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¿Pero no íbamos a ser inmortales dentro de nada?

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Cada revolución tecnológica llega con su propia mitología. La de la imprenta nos prometió el final de la incultura. La industrial, el final de la hambruna. La digital, el final de la mortalidad.

Nos las creímos todas, pero ninguna se ha cumplido. Esa es la razón por la que siempre se no queda cara de tontos.

La última decepción es la de la promesa de inmortalidad que ha llenado de libros las bibliotecas, de conferencias las universidades y de artículos la prensa.

Algunos autores, como José Luis Cordeiro, se han hecho famosos asegurando que para el 2045 seremos todos inmortales. Estamos tan cerca de conseguirlo que este ingeniero mecánico del Massachusetts Institute of Technology nos anuncia que nos encontramos justo entre la última generación de seres mortales y la primera de inmortales.

Existen muchos otros gurús de la inmortalidad, como David Wood, autor de «la muerte de la muerte», quien nos explica que todo esto será posible gracias a «la edición genética para convertir los genes malos en sanos, la medicina regenerativa, la eliminación de las células muertas del cuerpo, los tratamientos con células madre, la reparación de las células dañadas y la impresión de órganos en 3D».

El paroxismo de esta nueva mitología se alcanza cuando Cordeiro declara que él no se piensa morir y que, además, en 30 años será más joven que hoy. Otro que también ha renegado de algo tan antiguo como es el morirse ha sido el científico Aubrey de Grey, que se ha autoincluido en la lista de los futuros imperecederos.

También es mala pata que haya tenido que venir un virus para devolvernos a la realidad. Y la realidad es que resulta muy osado hablar de la inmortalidad dentro de 25 años cuando ahora mismo una sola vacuna para una sola enfermedad trae de cabeza a los mejores científicos del planeta.

En las revoluciones anteriores los mitos aguantaron un poco más antes de venirse abajo. Y en esta lo hubieran hecho, pues venían avalados por todas las grandes siglas que conforman hoy el olimpo de la evolución humana: MIT, FB, MIPT, etc. Recordemos que fue el propio Mark Zuckerberg el que en 2016 se propuso curar todas las enfermedades en un plazo de 10 años aportando para ello un presupuesto de tres billones de dólares.

También es cierto que muchos otros investigadores jamás se tomaron el tema de la inmortalidad muy en serio. Por ejemplo, Joanna Masel y Paul Nelson, de la Universidad de Arizona, quienes presentaron una ecuación que muestra que el envejecimiento y la muerte son inevitables pues, al frenar las células del envejecimiento, se dejan proliferar otras que causan cáncer.

A ese grupo conviene añadir a varios investigadores de la Universidad de Cambridge, que nos advierten de que nuestro ADN ya viene programado para que el cuerpo envejezca de forma escalonada e irremediable.

Resulta difícil a estas alturas saber quiénes tienen razón. Pero al margen de la ciencia está la mitología. Y esta de la inmortalidad, nacida de la mano de la revolución digital y la inteligencia artificial, acaba de llevarse un palo al tener que confinarse en sus ordenadores como nosotros tuvimos que hacerlo en casa.


#YoSíPintoUnaMierda: «Esto es una mierda, sí, pero tenemos el poder de mirarlo de otra manera»

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Mierda a espuertas. Raúl Barbolla tenía esa sensación en los días más duros de la pandemia:

El virus es una mierda.
El confinamiento es una mierda.
Contagiarse es una mierda.
Morirse es una mierda.
No poder ver o abrazar a tus padres, hijos, amigos, pareja es una mierda.
Todo esto y un largo etcétera componen esta gran mierda que nos está tocando vivir.

#Yosípintounamierda
Autor de esta obra y la de portada: David González Sanz @glez_studio

Estos pensamientos pasaban por su cabeza. Oía la palabra mierda por todos lados. Él mismo la pronunciaba hasta hartarse: «Me encontraba todo el tiempo diciendo mierda». Aquello no llevaba a ningún lado. Menos aún, la queja y el llanto. «¿Me iba a quedar quieto, lamentándome? No. Yo no me paro».

El director creativo conocido como LeRaúl siguió poniendo sus ideas en orden:

Una mierda, sí. 
Pero todos tenemos el poder de mirarla de otra manera.
Darle otro color y otro olor.
Utilizarla como medio de expresión.
Con positivismo, humor y buen rollo.
Reformularla con mucho arte y transformarla en algo más que solo una mierda.

#Yosípintounamierda
Autor: Juan Díaz-Faes @diazfaes

Hay que seguir adelante, se decía. Pase lo que pase, pensaba. «Podemos darle la vuelta a esto. Podemos mirar las cosas de otra manera. Si pintas las cosas de otro modo, dejan de ser una mierda. Si debajo del marrón pones un cucurucho, es un helado. Lo transformas. Le quitas su antigua apariencia y lo conviertes en algo mejor. O lo pintas de rosa y deja de ser una mierda para convertirse en un helado de fresa».

Tal vez esto te parezca un discurso de mierda.
Pero una mierda es también no hacer nada.
Y esto, al menos, como buena mierda, desahoga.

Autor: Bakea @bakea

Esta reflexión escrita en marrón se convirtió en un manifiesto que llamó #YoSíPintoUnaMierda y que sirvió de invitación a ilustradores y artistas a expresar una reflexión, una propuesta, una reivindicación sobre el «lienzo de una mierda».

Quería decirles que la opinión de todas las personas cuentan, lo que hacen cuenta: «Que no gasten su tiempo en quejarse y hagan cosas. Tengo un amigo que está jodido, como todos, pero va a comprar comida al supermercado y la reparte entre gente que la necesita. Todos podemos aportar algo».

#YoSíPintoUnaMierda

#YoSíPintoUnaMierda

En la cuenta de Instagram @yosipintounamierda ya hay más de 100 obras que se han unido al manifiesto #YoSíPintoUnaMierda y #MakeShitDontJustPoop, en su versión en inglés. «Es un ejercicio de adaptación. Es un grito de optimismo», dice LeRaúl. «No podemos quedarnos quietos. Tenemos que cambiar muchas cosas» (menos una: la forma de desear suerte en el mundo del teatro, que va que ni pintada en esta entrevista. «¡Mucha mierda!», jalea como traca final).

 

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By @juangamadc #yosipintounamierda #makeshitdontjustpoop 🙌🏻

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Autor: Juay @juuaay
#Yosípintounamierda
Autor: Zinkete @zinkete
#Yosípintounamierda
Autor: Wearbeard @wearbeard
#Yosípintounamierda
Autor: @marialacasta
Autor: Miguel Brieva @miguel_brieva_clismon
Autor: Ernesto Martínez @_ernesto
#Yosípintounamierda
Autor: Ivanín López Martínez
Autor: Pablo Caraballo @mamitapapaya

En pleno siglo XXI, seguimos sin estar preparados para tener una heroína fea

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«Os mostraré a una heroína tan poco atractiva y tan pequeña como yo que será tan interesante como cualquiera de las vuestras». Esto es lo que al parecer les dijo Charlotte Brontë a sus hermanas y lo que fue la chispa de la que salió su novela más conocida, Jane Eyre

Según la amiga y futura biógrafa de la autora, Elizabeth Gaskell, la propia Brontë le contó esto. Que había estado discutiendo con sus hermanas si las protagonistas tenían que ser siempre guapas. Anne y Emily decían que sí, que quién iba a querer leer una historia protagonizada por una mujer ya no fea, sino normalita. Charlotte discrepaba. Gaskell no es una biógrafa muy de fiar porque intentó (y consiguió) blanquear la imagen de Charlotte Brontë, pero en este detalle en particular todos queremos creerla.

Jane Eyre fue una novela revolucionaria por muchas razones y aún lo es en muchos aspectos, pero la no belleza de su protagonista es una de las principales. No se trata de un detalle casual que no tenga importancia en la historia: es una de las cargas extra que lastran a la heroína. No solo es pobre, sino que además ni siquiera es atractiva. Y, si bien ella misma se encarga de recordárnoslo con frecuencia a lo largo de la novela, no se trata de una simple cuestión de autoestima. Uno de sus pretendientes, el guapísimo pero inquietantemente estricto y ultrarreligioso St. John, dice de ella que «enferma o no, siempre será fea». Y va más allá: «la gracia y la armonía de la belleza brillan por su ausencia en esos rasgos».

heroínas bellas
Fotograma de ‘I feel pretty’

La novela subvierte una de las reglas no escritas de la literatura. Como explica Charlotte Wright en Plain and Ugly Janes: The Rise of the Ugly Woman in Contemporary American Fiction, el canon literario (y de la ficción en general) está lleno de protagonistas guapas y antagonistas feas. Un poco como si la belleza o fealdad interior siempre se reflejasen en el exterior, como si no fuese posible ser fea y buena persona, fea y valiente, fea y digna de una historia clásica de amor romántico. Jane Eyre, además, no se queda con el pretendiente guapo (St John). Prefiere a Edward Rochester, a quien, pese a la confusión que puede crear que haya sido interpretado en el cine por Michael Fassbender, se nos describe también como feo.

Treinta años antes, Jane Austen le presentaba al mundo a Anne Elliot, protagonista de Persuasión, su última novela. Y la presentaba como a una mujer que había sido guapa de joven, pero cuya belleza ya se había marchitado a la decrépita edad de veintisiete años por culpa de una historia de amor frustrada cuando era joven. Y, sin embargo, es en este momento, en esa madurez de la protagonista y no antes, cuando transcurre la primera parte de la historia. Eso sí, Austen es menos revolucionaria: igual que el desamor le robó la belleza a su heroína, el amor se la devuelve. Quizá era de la escuela de Emily y Anne Brontë y podía presentar a una protagonista no atractiva solo si se trataba de algo temporal.

heroínas bellas
Fotograma de ‘El diario de Bridget Jones’

Podríamos pensar que todo esto son cosas del siglo XIX y que ya lo hemos superado, pero las protagonistas guapas son todavía mayoría. Su belleza es normalmente solo uno más de sus rasgos, no algo definitorio, pero sí algo que se suele mencionar, por si acaso algún lector se siente tentado a imaginar una cara poco armoniosa. En el cine es aún más exagerado: pocas protagonistas descritas en un libro como normales, del montón o feas llegan a la pantalla con esos rasgos.

Un caso bastante significativo es del de Hermione Granger. La amiga de Harry Potter (y verdadera heroína de la saga según a quién preguntes) es descrita en los libros como una niña menuda, de pelo enmarañado y dientes delanteros muy grandes, lo suficiente como para granjearle las burlas de otros niños. No es lo que transmite Emma Watson (excepto el pelo en las primeras películas), la actriz que le dio vida en pantalla. De hecho, J.K. Rowling, la autora, dijo en alguna ocasión que cuando le presentaron a Watson fue por teléfono y que se enamoró de ella para el papel al instante, pero que si la hubiese visto en persona no la habría aceptado. Demasiado guapa.

Es fácil ver lo raras que son todavía las protagonistas que no son guapas en cómo el aspecto físico se convierte en un tema muy importante de muchas historias con heroínas del montón. No sabemos si Bridget Jones era fea (¿lo es acaso Renée Zellwegger?), pero sí que tenía algo de sobrepeso, lo que ya la coloca en un punto de partida diferente al que ocuparía una Bridget Jones con cuerpo de modelo (sería por genética, por supuesto, ¡podría comer de todo!). 

Muchas veces, además, estas historias cuasirrevolucionarias nos cuentan que el problema no es el aspecto físico, sino lo que la sociedad opina sobre él y, por lo tanto, lo que piensan las pobres heroínas no especialmente agraciadas sobre sí mismo. La comedia I Feel Pretty (¡Qué guapa soy! en España), de 2018, reflexionaba sobre esto. La protagonista, interpretada por Amy Schumer, se aleja de lo que se entiende por belleza canónica, algo que la hace sufrir bastante. Un día, después de pedir un deseo (ser guapa), se da un golpe en la cabeza y se despierta… igual. Solo que ella se ve con un cuerpo y una cara distintos, se ve como si fuese la mujer más guapa del mundo. Su vida cambia, claro, y casi todo le empieza a ir bien. Ella lo atribuye a su nueva belleza, pero, como sabemos los espectadores, lo único que ha cambiado es su propia confianza en sí misma.

Ejemplos como este, tanto en el cine como en la literatura o las series, sí muestran que poco a poco hay cosas que van cambiando. Pero si al leer Jane Eyre aún nos fascina que esa protagonista enclenque y del montón llegue a un final feliz, y llegue a ese final sin que nadie descubra que en realidad con un poco de colorete es, ¡oh, Dios mío!, guapísima, es porque lo que ha cambiado es muy poco. Aunque hay cada vez más voces que están con Charlotte, el mundo pàrece seguir opinando lo mismo que Emily y Anne.

DatosContraelRuido: el ‘big data’ contra la desinformación sobre violencia machista

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Los datos no saben de opinión. Pero que lleguen a la sociedad impolutos es algo que no siempre ocurre. Por el camino suelen encontrar interferencias que, normalmente, de forma intencionada, trastocan su objetividad. Evitar que esto ocurra en el caso de la violencia machista es el objetivo de Datos contra el ruido.

El proyecto en el que viene trabajando durante los últimos meses el equipo de Digitalfems se presenta como un laboratorio de análisis de «big data con perspectiva de género».

El propósito de DatosContraelRuido.org es publicar y difundir de manera comprensible los datos oficiales sobre la violencia que sufren las mujeres en el ámbito de las relaciones de pareja (violencia de género), en el familiar (violencia doméstica) o violencia física (violencia sexual).

 

«Visibilizar la enorme presencia que tiene la violencia machista con ciencia de datos es un reto que las tecnólogas tienen en los próximos años», explica Thais Ruiz de Alda, directora del laboratorio.

Este monitoriza una serie de indicadores clave que siguen la evolución de la información publicada principalmente por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el Ministerio del Interior y el Ministerio de Justicia con el fin de servir trimestralmente datos claros y veraces, evitando así desinformación acerca de este tipo de violencia.

«Crear visualizaciones con los datos de las violencias machistas y difundirlas potencia su prevención. Actualmente las denuncias por este tipo de violencia suponen aproximadamente el 10% del total de las que se producen en España. Es un recurso más para acabar y erradicar la violencia contra la mujer en nuestra sociedad», explican desde DigitalFems.

Y añaden: «Nuestro objetivo es que esta información sea utilizada y difundida por personas y colectivos sensibles a esta problemática».

Entre los indicadores utilizados se encuentran datos relacionados con denuncias, delitos, agresores y sentencias, según parámetros como la ubicación geográfica o nacionalidad de los agresores.

En esta primera entrega, el laboratorio ofrece datos sobre delitos cometidos contra la mujer entre 2015 y 2019 y los compara con los de otras tipologías como, por ejemplo, las lesiones generadas en riñas y tumultos en ese periodo. Según la información del Ministerio del Interior, las denuncias generadas por los primeros son hasta cinco veces superiores a las de estos últimos.

 

DatosContraelRuido.org también analiza lo que ocurre desde que se interpone una demanda hasta su sentencia. En su evaluación de los últimos cinco años concluye que el 37,7% de los casos denunciados se archivan, y solo el 21% recibe sentencia condenatoria.

Toda la información de DatosContraelRuido.org se encuentra, a su vez, en formato abierto en la plataforma de open data Genderdatalab.org para facilitar el acceso y el tratamiento de los datos.

«Activar esta opción es favorecer la circulación de datos de manera permanente y automática como no se ha hecho nunca en materia de violencia machista», remarcan los responsables del proyecto.

El pasado mes de mayo, en su primera entrega, DatosContraelRuido.org publicó más de 25 visualizaciones de datos y 40 datasets, y estima que puede acabar el año doblando la información disponible a medida que las fuentes oficiales publiquen datos nuevos. A día de hoy se están esperando las cifras de 2019 completas para poder actualizar al máximo las bases de datos.

Visualizar y hacer entendible una realidad es el primer paso para poder acabar con ella.

Un colador, una plancha o una compresa: las locas mascarillas de Benjamin Bertram

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Si hubiera que definir lo que es una mascarilla protectora según lo que Benjamin Bertram sube a su proyecto de Instagram Maskenmaker, se resumiría en cualquier cosa, por loca que sea, que te tape nariz y boca.

A este ilustrador alemán se le ocurrió la idea poco antes de que las mascarillas fueran obligatorias en su país. Se topó con un embudo rojo mientras se dirigía a su estudio y se lo imaginó como una mascarilla divertida. Y de aquella primera idea llegaron otras por asociación de formas y estudio de materiales y metáforas.

Benjamin Bertram

Bertram se confiesa impresionado por la creatividad que evoca una crisis como la del coronavirus. «En un hackathon unas semanas antes, experimenté lo grande e intenso que puede ser el trabajo conjunto de las personas cuando la pandemia se ve como una oportunidad o un desafío y no como una conspiración, o incluso una guerra biológica».

Y opina que el humor puede ser una fuente de relajación y estímulo, «ya que los que pueden reír tienen una clara ventaja: el humor te hace más creativo, porque proporciona más soluciones, ideas, apertura y buena cooperación. Y creo que esto es muy importante en tiempos de crisis mundial».

Benjamin Bertram

La primera mascarilla que ideó Benjamin Bertram cumplía con lo básico: cubrir boca y nariz. Pero alguien que en su bío indica sentirse apasionado por las metáforas tenía que encontrar otro sentido a este nuevo complemento que estamos obligados a vestir.

«La protección, la máscara o la cobertura pueden ser entendidas de muchas maneras –explica–. Protección, por ejemplo, puede proteger o separar; valores, personas u objetos pueden ser protegidos, y así sucesivamente. Debido a que el debate sobre la protección boca-nariz en Alemania se llevó a cabo de una manera muy emotiva, encontré muy emocionantes las metáforas que retoman y modifican esta emocionalización».

Cada diseño de Bertram es un golpe visual que, lejos de hacer daño, provoca una sonrisa. La provocación se esconde detrás de sus ideas: un colador, una plancha, un guante de fregar, un ventilador, ¿una compresa manchada con sangre? «Algunas máscarillas simplemente juegan con la forma de un objeto. Pueden ser divertidas, pero se olvidan rápidamente», justifica su idea el ilustrador alemán.

Benjamin Bertram

«Ya había implementado la idea de la compresa como una máscara antes de que se me ocurriera la idea de ser más provocativa. Pero al mismo tiempo pensé: ¿por qué algo se percibe como irrespetuoso o provocativo? ¿Dónde están los límites del buen gusto? Aquí es donde realmente se vuelve interesante, porque lo artístico ya no es decorativo o agradable, sino que invita al espectador a confrontar sus propios sentimientos en relación con lo que se está representando. Tal imagen permanece más tiempo en la mente, y necesariamente provoca un debate. ¿Es la sangre antinatural? ¿Está sucia la menstruación? Romper tabúes, en este caso, también significa poner a prueba nuestras normas sociales y mantener viva la discusión sobre los valores y el comportamiento».

Cuando la calle pulsó ‘Pause’

Crinolinas, zapatos gigantes o mochilas con churros de piscina: diseños para guardar la distancia social

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¿Cómo calcular a ojo los dos metros de distancia que debe distar entre persona y persona para evitar contagios? Un puntero láser que marque un perímetro de seguridad alrededor de cada individuo podría ser la solución. Otra, los ‘sombreros de distancia’ que ya están usando los alumnos en algunos colegios chinos.

Un vídeo publicado por la BBC recoge estos y otros ejemplos:

No son las únicas propuestas con las que se trata de buscar soluciones al problema de cómo preservar la distancia de seguridad en lugares públicos donde resulta difícil. Antes de esto, cuando el virus empezó a trastocarlo todo, el diseño ya salió al rescate. Desde modestos apaños a sofisticadas propuestas, las ideas para paliar la falta de recursos sanitarios surgían desde todos los puntos del planeta.

En la mitad del mundo que se prepara para la llegada del verano, las dudas ahora surgen en torno a las actividades de ocio propias de este época del año. ¿Podremos darnos un baño en una piscina pública salvaguardando en todo momento la distancia de seguridad?

Desde la plataforma de diseño Multiply creen que sí y proponen The Petit Coat Dress  entre los posibles diseños para guardar la distancia social. Para el diseño del este vestido se han inspirado en las crinolinas de la época victoriana y en los kilts escoceses. También en las telas de las tiendas de campaña por su capacidad para secarse rápidamente y para plegarse de forma sencilla.

Ante la situación «incómoda» y la ruptura de la conexión social potencial que, según los diseñadores del vestido, supone el tener que guardar la distancia de seguridad («ahora las personas sospechan automáticamente de sus vecinos y las personas cercanas, viéndolos como una amenaza»), la prenda se presenta como una herramienta preventiva que permite recuperar «la sensación de comodidad».

Las crinolinas inspiran también Well-Distance-Being, proyecto que la plataforma Livable presentó en el certamen Global Call Out to Creatives de las Naciones Unidas. Aunque en este caso no está pensada para ajustarse en la cintura sino sobre el cuello y cabeza de la persona en cuestión.

Sep Verboom, fundador de Livable, confiesa que su propósito no es que la gente vaya por la calle con esta especie de jaula de ratán. Su objetivo más bien es el de concienciar sobre la necesidad de respetar las distancias para evitar un rebrote.

«Si necesita salir al mundo físico, mantenga la distancia y conéctese con las vibraciones positivas que lo rodean. (…) Estamos comunicando un mensaje sobre la salud a cambio de una sonrisa en momentos en que mantener en buen estado anímico es más importante que nunca».

Quien sí pretende que su diseño sea usado por cuanta más gente mejor es Grigore Lup. Indignado al comprobar en sus salidas a la compra que lo de guardar la distancia mínima era algo excepcional entre sus vecinos, este zapatero rumano ideó unos zapatos del número 75. «Si dos personas usan estos zapatos, habría casi un metro y medio entre ellos», señalaba en declaraciones para Reuters.

Portar sombreros de ala anchísima podría ser otra para guardar la distancia (a riesgo de que las que las calles se convertirían en una especie de Ascot urbano). Los vistos en un establecimiento de comida rápida en Alemania son un ejemplo. Mucho más sofisticados son los de la diseñadora Veronica Toppino.

Fast Company hacía referencia a la italiana no solo por los diseños de sus sombreros, sino también por la máscara creada por ella para una performance que podrían hacer las veces de pantalla anticoronavirus.

El mismo medio se hace eco también de otros posible diseños para guardar la distancia social descubiertos por la cuenta Instagram Whats is New York  por las calles de la Gran Manzana.

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Another way to keep people 6ft away #whatisnewyork

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¿Habrá una segunda ola de COVID-19?

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¿Habrá una segunda ola de COVID-19?

Si queremos ser breves, la respuesta es “no lo sabemos”.  Aun así, nos podemos fijar en qué ha ocurrido en otras situaciones similares.

En el siglo pasado hubo tres pandemias de gripe. La de 1918 fue la más mortífera. Se desarrolló en tres oleadas: en primavera de 1918, en otoño de ese mismo año y en invierno de 1919. La realmente virulenta y mortal fue la segunda, en la que ocurrieron el 64 % de los fallecimientos. En realidad, la primera oleada fue la menos fuerte: solo fue responsable del 10 % de los muertes de aquella pandemia. En la segunda oleada, se han podido documentar cambios en el genoma del virus que podrían explicar que fuera más virulento.

En 1957 apareció un nuevo virus gripal que originó la “gripe asiática”, que cursó también en tres olas epidémicas: la primera en primavera-verano de 1957 y con una incidencia relativamente baja, la segunda a principios de 1958 y la tercera en invierno entre 1958 y 1959. La mortalidad fue más alta en las dos segundas olas. Diez años después, en 1968, un nuevo virus de la gripe causó la denominada “gripe de Hong Kong” cuya difusión fue más lenta e irregular: comenzó en otoño-invierno en el hemisferio norte y le siguió una segunda ola el invierno siguiente con una mayor incidencia.

La última pandemia de gripe, la denominada “gripe A” de 2009-2010, no tuvo tanta incidencia y acabó teniendo el efecto de una gripe estacional. De hecho, este virus acabó adaptándose al ser humano y siendo una de las cepas que circulan desde entonces cada año. Como vemos, lo de las segundas y terceras olas más letales ha ocurrido con el virus de la gripe con anterioridad.

En el caso del SARS-CoV-2, la aparición de nuevas olas epidémicas dependerá del propio virus, de su capacidad de variación y adaptación al ser humano. De nuestra inmunidad, de si realmente estamos inmunizados y protegidos contra él. Y de nuestra capacidad de trasmitirlo y controlarlo.

¿Puede el virus hacerse más virulento como ocurrió con la gripe de 1918?

No lo sabemos. Pero, a diferencia de la gripe, el SARS-CoV-2 no es el campeón de la variabilidad. El virus de la gripe también tiene un genoma de ARN, pero son ocho pequeños fragmentos que se pueden mezclar con otros tipos de virus de gripe aviar o porcina, dando lugar a nuevos reagrupamientos. Su capacidad de mutación y de recombinación es mucho mayor, por eso las vacunas de la gripe hay que cambiarlas cada año y se originan virus pandémicos con más frecuencia.

Desde que comenzó el SARS-CoV-2 se han secuenciado y comparado los genomas de varios miles de aislamientos y ¡claro que el virus muta! Todos lo hacen, pero de momento, como esperábamos, éste parece mucho más estable que el de la gripe. Quizá sea porque tiene una proteína (nsp14-ExoN) que actúa como una enzima capaz de reparar los errores que pueden ocurrir durante la replicación del genoma.

Por lo tanto, aunque en este caso sigue siendo válida esa definición de virus como una “nube de mutantes”, el SARS-CoV-2 parece que de momento no acumula mutaciones que afecten a su virulencia.

Pero, además, en otras ocasiones se ha comprobado que los virus al “saltar” de una especie animal a otra, como en este caso, con el tiempo se van adaptando al nuevo hospedador y van disminuyendo su virulencia. O sea, que no siempre que un virus muta es para hacerse más virulento, sino generalmente lo contrario. De todas formas, habrá que seguir vigilándolo.

¿Estamos ya inmunizados contra este virus?

Para evitar la extensión de una epidemia hay que cortar la cadena de transmisión del virus. Esto se consigue cuando hay un número suficiente de individuos (por lo menos más del 60 %) que están protegidos contra la infección, actúan como una barrera e impiden que el virus alcance a aquellos que todavía podrían contagiarse. Esto es lo que se denomina inmunidad de grupo y se consigue cuando la gente ha pasado la enfermedad o cuando se vacuna.

Pero contra este virus todavía no tenemos una vacuna. ¿Hay inmunidad de grupo contra este virus? Pues parece que no. En el estudio preliminar sobre seroprevalencia de la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 en España, una de las conclusiones más importantes es que la prevalencia nacional se sitúa en el 5 %: algunas comunidades presentaban prevalencias inferiores al 2 %, mientras que otras superan el 10 %. Estos datos se obtuvieron mediante la detección de los anticuerpos IgG anti SARS-CoV-2 mediante la técnica de inmunocromatografía, los test rápidos.

Lo que indican es que como mucho, en algunas zonas, no más del 10 % de la población ha tenido contacto con el virus. Estamos muy lejos de ese 60 % o más, necesario para conseguir la inmunidad de grupo.

Pero todo esto es mucho más complejo de lo que parece. Todavía no sabemos si el tener anticuerpos contra el SARS-CoV-2, o sea, el haber dado positivo en los test serológicos, realmente te asegura que estés inmunizado frente al virus. No sabemos, a ciencia cierta, cuánto tiempo duran esos anticuerpos ni si son neutralizantes, si bloquean al virus y te protegen de una segunda infección. Tampoco tenemos datos de la inmunidad celular, esa otra parte de nuestro sistema de defensa que no depende de los anticuerpos sino de las células y que es muy importante para vencer las infecciones virales.

Es cierto que, en el caso de otros coronavirus, los anticuerpos duran unos meses o años y parece que tienen cierto efector protector, pero esto también puede depender de la persona (no en todas ocurre lo mismo). También es cierto que hay algunos ensayos con plasma de pacientes curados del coronavirus que está bloqueando al virus y tienen un efecto beneficioso en personas infectadas, lo que demostraría que esos anticuerpos son protectores.

En ensayos con macacos infectados con el virus se ha comprobado que sus anticuerpos sí les protegen frente a una segunda infección. Pero esto se ha hecho en macacos. También se ha sugerido que el haber tenido contacto previo con otros coronavirus, los que producen los catarros y resfriados comunes, podría tener cierto efecto protector contra el SARS-CoV-2. Esto de momento solo se ha demostrado en ensayos in vitro, pero podría explicar la gran cantidad de personas asintomáticas. En definitiva, la inmunidad de grupo sigue siendo un misterio.

Tres posibles escenarios

Teniendo todo esto en cuenta se han propuesto tres posibles modelos.

1) Una segunda ola mucho más intensa en invierno de 2020 seguida de olas más pequeñas a lo largo de 2021. Este escenario sería similar a las pandemias de gripe, pero este coronavirus no es una gripe, no tiene porque comportarse igual. Este escenario podría requerir volver a algún tipo de medidas de confinamiento más o menos intensas durante el otoño-invierno para evitar de nuevo el colapso del sistema sanitario.

2) Varias olas epidémicas durante un periodo de uno o dos años. Este primer pico epidémico que acabamos de sufrir estaría seguido de olas repetitivas que ocurrirían de forma consistente durante un par de años hasta desaparecer en algún momento en 2021-22. La frecuencia e intensidad de estos rebrotes dependería de las medidas de control de cada país.

3) Pequeños brotes sin un patrón claro de nuevas olas epidémicas. Esta primera ola estaría seguida de pequeños rebrotes que se irían apagando poco a poco, dependiendo también de las medidas de control y contención de cada país. Este escenario no requeriría volver a medidas tan drásticas de confinamiento, aunque el número de casos y de muertes podría continuar durante un tiempo.

En cualquier caso parece que no podemos descartar que el virus SARS-CoV-2 continúe circulando entre nosotros durante un tiempo. Quizá se acabe sincronizando con la época invernal y vaya disminuyendo su severidad. Aunque no haya nuevas olas epidémicas, incluir un nuevo virus respiratorio que puede tener consecuencias muy graves para un grupo importante de la población en la lista de decenas de virus respiratorios que nos visitan cada año no es una buena noticia. Cada temporada de gripe se saturan las urgencias de muchos hospitales, añadir un nuevo virus es un problema.

Controlar y evitar rebrotes: adelantarse al virus

El virus no ha desaparecido. Puede seguir dejando muertos por el camino. Esto es lo que está ocurriendo en otros países que ya habían terminado su primera ola antes que nosotros, como Corea del Sur. En España también se han producido rebrotes en algunas ciudades durante el inicio de la desescalada. En la mayoría de los casos has estado relacionados con aglomeraciones de población (fiestas o comidas familiares). Pero no podemos estar confinados eternamente ni podemos esterilizar todos los ambientes.

Para disminuir la frecuencia e intensidad de estos rebrotes son fundamentales dos acciones:

  1. Por parte de los ciudadanos: evitar el contagio. Ya sabemos cómo se transmite el virus y que, afortunadamente, es fácil inactivarlo. Los contagios son más frecuentes en ambientes cerrados o con mucha gente.No lo olvidemos: mucha gente, muy junta y moviéndose es lo mejor para el virus. Evitar aglomeraciones, distanciamiento entre personas, uso de mascarillas, higiene frecuente de manos, limpieza y desinfección (en ese orden), seguir las recomendaciones de Sanidad. Esto es lo que hay que exigir al ciudadano, no nos podemos relajar.
  2. Por parte de las autoridades sanitarias: rastrear al virus. No podemos seguir como hasta ahora detrás del virus, hay que tomarle la delantera.Hay que instaurar un sistema capaz de detectar a una persona infectada al menor síntoma, poder rastrear y obtener información de sus contactos, hacerles un seguimiento clínico y test de PCR y serológicos, y si es necesario aislarlos.Detectar un brote y aislarlo. Esto requiere personal, equipamiento y sistemas de diagnóstico. Y hay que estar preparados para que el sistema sanitario no vuelva a colapsarse. Esto es en lo que hay que ocuparse ahora mismo, a lo que hay que dedicar todos los recursos, no en hacer test masivos a toda la población, para sacar “una foto fija” de la situación. Las decisiones tienen que ser por razones sanitarias, no políticas. Esto es lo que hay que exigir a nuestros gobiernos, tampoco pueden relajarse.

Si usted ha estado en contacto estrecho sin las medidas de precaución con alguien que haya tenido síntomas de COVID-19, a menos de 2 metros durante más de 15 minutos, debería aislarse durante 14 días, y debería exigir a las autoridades sanitarias que le hicieran los test a la persona con síntomas y a usted.

Puede haber una segunda o más olas, o puede que no. Ahora hemos apagado el incendio, pero no lo hemos extinguido, quedan rescoldos que pueden avivar el fuego. El relajamiento de las medidas de confinamiento no es porque hayamos vencido al virus, es porque también hay que salvar el medio de vida. Un confinamiento muy largo también puede causar muertes. No vamos a acabar con el virus, lo podemos esquivar. Podemos mitigar sus efectos.

No puede volver a ocurrir lo que ha pasado: esta vez sí que tenemos que proteger a los más débiles. Y eso depende de los ciudadanos y de los gobiernos.


Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, microBIO.The Conversation


Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


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«Somos la generación que más años vivirá y, en cambio, la que menos tiempo tiene». Así comienza la aventura literaria en Instagram de dos amigos publicitarios a los que les encanta leer y escribir. Se llaman Adrià Carrasco y Pere Escobar y la han bautizado como Cerocoma.

Zart (@zaarttt)

«Es un proyecto que busca fomentar la lectura», explican. «Hoy en día buscamos consumir formatos cada vez más rápidos. Que nos entretengan pero que no nos roben demasiado tiempo. Un ejemplo es Netflix, los Stories de Instagram o Tik-Tok. El hecho de abrir una novela y dedicarle una hora de atención parece que cada vez asusta más, sobre todo a los jóvenes. Nuestra intención es engancharte con una historia muy breve que podrás leer mientras esperas el autobús, estás sentado en el váter o se hacen las palomitas».

Escobar y Carrasco son los autores de los textos. Ambos ejercen de editores y de lectores críticos del otro, lo que hace que todas las historias que suben tengan un poco de ambos. «Es cierto que cada uno tiene su forma de escribir, pero en cuanto al estilo creemos que es muy parecido. Por contarte una curiosidad, la madre de uno de nosotros, al principio, era capaz de adivinar qué historia había escrito cada uno y ahora no da una».

Alexa Noriega Lazo (@alexha.noriega.lazo)

Para escoger las historias que publicarán tienen dos formas: las ideas que les rondan por la cabeza y que quieren contar; y las sugerencias que la gente les hace a través de las stories. «En este último caso, no seguimos ningún criterio específico. Lo hacemos al azar o al que más le motive el tema. Siempre intentamos publicar el mismo número de historias cada uno. Los cuentos sobre fechas señaladas suelen estar escritos por el primero que piensa en ellos».

Después, un ilustrador se encarga de dibujar la puerta de entrada a la lectura. Al fin y al cabo, publican en Instagram y en esa red social la imagen manda. Con eso consiguen llamar la atención del público y les permite generar interés «no solo en un target lector, sino también en uno más aficionado a la ilustración y al diseño».

Por el momento, no se plantean aumentar el número de ilustraciones, pero dejan la puerta abierta a experimentar nuevos formatos en el futuro. «De hecho, tenemos preparada una historia (aún no está publicada) que combina ilustración y fotografía. Lo que está por venir no lo sabemos ni nosotros».

Marina Tena (@doncspinto)
Astronäutica (@astronauticarte)

Por norma general, son ellos quienes contactan con los ilustradores a través de la misma plataforma en la que publican sus relatos. «A la hora de elegirlos, buscamos estilos diferentes y que encajen con el tipo de historia que hemos escrito», detallan. «A todos ellos les pasamos un par de opciones para que elijan en cuál de ellas se sienten más cómodos».

Al tratarse de un proyecto colaborativo sin ningún tipo de financiación, reconocen que «la voluntad y la pasión (tanto por parte de los ilustradores como por la nuestra) son la clave de todo. Por eso, entre los perfiles con los que hemos trabajado, hay gente de Barcelona, Sevilla, Canarias, pero también de Santiago de Chile, San Miguel de Tucumán en Argentina, Bogotá en Colombia, D.F. en México… Con perfiles que van desde los 200 a los 120.000 seguidores».

cerocoma
Danny Adalet (@dannyadalet)

El primer post lo subieron a Instagram el 1 de abril, pero llevan trabajando en el proyecto desde enero. «A principios de año empezamos a trabajar en el naming, en el formato y el branding. El hecho de lanzarlo en plena cuarentena nos pareció un buen modo de entretener a la gente en unos días complicados».

cerocoma
Lucía Antruejo (@lucia_antru)

Su plan es publicar dos historias semanales, aunque ese número aumentaría en momentos concretos o fechas señaladas como Sant Jordi o el próximo San Juan. «Pensamos que nuestro contenido requiere mayor atención por parte del usuario que el típico contenido de Instagram, por lo que tenemos que encontrar el punto intermedio entre ser unos cansinos y que se olviden de nosotros. En ese sentido pensamos que dos historias por semana está bastante bien».

 

Ver esta publicación en Instagram

 

DESLIZA PARA LEER LA HISTORIA COMPLETA Sant Jordi se pospone pero nuestro fuerte no es la paciencia. Así que hemos decidido compartir con vosotros este remake de la leyenda original. Esperamos que os divirtáis y emocionéis tanto como nosotros mientras lo escribíamos. Esta pedazo de ilustración es de @bombina_em que además ha tenido que hacerla en tiempo récord. ¡Eres una crack! Si os ha gustado esta obra de arte, en su perfil tenéis un museo entero. #HistoriasCortas #SantJordi #cuentos #lectura #libro #rosa #leo #CuentosCortos #Storytelling #Ilustración #Art #Design #Escritura #EscrituraCreativa #Copywriter #Encerocoma #Cataluña #yotambiénleo #dibujo #art #ilustracióndigital #textos

Una publicación compartida de Historias en (@cerocoma_) el

Entre sus sueños para el futuro de Cerocoma, aseguran que les gustaría verlo crecer «desde un ámbito más publicitario o narrativo, participar con otras marcas». La pregunta se hace inevitable: ¿no desvirtuaría eso el proyecto original?

Ione Larrago

«Este proyecto es diversión y creatividad y las versiones de nosotros mismos que escriben aquí son niños pasándolo genial, entre otras cosas porque no hay timmings ni presión», responden. «No queremos que pierda su esencia y por eso no queremos convertirlo en trabajo. Cuando decimos que nos gustaría escribir historias para otras marcas, nos referimos a que las marcas recurran a nuestra versión de copys/redactores creativos y que esos encargos nos sirvan para crecer profesionalmente (en forma de freelance o contratos multimillonarios. Soñar es gratis)».

Si vas a aconsejar, no digas ‘yo de ti’

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—¡Qué pronto me llamas hoy! ¿Ha pasado algo?

—Pues sí, que he discutido con Luis y tengo un cabreo que, si no se lo cuento a alguien, reviento.

—¿Y qué ha pasado ahora? ¿Por qué ha sido esta vez?

—¿Pues no va y me dice que a la paella no se le echa chorizo?

—Mujer, yo de ti le haría caso. Es valenciano y maestro arrocero.

—Valenciano valenciano no es, que su madre era de Gijón. Y dime tú, entonces, dónde queda la posibilidad de avanzar y crear nuevas recetas si frenamos la creatividad de las personas.

—No es por meter leña al fuego, pero es que hay cosas que no pueden ser porque no pueden ser y, además, son imposibles.

—¿Ah, sí? Como qué, dime.

—Como los torreznos light.

—No imaginas cómo os odio, talibanes de los fogones…

Con esta conversación entre dos amigas y residentes en el mundo podemos aprender dos cosas. Una, que en la paella y los torreznos NO SE INNOVA. Reseteos culinarios, no, gracias. Y otra, que la expresión *Yo de ti no es muy apropiada para tratar de dar un consejo, por muy buena intención y voluntad que le pongas. Según la Nueva gramática de la lengua española, la expresión lexicalizada recomendada es «yo que + pronombre o grupo pronominal», o lo que en cristiano viene a traducirse como yo que tú

Las usamos en español con valor condicional cuando tratamos de aconsejar (si yo fuera tú) y aunque se registra en el habla de algunas zonas de España, en Centroamérica y en el Caribe, si quieres ganar en autoridad (lingüística, al menos), es mejor que hagas caso a lo que nos recomienda la RAE y dejes la innovación para más adelante.

Oye, y si no te gusta lo de yo que tú, siempre puedes sustituirlo por otras expresiones como yo en tu lugar, con la que quedarás mucho mejor y demostrarás que eres una persona de fiar, sensata y que no comete crímenes gastronómicos que atentan contra el buen yantar.

La gripe de 1918 contribuyó al ascenso de los nazis. ¿Que pasará cuando todo pase?

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El llamado cine catastrófico nos viene engañando desde que se inventó ese género. Todas sus películas han funcionado con un mismo esquema: algo terrible e inesperado le sucede a la humanidad, pero esta lo afronta con entereza y lo resuelve para conseguir que todo sea como antes.

El origen de la tragedia es diverso: puede provenir del cielo (Armageddon), del mar (Lo imposible), de un enemigo enorme (Godzilla) o de otro minúsculo (Contagio). Pero siempre se trata de un drama apocalíptico que concluye felizmente de un día para otro.

No es casualidad, en ese sentido, la coincidencia de tantos títulos de películas que apuntan en esa dirección: El día más largo, El día después, El día de mañana, Independence day

Por un lado, es comprensible. Las historias del cine catastrófico no solo han de tener un final feliz y definitivo, sino que además ha de llegar en el plazo de los 90 minutos que dura la película.

Pero esa visión cinematográfica es la que a nosotros nos vuelve ciegos. Nos impide darnos cuenta de que el término de cada tragedia es tan solo el comienzo de la siguiente.

En el mundo real, cuando una hecatombe desaparece siempre lo hace dejando un rastro. El rastro de sus consecuencias. Lo que sucede es que, como en toda desescalada, las huellas se van desvaneciendo tan lentamente que al final somos incapaces de establecer las conexiones entre las causas y el efecto de lo que sucederá después. Tampoco ayuda, es cierto, el hecho de que lo más probable sea que la nueva tragedia en nada se parezca a su progenitora.

¿Quién relacionaría, por ejemplo, la pandemia de la gripe española con el surgimiento del nacismo en Alemania? Sin embargo, un informe reciente de la Reserva Federal de Nueva York sostiene que la gripe de 1918, que acabó con la vida de unos 50 millones de personas, transformó la sociedad alemana y contribuyó al ascenso al poder de los nazis.

Esto lo cuenta el diario digital República de las ideas: «El documento, publicado en mayo y firmado por el economista de la FED neoyorquina Kristian Blickle, evalúa los niveles de gasto municipales y el extremismo de los votantes en Alemania desde que surgió la gripe en 1918 hasta 1933, el año en que los nazis accedieron al poder, y señala que los países que experimentaron una mayor reducción de la población por la pandemia destinaron menos gasto per cápita a sus ciudadanos en la década siguiente».

Curiosamente, ese menor gasto social fue el que dio origen en Alemania al creciente aumento de votos al Partido Nacional Socialista de Adolf Hitler.

Una catástrofe llevó a la otra. Lo que sucede es que cuando la sociedad está inmersa en el paréntesis que se forma entre ambas es incapaz de descubrir la correlación existente. Es normal, pues en ese momento resulta difícil analizar la situación con la suficiente perspectiva.

Pero la historia nos ha enseñado que los virus pueden mutar de mil maneras. Hacia otro virus o hacia una transformación social que nos conduzca a una nueva tragedia incluso mucho peor que la que ya habíamos superado.

¿Qué sabemos hasta hoy sobre la transmisión del SARS-CoV-2?

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Si pretendemos prevenir nuevos brotes de COVID-19 debemos estudiar la transmisión del SARS-CoV-2. Conocer las vías de contagio, la capacidad de transmisión en diferentes grupos de población, los lugares relacionados con mayor riesgo de exposición, así como desentrañar como ocurren los eventos de transmisión local, resulta clave. Tanto para comprender cómo se comporta el virus como para desarrollar intervenciones destinadas a controlar su expansión.

A continuación resumimos lo que, a día de hoy, conocemos sobre cómo se transmite el virus, intentado dar respuesta a los principales interrogantes y haciendo hincapié en temas que suscitan especial interés, como la transmisión por personas asintomáticas o en la población infantil.

Superdispersores: ¿individuos o eventos?

Al contrario que en otras enfermedades infecciosas, el evento de superdispersión es común y podría estar detrás del éxito inicial del virus. ¿En qué consiste la superdispersión? El término hace referencia a que unos pocos infectados son capaces de infectar a un gran número de personas, mientras que la gran mayoría no transmite el virus. En el caso del coronavirus se estima que un 10% de los infectados contribuye a un 80% de las transmisiones.

Si bien es una palabra con la que cada vez estamos más familiarizados, es importante cuestionarse: ¿quién es el superdispersor, el evento o el individuo? Identificar a un individuo como superdispersor puede llevarnos, prejuiciosamente, a suponer que, o bien actúa deliberadamente, o bien lleva una vida con prácticas de riesgo.

Pero lo cierto es que no disponemos de evidencias sobre características comunes de los potenciales superdispersores, ya que de hecho muchos transmisores son asintomáticos o presintomáticos. Sin embargo sí tenemos evidencias de que el contagio masivo se presenta bajo circunstancias comunes. Nos referimos, sobre todo, a la presencia de personas infectadas en espacios cerrados y en contacto continuo con otras personas. De ahí que resulte más correcto hablar de eventos superdispersores.

En la imagen un evento de superdispersión ocurrido en un restaurante en China. El espacio cerrado, unido al gran número de personas y el contacto cercano y continuado contribuyó a un brote de diez casos. El caso índice era asintomático y por tanto no era consciente de estar infectado. En este caso además la dirección del aire acondicionado contribuyó a la dispersión del virus y a incrementar las probabilidades de infección en determinadas zonas del establecimiento. Emerg Infect Dis . 2020 Apr 2;26(7). doi: 10.3201/eid2607.200764. https://wwwnc.cdc.gov/eid/article/26/7/20-0764_article

Actualmente, dadas las dificultades para detectar todas las personas capaces de transmitir que desarrollaremos más adelante, una estrategia preventiva eficaz es la de evitar situaciones de riesgo con medidas específicas de confinamiento y desescalada.

¿Dónde se transmite el virus?

Por lo general, la transmisión tiene lugar principalmente en espacios cerrados en los que existen contactos próximos y gran cantidad de personas. Cualquier actividad que se asocie con una respiración agitada también puede representar un riesgo para la transmisión el virus. Por ejemplo, en un gimnasio tuvo lugar un brote entre los asistentes a una clase de zumba, pero no entre los de yoga y pilates, a pesar de que compartían espacio.

Revisando una recopilación de los brotes mejor conocidos, podemos observar que la mayoría se dan en lugares interiores de muy diversa índole (desde centros religiosos hasta cruceros y residencias de estudiantes). Lugares en los que suele producirse una alta aglomeración de gente o con un uso compartido de zonas comunes por multitud de personas.

¿Pueden transmitir el virus los individuos asintomáticos?

Es importante puntualizar que en esta categoría se mezclan los asintomáticos reales con los presintomáticos, es decir, los que transmiten justo antes de presentar síntomas. En cualquier caso, se estima que representan alrededor de un 20-40% de los infectados, dependiendo del segmento poblacional. Y se ha documentado que sí son transmisores. De hecho, se consideran un factor muy importante en el ‘éxito’ del SARS-CoV-2.

En el caso del SARS, la transmisión del virus se asociaba a unos síntomas concretos. Por eso el diagnóstico precoz permitía aislar los casos antes de que transmitieran a individuos sanos. En esta experiencia previa se basó la respuesta inicial de España y otros muchos países a la COVID-19: identificación “pasiva” de casos. Es decir, esperar a que los individuos infectados presenten unos síntomas concretos y acudan a los servicios sanitarios para hacer diagnostico precoz.

Sin embargo, con COVID-19 esta estrategia no es válida, puesto que existe un periodo presintomático de unos varios días y hay un alto porcentaje de casos asintomáticos. Todos ellos son capaces de transmitir antes de que los detecte el sistema de salud. De ahí la importancia de adoptar una búsqueda activa de casos durante la desescalada. Dicho de otro modo, plantear una estrategia basada en la tríada: test, seguimiento y aislamiento (test, trace, isolate).

Este método consiste en diagnosticar a cualquier persona con algún síntoma mínimo, aislarla, buscar a sus contactos, diagnosticarlos, aislarlos… Y detener así las cadenas de transmisión antes de que el número de casos secundarios sea tan grande que no se puedan trazar. Esto último es lo que ocurrió en la primera oleada de la pandemia.

Sin embargo, esta estrategia sólo es válida mientras el número de contagios sea bajo. Cada caso tiene entre 5 y 10 contactos que estudiar (como mínimo). Esto hace que el número de contactos totales aumente rápidamente a dimensiones incontrolables. Por tanto, la acción individual ciudadana de distanciamiento social y adopción de medidas de protección es esencial para mantener el número de contagios bajos.

En ese sentido, recientemente se ha publicado la primera evidencia robusta sobre la efectividad de la distancia social y las mascarillas.

¿Cuándo se transmite el virus?

Relacionado con el punto anterior, surge la duda de cuándo es capaz una persona infectada de transmitir el virus. Un estudio reciente indica que una parte importante de los pacientes infectados que han transmitido el virus (44% de los eventos analizados) lo han hecho durante el periodo presintomático (hasta 2-3 días antes de mostrar los primeros síntomas). De hecho, este estudio muestra que la mayor capacidad infectiva se alcanza justo antes de mostrar los primeros síntomas. En otras palabras, estos individuos son capaces de transmitir el virus antes de que el sistema de salud los haya detectado.

¿Influye la edad en la capacidad de transmisión del virus?

La capacidad de transmisión del SARS-CoV-2 parece la misma en los diferentes segmentos poblacionales, exceptuando los menores de diez años. Las hipótesis más sólidas sugieren que la capacidad de contagio depende de la carga viral, aunque es necesaria mayor evidencia científica. Asumiendo que esto es así, podríamos predecir si existen diferencias en la tasa de transmisión entre los diferentes grupos etarios analizando su carga viral.

En un estudio realizado hace poco en Alemania con cerca de 4000 pacientes de COVID-19, se midió la carga viral de los participantes concluyendo que no existen diferencias significativas en la carga viral en función de la edad. Una limitación del estudio es que se ha realizado sólo con pacientes hospitalizados, excluyendo a los individuos con sintomatología leve o asintomáticos.

David Tadevosian / Shutterstock

¿Tienen los niños mayor riesgo de transmisión del virus?

Esta es una de las cuestiones más polémicas. Una respuesta afirmativa podría suponer el cierre prolongado de escuelas, con todas las consecuencias sociales de gran calado que ello conlleva, como problemas de conciliación, el retroceso en cuestiones de igualdad y en la enseñanza de los niños… Por tanto, es de capital importancia determinar si la escuela y los niños son vectores de transmisión.

En ciertas enfermedades, como la gripe, los prepúberes son claramente facilitadores de transmisión. Pero cuando hablamos de COVID-19 nos encontramos en un escenario diferente, en el que tenemos evidencias tanto a favor como en contra de este hecho.

El estudio anterior nos mostraba que los niños tienen la misma carga viral que los adultos. Sin embargo, los niños incluidos son aquellos con sintomatología bastante grave, y por tanto pueden no ser una muestra representativa del escenario real. Esta baja prevalencia, por otra parte, podría explicarse gracias a que la expresión de la enzima convertidora de angiotensina II (ACE2) en el epitelio nasal es menor en población infantil, aunque se requiere de una cohorte más extensa para poder afirmarlo.

En estudios de contactos de varios países no se ha encontrado que los niños sean casos índice de brotes. Esto significa que, en los brotes estudiados, no se ha encontrado ningún niño que fuera el inicio de la cadena de contagio. Pero ha de tenerse en cuenta la limitada capacidad del sistema de detectar estos casos, ya que los niños son más asintomáticos que los adultos. Y, si bien es cierto que se han producido algunos brotes en escuelas, resulta muy complicado determinar si el caso índice fue un escolar o un adulto.

Un modelo reciente sugiere que el cierre de las escuelas podría ser una medida efectiva para reducir el pico de incidencia entre un 40-60% y ralentizar así la epidemia. Argumentan que, aunque los niños son menos susceptibles que los adultos, lo compensan porque tienen muchos más contactos y prácticas de riesgo que los hacen estar más expuestos y ser más propensos a transmitir.

Por su parte, un metaanálisis sí identifica a los niños como individuos menos susceptibles a la infección, pero los datos sobre su relación con la transmisión son inconclusos.

En definitiva, aún se precisan investigaciones más robustas que puedan avalar la toma de decisiones en asuntos que implican un alto impacto social como el cierre de las escuelas.

¿Son infecciosas las personas que han dado positivo tras haber sido dadas de alta?

Desde el inicio de la pandemia se han notificado casos de pacientes que obtienen un resultado positivo tras su completa recuperación. Se ha observado como algo común en hasta el 30% de los pacientes. Aunque resulte alarmante que algunos pacientes, días o semanas después de recibir el alta hospitalaria, den positivo en la prueba de PCR, es un dato que debemos manejar con cautela.

Lo que representaban esos casos no estaba claro en los primeros días de la epidemia. ¿Era reinfección? ¿O quizás una infección mal resuelta con un reservorio donde se esconde el virus? ¿O tal vez detección de material genético no infectivo?

Hasta la fecha, la mejor evidencia proviene de Corea del Sur, donde se realizó el seguimiento de 285 de estos pacientes y sus contactos. Tras el estudio epidemiológico y el testado de los contactos, se concluyó que ninguno de los analizados era positivo, indicando así que los pacientes con resultado de PCR positiva persistente no son contagiosos, y el análisis de los restos de virus detectados confirmó que habían perdido su capacidad infectiva.

¿Existen herramientas para rastrear la transmisión?

La epidemiología genómica permite seguir la transmisión y movimiento del virus a cualquier escala estudiando la secuencia de su genoma. En España diferentes grupos están trabajando en epidemiología genómica del virus incluyendo un consorcio, SeqCOVID Spain , de más de 40 hospitales y centros de investigación que pretender llegar a secuenciar entre quince y veinte mil muestras de otros tantos pacientes. Por si sola, la secuencia genómica no tiene suficiente resolución para analizar el detalle de los brotes. Pero cuando la unimos con información epidemiológica se transforma en una herramienta poderosísima.

Valga como ejemplo el estudio llevado a cabo en un hospital de Sudáfrica para resolver un brote nosocomial que implicó a 119 individuos entre pacientes y personal sanitario. Lo verdaderamente importante de este tipo de investigaciones es que son capaces de dotar de información valiosa a las autoridades de Salud Pública, para que puedan adoptar medidas de control de la transmisión del virus.The Conversation

Iñaki Comas Espadas, Científico titular, Unidad de Genómica de la Tuberculosis, Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV – CSIC); Álvaro Chiner Oms, Investigador post-doctoral (bioinformático) en la Unidad de Genómica de la Tuberculosis, Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV – CSIC); Ana María García Marín, Estudiante de doctorado, Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV – CSIC) y Fernando González Candelas, Catedrático de Genética. Responsable Unidad Mixta de Investigación «Infección y Salud Pública» FISABIO-Universitat de València I2SysBio. CIBER Epidemiología y Salud Publica, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

¿Qué piden los jóvenes cuando buscan empleo?

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Largas jornadas laborales y dedicación absoluta a la empresa que te contrataba. Así se entendía el trabajo. Y si se ponía más esfuerzo, más dedicación y se echaban más horas, la recompensa venía en forma de salario alto que se traducía en cochazo, pisazo y apartamentazo en la playa. O, al menos, a eso se aspiraba. Producir, producir, producir y ser alguien de provecho.

Pero ahora llegan ellos, esos a los que nos empeñamos en meter con calzador en las definiciones de milenials y generación Z, para ocupar los puestos que dejan los baby boomers al jubilarse. Y lo de producir, producir y producir, y el cochazo y el pisazo y el apartamentazo les hace arrugar el morro.

«Hay como un cambio de paradigma en el que la gente es mucho más consciente de lo que significa el bienestar, cómo puedo hacer yo para estar bien». Así lo cree Juanito Jones, de 32 años, que trabaja como autónomo en industrias creativas. Para Jones y otros muchos de su generación, el trabajo es eso que les tiene que dar de comer, sí, pero para lo que no quieren sacrificar su crecimiento personal y su libertad.

El relevo generacional en el mundo laboral se está produciendo y es un hecho que los que entran llegan con una visión de la vida muy diferente. Mucho más digitales que sus antecesores, los jóvenes que llegan ahora al mercado del trabajo empiezan a introducir poco a poco un nuevo paradigma laboral.

jóvenes y trabajo

Para empezar, muchos de ellos buscan flexibilidad y la posibilidad de teletrabajar. «Para mí, una de las cosas fundamentales en como yo entiendo el trabajo es la flexibilidad», corrobora Juanito Jones. «La gente empieza a ser más consciente de que necesita estar mejor. Para estar mejor no se puede estar todo el día trabajando porque entonces no se tiene tiempo para sí mismo. Deciden sacrificar ese pensamiento de “me voy a forrar lo antes posible porque lo que lo peta es tener coches grandes y casas grandes”. Prefieren prescindir de eso y cambiarlo por “voy a ganar en estar mejor yo”, que significa tener más tiempo. Y la flexibilidad es tener más tiempo o es un tiempo más ajustado a lo que yo necesito». Y concluye: «Creo que hay un shift, una traslación de lo que significa el lujo. El lujo ahora tiene mucho más que ver con las experiencias y con el tiempo».

Según un estudio realizado por la consultora PwC entre sus empleados, para los jóvenes el trabajo es una ocupación, no un lugar. Pero van un paso más allá de la mera posibilidad de quedarse en casa determinados días para tratar de conciliar o simplemente teletrabajar. La flexibilización, tal y como la entienden ellos, consistiría en adaptar su trabajo a su forma de vida y no al revés. Y eso podría traducirse en teletrabajar o en cambiar las horas de su jornada laboral en función de sus necesidades. El cuidarse más al que hacía alusión Juanito Jones.

LOS ‘MUST’ QUE DEBE CUMPLIR UNA EMPRESA PARA TRABAJAR ALLÍ

La posibilidad de seguir formándose cuando empiezan a trabajar para una empresa, la reputación social de esta, el ambiente de trabajo que se propicie entre sus empleados y lo que la compañía aporte a la sociedad son factores importantes para los jóvenes de la generación Z y los milenials, según el informe Randstad Employer Brand Research 2019 que realizó el año pasado esa conocida empresa de trabajo temporal.

«Para mí, el trabajo tiene que ver con enriquecerme como persona, no necesariamente tiene que ver con progresar en estatus ni nada de eso», corrobora Juanito Jones. Este trabajador en industrias creativas al que hemos elegido para testar las ambiciones de los más jóvenes cuando buscan trabajo es autónomo, pero asegura que las pocas veces que ha trabajado para otros ha sido para acercarse y colaborar con gente a la que admiraba profundamente y de la que creía que podía aprender. Incluso aunque eso supusiera renunciar a su libertad de horarios o aceptar un salario que no se correspondiera con su formación. «Lo bonito de trabajar con otras personas es crecer. Mi manera de ver el mundo podría verse ampliada si entraba en contacto con estas personas. Y la única manera en que creía que podía hacerlo era trabajando para ellos».

Y eso ocurría, sobre todo, al principio de su carrera profesional. «Lo que buscaba era adquirir más conocimiento, crecer como profesional, para luego situarme en el mercado laboral como alguien especial», explica sobre su trayectoria. «Yo entiendo que en el mundo hace falta generar perfiles diferentes y crear una diferencia que genere un valor añadido para quien tú vayas a trabajar. Mi compromiso con el mundo ha sido pensar en cómo hacerlo mejor a través de aquello a lo que le voy a dedicar un montón de tiempo de mi vida, pero que, a la vez, necesito que me remunere».

Según el estudio de Job Today La Generación Z en el lugar de trabajo (2018), estos jóvenes nacidos entre 1995 y 2010 buscan que sus empresas generen entornos participativos y colaborativos, donde la relación entre compañeros y jefes sea cara a cara y no a través de emails. La comunicación y la colaboración son sus puntos fuertes y les motiva más trabajar en equipo que la competitividad entre compañeros. Y, más que jefes, buscan mentores, líderes honestos que sepan escuchar y que les den con frecuencia feedback de su trabajo.

¿ESTÁ PREPARADA LA EMPRESA PARA ACEPTAR LO QUE VIENE?

Pero una cosa es lo que se desea y otra lo que se encuentra. A pesar de que empiezan a soplar aires nuevos en el mundo laboral, y que empiezan a sonar con fuerza propuestas como la jornada laboral de cuatro días o la regularización del teletrabajo, lo cierto es que suelen entrar en conflicto los intereses de los que buscan empleo y los de quienes lo ofrecen. ¿Están dispuestas las empresas a adaptarse a la nueva forma de entender el trabajo que tienen los jóvenes? Podría decirse que sí, al menos en lo que a trabajar desde casa o desde otras ciudades se refiere, y en cuanto a flexibilización de horarios que permitan la tan traída y llevada conciliación familiar.

«El teletrabajo es una expresión más de la flexibilidad laboral que se defiende en CEOE como mecanismo para conciliar vida laboral y personal, especialmente», declaran fuentes de esta organización empresarial. «Ahora bien, se considera que, a falta de seguir trabajando en ello, no se debe orillar el trabajo presencial porque las relaciones personales en los ámbitos laborales también son muy importantes».

«La conciliación es positiva y se puede facilitar de muchas maneras —concluyen desde la CEOE—. Cada sector, cada empresa, tiene su propia realidad y la flexibilidad horaria es una cuestión que ya se aplica para conciliar en muchas empresas de acuerdo con las partes».

LO QUE SE AVECINA: ABRAN PASO, QUE LLEGAN LOS Z

Dicen de ellos que son la generación más tecnológica de todas, más incluso que sus antecesores, los milenials. Y eso, a la fuerza, marca su carácter y su forma de entender el mundo.

Los Z son los primeros que han incorporado internet y las nuevas tecnologías a su proceso de aprendizaje. Son muy autodidactas y no están demasiado interesados en las titulaciones oficiales, lo que no implica que por haber menos titulados entre ellos no haya talento. «Estas nuevas formas de aprendizaje están centradas en la vocación y las experiencias, por lo que la generación Z prefiere tener un trabajo que esté relacionado con sus pasiones y sus hobbies», afirman en el estudio de Job Today.

La tecnología es algo natural para ellos. El uso de pantallas les resulta tan familiar que son capaces de manejar hasta cinco dispositivos simultáneamente. Esto, llevado al ámbito laboral, puede traducirse en capacidad de hacer multitask (escriben un email en el ordenador mientras gestionan otros asuntos desde el móvil), pero también puede suponer un punto débil: atender a tantas cosas a la vez puede traducirse en falta de concentración (8 segundos frente a los 12 de los milenials, según Job Today).

Otra de las características de estos jóvenes, según un estudio realizado por IMF Business School en 2019, es su facilidad para adaptarse a los cambios. ¿Que hay que aprender a manejar un nuevo sistema informático de hoy para mañana? No hay problema. Ellos sabrán hacerlo sin que suponga ningún drama.

Son jóvenes que priorizan su carrera y su vida profesional y tienen muy claros sus objetivos en este terreno. Un rasgo de su personalidad es la impaciencia y la búsqueda de resultados inmediatos, y suelen mostrarse muy seguros de sí mismos, lo que mueve a muchos de ellos hacia el emprendimiento. De hecho, un 55% por ciento de estos jóvenes está interesado en crear su propia empresa, según datos de la compañía sueca de recursos humanos Universum.

Los que optan por trabajar para otros, buscan un trabajo estable que les aporte seguridad, pero no fijo. La mayoría busca trabajar en una empresa grande o mediana, que les ofrezca oportunidades de aprender y crecer profesionalmente. Pero prefieren empezar en empresas pequeñas donde puedan aprender a manejarse en el oficio.

IMF Business concluye en su estudio que los Z son mucho más solidarios que otras generaciones ya que se han criado en época de crisis y recesión. Un estudio de Sparks & Honey revela que el 26% de estos jóvenes se dedica al voluntariado y, además, 6 de cada 10 afirman que quieren realizar un cambio positivo en el mundo. Para poder dedicarse a estas acciones necesitan tiempo, que muchas veces debe salir de su horario laboral. Por eso la flexibilización es fundamental para ellos y huyen de los horarios cerrados. A cambio, dice el estudio de IMF Business, están dispuestos a realizar su trabajo desde donde sea y en el horario que sea.

El Chico Fitness: el maestro del ‘coscorrón vaporeta’ y del ‘hiperguantazo blablacar’

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El día 0 de abril fue al Mercadona a comprar un zumo de agua y un policía con pene masculino lo paró y le preguntó dónde vivía. Él le dijo que vive en el planeta Tierra y vivir en el planeta Tierra tiene sus ventajas: puedes practicar sexo oral y sexo anal. Recuerden: sexo oral es tener sexo cada hora y sexo anal es tener sexo cada año.

Esta historia es del Chico Fitness, un personaje que no es negro, sino marrón, y que tiene un repertorio de golpes maestros inigualable: el coscorrón vaporeta, el hiperguantazo blablacar, la patada norcoreana, el puñetazo Benidorm. Los monólogos de este humorista aparecieron en Instagram a finales de 2018, pero muchas de sus ideas y de los despieces que hace con las palabras vienen de su infancia. A los siete, a los ocho años, empezó a contar las historias absurdas de este humor tan suyo. Ese que suelta ganchos como:

El tiempo sin ti es empo

Yo no soy humano, soy hupierna

Más vale prevenir que prevolver

Más vale ser futbolista que futbotonta

chico fitness

Este humor era tan suyo que, cuando eran pequeños, nadie lo entendía. «En mi colegio, era el único niño que tenía ese tipo de humor. Todos decían que yo era raro. Ellos se reían de unas cosas y yo de otras. Era el único en todo mi barrio al que le gustaba eso. Y mientras crecía, lo fui desarrollando». 

Eran sus chistes privados. Los que le venían a la cabeza. Los que crecían en un mundo paralelo de batallas en las que uno soltaba una microbofetada Movistar y otro respondía con un extrarrodillazo Carbajal, en la zona anal, que lo dejaba fatal. Él no lo buscaba. Esas historias le venían de pronto, ¡zas!, y aparecía uno de esos golpes fascinantes.

Cuando WhatsApp se convirtió en un propulsor de chistes y memes, cada día, su mejor amiga le enviaba uno, otro, otro. ¡Por Dios! Él le decía: 

—No me hacen gracia. No me mandes más.

Y un día ella le propuso:

—Ya que nada te hace gracia, haz un vídeo que te haga gracia a ti.  

Y cuando se lo dijo, él pensó:

—Hostia, a lo mejor hago uno. 

Lo hizo. Pero no lo publicó. Solo se lo envió a ella. Tres meses después se decidió a abrir una cuenta en Instagram. Pero no publicó nada. Dedicó un año entero a observar ese canal, a descubrir el tipo de humor que se hacía, a averiguar qué le gustaba a la gente y a final de 2018 se lanzó: por fin, publicó su primer vídeo.

Ese día se puso chaqueta azul y camisa rosa y contó una historia: El día que maté a Pimp Flaco. «Para quien no sepa quién es Pimp Flaco, Pimp Flaco es un cantante que canta», aclaró. En ese primer monólogo empezaron las hostias: el coscorrón vaporeta, el molinillo, la voltereta 360, la patada norcoreana en la espinilla.

 

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El día que maté a pimp flaco.

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¿Por qué te llamas Chico Fitness?

Desde pequeño me gustaba el humor de hacerme el más fuerte. Me gustaba utilizar la violencia para hacer humor. Al abrir la cuenta de Instagram, pensé: «Voy a usar algo que suene a fuerte». Porque si escuchas Chico Fitness, crees que es un tío con músculos. Pero cuando me vean, que sea lo contrario, porque yo soy flaco.

 

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El tiempo sin ti es empo.

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Dices en tu perfil de Instagram que no eres negro, eres marrón. 

Sí, es algo filosófico. Puede tener muchos sentidos. Lo dejo caer y que cada uno lo interprete a su manera. 

Y que vives en Corea del Norte.

Me parece muy aburrido alguien del que ya sabes dónde vive. Intento ponerme en diferentes lugares. Todo forma parte del pastel. 

chico fitness

¿En los vídeos hay un guion o son improvisados? 

No hago guiones, no me siento natural. Tampoco improviso del todo. Es un término medio. Antes de grabarlo, visualizo qué voy a decir. Pienso: esto, esto, esto, y cuando me pongo a grabar, ya solo fluyo. 

Tu manera de descolocar las palabras y sus significados («me subió para arriba, me subió para abajo», «si no puedes sonreír, ponte a sonrevolver»), ¿es algo que buscas y preparas o te surge mientras vas hablando?

Buscarlo sería difícil porque nadie dice esas cosas. Es algo muy absurdo, aunque para mí tiene mucho sentido. Me gusta mucho la psicología. Hubo una época en la que leí un libro, no me acuerdo del nombre, que decía que la gente se ríe de los errores de los demás. Cuando lo leí, pensé: si yo digo una palabra mal dicha, la gente se puede reír. Ahí nacieron los juegos de palabras, como lo de humano y hupierna. Eso es un error. Es algo que está lingüísticamente mal visto y dije: si está mal visto, esto lo tengo que utilizar. La gente se va a reír porque has cometido un error. Así es el funcionamiento de la mente humana.

 

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Sonríe.

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Hablas mucho de peleas, del coscorrón vaporeta, del puñetazo Wallapop…

Son cosas que vienen cosechadas de hace tiempo. Son las cosas que me hacen gracia. No sé ni cómo explicarlo. A veces, estoy así, tranquilo, y se me ocurren. ¡Pum! Y ya está. Se me ocurren muchas cosas y después paso un filtro. Los golpes son inventados y son muy absurdos. No tienen sentido. 

Otros temas frecuentes: el suicidio y la muerte.

Sí. Yo me encasillo a mí mismo en el humor negro. Pero hago un humor negro muy blanco. Porque el humor negro se basa en eso: en hablar de la muerte y de temas de los que a nadie le gusta hablar. A mí me gusta mucho este humor que te puede hacer reír o te puede hacer llorar. O te puede hacer pensar: no es solo para reír. 

«El dolor duele». El dolor aparece en muchos de tus monólogos. 

Si tú dices a alguien «el dolor duele», lo va a ver como algo absurdo. Pero a lo mejor yo te hago un vídeo del dolor duele de un minuto y medio y en ese tiempo no me quedo en esa frase. A lo mejor te explico qué es el dolor, cómo puedes prevenirlo, ten cuidado con tal cosa. Es como una puerta que te abre muchas puertas. Es como hacer humor con algo avanzado y no con algo básico. 

 

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El dolor duele.

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Y «el agua moja».

Esa idea la tenía desde muy pequeño. No me imaginaba que cosas así les pudiera gustar a la gente porque, de niño, no les gustaban a mis amigos. Yo crecí pensando que si le decía a alguien «el agua moja», me iba a ver como… ¡yo qué sé! Pero, después, cuando lo hice grande, me di cuenta de que está bien. A la gente le divierte un poco. 

En tus primeros vídeos siempre había un músico urbano como protagonista: Pimp Flaco, Cecilio G., Yung Beef, Kidd Keo, C. Tangana. ¿Por qué contabas peleas (inventadas) con ellos?

Cuando empecé, pensaba que si hablaba de «el agua moja», nadie me iba a prestar atención. Tenía cero seguidores. Pensé: tengo que hacer humor de un tema que le interese a la gente. En esos tiempos todo el mundo estaba pendiente de los traperos y decidí hacer humor hablando de ellos. Pensé que si ellos lo veían, me podían ayudar a moverlo y así iría creciendo mi cuenta. Lo tenía planeado. Empecé con Pimp Flaco y creció la cuenta. Luego hablé de Cecilio G. y siguió creciendo. 

Kidd Keo habló en un vídeo del coscorrón vaporeta. ¿Hablaron más traperos de tus vídeos?

Sí, ellos los movían, me seguían y me hablaban: «Hostia, lo tuyo mola». Pero pensaba que si solo hablaba de ellos, me limitaría mucho. Quería hacer más cosas. 

También hablas de la dieta fitness: desayunar arroz con abdominales, cenar leche con flexiones.

Ese tema se me ocurrió en el 2009. Es algo de hace tiempo. Es lo que me hacía gracia y lo he ido desarrollando. Cuando empecé a hacer los vídeos, fui soltando todo esto. 

Todos tus vídeos empiezan con «Estamos activo, papi». ¿Por qué esa frase?

Tengo un cuaderno en el que voy apuntando lo que voy a hacer. Cuando planeaba qué hacer con el Chico Fitness, me paré a pensar y dije: «Toda la gente que lo peta, como El Cejas, tiene una palabra o una frase que lo identifica. Por ejemplo, él tenía “Hola, soy El Cejas”». Es algo que si tú lo dices, lo identifica a él. Y me paré a pensar: ¿qué va a ser lo mío? Me acordé de que en mi barrio siempre lo decíamos los colegas. Era una forma de saludar. «Estamos activo, papi». Y ¡pum! lo metí ahí para acordarme de dónde vengo y para que quede como la frase con la que la gente se puede acordar de mí.

 

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Vivo en el Planeta Tierra.

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¿Ves tu humor para hacer directos?

Claro. Yo lo veo para monólogos. Ya tenía planeados un par de bolos bien hechos, pero con la pandemia se jodió todo. Incluso me molaría más en monólogo porque tengo que expresar un humor más avanzado que el de los vídeos. Ahí tienes que decir cosas muy concretas porque duran muy poco, no puedes dar muchas vueltas. En un monólogo puedes estar 15 minutos e interactuar con la gente. 

Montas y desmontas las ideas y las palabras con una lógica muy distinta pero muy consistente. Hay mucha fluidez, un ritmo sólido. ¿Cómo lo sientes tú? 

Es un proceso creativo, igual que un rapero hace una canción o un guionista escribe una serie. A mí se me ocurre una idea ahora, pero hasta dentro de tres días no va a estar completa. Es como que mi mente va componiendo: esto tiene que estar aquí, esto aquí. Aunque yo no haga nada, aunque yo no quiera. Mi mente está como automatizada para hacerlo. Ella dice esto aquí, esto aquí, esto aquí. Y cuando voy a grabar, ya lo tengo como memorizado, aunque no lo haya memorizado. Para mí, lo más importante es dejar un mensaje, algo que haga a la gente pensar. A mí no me gusta solo hacer reír, me gusta hacer pensar. 

¡Pum!

Unos estudiantes de secundaria cambian las tablas por Zoom para poder representar su obra de teatro

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Cuando Salvador Espriú escribió su Antígona en apenas una semana mientras la Guerra Civil agonizaba, intuía que pasaría mucho tiempo hasta que la obra pudiera publicarse. No se equivocaba; hubo de esperar más de 15 años. Más difícil era vaticinar que, ocho décadas más tarde, su representación por parte de los alumnos del IES Las Fuentes de Villena (Alicante) se vería de nuevo amenazada.

Ahora no por los estragos de una contienda y por una dictadura, sino por una pandemia. Por suerte, Zoom, un invento del siglo XXI, haría posible la función, aunque de una manera difícil de imaginar por el autor y sus coetáneos.

Esta última «aventura teatral» de Antígona comenzó en septiembre y tuvo como protagonista a alumnos de diversos cursos del instituto de la localidad alicantina. Jordi Gandía, uno de los profesores del centro, fue el inductor. El reto para los estudiantes no era baladí: «La obra está escrita en catalán. En Villena estudian valenciano, pero no es su lengua materna».

Quien así lo explica no es Jordi sino Rubén, su hermano y, desde hace unas semanas, director artístico de la obra. «Con la representación se quería demostrar tanto a los chicos como al público que a través del teatro se puede vivir la alegría y la suerte de poder trabajar un texto en catalán. De poder disfrutar de cada palabra al ponerla en escena», añade.

Los alumnos aceptaron el desafío y se pusieron manos a la obra con la preparación de Antígona desde comienzo de curso. «Se implicaron muchos departamentos en la creación del vestuario, el peinado, el maquillaje… Las referencias a Pina Bausch eran continuas».

Cuando arrancó marzo ya había fecha y lugar para el estreno: 24 de abril en la Casa de la Cultura de Villena. El 15 de mayo se representaría también en la Universidad de Alicante.

Pero el estado de alarma desbarató los planes. «Durante los primeros días de confinamiento se continuó con el repaso del texto a través de Zoom. Principalmente para que los chicos estuviesen ocupados esos días de incertidumbre. Luego, inevitablemente, llegó el momento de decirles que debían abandonar».

Cuando Jordi contó a su hermano lo difícil que le resultaba trasladar aquella decisión a sus alumnos, Rubén entró en escena (casi de manera literal). Fue entonces cuando decidió tomar la dirección artística del proyecto y comenzar la segunda parte de esta «aventura inesperada y apasionante».

El primer paso fue el arreglo del texto. «Reinventamos la obra. Durante los dos meses siguientes estuvimos ensayando. Cada chico actuaba desde su casa. Jugábamos con un nuevo abecedario teatral gracias al uso exclusivo de Zoom, donde el escenario desaparecía, el maquillajes tenía una nueva fuerza expresiva, el lenguaje actoral cambiaba por completo, las salidas y entradas de personajes…».

La obra ya estaba lista para su estreno. «Esta  Antígona es el resultado de un viaje impulsado por la ilusión y el amor al teatro. A los chicos les hace mucha ilusión que los medios estén recogiendo la historia de su confinamiento: al final, ha sido el único aplauso que han podido recibir».

 

TEATRO POR ZOOM

Durante las últimas semanas han sido muchos los que han descubierto Zoom. Una herramienta que existía desde hace años, pero que ha vivido un verdadero bum durante el confinamiento. Además de reuniones de trabajo y quedadas con amigos y familiares, artistas de diversa índole han recurrido a ella para seguir celebrando conciertos y actuaciones de todo tipo, entre ellas las teatrales.

Desde adaptaciones, como La Tempestad, de Shakespeare, interpretada por un grupo teatral de Irlanda del Norte en abril, a obras escritas ex profeso para ser estrenadas en Zoom (What Do We Need to Talk About?, de Richard Nelson o Una nueva vida, de Rafael Gumucio, entre otras), el teatro ha vivido una extraña y nueva etapa estas últimas semanas con las pantallas actuando como cuarta pared.

#TeatroConfinado fue la propuesta que desde el Teatro de la Abadía se lanzó para celebrar un Día Mundial del Teatro (27 de marzo) con las salas cerradas. Las entradas para las obras escenificadas por Zoom para aquel día volaron. La iniciativa se prorrogó durante la cuarentena con otras obras adaptadas para la plataforma virtual.

A algunos de los autores participantes, la experiencia les ha servido para investigar nuevos formatos teatrales con los que poder interactuar con el público. Es el caso de Jesús Nieto, que con la adaptación confinada de su Ronem Ram.0, convertía a los espectadores en actores de la pieza.

Como declaraba en una reciente entrevista, Nieto considera que herramientas como Zoom «han venido para quedarse». No es el único que parece tener en consideración esta posibilidad. En plataformas como esta podría estar parte del futuro de las artes escénicas. Pero también su presente. Al menos, hasta que las salas recuperen por entero su normalidad y puedan volver a llenar sus butacas.


Lo frugal: la necesidad de aprender a disfrutar de una vida sencilla

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Emrys Westacott leía y releía a los clásicos, buscaba y rebuscaba por los rincones de la antigua Grecia. Indagaba por páginas y páginas de libros las bases filosóficas de la vida sencilla cuando, de pronto, a medio mundo le cayó encima. 

La pandemia tomó la decisión por muchos: la vida frugal ya no es una opción, es una imposición. La epidemia ha arrasado con la economía de la experiencia (hacer mil cosas, visitar mil sitios, conocer a tropecientos mil) y ha implantado la economía de buscarse la vida y disfrutar de lo que hay. Es una economía que encaja en cada letra de un artículo que Westacott escribió hace un tiempo: «Por qué la vida sencilla no solo es bella, es necesaria»

La pirotecnia que ha impulsado al capitalismo reciente (¡compra!, ¡viaja!, ¡gasta!) y los fuegos artificiales de la economía de la influencia (¡muestra!, ¡exhibe!, ¡alardea!) acalló muchas filosofías milenarias que aconsejaban lo contrario: déjate de artificios y disfruta de la esencia de vivir.

El profesor de filosofía de la Alfred University de Nueva York pasó años preguntándose «por qué menos es más, más o menos», «por qué los filósofos han propugnado la vida sencilla durante 2.500 años, por qué los hemos ignorado a nuestro propio riesgo» y en 2016 publicó las respuestas que halló en un libro que tituló La sabiduría de la frugalidad

Nos asomamos a la bandeja de entrada de Emrys Westacott para pedirle una entrevista. Dejamos que las cosas tomen su tiempo. No es necesaria la inmediatez de Zoom. Va a ser un diálogo escrito, pausado, que transcurre por mail: esa forma de conversar, con sus pausas y sus comas, que desespera a los impacientes del WhatsApp.

—La pandemia nos ha obligado a vivir vidas más sencillas. No podemos viajar a países exóticos, no podemos ir a conciertos espectaculares, no podemos salir a comprar como depredadores. ¿Crees que algunas personas están descubriendo o redescubriendo el gozo de la vida sencilla?

—¡Eso espero! —exclama Westacott, con un signo de exclamación firme como una estaca—. Y estoy seguro de que muchos han visto que se las arreglan perfectamente bien sin ir a comprar ropa todos los fines de semana y sin salir a cenar a menudo a restaurantes de moda. Incluso muchas personas que tienen la suerte de seguir recibiendo un salario, y a la vez no tienen mucho en qué gastarlo, se han encontrado con la sorpresa de que pueden reducir sus deudas o aumentar sus ahorros.

El profesor de filosofía ha observado que en esta cuarentena muchos descubrieron que tienen a mano un buen puñado de actividades placenteras: cocinar, embellecer la casa, dibujar, hacer jardinería. Antes no les prestaron atención o quizá las despreciaron. Muchos han dedicado tiempo a actividades creativas impensables cuando la velocidad de la vida iba como un torpedo: «Tengo amigos que han hecho cursos de escritura y de pintura online. Un grupo de amigos y yo hemos organizado unos Corona Concerts y, cada día, uno de nosotros grababa una canción».                            

Esto es un lujo para los que no han sido atropellados por el virus o la penuria. «Pero hay millones de personas que viven circunstancias que les impiden disfrutar de los potenciales beneficios de este tiempo pausado», indica Westacott. «Algunos están enfermos, algunos tienen familiares enfermos o fallecidos. Muchos han perdido el trabajo y sienten ansiedad porque no saben cómo pagarán sus facturas. Muchos que tenían una carrera profesional prometedora ahora pueden verse decepcionados. Por desgracia, como ocurre siempre, los menos favorecidos son los que más van a sufrir. Descubrir los placeres de la vida sencilla es más fácil cuando uno tiene la suerte suficiente de no sufrir serias ansiedades».

—¿Cuáles son los placeres de la vida sencilla?

—Es una pregunta compleja, porque depende de lo que entiendas por sencillez. La expresión vida sencilla tiene varios significados. Por ejemplo, puede significar vivir de forma barata, ser relativamente autosuficiente, vivir cerca de la naturaleza, ser feliz con placeres simples o seguir una rutina diaria. Y cada una de estas cosas proporciona su placer particular. Seguir una rutina, como hacen los monjes, pone orden en el día a día y deja que la mente pueda ocuparse de asuntos más importantes.

Westacott llama la atención en un detalle: mucho de lo que consideramos hoy vida sencilla se basa en tecnologías complejas. «Escuchar una canción grabada, por ejemplo, solo es posible porque tenemos instrumentos musicales excelentes, red eléctrica, dispositivos para grabar y reproducir sonido». Pero la evolución tecnológica que hoy nos parece tan imprescindible como el oxígeno no invalida lo que dijeron los sabios que no tenían móviles, ni Play, ni una Roomba rodando por su casa para recoger pelusas. 

El profesor de filosofía dice que los estoicos y los epicúreos dieron respuestas que aún son relevantes, y ahora, más que hace tres meses. Cuenta que Séneca tuvo que vivir en Córcega, exiliado, desterrado, y allí halló consuelo a su dolor y desarraigo con algo muy simple: la naturaleza. Este estoico romano observaba las plantas, la luz del día y la noche, la vida animal. «Para las mentes curiosas, la naturaleza es inagotablemente interesante y hermosa», indica Westacott.

Epicuro también recomendó dejarse de pamplinas. El filósofo que predicaba el hedonismo racional decía que, «de todas las cosas que la gente pensaba que necesitaba para ser feliz, solo unas pocas eran esenciales. Y de ellas, la más importante y la única que está disponible para casi todos, es la amistad», explica el estadounidense.  

—¿Por qué han defendido tantos pensadores la vida frugal como una virtud durante más de dos milenios?

—Hay dos líneas argumentales desde los tiempos de Sócrates. Una es moral y otra es prudencial. La moral asocia la vida frugal con virtudes como la dureza, la fortaleza, la templanza, la sabiduría y la carencia de pretensiones. Al lujo y la extravagancia le asocia la decadencia, el derroche, la avaricia, la gula y una obsesión insana por la riqueza material y los placeres sensuales. Desde la perspectiva de sabios como Sócrates, Jesús, el filósofo romano Boethius o el pensador Henry David Thoreau, estos valores son falsos. Ellos dijeron que las personas con una moralidad más elevada se centran más en su estado espiritual que en sus posesiones materiales. Por eso los monjes hacen votos de pobreza. Este es uno de los motivos por los que en Estados Unidos muchas universidades se construyeron en localidades rurales remotas. Creían que, así, los estudiantes no serían corrompidos por los valores decadentes de las metrópolis.

Luego están los que optan por una vida sencilla por prudencia. Los que viven así porque piensan que este tipo de vida hace más feliz. «La idea central de esta corriente es que los humanos necesitan muy poco para ser felices», explica Westacott. Epicuro lo reducía a tres cosas: una copa de vino, un plato de queso y un par de buenos amigos. «Si estás acostumbrado a vivir de forma ahorradora, llevarás mejor los tiempos difíciles. Estarás más feliz con lo que tengas, sea lo que sea, y tendrás menos emociones negativas como ansiedad, decepción o envidia. Si no necesitas mucho, no tendrás que trabajar duro y disfrutarás de más tiempo para ti. Al vivir sin lujos, los disfrutarás más cuando puedas acceder a ellos. La vida sin lujos te hace apreciar lo humilde, los placeres del día a día». 

—Es justo lo contrario del discurso dominante que había hasta que llegó la pandemia. Nos bombardeaban con la idea de que una vida interesante se basa en hacer mucho, moverse mucho, probar mucho, cambiar mucho, de todo y a todas horas. 

—Aquí hay dos asuntos. Uno, el consumismo. La cultura masiva en las sociedades industrializadas nos alienta a comprar y gastar. Una vez que tenemos lo básico, nos animan a gastar en lujos: ir a lugares exóticos en cualquier parte del planeta y hacer actividades excitantes (especialmente, las que cuestan dinero). Y dos, la cultura moderna, que valora la diversidad, lo cosmopolita y la perspectiva global. Nos sentimos orgullosos de viajar a muchos lugares, conocer a gente distinta, hablar varios idiomas, apreciar culturas diferentes, probar varias gastronomías. Desde esta perspectiva moderna, los que se quedan en casa y solo se relacionan con gente como ellos son vistos como personas uniformadas, inexpertas y parroquiales.

Aquí hay dos asuntos difíciles de encajar: viajar por todo el mundo y llevar una vida frugal. Pero es posible. «Haciendo autostop, couchsurf, haciendo estancias en granjas orgánicas (WWOOF)…», indica el profesor de filosofía. «Muchas personas lo resuelven viviendo con frugalidad para ahorrar el dinero que les permitirá viajar».

—Durante la cuarentena hemos presenciado algo que jamás tuvimos antes: cielos azules en las ciudades, el canto de los pájaros en las calles principales, parques que se han convertido en bosques. Hemos visto que es posible vivir en ciudades más humanas, con más naturaleza. Lo hemos jaleado con alegría. ¿Crees que la mayor parte de la gente quiere ciudades así o volveremos al tener más, correr más, contaminar más…?

—La respuesta obvia es ¡sí! Algunas personas quieren un mundo más limpio y están dispuestas a poseer menos para conseguirlo. Otras están más interesadas en acumular riqueza y aceptan el precio de dañar el planeta. Y es muy probable que a la gran mayoría le guste disfrutar de más riqueza personal y de cielos limpios. Es posible tener deseos contradictorios. ¡Así es la condición humana!

Esta pregunta lleva a Westacott a otra: «¿Este cambio radical provocado por la pandemia nos llevará a repensar el tipo de sociedad a la que queremos pertenecer y el tipo de mundo que queremos habitar? Espero que la respuesta sea sí». 

El estadounidense dice que el placer de ver cielos limpios nos ha recordado que no tenemos que aceptar la contaminación como algo inevitable o algo normal. Hemos descubierto que muchos de los trabajadores peor pagados (las cajeras, los corredores de mensajería…) proporcionan los servicios imprescindibles para vivir y esto debería replantear los salarios. 

Dice que después de ver el papel tan importante del Gobierno y de los servicios públicos para afrontar una pandemia, deberíamos pensar en una planificación pública inteligente para el futuro y «ser más críticos con el dogma neoliberal que asegura que las fuerzas del mercado, en libertad total y a su antojo, siempre llevan al mejor resultado».

A Westacott le llama la atención oír la frase «A ver cuándo volvemos por fin a la normalidad». Piensa que es una mirada corta, muy corta, y pelada de cualquier tipo de pensamiento crítico. «Espero que, a largo plazo, la pandemia nos haga ver la antigua normalidad, que en muchos países incluía la desigualdad extrema y la pobreza generalizada, como algo inaceptable», dice. «En su lugar, deberíamos tratar de crear una nueva normalidad con una seguridad social más fuerte y mejores servicios públicos, pagados por impuestos progresivos, que permitan a la gente optar por estilos de vida más sencillos y tranquilos, si así lo desean».

Un ‘diccionario’ que redefine las palabras ‘valor’ y ‘resistencia’ para dar gracias a los sanitarios

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sanitarios

  1. m. Valor
  2. tr. Reconocer
  3. f. Resistencia

Falta voz para dar las gracias. Faltan manos para aplaudir. A muchos les desborda el sentimiento de gratitud. También a Javier Carracedo. Este diseñador ha decidido presentar sus reverencias a los sanitarios en una especie de diccionario dibujado. 

sanitarios de javier carracedo

«Quiero agradecer el esfuerzo de todo el mundo sanitario que lucha directamente contra el virus. Quiero remarcar su valor social, a veces olvidado entre tantos recortes pasados», explica Carracedo. «Pero, sobre todo, deseo que este reconocimiento perdure y que, en el futuro, tengamos presente cuáles deben ser las prioridades comunes».

Al diseñador de producto le gusta jugar con los vocablos y sus significados. Le divierte contar, de forma breve, lo máximo posible. «En este proyecto, #Significa2, analicé cómo algunas palabras tan usadas estos días tienen una doble lectura y eso puede darles aún más valor».

Carracedo eligió la imagen de diccionario para estas gráficas porque cree que, al ser tan conocida, tan sobria, ayuda a que la idea se entienda mejor, más rápido. En las ilustraciones está el contraste: el esfuerzo, lo complejo. En los sanitarios dibujados se ve «la dificultad y la carga de emociones de la situación actual».

El diseñador resume en una frase las tres primeras palabras de este diccionario de la gratitud y de esta lección social que no se ha de olvidar. Jamás. «Este trabajo quiere ser un reconocimiento del valor y trabajo de los sanitarios, imprescindible para resistir en los momentos difíciles».

Kukuwa Fitness: un baile de raíces africanas para descubrir músculos que ni sabías que tenías

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Sentirse saludable es producto del estilo de vida que uno lleve. Es difícil pensar otra cosa tras conocer a las integrantes de Kukuwa Fitness: Kukuwa, Cass y Kreshia; fundadora, hija y ahijada, respectivamente.

Kukuwa Fitness es un estilo único de ejercicio que tiene su raíz en los movimientos de la danza africana y toma su fuerza de ellos, ejercitando de manera aislada e integrada cada parte del cuerpo. No es un mero entrenamiento, es una forma de explorar África sin necesidad de pasaporte, de aprender a mover músculos que no sabías que tenías y, sobre todo, de divertirse.

Si le preguntas la edad a Kukuwa, dirá que tiene 62 años o, como ella prefiere decir, «I am 62 years young». Lleva desde los tres años sin parar de bailar y sin parar es sin parar. Llegó incluso a romper aguas en una de sus clases. 

Kukuwa comenzó como instructora en los años 80 como Jane Fonda y ha sabido, como pocas personas, hacer de su pasión su profesión, diversificando y optimizando las líneas de negocio. Ha escrito cuatro libros: Africa dance with passionAfrican health secretsKuwa Vizuri: Be Well y Kuwa Inaafa: Be Fit. Da clases en streaming y presenciales, tiene un programa de formación para instruir a futuros embajadores por el mundo, una línea de ropa propia y una fundación sin ánimo de lucro.

Las tres son profesoras, pero disfrutan lo indecible también como estudiantes, y por eso, cuando viajan a África, acuden a clases para aprender cada baile y cada movimiento originario y añadirlo a su catálogo.

Todo su universo respira una honestidad y sencillez inusitadas hoy en día. Incluso la puesta en escena de sus clases es discreta, natural y habitualmente al aire libre. Les aburren los outfits grises y negros de los gimnasios y aseguran que ponerse prendas coloridas les da alegría, y al mismo tiempo, esos vívidos estampados africanos les permiten conservar sus raíces y coherencia.

Tras seguir algunas de sus clases en Youtube y en Instagram, hablamos con Kukuwa por videollamada para acercarnos más a su filosofía de vida. Para que nos hable en detalle de esto que dice: «La música y la danza son universales, son algo ancestral que proporciona muchos beneficios. No tienes por qué entenderlas para divertirte; tan solo hay que sentirlas».

¿Cuándo y cómo comenzaste el proyecto?

Nací en Ghana y desde muy pequeñita me ha encantado bailar, pero fue cuando vine a vivir a América y vi la manera que tenían de hacer fitness cuando pensé «No, no, no… ¿pero por qué no bailan?». Entonces decidí enseñar a la gente a bailar danza africana y mezclarla con fitness para hacerla más cercana y practicable, más fácil de seguir. Desde el primer momento sabía que estaba haciendo lo que tenía que hacer, lo que realmente quería. Además, bailar me hacía sentir tremendamente saludable. Por eso, precisamente, porque yo experimentaba lo bien que me sentaba, opté por compartirlo con el mundo.

Y fue entonces cuando decidiste convertirlo en una profesión y hacer de tu estilo de vida una marca y monetizarla, ¿verdad?

Exacto. Comencé escogiendo el nombre del negocio, que es el mío, Kukuwa, y añadí African Dance: Kukuwa African Dance. Como en muchos comienzos, mi implicación fue total al principio. Durante una etapa llegué a impartir siete clases diarias; tenía que desplazarme a cada sitio… Era muchísimo. De hecho, ahora pienso cómo fui capaz, pero estaba llena de ilusión y de ganas. Enseñé durante un tiempo a personas de distintas ciudades y países. Llegué, incluso, a impartir clases en las universidades en las que estudiaban mis dos hijas. Cuando terminaron sus estudios, me dijeron que les gustaba mucho lo que hacía y que querían que trabajásemos juntas. Fueron una sugerencia y una decisión suyas, y eso me pareció muy bonito porque yo nunca las habría obligado a nada.

kukuwa african dance

¿Cuál es la motivación de este gran proyecto?

Mi pasión. Mi más profundo deseo es ayudar a que hombres y mujeres se sientan y se vean estupendos, porque los beneficios de la danza y del fitness son algo que yo he ido experimentando a lo largo de décadas. Nunca he dejado de practicar, es mi pasión. Creo que por eso también soy capaz de transmitirla. Cuando vemos cómo las personas evolucionan y ganan en salud, en espíritu o en lo que sea, ¡esa es nuestra recompensa más preciada!

Ofrecéis distintas clases en función de cómo es cada persona y sus necesidades. ¿Cómo categorizáis a los alumnos?

La ventaja de llevar tantos años y de habernos movido por distintos países es que hemos comprobado que la gente nos pedía algunas formaciones específicas. A día de hoy hemos configurado clases genéricas, clases para madres (tanto para embarazadas como para mujeres con niños pequeños) y clases para personas de una edad más avanzada. El baile acaba modificando la manera en la que nos movemos y por eso creemos que es importante que el tipo de baile se adecue lo más posible a cada tipo de persona. Te pongo un ejemplo: los niños pequeños tienen una atención muy reducida; sin embargo, tienen una energía tremenda. 

¿Qué edad tienen el mayor y el menor de vuestros alumnos?

99 años el mayor y el más pequeñito, dos, lo que demuestra que no se trata de una cuestión de edad, sino de la actitud con la que enfrentemos la vida. Cuando la gente me dice «Yo es que ya estoy mayor para esto», les respondo con un «No es cierto, puedes hacerlo. Mientras estés vivo, puedes mover el esqueleto».

¿Cuáles son vuestras fuentes de inspiración?

Cass: Cuando me levanto, lo primero que siento con fuerza es la bendición de estar viva y de poder mover mi cuerpo, y para mí eso ya es una razón de alegría. Es cierto que hay gente padece depresión o tristeza, pero es un aliciente tremendo pensar que hay personas a las que puedo contagiar la buena energía que experimento y que pueden, en cierta medida, sanarse. Siento que tenemos un compromiso fuerte con nosotras mismas y con los demás, y eso nos lleva a sacar más energía aún. 

Kukuwa: Yo tengo claro que Dios me da toda esta energía espiritual que tengo y que necesito. Es una ayuda que me proporciona por estar haciendo lo que sé que debo hacer, que es ayudar a la gente a estar y a sentirse mejor, también; es una vocación tremenda. Pero, además de la parte espiritual, está la parte física, y ahí mi mayor motivación es alimentarme bien. A lo largo de los años he ido experimentando qué tipo de alimentos y qué manera de prepararlos son los que mi cuerpo admite mejor. Y eso también lo compartimos a través de las clases y del libro que escribí sobre ello. La salud no es solo lo que comes, es también la determinación que tengas y la energía que te provoca, lo que piensas y lo que deseas. Nos gusta estar alegres, pero no somos ingenuas, ¡somos humanas! Es solo que procuramos que la felicidad no tenga que venir de fuera. Creemos que es una elección individual.

¿Cómo transmitís los valores africanos en Kukuwa?

Eso ha sido algo muy importante para nosotras, por eso optamos por hacer clases diferentes. Las de fitness duran cincuenta minutos, pero es demasiado poco tiempo para transmitir según qué cosas, además de los propios bailes. Por eso creamos los talleres de entre 90 y 120 minutos (tanto presenciales como virtuales), en los que explicamos la cultura africana, las distintas músicas de cada país, quiénes son sus gentes, qué valores tienen… La cultura africana es muy rica y por eso los talleres son tan importantes para nosotras.

En Kukuwa African Dance mezclamos danza con fitness, por lo que, al final, hay movimientos propios de la danza africana pero adaptados al propio fitness. Sin embargo, en las clases podemos ampliar todo esto y transmitir las auténticas danzas africanas. Es una manera de conocer el continente y, en cierto modo, de viajar a África y de que África viaje a ti. 

Y también viajamos de verdad a los países que los alumnos demandan: Ruanda, Senegal, Ghana… Cada año organizamos lo que llamamos Africa with us, que son viajes para aprender in situ los bailes originales y la cultura de la mano de gente autóctona, hacer algún servicio comunitario, etc. Es una labor de inmersión preciosa para poder tener una experiencia real.

¿Qué tres adjetivos que describen la cultura africana habéis querido preservar en Kukuwa?

Lo enérgico (en la ropa, en la manera de presentar las cosas); la autenticidad (porque en África la autenticidad prima sobre la apariencia, y procuramos transmitirla también nosotras mismas) y la humanidad (en el sentido de empatía con los demás, unida a la voluntad de ayudar).

Siempre se ha dicho que los africanos tenéis un ritmo innato increíble, ¿qué opinas?, ¿es cierto?

Sí, lo es. Si miras a un niño pequeño, verás que se mueve con mucha energía y rítmicamente de manera natural, pero también influye que allí sus maestros no son las escuelas de baile, sino los miembros de la familia de mayor edad. Son ellos quienes les enseñan y eso genera un vínculo de danza muy especial. En África la danza vehicula la mayoría de los eventos, desde una fiesta, un nacimiento, una boda, un funeral… Es algo holístico que está presente tanto en la vida corriente como en acontecimientos alegres, y también dolorosos.

kukuwa african dance

CV Solidario: Si tienes que actualizar tu currículum, estos diseñadores te lo dejan de lo más pintón

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Gonzalo Rodríguez de Marichalar y Javier García Tena forman parte del nutrido grupo de trabajadores que a mediados de marzo pulsaron el pause. Las agencias de publicidad en las que trabajan (la del primero en Madrid y la de García Tena en Valencia) tuvieron que acogerse a sendos ERTE. Tocaba pensar qué hacer durante las largas horas de confinamiento.

Pronto encontraron quehaceres. Al igual que ellos, muchos de sus familiares y amigos perdían sus trabajos, los más afortunados solo de forma temporal. Y se ofrecieron para echarles una mano a los que tenían que volver a actualizar el currículum.

No estaban solos: contaban con un grupo de diseñadores y directores de arte voluntarios para rediseñar los CV de quien lo necesitase.

«La idea de CV Solidario (nombre que pusieron a la iniciativa) era ayudar a nuestros más allegados. Nos ayuda un grupo de diseñadores. Ante esta triste situación echan un cable en lo que mejor saben hacer: que las cosas queden bonitas», explica Rodríguez de Marichalar.

En poco tiempo consiguieron que 130 diseñadores y directores de arte se sumaran a la iniciativa y que otras muchas personas les enviaran sus CV para actualizar.

La situación de muchos de estos diseñadores voluntarios, asegura Gonzalo, no es muy distinta a la de la gente a la que ayudan. «Los hay que están en un ERTE y algunos desempleados. Otros son autónomos o freelance que han visto muy afectado su trabajo. Pero también está quien sigue trabajando y, aun así, nos echa un cable. De hecho, ahora que las cosas van volviendo poco a poco a la normalidad, algunos nos van avisando sobre cambios en su disponibilidad, pero siguen ayudándonos a tope».

El proceso para quienes necesitan renovar su CV es muy sencillo. Solo tienen que escribir un correo a curriculumsolidario@gmail.com para recibir toda la información y el link donde subir su currículum en formato Word. Una vez hecho esto, pasan a la lista de espera. «Después un diseñador voluntario se pone en contacto con la persona solicitante y gestiona con total libertad su trabajo».

Los fundadores de CV Solidario aseguran dar prioridad a la gente que realmente lo necesita: «Eso hace que en ocasiones, aunque muy pocas veces, nos veamos obligados a rechazar currículos por distintas razones: porque el diseño ya está bien, porque vemos que la persona solicitante tiene conocimientos de diseño…».

También tienen tope a la hora de aceptar nuevos colaboradores: «Queremos ser cautos y poder cumplir tanto con los diseñadores como con todas las personas que solicitan nuestra ayuda. Hemos tenido que ir aprendiendo día a día y sobre la marcha a gestionar todo. Es mucho trabajo, pero estamos muy contentos».

La repercusión del proyecto es tal que ya ha traspasado fronteras: «Un colectivo peruano ha replicado la iniciativa en su país. También estamos colaborando con importantes asociaciones benéficas de España y Sudamérica».

Lo que les depare el futuro, no lo saben. «Esto nació solo como una bombona de oxígeno en el estado de alarma, pero estamos barajando posibilidades para ver si lo alargamos, lo reenfocamos para colaborar con diferentes asociaciones benéficas que nos han escrito, o si, por el contrario, se mantiene como una acción puntual».

Así que, de momento, siguen recibiendo CV y dando las gracias a toda la gente que está haciendo posible que esta aventura siga en marcha: «Sobre todo a Laura Román, que es quien lleva las redes sociales; a Pablo de Felipe por filtrar los currículos  y a Silvia Rodríguez, la madre de Gonzalo, por su increíble apoyo moral».

Curarnos, una revista cultural por WhatsApp (o ‘puro periodismo guasá’)

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Ocurrió en una conversación triangular por Zoom. Paty Godoy estaba en el vértice de arriba (México). Omar Rincón, en la punta de abajo (Colombia). Jorge Carrión y Pere Ortín estiraban el tercer punto del polígono hacia el este (España). Estos cuatro periodistas hablaban de periodismo. ¡El periodismo! Eso que anda hoy tan patas arriba. 

Muchos piensan que la prensa va años por detrás del público. Arrastra formas y formatos de otro tiempo. Pero escapar de esa inercia parece más difícil que hallar la cuadratura del círculo. Hablaban de esto, en esa charla en pantallas, cuando Jorge Carrión propuso:

—Oye, ¿y el WhatsApp?

—Estaría muy bien —le respondieron. 

Aquella pregunta fue un propulsor de ideas que los llevó a un propósito: crear una revista cultural en WhatsApp. «¿Sabes esas preguntas que llevan escondidas una especie de cajita con un reto dentro? Empezamos a darle vueltas a la cabeza y pensamos: ¿Y esto? ¿Y esto por qué no se podrá hacer?», cuenta Pere Ortín

Comenzaron a investigar cómo hacer una revista en un canal que no fue inventado para la prensa. El lenguaje de WhatsApp es la conversación rápida, el meme, el grupo brasas. Pero inventar (innovar, en el idioma empresarial de hoy) consiste en eso: dar a una cosa un uso distinto al que se espera de él. «Se puede crear con el culo de una sartén», dice Ortín. «Una sartén está hecha para cocinar, pero ¿y si la utilizamos para otra cosa?». 

Inventar es también buscarse la vida. Ortín preguntó a un profesor de la Universidad Politécnica de Barcelona:

—Ramón, ¿tú crees que podríamos montar un pequeño repositorio de información en WhatsApp?

—Claro. Todo se puede si hay inversión, si hay tecnología, si hay ingenieros. 

El periodista se rió y le dijo:

—No tenemos ni inversión, ni tecnología, ni somos ingenieros.

—A ustedes, los creativos, no se les puede dejar un bit suelto.  

Optaron por WhatsApp Business porque tiene más funciones que el chat de tú a tú. Hicieron pruebas. Muchas. Era un trabajo que Ortín ve así: «Carrión hizo las letras con edición artística y literaria. Godoy remixó todas las bases audiovisuales e interactivas. Rincón puso el flow con una banda sonora de voces. Y yo… puse a la gente a bailar con la música del nuevo periodismo guasá». Aquello fue creciendo «de forma intuitiva». Empezó a tener identidad de revista y llegó el nombre.

—¿Por qué se llama Curarnos?

—Es una propuesta de Jorge. La palabra plantea una idea doble. Curarnos en el sentido mental, emocional, artístico, periodístico (la cultura no nos salva pero nos hace pasar un rato agradable) y curarnos en el sentido de curaduría (escoger esas historias a las que tenemos acceso en un entorno periodístico y cultural). 

Después la describieron en una frase: «Es un proyecto cultural de artes, narrativas y periodismos que apuesta por la curiosidad, la experimentación y el descubrimiento». En una definición con swag: «puro periodismo guasá». Y a cada sección le dieron el nombre de la extensión de un archivo informático.

Leer y escuchar Curarnos lleva su tiempo. No es un bombardeo de mensajes, ni un espameo, ni un bip, bip, bip que pone de los nervios. Del saludo a la despedida pasan 23 minutos. «Tiene esa sensación de expectativa», dice Ortín. «Eso es muy sano frente a los tiempos acelerados que vivíamos». 

¡Bip!

Primero llega la sección .DOC con un texto. En el primer número hay un artículo de la guionista Graciela Speranza: Un salto al futuro.  

¡Bip!

A los cinco minutos aparece .JPG. Es una foto: Poema volcánico, de Eduardo Navarro.

Curarnos
Poema volcánico, de Eduardo Arroyo

¡Bip!

Cinco minutos después llega NO PODCAST: el audio de una conversación. Cristian Alarcón, director de Revista Anfibia, relata una historia escalofriante de la pandemia. «Decidimos no hacer un podcast porque todo el mundo los está haciendo. En la sección sonora, Omar conversa por WhatsApp con una persona que aprecia. No es una entrevista, no hay una búsqueda de información. Es una divagación», explica Ortín. 

¡Bip!

Pasan otros cinco minutos hasta que, en LINKS, llega un proyecto digital que merece la pena ver. En su primer número, Species in pieces.

Curarnos
LINK. Species in Pieces

Es tan nueva la revista que Pere Ortín, mientras lo cuenta, se ríe, sorprendido, como si fuera algo que aún no acaba de estar pasando. «Dos meses después de haber empezado a hablar de esto, lo hemos enviado y esto es una risa. Nos han llegado peticiones de Australia, Nueva Zelanda… Esto, oiga, era un desafío, un reto, un juego. Los que pensamos en pasarlo bien no planteamos las cosas de forma ambiciosa. Pensamos hacer unos cuantos números a ver si nos gusta, si funciona. Y la respuesta está siendo sorprendente».

A los cuatro periodistas les asombra que en solo una semana Curarnos llegue a más de 3.000 personas de 26 países. Aunque el número que manejan siempre será inexacto: saben a cuántos lo envían, pero es imposible saber cuántos lo reenvían por ahí. WhatsApp tiene un efecto multiplicador que se va de las manos. «Es algo vírico», dice el director de Altaïr. «Una vez que está enviado, es de todos. Nos ha sorprendido mucho que personas muy jóvenes nos digan que ya están aburridos de los memes y que esta idea les parece genial».

Curarnos es una revista de pura esencia, un esqueleto sin perfumes. Ortín la describe con el poder de las conversaciones de taberna: «Es gratuita, es semanal y la hacemos porque nos da la gana. Somos cuatro amigos que nos dedicamos a contar historias. Hacemos esto y está hecho».

Curarnos

Nada escapa hoy a la pandemia. Dice Ortín que la tragedia nos está quitando las ganas de jugar, que muchos tienen miedo, que ven el futuro negro, que todos nos miramos raro con este aparato que llevamos en la boca. «A mí me dan miedo las montañas rusas, pero el futuro no me da miedo. Ese es el espíritu con el que hemos construido esto: el futuro no tiene que darnos miedo, más allá de las cuestiones que tenemos que asumir de manera muy autocrítica: nuestras relaciones laborales, económicas, con los demás, con el planeta, con los seres que no son humanos. Todo esto tiene que estar en nuestra nueva forma de contar historias. ¿Quién ha dicho que no se puede hacer una revista por WhatsApp? ¿Por qué no? ¿Dónde están las tablas de Moisés que dicen que no se puede hacer? Oiga, no se puede hacer hasta que se hace», ríe.

«Tenemos en las cabezas demasiadas cárceles que no existen en la vida real. Son cárceles sin barrotes ni carceleros. Oiga, ¿usted quiere hacer esto? Pues le dedica unas noches durante unos meses y si quiere hacerlo, lo hace. ¿Siempre? No. ¿En todo? No. Este rollo liberal de “si quieres, puedes” no es cierto. Si quiero ir a la Luna, pues no puedo. Impossible is nothing. A ver, creativo de Adidas, ven aquí un rato, que tengo que hablar contigo. Me parece que no tienes ni puta idea de lo que es la vida».

En Curarnos se han propuesto publicar solo textos e imágenes que les gustan. «¿Por qué solemos comunicar cosas que nos disgustan? ¿Por qué utilizamos Facebook, Twitter, para criticar, para molestar? Aquí ocurre al revés. La persona que escribe el texto nos gusta, el autor de la foto nos gusta, el que habla en el NO PODCAST nos gusta, el trabajo interactivo que selecciona Paty nos gusta. Son cosas que nos parecen admirables y que vale la pena conocer. De eso se trata. Al final de la revista decimos: esperamos que hayas pasado un rato agradable».

En Curarnos hay cierta aspiración de brisa en un tiempo en el que las mascarillas nos roban aliento. Ortín nota hartura en la calle. «Hartazgo de todo, hartazgo de nosotros mismos, de nuestra basura mental, global, digital. Necesitamos espacios para respirar frente a todo lo que nos está pasando: machismos, racismos y todo tipo de -ismos. Lo decimos en nuestro lema: La cultura no salva, pero alivia».

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