma de trabajar que teníamos antes del 11 de marzo de 2020 murió para siempre y, a poco que uno sea optimista, será para mejor.

Luis Rodríguez y Laura Tomàs son los responsables de Japonismo, un referente digital en información acerca de Japón. Para ellos, el estilo de vida marcado por un trabajo en remoto forma parte de su identidad desde hace años, pero creen esta crisis traerá «una mayor valoración de las ventajas del trabajo remoto y una extensión de las reuniones online», dice Rodríguez.

Aunque la dedicación a Japonismo ha sido intensa desde su nacimiento, es exclusiva desde mediados de 2018. En ese momento decidieron que Japón, el trabajo en remoto y la cultura de los viajes ocuparía el 100% de su vida. Luis Rodríguez cuenta esta aventura de más de 14 años, el impacto del covid-19 y las enseñanzas que deja esta crisis.

¿Cómo es el proceso de trabajo de Japonismo, teniendo en cuenta que teletrabajáis? ¿Cómo es vuestro planning anual de viajes?

Es sencillo: ¡trabajar mucho! Nos levantamos pronto y, tras un café, ya estamos planificando el día. Solemos generar nuevos contenidos, planificar contenidos futuros, procesar y organizar fotos, vídeos y planificar guiones para vídeos futuros o directos en nuestro canal de Youtube. 

SiteGround para nosotros fue nuestro salvador, aunque dicho así suene exagerado. Pero no tiene nada de exageración, porque cuando Japonismo empezó a crecer más fuerte en 2015, estábamos con otro hosting. Y la web se caía con cierta frecuencia.

Todo esto salpicado de unos tres o cuatro viajes a Japón al año, lo que complica un poco la gestión editorial de Japonismo. Porque en cada viaje volvemos con varios miles de fotos y gigas de vídeos e historias que contar, por lo que se nos va acumulando el trabajo.

El planning anual de los viajes tiene una doble vertiente, por un lado nos gusta visitar sitios que queramos, e incluso hacer cosas frikis, como excursiones para ver trenes (los trenes son una de mis grandes pasiones y arrastro al resto de Japonismo conmigo). Pero por otro lado, siempre tenemos muy en cuenta las novedades que hay en Japón y los intereses que muestra la audiencia. Así, si algún lugar ha cambiado y nuestros contenidos y fotos son antiguas, solemos incluirlo en la planificación para poder contar las novedades con fotos recientes. O añadimos sitios y destinos que se ponen de moda para poder contarle a nuestra audiencia sobre esos lugares.

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¿En qué momento decidís dar el paso y dedicaros en exclusiva a Japonismo?

Japonismo, como sabes, lleva online desde el 1 de enero de 2006. Y fue creciendo poco a poco a medida que íbamos entendiendo poco a poco cómo funcionaba esto de los medios online. Cuando nos mudamos a Londres en 2015 por mi trabajo en Google, Japonismo ya estaba creciendo mucho.

Fue entonces cuando Laura dejó el trabajo que hacía gestionando la comunicación de varios restaurantes japoneses y empezó a dedicarse en exclusiva a Japonismo. Eso nos dio la seguridad de que el modelo funcionaba y era escalable. Pero fue a mediados de 2018 cuando decidimos terminar de dar el salto.

Londres es una gran ciudad, pero nos pilló el Brexit de por medio, además de que sentí que había completado un ciclo en mi puesto en Google. Pensé en cambiar de trabajo dentro de Google, ya que la empresa siempre fomenta la movilidad. Pero con un hijo de entonces 8 años, pensamos que si volvíamos a mudarnos internacionalmente mejor para volver a España. Fue un poco un salto al vacío, porque aunque veíamos que Japonismo funcionaba, cuando yo mantenía mi trabajo había otra fuente de ingresos. 

¿Cuál es el modelo de negocio vuestro proyecto?

El modelo es sencillo y se base en tres pilares complementados con publicidad. Estos tres pilares tienen todos de fondo la reputación que hemos conseguido a lo largo de los años y la confianza de nuestra audiencia en España y Latinoamérica. 

En primer lugar tenemos afiliación, aunque como sabes las comisiones son bajas. Pero intentamos ofrecer al lector todo lo que necesita para viajar a Japón, desde hoteles a pases de tren y actividades. Intentamos, eso sí, ser muy naturales a la hora de integrar esos enlaces en nuestros contenidos y, sobre todo, ser muy claros.

En segundo lugar tenemos la componente editorial, como por ejemplo el libro que acabamos de publicar con Anaya titulado Japonismo, un delicioso viaje gastronómico por Japón. De nuevo, no nos vamos a hacer ricos con esto, pero ayuda. Además, de vez en cuando también escribimos contenidos para terceros como Subaru, Iberia y otros.

Finalmente, la tercera pata son las charlas y clases. Piensa que, además de nuestras carreras, tanto Laura como yo tenemos formación académica universitaria en Asia oriental y cultura japonesa, con lo que podemos hablar de muchos más temas que únicamente viajes. Muchas de estas charlas las hacemos sin cobrar, evidentemente, porque nos gusta divulgar sobre Japón y muchos eventos no tienen presupuesto para nada más que pagar transporte y alojamiento. Pero hemos dado charlas y conferencias así como clases en másters de protocolo en universidades que funcionan muy bien y nos supone otra fuente de ingresos.

¿Cómo habéis sentido esta crisis sanitaria y en qué medida ha afectado a vuestro proyecto?

La crisis está siendo terrible desde el punto de vista humano y, desde el punto de vista económico, para el sector del turismo está siendo también devastadora. Piensa que nuestro negocio se basa en que la gente viaje a Japón y nos lea para planificar esos viajes. Con más de 110 países con restricciones de entrada a Japón, están siendo momentos muy duros.

Eso sí, al menos nos estamos poniendo al día con los contenidos, cosa que como te decía antes es difícil porque antes de que podamos escribir todo lo que hay pendiente ya hemos vuelto a viajar y a generar más contenido. También estamos aprovechando para conectar de forma más fuerte con nuestra audiencia en Youtube, haciendo directos semanales y monográficos sobre regiones japonesas y otros temas.

Está claro que nuestro negocio es el turismo, pero queremos estar preparados para cuando todo se reactive para que Japonismo sea aún mejor que antes.

¿Cómo creéis que va a afectar la crisis del covid-19 a nuestra forma de trabajar y, en concreto al trabajo remoto?

Sinceramente espero que toda esta crisis traiga una mayor valoración de las ventajas del trabajo remoto y que se extiendan las reuniones online. Piensa, además, que yo vengo de trabajar en una empresa multinacional con equipos distribuidos (mi equipo tenía tres sedes, Singapur, Londres y Nueva York) y todas las semanas teníamos reuniones por videoconferencia con gente de muchos países. 

Desde el punto de vista de la productividad laboral es una maravilla no perder tiempo en transporte, además de que evitará posibles contagios futuros. Y el fomentar el teletrabajo ayudará a conciliar mucho mejor que ahora. Sólo falta que muchas de las empresas que se han visto obligadas a trabajar así mantengan estos estándares cuando todo esto pase y no apuesten por volver al presencialismo tan típico de tiempos pasados.

Creo, además, que esto puede abrir una puerta a que las empresas atraigan talento más fácilmente porque ya no tendrá por qué ser necesario mudarte a la ciudad donde está la empresa sino que podrás hacer el trabajo allí donde estés viviendo.

¿Cuál es la enseñanza más grande que habéis sacado de lo que ha ocurrido en los dos últimos meses? ¿En qué hemos cambiado?

La mayor enseñanza que hemos sacado desde el punto de vista laboral es que hay que intentar diversificar. Es verdad que cuando el modelo de negocio es muy concreto, como el nuestro, no es tan fácil. Pero se pueden encontrar maneras de obtener ingresos complementarios por otras vías. De hecho, aunque siempre hemos tenido eso como parte de nuestra estrategia, ahora le estamos dando más peso y, aunque esto pase, seguiremos apostando por esas otras fuentes de ingresos para no depender únicamente del turismo.

Desde el punto de vista humano, estamos seguros de que durante un tiempo todos tendremos más cuidado con espacios cerrados y, quizás, con saludos efusivos al encontrarnos con amigos y conocidos. Espero, además, que al igual que ocurre en Japón, se convierta en norma el uso de la mascarilla cuando se está resfriado o con gripe, para evitar contagiar a otros.

¿Me podéis hablar de vuestra relación con SiteGround y en qué medida ha beneficiado a vuestro trabajo en Japonismo?

SiteGround para nosotros fue nuestro salvador, aunque dicho así suene exagerado. Pero no tiene nada de exageración, porque cuando Japonismo empezó a crecer más fuerte en 2015, estábamos con otro hosting. Y la web se caía con cierta frecuencia.

El hosting no mostraba absolutamente ningún interés en WordPress ni en nosotros. Fíjate si era así que ni siquiera nos decían la consabida frase que seguro que muchos han escuchado de “consumes muchos recursos y te recomendamos que te pases a un hosting más potente”. Ni siquiera nos decían eso.

Y en febrero de 2016, estando además yo en Nueva York en una semana de reuniones de trabajo con mis compañeros de equipo en Google, el hosting nos envió un correo diciendo que estábamos afectando al servidor y renombraron el fichero index.php. Esto hizo que Japonismo dejara de estar visible para todo el mundo, con lo que nuestro tráfico se desplomó de un día para otro. Y sin ningún tipo de solución, porque no había un “tienes que hacer esto para arreglarlo”.

Entonces, gracias a una amiga me enteré de que SiteGround, que ya tenía buena reputación, abría oficinas en España. Y yo estaba buscando, como puedes imaginar, un hosting alternativo. Hablé con ellos y con su country manager y ya el cambio fue impresionante. No pusieron ningún problema, todo lo podían hacer y todo era sencillo. De hecho, nos migraron ellos la web y, de pronto, todo volvió a estar online.

Además, a pesar de que hemos aumentado mucho el tráfico desde entonces, nunca hemos tenido problemas de disponibilidad y, cuando ha ocurrido algo, su servicio de atención al cliente ha sido rápido y efectivo. Para mí, saber que tengo al otro lado a un hosting que sabe de WordPress y que responde con rapidez es vital. También ayuda que ofrecían certificados gratuitos, cosa que ahora ya hacen muchos, pero entonces fuimos de los primeros en poner https, por ejemplo. O tienen su propio plugin de caché que es tan fácil como instalarlo y listo, diseñado para integrarse perfectamente con su hosting.

Al final, ellos se encargan de hacer que no tengamos que preocuparnos de todo lo que tiene que ver con la infraestructura técnica. Y así, nosotros nos podemos centrar en hacer lo que hacemos bien, que es divulgar Japón y llegar cada día a más gente.

¿Tras el salto a WordPress, cuáles son los mayores puntos a favor, según vosotros, de este CMS?

Nuestro caso es peculiar, porque los primeros años de Japonismo no fueron con WordPress. De hecho, usamos dos CMS diferentes pero llegó un día que cambiamos por un motivo muy sencillo: la facilidad de uso y la posibilidad de extenderlo. 

Hoy en día, además, otra de las cosas que me encanta de WordPress es la comunidad. Hemos participado de hecho ya en una WordCamp como ponentes y asistido a otra online, y siempre encuentras personas dispuestas a compartir sus conocimientos. Personas, que además, hacen crecer el ecosistema y las funcionalidades. Al final, con WordPress podemos tener el Japonismo que queremos y conseguir que sea único.

 

‘Zoomear’, ‘zoom bombing’ y el vocabulario ‘zumbao’ que está surgiendo de Zoom

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¡Zum! De la noche a la mañana, todos a Zoom

Ocurrió como un paralelismo sonoro: la aplicación de videollamadas Zoom llegó a velocidad de onomatopeya zum.

El programa existía desde 2013, pero, a partir de marzo, fue más raudo que la pandemia. De un día para otro las reuniones mutaron a videorreuniones

Eso de verse solo ocurría pantalla mediante. 

Zoom salió zumbando en su expansión por el mundo. 

La pandemia crecía en curva y escalaba hacia el pico, pero Zoom ascendía como un cohete. En diciembre de 2019, cada día, diez millones de personas participaban en una videollamada por esta app. En abril de 2020, eran 300 millones. 

Era tan habitual hablar de Zoom que perdió la frialdad de nombre comercial y se hizo palabra de calle. 

Zoom es hoy el bar que perdimos, el despacho clausurado. 
Zoom es donde hacemos zumba porque cerraron los gimnasios.
Zoom se hizo nombre y se hizo verbo. 

Es lo propio de estos tiempos. 

Algunas empresas digitales son tan poderosas que reemplazan a las palabras del mundo analógico. 

Ocurrió con buscar. Muchos dicen guglear sin pensar en el poder que dan a Google. Lo hacen genérico, como la aspirina. Como si no existiera en el mundo un buscador más.

Ocurrió con guasapear (enviar un mensaje por WhatsApp), tuitear (escribir un mensaje en Twitter), instagramear (publicar un post en Instagram). 

En esos vocabularios impulsivos que se encuentran en internet, alguien dijo que zoomear es ampliar una foto, hacer zoom. Fue en 2019, cuando esta app de videollamadas no ocupaba tanto tiempo en las pantallas, el trabajo, la vida. Ahora el Wikcionario asocia la voz al programa Zoom: «Esta acción se usa cuando alguien utiliza la herramienta Zoom en un dispositivo (laptop, proyector, etc.)». 

Aunque parece que el verbo, en esa versión acabada en -ear, no acaba de cuajar.  
No se oye en la calle, apenas se lee en internet. 
Lo habitual es decir «hacer un zoom» o «llamar por zoom». 

Eso de zoomear… 
/Zu-me-ar/
Está feo ese /mear/ final. 
Envilece una palabra que cae simpática: /zum/ 
Que funciona muy bien como nombre: un zoom es «una videollamada por Zoom».
Que tiene sonoridad de zumbido.
Que tiene madera de lanzadera: de esa voz ya han nacido varias expresiones en inglés.

Zoom bombing: aparecer en una reunión de Zoom sin haber sido invitado. Es una versión del vocablo fotobomba adaptado a las videollamadas de esta aplicación. 

Zoomcrasher: el individuo que asalta un Zoom sin que lo hayan invitado.

Zoom fatigue: el cansancio que provoca pasar mucho tiempo en una videollamada. Ya hay varios artículos en prensa que hablan de este tipo de fatiga. Dicen que agota más dar una clase o mantener una reunión por videollamada que en persona. ¡Hasta el fundador de Zoom, Eric Yuan, está frito a zooms! ¡Qué hartura!, dijo a Bloomberg.   

Todos los días se inventan nuevas derivadas del vocablo zoom. También en español. «Yo no quiero un zoompleaños. Yo quiero un cumpleaños normal, con amigos, abrazos y torta», dice la joven de 17 años Sara Schwarzstein, en un texto para la Fundéu de Argentina.

Otros analizan el campo de visión de la palabra. «Un programa que todos descubrimos ahora y que se llama Zoom se convirtió en nuestra ventana al universo», escribe el periodista Julio Perotti sobre la palabra zoomear. «Descubrimos así cómo son los livings, las bibliotecas, las cocinas y, como en un programa de televisión de horario central, el baño de los demás. Vaya si hace honor a su nombre. Después de todo, con un buen zoom se pueden traer a nuestro frente objetos que están muy distantes. Solo que en este caso, son cientos de rostros, que se nos revelaron (como nosotros ante ellos) con caras ojerosas porque estábamos yendo de la cama al Zoom».

Esos ojerosos dormían. Pero hay quien puede ir de la cama al Zoom y llegar con los pelos revueltos. En ese caso, la sospecha es otra: ese viene de zumbarse a alguien.

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