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Mo de movimiento: lo sostenibilidad ni es verde ni huele a rosas

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En el restaurante Mo de Movimiento, la sostenibilidad huele a cables de cobre, paredes sin revestimiento, techos negros desconchados, lámparas de parking recicladas y muebles rudos armonizados por naranjos valencianos que crecen entre las mesas. La crudeza es bella y la crudeza es casi siempre la opción más sostenible.

No hay fotos colgadas de manos salvadoras sosteniendo plantas, tampoco hay frases cursis ni ilustraciones de vehículos que emiten flores en lugar de gases tóxicos ennegrecidos. Hacer las cosas con el mínimo impacto medioambiental tiene poco que ver con el imaginario que nos ha intentado vender la publicidad en las últimas décadas.

Inaugurado en Madrid sin hacer demasiado ruido unas semanas antes del estallido de la pandemia, hoy es uno de los lugares más concurridos de la ciudad. Muchos entrarán, se sorprenderán, reíran, conversarán, comerán, disfrutarán y volverán a sus casas con la satisfacción de haber conseguido una mesa en un lugar que está en boga.

Pero lo que es menos sabido es que el restaurante representa uno de los laboratorios de experimentación de sostenibilidad más ambiciosos de los últimos años. Nada de lo que ves está allí por casualidad. Todo tiene una razón de ser y por extensión, una historia.

«Probablemente el elemento del que más orgulloso estoy sean las tinajas», cuenta Lucas Muñoz, diseñador del espacio. Muñoz se refiere a una serie de tinajas de barro que cuelgan del techo y que actúan como sistema de aire acondicionado natural aprovechando los excedentes de agua del local. 

Mo de Movimiento

Antes de embarcarse en este proyecto, el diseñador madrileño había experimentado con sistemas de ventilación alternativos inspirados en tecnologías milenarias árabes. «En ese momento trabajé con ventiladores y cemento, pero me di cuenta de que tendría que haberlo hecho con barro». Decididos a no cometer los mismos errores, Muñoz y su equipo localizaron un artesano en Badajoz especializado en fabricar tinajas y le encargaron un prototipo. 

«El recuerdo de poner la mano y que saliera aire frío fue apoteósico. Llevábamos seis meses imaginando que esto iba a funcionar», rememora Joan Vellvé, responsable de la estrategia de diseño del proyecto. 

Cada uno de los elementos de este proyecto ha partido siempre de la misma pregunta. ¿Es esta la manera más sostenible de hacerlo? «Casi siempre, lo más sostenible es no hacer nada. O hacer lo menos posible», explica el diseñador madrileño. 

Los uniformes que llevan los camareros son un buen ejemplo. En lugar de fabricarlos desde cero, optaron por trabajar con prendas que ya existen. Bucearon en los almacenes de ropa de Cáritas y Humana, y las repararon con un bordado ancestral japonés llamado Sashiko. Para el color de las prendas aplicaron teñidos con tanino extraído de la granada, el roble, la nuez y clavos recuperados de los escombros de la obra. Un reto liderado por Inés Sistiaga. 

«If you do not intentionally include, you end up accidentally excluding»

Dicen que para quebrantar las reglas de un sector, conocerlas ayuda. Felipe Turell y Javier Antequera las conocían bien antes de embarcarse en este proyecto. Turell dirigió el Hotel Urban en Madrid. Antequera fundó la cadena de restaurantes Lateral en 1997 que acabó vendiendo a un grupo de inversión británico en 2017. 

Ambos dedicaron su vida profesional al ocio, una actividad que está en la espina dorsal de la cultura española. La celebración de actividades que no están ligadas enteramente a la subsistencia cambiaron el rumbo de la humanidad. Permitieron a los ciudadanos desarrollar intereses y aficiones fuera del estricto horario laboral. Pero los dos coincidían en que la mayoría de propuestas de ocio se quedaban muy cortas en cuanto a sostenibilidad y responsabilidad.

Cuando se enteraron de que un local de 1.000 metros cuadrados estaba disponible en el barrio de Chamberí, empezaron a pensar que podía ser un lugar idóneo para cambiar el modelo económico de la restauración. Situado en unos antiguos cines, el local reunía todas las características para hacer algo radicalmente distinto. Llevaba 20 años inutilizado. Era un espacio grande necesitado de una reforma profunda. Una tabula rasa con todos los elementos para empezar de cero.

Turell y Antequera sabían que si querían respuestas distintas iban a tener que buscarlas en lugares menos previsibles. En esta búsqueda contactaron con los interioristas y galeristas Machado Muñoz, que a su vez recomendaron a Lucas Muñoz, uno de los artistas que representaban.

Mo de Movimiento

Como punto de partida representaba una opción radicalmente diferente a lo habitual. Muñoz se había labrado un nombre en el circuito de diseño experimental internacional por su ingenio a la hora de convertir desechos en objetos ingeniosos. Antes de eso pasó un tiempo diseñando muebles para estudios de arquitectura, pero era la primera vez que firmaría un proyecto de esta envergadura.

Turell explica hoy que nunca tuvo dudas. «Si no hubiésemos tomado este riesgo, no creo que hubiésemos podido crear lo que hemos creado». Allí donde no llegaba el conocimiento de Muñoz, Turell se aseguró de que hubiese un perfil capaz de resolverlo. 

Mo de Movimiento

Turell alistó además a la experta en procesos sostenibles Cristina Freire para velar por la huella ecológica del proyecto. Cada experimento e inquietud de Muñoz se compartía con Freire y su equipo, que a su vez se encargaba de ayudar a encontrar la manera más sostenible de llevarlo a cabo. Su experiencia ha permitido implementar sistemas como el reciclado del agua. El agua que los clientes usan para lavarse las manos va a parar a un depósito que trata el líquido para emplearlo en el uso de los inodoros. La calefacción es un suelo radiante que se calienta con el calor de los hornos de pizza.

LA OBRA ARQUEOLÓGICA

Una obra de este tipo suele implicar un primer proceso de vaciado de escombros. Todo o casi todo de lo que estaba allí antes se destruye y se lleva a otro lugar. Muñoz, en cambio, diseñó el proceso para que los restos se convirtiesen en la materia prima para construir el restaurante. Cada elemento que se sacaba se ordenó y clasificó esperando poder ser utilizado.

Si el Centro Pompidou se hizo famoso por mostrar las entrañas del edificio en lugar de esconderlos, Mo de Movimiento usó las entrañas del edificio para conformar el nuevo espacio. A medida que iban saliendo desechos, Muñoz encontraba inspiración para ir diseñando el espacio. Aprovechó las baldosas para crear bancos nuevos. Las maderas, para diseñar sillas. Para iluminar el local reutilizaron 120 lámparas de parking de segunda mano y las renovaron con luces LED. 

En esta obsesión constante por la reutilización salió una de las ideas más brillantes de todo el proyecto: el tirador de la puerta de entrada al restaurante fabricado a partir de un amasijo de cables recuperados del antiguo local. Un homenaje a lo que estuvo antes y una declaración explícita y rotunda sobre las intenciones de Mo de Movimiento.

Una vez dentro, la carta está pensada para fomentar el consumo de proximidad. La burrata es de Valladolid, los huevos vienen de Ávila, el calabacín de la Vera, el aguacate ecológico de Motril y las harinas proceden de Sigüenza y Zamora. Los naranjos que coronan el patio vienen de Valencia, un homenaje a los agricultores que no pueden competir por precio con naranjas que vienen del otro lado del planeta.

El restaurante podría haberse quedado en un ejercicio estético y sostenible impresionante pero los socios del proyecto querían que el impacto fuese mucho más profundo. Para ello crearon un programa de empleo con la fundación raíces. El 50% de los empleados provienen de entornos en riesgo de exclusión social.

Turell estima que el proyecto costó un 25% que una propuesta más estándar. ¿Cómo se justifica un proyecto de estas características desde el punto de vista económico? «El largo plazo. Si queremos cambiar el modelo, no podemos pensar en retornos inmediatos y rápidos. Todo está pensado para perdurar en el tiempo. Tampoco podemos medir las externalidades del proyecto únicamente por coste. La huella ecológica está un 75% por debajo de lo habitual». 

UN PROYECTO QUE NUNCA ESTARÁ ACABADO

Antes de la pandemia, el trabajo de Muñoz había acabado, aunque para él nunca estará acabado del todo. Durante los meses más duros del encierro se acordó que faltaba una mesa de reuniones para las oficinas de Mo de Movimiento. Cogió una tabla que había recuperado de la obra y rellenó los agujeros con restos de madera de cerezo. Pulió la superficie y añadió una laca especial para conseguir un efecto similar al barniz de una guitarra. Se acordó de que contaba con unos tubos de ventilación que habían sobrado y pensó que podrían ser las patas.

Y con una red sobrante de malla de nylon hizo una red para que la mesa pudiese servir también como mesa de ping pong. 

De lo indeseable generó algo deseable. La verdadera sostenibilidad es así. «Ahora creo que hay cosas imposibles que no son imposibles. Solo necesitas el grupo adecuado de gente para llevarlo a cabo».

Mo de Movimiento


‘Unorthodox’: la historia de cómo librarte de una vida que no deseas

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Unorthodox te abre las puertas a un lugar donde no entrarás jamás. En las páginas de este libro te sientas a comer a la mesa de una familia judía jasídica, presencias el dilema de las pelucas, ves cómo las niñas viven tan fuera de su cuerpo que ni siquiera se miran al espejo cuando se duchan. 

Deborah Feldman lo narra, en detalle, en este libro porque ella lo vivió. Vivió en la secta satmar, una comunidad de judíos ultraortodoxos de Williamsburg (Brooklyn, Nueva York) emperrada en vengarse de Hitler, en la venganza definitiva, pariendo siete, ocho, diez hijos para reemplazar a todos los judíos exterminados. Ese propósito convirtió a la religión en la vara disciplinaria de sus vidas: dogmas, represión, anulación de la individualidad y, en especial, la de las mujeres.

Deborah Feldman con una compañera en el campamento de verano satmar en las montañas de Catskill.

Unorthodox (Lumen) es la historia de una escapada. De la huida cuando no te dejan ser quien eres y del encuentro con quien deseas ser. Es tan poderoso el mensaje, tanto revuelve por dentro, que el relato, cuando apareció en Netflix, conmovió a medio mundo. Esa miniserie está inspirada en la vida de Deborah Feldman pero es el libro el que cuenta su historia real: las primeras dudas, la frustración, la valentía, la decisión de romper con todo por su libertad y la de su hijo. «¿Cómo voy a condenar a mi hijo a una vida llena de limitaciones y carente de aspiraciones?», escribe Feldman en el libro.

El calvario empezó de niña. Su madre había abandonado la comunidad y eso la dejaba a ella con un estigma. Vivió con sus abuelos hasta que le buscaron un marido. En ese momento vio una esperanza: ¿llegaría entonces, por fin, la libertad? ¿Podría leer los libros laicos que veía a escondidas? Pero el matrimonio no mejoró las cosas. Al contrario: la enfrentó a los demonios del deber de procrear y la sumisión. No solo al marido, también a su suegra y su cuñada.

Boda de Deborah y Eli.

Feldman se las arregló para ir preparando la huida y dejar a su marido. Empezó a escribir lo que sentía en un blog llamado Feminista jasidí. Entonces no podía firmarlo: ¡qué escándalo si su familia hubiera sabido que era ella! Pero le sirvió para ir ordenando sus pensamientos e ir soltándose para contar después su verdadera historia.  

Abandonar su comunidad jasídica fue un suplicio. Publicar el libro, un infierno. «Los judíos ultraortodoxos reaccionaron con furia. En tablones de anuncios y páginas web creadas para desacreditarme y atacarme, los jasidíes publicaron diatribas en las que me acusaban de mentir», cuenta en el epílogo. «Los religiosos proclamaron que había abochornado a la comunidad judía de todo el mundo al airear nuestros trapos sucios. Un editorial jasídico me comparó con Joseph Goebbels y advirtió de que mi libro podía ser el catalizador del siguiente Holocaustro. Me llamaron la nueva gran antisemita y me sugirieron incontables veces que saliera con Mel Gibson». 

Lo peor fue la reacción de su familia. La amenazaron, la condenaron. Le enviaron una carta en la que decían que habían preparado su tumba y estaban impacientes por bailar sobre ella. Incluso le aconsejaron que se suicidara.

Unorthodox
Boda de Deborah y Eli.

EL LIBRO

Deborah Feldman empezó a escribir Unorthodox una noche, sentada en el sofá, mientras veía a su hijo dormir en el apartamento minúsculo donde vivían. Aquel escrito era su único alivio. Acababa de dejar a su marido, a su familia, aquella vida represora que tanto odiaba. «Recuerdo que el futuro me parecía extrañamente comprimido, como un acordeón cuando ha expulsado todo el aire. (…) Estaba sola y asustada».

Temía empezar una vida sin más apoyos que ella misma y temía pensar en el libro que comenzaba a escribir. ¿Sería capaz de hacerlo? No la movía solo el afán literario. Su abogada le había dicho que tenía que hacerlo si quería ser libre de verdad. «Sería una forma de presionar a esas personas que siempre me habían arrebatado la voz y, con ella, la fuerza. Se trataba de convencerlas de que me dejaran marchar, de que no merecía la pena luchar por mí».

Unorthodox
Deborah Feldman con su marido y su hijo Yitzy.

Tenía solo 23 años y le asaltaban las dudas. Pensaba que aquello no era escritura de escritor. «Escribir de verdad no era algo que se hacía para asegurarse la propia supervivencia».

En febrero de 2012 publicó el libro en inglés y se armó el revuelo. En marzo de este año Netflix lanzó la miniserie basada en el libro y ahora llega la edición del libro en español editado por Penguin Random House. «La gente quiere saber si he encontrado la felicidad, pero lo que he encontrado es mejor aún: la autenticidad. Por fin soy libre para ser yo misma, y eso sienta muy bien. Si alguna vez alguien intenta decirte que seas algo que no eres, espero que también tú encuentres el valor para levantar la voz y protestar».

Unorthodox
Deborah Feldman, tras abandonar su vida jasídica.

Y AL FINAL… UN MINIDICCIONARIO DE YIDDISH

En la narración de Unorthodox, la autora incluye muchas palabras del lenguaje que hablan en su secta jasídica, el yidis. Es una forma de meter al lector en aquel ambiente porque las palabras expresan mucho de una cultura. El yidis es una mezcla de idiomas de los países en los que han vivido los judíos a lo largo de la historia: alemán, hebreo, ruso, polaco, y hoy apenas lo habla medio millón de personas.

Al final del libro aparece un glosario de palabras en yidis con su significado. Aquí tienes algunas:

Dérej éretz: conducta apropiada según los preceptos del Talmud.

Eiruv: los bordes que definen la «morada», donde puedes cargar cosas. Según la ley talmúdica, no se pueden cargar cosas fuera de la morada; por tanto, la idea del eiruv permite hacerlo dentro de los confines del espacio donde habitas. En Nueva York el eiruv es un alambre transparente que mide 30 kilómetros.

Ervá: cualquier parte del cuerpo femenino que deba cubrirse, empezando por la clavícula y terminando por las muñecas y las rodillas.

Etrog: postre tradicional judío elaborado con huevo.

Kalá maidel: persona que forma a las mujeres que se van a casar sobre temas relativos a la reproducción y a los hábitos matrimoniales.

Kítel: prenda de algodón o lino blanca llevada por los hombres durante las fiestas judías.

Kólel: institución educativa en la que los hombres casados acuden a estudiar los textos sagrados judíos.

Mikvá: piscina pequeña en la que las mujeres judías realizan un ritual de limpieza tras la menstruación.

Kósher: alimentos que cumplen los preceptos de la ley judía.

Rosh Hashaná / Yom Kipur / Shavuós / Purim / Tu B’Shvat / Sucot / Pésaj: fiestas religiosas judías.

Shabos o sábat: día sagrado de la semana. Se observa desde el atardecer del viernes hasta la aparición de tres estrellas la noche del sábado. Según la Torá, se celebra, en primer lugar, mediante la abstención de cualquier clase de trabajo. Es un momento de celebración, espiritualidad y de reafirmación de la identidad judía.

Shiduj: proceso de búsqueda de pareja para un matrimonio concertado.

Shomer (pl. shomrim): encargados de la seguridad de la comunidad.

Yeshivá: escuela en la que se estudian los textos sagrados como la Torá, el Talmud y la Halajá. Es importante porque define a una comunidad: no es solo la escuela, sino la vida alrededor de ella.

Puedes leer un fragmento del libro aquí.

 

Unorthodox

‘Perfect day’: Un catálogo de supervivencia vacacional

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El fotógrafo Joan Fontcuberta le decía al fotógrafo Txema Salvans hace algún tiempo que mucho de cualquier cosa es interesante porque trasciende la anécdota y se convierte en un documento.

Más allá de que el fotógrafo Txema Salvans lleve trabajando 15 años en su último libro, Perfect Day (Mack Books, 2020), el tiempo de ocio es una búsqueda universal y la huída vacacional es masiva en nuestro propio entorno.

En Perfect Day hay mucho. Mucho de lo que somos, mucho del contexto del que hemos abusado, sobre todo en la costa mediterránea y mucho exceso cómico vacacional.

Fotos de ‘Perfect Day’ de Txema Salvans (MACK, 2020)

La mirada de Salvans, como él mismo explica, tiene muy poca pose intelectual porque su mirada es más científica que artística. Con esa premisa, el fotógrafo barcelonés ha congelado muchas de las situaciones inexplicables que vemos como naturales por necesidad o por costumbre y algunos retratos que describen perfectamente la esencia humana en su cruzada por un tiempo de ocio y desconexión.

Salvans activó ese filtro en 2005, con su primer fotolibro, Nice to Meet You. En aquel volumen, el fotógrafo comenzó una radiografía social a partir de la anomalía que son las vacaciones de cada cual, un tiempo que, al fin y al cabo, queda diluido en el océano de lo laboral y lo cotidiano. «Con ese proyecto, compartía un día de vacaciones con muchas personas. Empecé a tomar la decisión de fotografiar la cultura española y sobre la gestión del tiempo libre y del ocio, que es una variante de la cultura de la que uno puede extraer mucha información».

Fotos de ‘Perfect Day’ de Txema Salvans (MACK, 2020)

Txema Salvans lleva 15 años trabajando con una cámara analógica de gran formato. Además, y por extraño que parezca, el uso de una cámara tan aparatosa y con cierto ritual de montaje, hacía que pudiera pasar desapercibido con más facilidad. «Pensaban que era un topógrafo o algún otro tipo de trabajador similar», dice. Por eso podía conseguir esas situaciones sin llamar la atención. «No tomaban conciencia de que ellos eran parte de la foto aunque en realidad, las fotos eran del contexto que les rodeaba. Ahí estaba la tensión de la escena».

El libro, que se articula en torno al Mediterráneo, no muestra el mar en ni una sola de sus imágenes. Ese es uno de sus preceptos más epatantes porque, ciertamente, ni siquiera hace falta que aparezca para que todo el que observa las fotos sepa lo que cuenta Perfect Day.

Fotos de ‘Perfect Day’ de Txema Salvans (MACK, 2020)

El libro es un cóctel visual de humor, un golpe de realidad y una llamada de atención ante la diferencia de percepción que todos tenemos entre nosotros y los demás. Como siempre, nunca nos encontramos ridículos pero tenemos una extraña e inconveniente facilidad en ver a todos los demás en situaciones ridículas.

Perfect Day es también una llamada de atención al milagro estadístico que supone la vida. «La vida es una anomalía en el universo, y la autoconciencia es una anomalía estadística de la vida. Bajo estas premisas, el hecho de estar vivos y de tener autoconciencia independientemente de cuál sea tu situación es un perfect day desde una mirada biológica. Eso siempre me ha resultado gracioso. Es casi una broma, pero no una burla», cuenta el barcelonés.

Fotos de ‘Perfect Day’ de Txema Salvans (MACK, 2020)

Salvans intenta que todo el mundo se pueda reconocer en ese noble objetivo vacacional que es el de no hacer nada durante un tiempo, «ya sea en la playa al lado de Barcelona o en un velero atracado en una cala junto a Cadaqués. Además, Perfect Day recoge un mensaje de resiliencia y adaptación, de la capacidad que tenemos todos de adaptarnos al entorno y a lo emocional. Nadie puede soportar tanto como nosotros. Lo enseño desde una perspectiva amable, pero somos así».

Aunque pensemos que somos especiales, sin que nos demos cuenta estamos invadiendo los espacios igual que aquellos a los que criticamos.

Fotos de ‘Perfect Day’ de Txema Salvans (MACK, 2020)

 

Descarga gratis la revista de verano de Yorokobu

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Aunque haya verano raro, no hay verano malo. Eso decía Josep Pla. O Confucio. O Ylenia Padilla. Vaya usted a saber. El caso es que estamos de acuerdo en magnitudes catedralicias.

El corolario es que tampoco hay, esperemos, Yorokobu de verano malo. Y si no te gusta, por lo menos lo puedes descargar gratis. Y eso sí que no falla: si es gratis, es bueno. Y si no es bueno, de todas formas hay que cogerlo, que es gratis. No sé si me explico.

Este número de Yorokobu está dedicado a la Gran Reconstrucción, y dentro de esa enorme pecera, hemos entrevistado al diseñador Ricardo Falcinelli para que nos hable del color y su significado.

yorokobu

Toni Segarra, the one and only, nos ha recordado la necesidad de entregarse a la ignorancia para aprender como posesos. Pos eso.

Estrella Montolío y Mario Tascón nos hablan de El derecho a entender, o lo que es lo mismo, tu derecho a enterarte de lo que pone la carta del Ayuntamiento, cuando te mete un crujido con las multa de aparcamiento.

Además, reflexiones acerca de cómo marcas como Gucci entienden ahora la comunicación, fotolibros mejores que una siesta durante una etapa llana del Tour de Francia y el habitual catálogo de ilustraciones finas filipinas que aderezan los números de la revista en papel de Yorokobu. Puede gustarte o no. Pero es gratis, alma de cántaro.

Una vez más, nos gustaría dar las gracias a estas marcas tan óptimas que nos ayudan a que Yorokobu salga adelante en tiempos revueltos. Gracias a WetacaLasMunsPlatanomelónKaotikoEnrique TomásWe are Knitters y Brava Fabrics. Os queremos más que a Neil Young.

Para descargar la revista, podéis hacer clic en este enlace o en los recuadros en la cabecera y pie de post.

yorokobu barrabes

yorokobu entorno natural

Hipnosis y música electrónica en una nueva forma de meditación

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Olvídate de haber visto algo parecido. Anda hoy el mindfulness hasta por las esquinas. El yoga, la meditación, el ASMR, el crossfit que saca el estrés en chorros de sudor. Pero lo que ocurrirá el próximo sábado, a las 19.30, aquí, en MACBA, nada tiene que ver. Te vas a enfrentar a un experimento de meditación colectiva basado en la hipnosis y guiado por la hipnoartista Jessica Boston y el dúo de electrónica Desert.

«¡Quiero que sea una sorpresa!», dice Boston. «El disco This Feeling is You es una belleza, pero también es una herramienta terapéutica increíblemente poderosa y la aplicación de todo lo que sé sobre la hipnosis para que una persona pueda hacer cambios en su vida. La hipnosis es a la vez arte, ciencia y magia. Ese es el punto donde creo que se sitúa».

Dicen los artistas de Desert, Cristina Checa y Eloi Caballé, que lo que ocurrirá el sábado como parte del programa Distancias a fin de mes del MACBA, en colaboración con Uniqlo, no es un concierto: «Es una acción, un experimento. Es importante que la gente se relaje, que conecte. Incluso recomendamos que se pongan en un sitio cómodo». 

Es también una instalación artística con visuales y sonidos envolventes. «La música y los textos van con paso lento. Los ruiditos y las texturas están ahí para amplificar la experiencia», indica Eloi Caballé. «Puedes mirar la pantalla como si miraras un cuadro. Puedes fijarte o cerrar los ojos. La puesta en escena no es lo más importante. Haz lo que te apetezca».

El experimento del próximo sábado, 25 de julio, está basado en el álbum This Feeling is You, que compusieron juntos la terapeuta de hipnosis y el dúo de electrónica. «Es un disco especial porque tiene un uso terapéutico. Es un proyecto artístico con un nivel conceptual brutal. Lo planteamos de una forma muy distinta a un disco de música pop», explica Caballé. «Pero la puesta en escena del sábado va mucho más allá porque queremos que el espectador tenga muchos más inputs que cuando escucha el disco».

Insiste Checa en que la idea de este experimento es «encontrarte a ti mismo» y eso te convierte en «el artista final». 

Ellos ya vivieron su viaje cuando crearon el disco. Empezaron por lo racional: buscaron, leyeron y estudiaron las técnicas de hipnosis. Pero cuando se lanzaron a componer, toda la información desapareció. Sus mentes quedaron en blanco y se dejaron guiar por la voz de Jessica Boston para que surgieran los sonidos.

«Fue superintuitivo», cuenta Checa. «Había momentos en los que casi estabas durmiendo, pero con los ojos abiertos. Desconectamos de nuestra parte racional. Era muy distinto al proceso que seguimos cuando hacemos pop». 

La hipnosis no es magufería ni el espectáculo barato que popularizaron algunos programas de televisión: un tipo dormido, caminando con los brazos por delante, viéndose desnudo, a pesar de estar vestido, y avergonzado ante un público a carcajada limpia. La hipnosis nació en las manos de la ciencia. 

Jessica Boston lleva más de diez años trabajando la hipnosis con sus pacientes. En este tiempo ha descubierto lo poderosos que son los sonidos y las palabras. Dice que tienen mucha fuerza para cambiar ideas, emociones y el sentido de la realidad. Por eso, hace años, hablando con Desert, surgió la idea de hacer un disco. 

Boston está convencida de que la música amplifica el poder de la meditación. Relaja y lleva a otros estados de conciencia. Regula las hormonas que provocan el estrés y la dopamina que tanto ayuda a ser feliz. En su disco, y en la sesión del próximo sábado, lo que trata de hacer es experimentar con la sensación de estar presente, de explorar el subconsciente, de hallar la consciencia total de estar vivo. 

La portada de Yorokobu de Chefo Bravo que nos saca del letargo

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Apenas se distingue. Solo empieza a vislumbrarse algo. Cierra un poco los ojos. Achínalos. Míralo con perspectiva. ¿Lo ves? Efectivamente, en esta portada pone Yorokobu. Un Yorokobu níveo, blanco, puro… Un Yorokobu que sale del letargo y empieza de nuevo, después de unos meses de reseteo, y comienza a resurgir en esta nueva normalidad. Lo hace tímidamente, poco a poco, con pasos cortos pero firmes. El punto rojo lo deja claro. Marca «on». Hemos vuelto. Ya no hay marcha atrás.

Así es como el artista Chefo Bravo ha querido simbolizar este nuevo despertar en el que se encuentra el mundo. Y lo ha hecho con una de las técnicas que más le gusta: el lettering en 3D. Blanco sobre blanco. 

«Son las sombras las que dejan entrever las letras», dice Chefo, «el objetivo, y la mayor dificultad ha sido esconder al máximo lo que normalmente más se ve y dejar que sean las sombras, la oscuridad, lo que modele el lettering». Y esa es precisamente la metáfora que esconde esta pieza: «Por suerte o por desgracia, tenemos la posibilidad de cambiar muchas cosas del pasado y este es el momento de hacerlo, de definir lo que queremos llegar a ser»

Un punto de luz rojo indica que todo está en marcha. De repente, nos han abierto las puertas y la luz nos ha cegado. Es cuestión de tiempo que todo vuelva a ser nítido. Nunca antes hemos tenido una oportunidad semejante. El futuro está por escribirse.

Una nueva forma de pensar

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Las redes sociales y la vertiginosa comunicación están debilitando el pensamiento creativo y fomentando la uniformización. Con el mundo del arte como telón de fondo, Gucci quiere hacernos reflexionar sobre la necesidad de buscar nuevos espacios que permitan a las personas construir nuevas clases de pensamientos y relacionarse entre sí y con el planeta de una forma diferente. En un momento de gran incertidumbre para la humanidad, provocada por un virus microscópico que ha puesto todo patas arriba, Gucci quiere reflexionar sobre maneras alternativas de ser, de consumir y de cuidar nuestro entorno.

Y lo está haciendo de muy diversas maneras. No Space, just a place es una de ellas. Se trata de un proyecto multidimensional inspirado en las reflexiones de Alessandro Michele, director creativo de la firma de moda italiana, sobre la sociedad. «El valor ético y estético de las relaciones entre los estilos y el género, el concepto de paisajes de aprendizaje, la apremiante necesidad de autoexpresión y un manifiesto antropológico sempiterno son temáticas clave para Michele y se reflejan tanto en la misión como en las aspiraciones de estos espacios alternativos”, señala Myriam Ben Salah, comisaría de la exposición. 

Vuelve a recurrir Michele al concepto de eterotopía, desarrollado por el filósofo francés Michel Foucault para describir la ubicación física de una utopía. Así, la exposición presenta una nueva definición del espacio alternativo como un lugar donde se está construyendo un futuro utópico, un futuro en el que las personas interactúan entre sí y con su entorno de una manera diferente y más deseable, un futuro para pensar acerca de estar juntos y ser diferentes.

gucci

De hecho, en las etiquetas de algunas prendas de su última colección se puede leer «Gucci Eterotopia», que hace referencia a la moda como un espacio de autoafirmación poética. Y lo explica en su página web: «Procedente de las palabras de la antigua Grecia héteros (otros, diferentes) y topos (lugar), el término heterotopía describe un mundo dentro de otros mundos, un lugar en la sociedad que de alguna manera es también otro lugar y que refleja y desafía lo que hay en el exterior».

Históricamente, los espacios artísticos independientes y alternativos han sido lugares clandestinos ubicados en escaparates, lofts, almacenes y demás emplazamientos olvidados por la cultura mainstream. Contrastan con la neutralidad de la «caja blanca» que caracteriza a las galerías de arte comerciales mediante la promoción de obras que a menudo destacan por su compromiso político y su carácter experimental, y en las que prima el debate artístico sobre la viabilidad económica. 

No es casualidad que esta exposición se desarrolle en Seúl. Desde finales de los años 90, esta ciudad ha vivido el auge espontáneo de este tipo de proyectos que cuestionan el ecosistema artístico desde un punto de vista crítico. No Space, Just a Place, que ocupa las tres plantas del Museo Daelim, pretende dar visibilidad a estos lugares radicales y reflexionar sobre nuevas narrativas de cara al futuro.

Y a punto de inaugurar llega el coronavirus y hace que todo tenga más sentido. «La incertidumbre que ha provocado la pandemia hace que nos planteemos hasta nuestra forma de ser y nuestra forma de vivir», asegura Ben Salah, para quien «el arte siempre está un paso por delante en términos de progreso social o pensamiento político, y tiene la capacidad de adoptar ideas que se perciben como marginales y llevarlas a la conciencia pública».

El coronavirus también ha puesto sobre la mesa la necesidad de Gucci de regenerar una industria de la moda cada vez más alejada de las sensibilidades y necesidades contemporáneas. Muy activo en redes socialesdurante el confinamiento, Alessandro Michele ha reflexionado en su cuenta de Instagram sobre cómo debería ser este negocio en la era poscovid. Y la primera conclusión a la que llegó, y que anunció en rueda de prensa virtual, fue la reducción del número de colecciones de ocho a dos al año.

«Nuestras imprudentes acciones han quemado la casa en la que vivimos. Pensamos en nosotros mismos como seres separados de la naturaleza, nos creímos astutos y todopoderosos. Tamaña arrogancia nos hizo perder el vínculo con las mariposas, las flores, los árboles y las raíces», escribió Michele en su cuenta de Instagram. 

gucci

Punto y final al viejo ritual de las dos temporadas primavera-verano y otoño-invierno. «Los considero términos pobres y obsoletos. Etiquetas de un discurso impersonal que perdió su significado. Recipientes que se fueron desvinculando poco a poco de la vida que los generó y acabaron perdiendo el contacto con la realidad», explica en esa misma red social.

La decisión de alargar la vida de la ropa y de que esta permanezca más tiempo en las tiendas no hace más que confirmar un camino que Gucci ya había emprendido con anterioridad. En 2018 la firma alcanzó la neutralidad de carbono en la totalidad de su cadena de suministro. Un año después eliminó todas las pieles de sus colecciones. Este mismo año se unió a The Lion’s Share, una iniciativa que destina fondos destinados a proteger especies en peligro de extinción y sus hábitats naturales. Y su última campaña publicitaria sitúa a la naturaleza en el centro del negocio. Iniciativas que demuestran el compromiso de la firma con la sostenibilidad.

Gucci sabe lo que significa tomar la iniciativa en la industria de la moda. Lo comprobó cuando decidió terminar con las rebajas o cuando apostó por un canon de belleza diverso e inclusivo. Ahora espera que otras marcas le sigan en este cambio de estrategia centrado en ralentizar los ritmos de producción y contribuyan a salvar el planeta.

Un certamen de pangramas para promocionar una nueva tipografía

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Una frase con sentido en la que aparezcan todas las letras del abecedario. Y cuanto menos se repita cada una de estas, mejor. El reto de crear pangramas para promocionar su nueva tipografía lo lanzó el Club de Creativos a sus socios. Y se les fue de las manos.

«Comenzamos publicándolos en nuestra cuenta de Instagram y el éxito fue tal que ampliamos la convocatoria a los no socios», nos cuenta Inés Fernández desde el departamento de comunicación del Club.

En total son más de 130 frases holoalfabéticas las recibidas hasta la fecha. Todas ellas accesibles tanto desde la web como desde la cuenta de Instagram del CdeC.

Miguel Ángel Duo, Manolo Valmorisco e Iván De Dios firmaron las más escuetas. Solo 48 letras utilizaron cada uno. Muy cerca se quedaron Ricardo Llavador, con 49, y Pablo Cattáneo, con 50. «Como curiosidad, la palabra que más se repite es whisky», añade Fernández. La alta concentración de letras poco frecuentes en el castellano que contiene el término podría explicar este hecho (o no).

Las frases han servido de escaparate a IdeaSans, la tipografía creada por Extraestudio – Extratype para el Club de Creativos. Después de más de 20 años, el CdeC quería dar «un meneo» a su marca con una tipo «especial para creativos; funcional, amable y versátil». «A partir del año que viene, nuestro logo, web y comunicados irán escritos», informaban a sus socios en el comunicado en el que, de paso, les pedía que exprimieran sus creativas meninges para crear sus propios pangramas.

La alta participación en cantidad y calidad de socios y no socios se podrá comprobar en la exposición que el CDeC pretende inaugurar en septiembre con todos los pangramas recibidos en su recién inaugurada sede.


‘Querido Instagram’, ¿no te gustan los pezones? Pues toma tres tazas

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En Historias de la Frivolidad se achacaba a las integrantes de la Liga Femenina contra la Frivolidad la censura a la que el cuerpo humano fue sometido durante siglos. Fueron ellas las que recurrieron a la hoja de parra para tapar las vergüenzas a Adán y Eva. También vistieron a la Maja de Goya. Algo parecido a lo que Instagram pretende hacer con algunos de sus contenidos en pleno siglo XXI.

Con algunos de Sandra Torralba, entre otros. La artista comprobó cómo uno de sus vídeos no pasaba la censura de la red social. La culpa, unos pezones. «Tuve que cortarlo. Pensé que si Instagram ya empezaba a censurar la edición de mis videos, si la censura determinaba el director’s cut, el futuro pintaba muy negro».

Fue entonces cuando se convirtió en una «traficante de pezones». Como acto de subversión empezó a enviar el vídeo íntegro a todo aquel que se lo solicitó. «He debido mandarlo mas de 700 veces ya. El público empezó entonces a liberar sus pezones también». Ella les animó a que lo hicieran bajo la etiqueta #freethenipple.

Además de convertirse en «la Al Capone del pezón», Torralba iniciaba en ese momento su proyecto Querido Instagram.

En él se dan cabida las fotos y vídeos de la artista, pero también de muchos de sus seguidores. Una forma de protestar contra la censura de los pezones en Instagram, la cual, que según la propia Torralba «deja fuera la mitad de mi trabajo».

Aunque esta «lucha», asegura, va más allá: «No es por que se vean o no mis pezones, sino por lo que significa que no pueda mostrarlos». También se trata de cuestionar ciertos aspectos de esta política de Instagram. ¿Por qué se censuran los pezones femeninos, pero se permiten fotos de cicatrices de mastectomías o relacionadas con la lactancia materna?

«Vamos, que pueden mostrarse solamente pezones que estén cumpliendo estrictamente su función fisiológica (amamantar) o que hayan sido extirpados (que no estén). Se trata al pezón femenino de manera diferente y no se le aplican las mismas normas que al masculino».

«¿Qué hacemos con el pezón de una mujer trans?, ¿y con el de un hombre travestido? ¿Y con el de una persona no binaria? Cuando no cuadran las categorías, estos límites son tan cuestionables como antiéticos», añade.

Reflexiones que la artista lleva rumiando desde hace tiempo, sobre todo a raíz de su primera experiencia con la censura en Instagra. Ocurrió hace un año y medio, cuando le cerraron su primera cuenta: «Fue a raíz de una foto en la que aparecía mi hijo de 7 años junto a su mejor amiga también de 7 años, en vaqueros y sin camiseta, como en un anuncio de vaqueros cualquiera.El texto decía: “Cuándo le cuento que su cuerpo es diferente?”».

Además de la foto, le censuraros las stories. Finalmente le borraron la cuenta. El motivo alegado: pornografía infantil e infracción de las normas de desnudo femenino.

«Tengo dos hijos y más ganas que nadie de protegerles. No suelo subir nada personal, pues esta en una cuenta artística, pero de vez en cuando aparecen en mi trabajo, en alguna ocasión con el torso al descubierto. Y jamás ha saltado alarma ninguna. Hasta que subí a la amiga».

Un retrato de dos amigos se convirtió en un retrato de desnudez y pornografía. «Entendí entonces que la sexualización del cuerpo “femenino” ocurre desde el nacimiento y que se puede aplicar una censura diferencial a cuerpos indiferenciables».

«El cuerpo es “femenino” incluso si dicho cuerpo ni siquiera ha tenido oportunidad física y emocional de definirse como tal o de experimentar que alternativas tiene. Así que si, aquella nena tenía que usar un top para tapar el pecho que aun no tiene. Esto es una realidad enferma que no se puede perpetuar», concluye.

La muestra Querido Instagram de Sandra Torralba puede visitarse desde el pasado 24 de julio en la tienda de Amantis en Las Rozas (Madrid) durante todo el verano. En otoño viajará a otros establecimientos de la cadena de juguetes eróticos de Madrid, Valencia y Barcelona.

El ilustrador que compra en las tiendas de su barrio y dibuja pósteres de sus favoritas

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Muchos establecimientos echaron el cierre a mediados de marzo. De forma provisional, en principio, aunque, en algunos, aquella clausura resultaría definitiva. La pandemia se ha llevado por delante demasiadas vidas y no pocos negocios. El pequeño comercio necesita también su propia vacuna anticoronavirus.

Aunque algunas grandes superficies tampoco saldrán indemnes de esta crisis, Dalmau Oliveras (Dalmaus) tiene claro que son las tiendas de toda la vida las grandes damnificadas.

El director creativo de SCPF teme por los pequeños establecimientos de su barrio. Sobre todo, por sus favoritos: «No quiero que cierren cuando todo esto pase. Por eso los elijo en lugar de otras macrotiendas o macrocadenas, y por eso también he hecho un póster de cinco de ellos. Para que los conozcáis y para animaros a hacer lo mismo. Con dibujos o con fotos, da lo mismo», escribía el barcelonés en su cuenta de Instagram al subir su primer póster.

Este estaba dedicado a Forn Roura, una panadería «de toda la vida»: «Está ubicada en la calle Calaf número 15, en Barcelona. Existe desde el año 1920. Cuando entras ya intuyes que tiene historia. Hace todo tipo de panes y todos de forma artesanal. Los croissants de chocolate están tremendos. Y tienen los típicos bastonets de pan para peques y no tan peques. Es entrar y volver a la infancia», explica Dalmaus en Instagram.

«El segundo es una ferretería muy familiar. Se llama Ferretería Keerl y está ubicada en la calle María Cubi, 42, en Barcelona. Tiene absolutamente de todo, pero, más allá de herramientas y utensilios varios, tiene un equipo humano maravilloso. Son atentos, pacientes y muy didácticos. Para un analfabeto de las herramientas es un lujo. Es una ferretería muy completa. Tanto que el mismo Dios acude a ella».

«El tercero es un pequeño bistró situado en la plaza Cardona, 4, en Barcelona. Se llama Monocrom y es un local con cocina de proximidad y una selección muy cuidada de vinos naturales que pusieron en marcha dos hermanos, Janina y Xavi. Hacen unos platos espectaculares y la carta va cambiando muy a menudo. Cuando autoplubliqué A tomar por curro fuimos a celebrarlo con toda la familia allí y guardo un recuerdo muy especial desde ese día. Janina es un encanto y el lugar es precioso, decorado con mucho gusto. Creo que es el lugar de Barcelona que más he recomendado en los últimos años. Y aquí estoy, volviéndolo a hacer».

«El cuarto es una pequeña librería situada en la calle Santaló, 79. Se llama Casa Usher y, a pesar de que su nombre se debe al famoso cuento de Edgar Allan Poe, esta librería no tiene nada de lúgubre ni oscuro. Es una librería muy luminosa, con una pequeña terraza al final de la tienda. Es preciosa. Y las chicas que la llevan son muy atentas y profesionales. Se nota que les encanta lo que hacen. Además de libros, también puedes sentarte a tomar un café o un vino, tienen club de lectura y montan actividades a menudo. En Amazon no hay nada de todo esto, eso seguro».

«El quinto es una pescadería familiar situada en la calle Enric Granados, 98. Se llama Peixos Frederic y cada día sirven pescado fresco a pie de calle. No les conocía hasta que llegó el confinamiento. Mi madre les llamó un par de veces durante la cuarentena para que nos trajeran a casa algún paquete sorpresa :). Sirven a muchos restaurantes, pero también a muchas familias. Corte al gusto, servicio a domicilio y una sonrisa tras la mascarilla. Muy muy recomendable».

Dalmaus nos cuenta que realizó y colgó los pósteres en Instagram sin previo aviso. De hecho, cree que algunos de los establecimientos no se han enterado de su iniciativa: «La panadería no tiene redes sociales e imagino que ni se habrán enterado aún. Y la ferretería tiene, pero apenas las usa. Lo bueno y lo malo de algunos pequeños comercios».

Los que sí se han enterado se muestran encantados. Alguno ya le ha pedido que imprima el póster para colgarlo en el local. Algo que el director de arte tenía previsto hacer de todos modos.

Para Dalmaus, decidir dónde realizar la compra es casi un acto político: «Elegir qué consumimos y dónde lo hacemos es una manera de elegir también el mundo en el que queremos vivir. Y con todo la que está cayendo por el Covid, es una manera también de salvar el comercio local que nos rodea. Los Amazon, los Corte Inglés y los Zaras van a salir vivos de todo esto, pero tu tienda favorita del barrio quizás no».

‘El rojo es bello’: ni la regla es una maldición ni una mancha de sangre en la ropa un sacrilegio

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PROTECCIÓN. Así, en mayúsculas, con letras bien grandes y repetida varias veces. La palabra es el mayor reclamo de los envases y anuncios de tampones, compresas y demás productos de higiene femenina que garantizan la máxima protección. Pero ¿tan grave es una mancha de sangre en el pantalón?

Lucía Zamolo se lo pregunta en El rojo es bello (TakaTuka), la novela ilustrada que surgió como su trabajo final de carrera, y con el que diseñadora gráfica pretende tumbar los tabúes entorno a la menstruación. Sobre todo, entre las adolescentes que están a punto o ya tienen la regla.

Zamolo arranca el libro relatando cómo fue su primera experiencia con el periodo. Ocurrió justo durante una comida familiar, de repente y sin previo aviso, como les ocurre a otras muchas chicas.

«Puede que el relato comience de manera negativa, pero lo importante es que intenta promover una visión positiva y da ánimos para no esconder la menstruación y todo lo relacionado con ella. Espero que una relación más distendida sirva para que se vayan reduciendo la vergüenza y acabar con algunas creencias erróneas».

Escrito a mano, con un tono informal y a modo de diario y cuaderno de notas a la vez, Zamolo explica el porqué del sangrado mensual de las mujeres. También aporta consejos para paliar los dolores, los cambios de humor y otros síntomas premenstruales. Entre los posibles remedios, recomienda fabricarse un saco de semillas (para lo cual incluye un tutorial DIY ilustrado) o practicar determinadas posturas de yoga que ayudan a sobrellevar las molestias en el vientre o en las lumbares.

Por todo ello, aunque el libro está pensado en un principio para las más jóvenes, Zamolo asegura que también puede resultar útil para las mujeres adultas. Y, sobre todo, para los hombres: «Como mínimo, deberían estar informados de lo que pasa en el cuerpo de la mujer. Se podrían evitar así muchos malentendidos y situaciones penosas».

De hecho, el origen y la temática del libro y del trabajo final de carrera surgieron precisamente de su propia experiencia: «Se me ocurrió porque en el piso compartido en el que vivía se empezó a hablar de la regla con mucha más frecuencia y de una manera más abierta cuando el único chico que vivía en la casa se mudó a otro piso y nos quedamos solo mujeres».

Ni Zamolo ni sus amigas habían hablado con naturalidad sobre el tema durante todo aquel tiempo. «Quería cambiar esto y por eso empecé con el proyecto».

La ignorancia y los mitos en torno la menstruación propiciaron durante siglos que a las mujeres se les considerase impuras durante la menorrea. Incluso personajes como Plinio el Viejo llegaron a concluir que eran ellas las que provocaban que el vino se agriase o las causantes del óxido que acababa cubriendo el hierro.

En algunos pueblos africanos se aseguraba que eran capaces de convertir en árbol a todo aquel hombre que las mirara durante esos días. A lo largo de su investigación, Zamolo se topó con numerosas creencias de este tipo en distintas épocas y sociedades. Todas absurdas y negativas. Solo encontró una con cierta connotación positiva: «Los germanos pensaban que las mujeres menstruantes eran intermediarias entre los dioses y las personas».

La diseñadora tiene claro lo que hubiera ocurrido con todas estas creencias en el caso de que fueran los hombres, y no las mujeres, los que menstruaran: «La regla tendría un don especial con propiedades especialmente positivas».

Por suerte, la mayoría de todas aquellas supersticiones están superadas. Pero no ocurre lo mismo con otros tabúes sobre la regla. El rojo de la sangre, por ejemplo, sigue asustando. Por eso, los anuncios de compresas prefieren el azul. Zamolo reivindica el color real del flujo desde el propio título del libro: el rojo es bello.

Los dibujofrases de Manuel Moranta, la poderosa fuerza de una idea sencilla

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Manuel Moranta observa el mundo que le rodea. Su mirada no es como la nuestra; la suya lleva un suplemento vitamínico que le permite descubrir otras realidades en la contemplación de lo que llamamos normal. «Un día leí que idea viene del latín eidos, que significa yo he visto. Mis ideas siempre son observaciones sobre lo cotidiano. Para mí, crear es señalar con el dedo índice aquello que me hace reír, me hace soñar o me hace pensar».

Manuel Moranta

De ahí nacen sus aforismos, juegos de palabras e imágenes que él llama dibujofrases para expresar, precisamente, su naturaleza híbrida. «Un dibujofrase es un aforismo en el que la palabra cede la mitad de su país al dibujo. La palabra es la voz de la historia contada alrededor del fuego; la imagen es el animal dibujado en el muro porque no lo habías visto jamás».

Moranta, que se licenció en Derecho pero trabaja como director creativo en una agencia de publicidad, describe así su universo particular: «Trato de explicar el mundo a través de los espacios acotados y las partes aisladas del cuerpo. De alguna forma, siento la cabeza, los brazos, los ojos, las piernas contra las habitaciones, los patios, los cajones, las piscinas vacías. El cuerpo contra la geometría».

Sus aforismos, o dibujofrases, según el espíritu poético con el que el lector haya amanecido, son mensajes sencillos, directos, aparentemente poco rebuscados, pero que te dejan un regusto de profundidad, la sensación de que algo te ha distraído de lo que realmente quieren decir. Quizá tenga que ver en ese trampantojo el que Moranta use una imagen muy sencilla, casi naíf, que no te hace sospechar lo que te vas a encontrar escondido en sus recovecos.

Manuel Moranta

«Creo que las ideas más poderosas se deben poder explicar de una forma simple. En el inicio, todas las cosas son simples, se pueden comprender y, por eso, nos pueden emocionar. Me gusta creer que mis aforismos son pequeños y ligeros como esas semillas en forma de hélice para que vuelen, se dispersen lejos y tal vez, con un poco de suerte, se entierren y crezcan en la mente del lector».

A ese disfraz de sencillez contribuye también el uso de una tipografía casi infantil. «Mi verdadera letra es ilegible, letra de tomar apuntes interminables en las clases de Derecho. En mi trabajo, en cambio, escribo en tinta china con letra caligráfica y dibujo con muy pocas líneas porque quiero que mis poemas los pueda entender cualquiera».

Manuel, ¿qué nace primero?, ¿la imagen o el aforismo?

Casi siempre empiezo por las palabras porque soy más verbal que visual. Mi trabajo es algo así como si un diestro escribiera con la derecha y dibujara con la izquierda. La imagen es siempre un descubrimiento para mí, como resolver un acertijo.

—Eres abogado y director creativo en una agencia de publicidad. ¿Lo aparentemente incompatible forma parte de tu esencia?

Me gusta mucho el binomio fantástico, esa técnica creativa de Rodari que consiste en hacer chocar ideas alejadas o incompatibles y contar con ellas una historia. La verdad es que un creativo, un aforista y un abogado tienen en común la búsqueda de la claridad y la síntesis para hablar de las cosas de la vida. Los códigos de leyes están llenos de aforismos que tratan sobre la naturaleza humana, las relaciones personales o nuestra forma de vivir en el mundo. No me digas que este artículo no te parece maravilloso: «Las palomas, conejos y peces, que de su respectivo criadero pasaren por cielo, tierra o mar a otro perteneciente a distinto dueño, serán propiedad de este, siempre que no hayan sido atraídos por medio de algún artificio o fraude». (Artículo 613 del Código Civil, Libro III, Título I).

Influencers a los 80 por fotografiarse con la ropa que los clientes dejan olvidada en su lavandería

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Sho-Er Hsu tiene 84 años. Su marido, Wan-Ji Chang, 83. Desde hace casi 70 años regentan la lavandería Wan Sho en Taichung, Taiwán. Labor que  compaginan ahora con la de influencers.

Con las fotos en las que posan con la ropa que los clientes dejan olvidada en su lavandería han conseguido más de 600.000 seguidores en Instagram en unos pocos meses.

Su nieto Reef Chang se confiesa artífice de la nueva faceta de sus abuelos. Nos cuenta por mail que verles aburridos, somnolientos casi todo el día, sobre todo tras el confinamiento, fue lo que le llevó a pensar en algo con lo que distraerles.

@wantshowasyoung © Reef Chang
@wantshowasyoung © Reef Chang
@wantshowasyoung © Reef Chang
@wantshowasyoung © Reef Chang

Desde pequeño, siempre se había fijado en la cantidad de ropa que la gente dejaba olvidada en la lavandería de su familia. «En estos casi 70 años son casi 300 las prendas acumuladas». Y pensó que era hora de hacer algo útil con ellas.

Al principio, dice, sus abuelos no se mostraron muy por la labor de probárselas y fotografiarse con ellas, tal y como les proponía su nieto. «Pensaban que el resultado no le iba a gustar a nadie, ja, ja,ja».

Pero accedieron y pronto comprobaron lo equivocados que estaban: «Están muy contentos por el hecho de que la gente les siga y les feliciten por sus fotos. Para ellos es como si tuvieran miles de nietos por todo el mundo».

Además, añade Reef Chang, consideran que su actitud transmite un mensaje positivo a las personas mayores. Algo así como que pueden hacer muchas más cosas de lo que creen, que no se autolimiten.

A la hora de elegir los looks, Hsu y Chang prefieren combinar las ropas de la lavandería con las suyas propias. Ambos, según su nieto, siempre han sido bastante coquetos. En sus sesiones, asegura, no dejan de acicalarse el uno al otro.

@wantshowasyoung © Reef Chang
@wantshowasyoung © Reef Chang
@wantshowasyoung © Reef Chang

Los Chang pretenden aprovechar la repercusión conseguida por la pareja de octogenarios en medios de todo el mundo para contribuir a la sostenibilidad del planeta. Desde la pequeña lavandería familiar, animan a la gente a cuidar su ropa y a considerar la compra de segunda mano como una buena opción.

A lo que añaden este llamamiento: «Desde aquí pedimos a la gente que recoja sus ropas de las tintorerías y, en caso de no quererlas, les den una segunda oportunidad».

Mensaje que ha llegado, al menos, a dos de sus clientes, que, al ver a Sho-Er Hsu y a Wan-Ji Chang en las noticias, recordaron que tenían pendiente pasar por la lavandería a recoger su ropa que habían dejado allí hacía años.

El encanto de la cotidianeidad retratada con guijarros

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En la pequeña localidad húngara de Nagykanizsa, muchos vecinos cubren la entrada de su casa con guijarros. De pequeña, Furmen Erzsébet (Elisabeth Furmen) hizo de esos caminitos uno de sus lugares de recreo. «Solía recoger las piedras más bonitas». Una afición que no ha perdido.

La artista sigue recogiendo guijarros en sus excursiones o en las orillas del Danubio. Lo suyo no es solo coleccionismo. Las pequeños cantos se convierten después en las pinceladas de sus cuadros de escenas del día a día.

«La temática de mis cuadros la componen escenas de la vida. Los temas simples pueden llegar hasta lo más profundo del alma. Creo que cada imagen no solo lleva mis huellas digitales, sino también las de mi interior».

Es la conclusión a la que Erzsébet llega al leer los comentarios que le suele llegar acerca de sus cuadros con guijarros: «Las imágenes que recreo son más que pintura, pegamento y piedras. Muchas personas confiesan emocionarse al verlos», nos cuenta por mail.

Las piedras convierten sus composiciones en piezas tridimensionales. La sutileza con la que la artista húngara es capaz de encontrar piedras capaces de reproducir a la perfección el inquieto cuerpo de un niño que juega, el sofisticado peinado de una señora que toma café o una coleta que se mueve con el viento resulta sorprendente. Y sí, también emocionante.

¿Aprenderemos con la pandemia que existen otras formas de habitar el espacio público?

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En el mundo sin mascarillas, la distancia interpersonal era una quimera. Fue en la estación Shimo-Kitazawa, del metro de la capital japonesa, donde el fotógrafo Michael Wolf captó las claustrofóbicas imágenes que componen Tokyo Compression, un retrato sobre la alienación humana en las grandes urbes.

Son rostros serios, casi compungidos, tras el cristal del vagón. El vaho creado por la propia concentración humana actúa como filtro. En algunos casos, las caras aparecen despachurradas contra el vidrio, muestra de lo caro que puede venderse el espacio en hora punta.

© Michael Wolf Estate, Tokyo Compression, 2010
© Michael Wolf Estate, Tokyo Compression, 2010
© Michael Wolf Estate, Tokyo Compression, 2010

Con esta serie, que forma parte del programa de GetxoPhoto 2020, el fotógrafo alemán sugiere que el crecimiento de las ciudades no hace más que empeorar la calidad de vida de los individuos, al ignorar la escala humana.

El virus, no obstante, demostró hace unos meses lo rápido que puede llegar a cambiar la realidad. Al vaciar las calles, las tiendas y los transportes el confinamiento dejó abierta la puerta para repensar en otras fórmulas de distribución del espacio público. Alternativas con las que habitar, incluso, disfrutar de los entornos urbanos.

El debate que plantea Wolf se ajusta como anillo al dedo a la temática de la 14ª edición de Getxophoto, el Festival Internacional de Imagen, que se celebrará del 3 al 27 de septiembre, y que este año lleva por título ¡A la calle!. El espacio público, tanto físico como digital, es el protagonista tanto de las exposiciones como de las actividades que componen el programa.

En toda ellas el espacio público se muestra como un escenario actualizado para la protesta, para la acogida de personas invisibilidades, pero también como espacio de encuentro  y como campo de experimentación, juego y celebración.

Jon Uriarte, comisario digital de The Photographers Gallery (Londres), se estrena como director artístico del festival, que este año contará como principal novedad una amplia programación digital: «El carácter híbrido online-offline era un planteamiento que ya teníamos en mente desde el principio. De hecho, creo que es más una solución a algunos de los problemas que la nueva realidad plantea».

La de este año será la edición más callejera, aseguran sus organizadores. Para ello se dispondrá del eje que va desde la playa de Ereaga al Puerto Viejo, así como en el centro de Algorta. A este macroespacio hay que sumar nuevas localizaciones, como la fachada de la oficina de Correos o la de una sede municipal de la calle Urgull, para dar cabida a la veintena de exhibiciones que forman parte del programa.

Aunque se reconoce como «afortunado» al formar parte de uno de los pocos festivales que ha podido tirar para adelante este año, Uriarte reconoce la dificultad de su organización: «Desde la perspectiva curatorial, teniendo en cuenta la coincidencia entre el tema propuesto y la situación que estábamos viviendo, asumimos que debíamos incluir trabajos y actividades que hiciesen referencia a la pandemia».

«Creo que los festivales anuales tienen que ser más flexibles que los museos y centros de arte y ser capaces de trabajar en torno a los temas que están sucediendo durante ese año. Es por esa razón por la que hemos actualizado nuestros planes, para que cuestiones relativas a la crisis sanitaria global del COVID-19 estén presentes», añade.

Los proyectos seleccionados incluyen, en efecto, temas que han acaparado la atención mediática en las últimas semanas, entre ellas, el racismo. Pero también otros asuntos que no han dejado de estar en boga, entre ellos, la crisis climática o el patriarcado.

Entre las propuestas participantes se encuentra La Puente, de Charlotte Schmitz. Se trata de un trabajo colaborativo de la artista alemana con las trabajadoras de La Puente, el burdel más grande del sur de Ecuador. Fueron ellas mismas las que decidieron las poses y las que después intervinieron las instantáneas con laca de uñas.

©  Charlotte Schmitz – La Puente
©  Charlotte Schmitz – La Puente

Reducción, de Felipe Beltrán Romero se centra en la lucha contra el racismo. Su serie de fotos pone el foco en la violencia policial contra los inmigrantes en España para mostrar que este es un problema que no solo aqueja a la sociedad norteamericana.

© Felipe Romero – Reducción
© Felipe Romero – Reducción

Hong Kong en 2019 es el escenario en el que se desarrolla How was your Dream?, de Thaddé Comar. Mediante las fotos realizadas durante las manifestaciones que tuvieron lugar durante junio y julio del pasado año, el artista francés explora las nuevas formas de manifestación e insurrección el seno de sociedades hipercontroladas.

© Thadde Comar – How was your dream?
© Thadde Comar – How was your dream?

Por su parte, el colectivo berlinés Mentalgassi vuelve al festival tras 10 años con su proyecto Waste Wastes. En él se aborda el complejo problema que acarrean los residuos de una manera muy gráfica: con bolsas de basura en  las que están impresos los rostros de las personas que los generan. Estas bolsas se expondrán en Getxo y Bilbao.

© Mentalgassi – Waste Wastes

El resto de exposiciones, así como de actividades on y offline que conforman el programa de Getxophoto 2020 pueden consultarse en la web del festival.


La belleza vacía de ‘Ghost of Tsushima’

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Ghost of Tsushima no cuenta tanto la historia de un samurai como la de un kamikaze. Así dicho puede parecer que el juego no tiene mucho recorrido, (más allá de una carrera, una explosión y un sacrificio por la gloria de Japón), pero es todo lo contrario. La palabra kamikaze supone en realidad uno de los mayores malentendidos lingüísticos de la historia. El término se popularizó en Occidente durante la II Guerra Mundial para designar a los pilotos suicidas japoneses que se estrellaban contra la flota estadounidense. Tiene su origen en una mala traducción de los kanjis escritos en estos aviones, que en realidad decían Unidad Especial de Ataque Shinpū.

El término kamikaze (神風) les venía, sin embargo, al pelo. Significa, literalmente, viento divino. Hace referencia al kami (entidad divina de la naturaleza en el sintoísmo) del viento. Se usó para designar al huracán que acabó con la flota mongola en la guerra que enfrentó a esta potencia asiática contra Japón en el siglo XIII. Ghost of Tsushima se encuadra en este contexto histórico. Aquí controlamos a Jin, un samurai que lucha contra el ejército invasor guiado por el viento. Literalmente. Por eso, Jin es la encarnación física del verdadero kamikaze.

Esta original brújula es uno de los grandes aciertos de Ghost of Tsushima. En lugar de un pequeño mapa, recurso habitual en los juegos de mundo abierto, aquí los desarrolladores han apostado por un botón con el cual se invoca al viento, que nos indica el camino a seguir meciendo los árboles y las hierbas del campo. Hay otros orgánicos modos de guiarse por el Japón idealizado y bucólico del juego. Acostumbrado a pulular por los violentos mundos abiertos de los videojuegos, la primera vez que me encontré con un zorro en Ghost of Tsushima intenté matarlo. No lo conseguí.

La finalidad de estos animales en el juego no es la de proporcionarnos pieles o atacarnos por la espalda, sino la de guiarnos, si los seguimos, hasta altares escondidos. También hay pájaros dorados cuyo vuelo lleva hasta lugares de reflexión donde componer haikus. Incluso podemos bañarnos desnudos en los onsen (algo no muy habitual en el púdico mundo de los videojuegos) o presentar nuestros respetos en altares perdidos de la montaña. Estos pequeños detalles suponen un contrapunto calmado en un juego de acción, infiltración y combate.

En este aspecto, el que da sentido al juego, nos encontramos ante una aventura formulaica que repite el esquema de los grandes juegos de mundo abierto. Las misiones secundarias obedecen a un guion excesivamente encorsetado (habla con el campesino, ve a la casa, sigue las huellas, mata a los mongoles). La principales narran la historia de Jin, un samurai que se enfrenta él solo al ejército mongol para salvar a su tío y liberar a la isla de Tsushima. Y aunque su historia está bien montada, jaspeada de impresionantes vídeos, no acabo de conectar con ella.

Ghost of Tsushima tiene ciertas imprecisiones históricas (los haikus, por ejemplo, no se inventaron hasta 400 años después de los eventos que narra el juego). Pero son las argumentales las que más acaban pesando. Decíamos que este juego no cuenta tanto la historia de un samurai como la de un kamikaze. Podríamos añadir que cuenta más la de un ninja, la de un terrorista o la de un guerrillero que la de un samurai.

Es cierto que los enfrentamientos con katana son el modo principal de lucha. Pero desde el principio, nuestro protagonista renuncia al código de honor del samurai para añadir a su repertorio la muerte por siglo o las bombas. No hay nada que objetar desde el punto de vista jugable. La infiltración y el sigilo son casi obligatorios en este tipo de juegos desde Metal Gear Solid, y la lucha con katanas es completa, profunda y muy divertida. Sin embargo, hay ciertos aspectos que, desde el punto de vista argumental, no acaban de encajar.

Al noveno flashback sobre la infancia del protagonista, a la décima misión secundaria de infiltración en un campamento, el jugador desconecta de la historia. Y es en ese momento cuando Ghost of Tsushima comienza a brillar. Lleva unas horas darse cuenta de que aquí lo principal es secundario y lo secundario, principal. No es la historia, sino sus pausas las que elevan este juego por encima de la media. Son las carreras a caballo por los bosques japoneses, sus infinitos arrozales, sus campos de amapolas. Los bosques rojos, dorados y blancos. Las hojas arrastradas por el viento, los manantiales y las montañas. Todos estos elementos  componen un paisaje tan rico como hipnótico.

Lo cierto es que estamos ante uno de los juegos más bonitos de toda la generación. Los gráficos no llegan a la brillantez del reciente The Last of Us: Parte II, su mapeado no es tan amplio como Red Dead Redemption 2; sin embargo, la belleza plástica que alcanza este juego es difícilmente comparable con ningún otro.

Es en la parte meramente artística donde Ghost of Tsushima brilla. Sus referentes cinematográficos son claros: hay un modo Kurosawa para que la cámara enfoque en blanco y negro y con grano. Incluso el principio de cada capítulo remite en música y grafía al director nipón. Sin embargo, su belleza plástica vacía de contenido remite a otros maestros del séptimo arte. Directores como Paolo Sorrentino, Ang Lee e incluso a veces Pedro Almodóvar han demostrado que una película puede contar una historia aburrida o absurda, pero contarla de forma muy bonita. Ghost of Tsushima viene a hacer lo mismo en el mundo de los videojuegos

Efectos cerebrales de los videojuegos: ¿Nos convierten en zombis o en superhéroes?

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Los cachorros de lobo retozan empleando agresiones ritualizadas motivadas por su instinto. Tienen unas reglas para el juego violento integradas en sus genes.

Los seres humanos no tenemos genes para el fútbol o para los videojuegos, pero los jugadores aprenden un conjunto equivalente de ideas sobre estas actividades lúdicas. Son reglas compartidas y necesarias para que exista una cooperación en la especie humana.

Los videojuegos en el cerebro

A pesar de que el acto de jugar podría ser consustancial a la cultura humana, es importante analizarlo teniendo como marco de referencia la evolución de nuestro sistema nervioso.

En este contexto cobra especial importancia el uso de videojuegos en tanto que se ha convertido en un rasgo cultural vertebral de la sociedad en la que vivimos. Tiene un profundo calado en diferentes ámbitos.

Desde la perspectiva económica, se estima que en 2020 el gasto total en videojuegos alcanzará la escalofriante cifra de unos 189 000 millones de dólares.

Asimismo, según los datos de la plataforma de análisis Newzoo, España ocupa el puesto número 9 a nivel mundial en cuanto al dinero que los videojuegos mueven anualmente (unos 2 580 millones de dólares) y el número de jugadores (25,8 millones).

El primer informe que analiza el impacto de la industria de los videojuegos sobre la contabilidad nacional, elaborado por la Asociación Española de Videojuegos (AEVI), concluye que esta industria supuso el 0,11 % del PIB español en 2016. El impacto total del sector sobre la economía es de 3 577 millones de euros y genera 22 828 empleos.

El acceso a los videojuegos es de gran ubicuidad. Puede llevarse a cabo a través de ordenadores, consolas, dispositivos móviles o tabletas. Esto posibilita que no haya una restricción ni de tiempo ni de lugar para jugar.

Además, el uso de estos productos puede tener gran influencia sobre las actividades que realizan los niños y adolescentes e incluso afectar a su desarrollo.

En este contexto, afloran una serie de cuestiones y planteamientos que pueden tener un significativo impacto social y un gran calado ético.

¿Mejora cognitiva?

Un mensaje que se ha transmitido ampliamente es que el uso de videojuegos puede tener efectos perjudiciales y redundar de forma negativa sobre diferentes aspectos del funcionamiento cognitivo, social y emocional.

Algunas investigaciones ponen de manifiesto la existencia de una correlación negativa entre la cantidad de horas dedicadas a los videojuegos y el éxito académico en niños y adolescentes.

A pesar de estos resultados, estudios actuales sugieren que el consumo de videojuegos podría modificar las estrategias cognitivas que las personas utilizan en el día a día. En este sentido, se ha demostrado que los videojuegos de acción son los que tienen más beneficios cognitivos. Jugar a este tipo de videojuegos mejora diferentes tipos de atención (incluidas la sostenida, la selectiva y la dividida) y aumenta la eficiencia en el control de esta capacidad. También aumenta la velocidad con la que las personas procesan la información, permitiendo una mayor presteza de actuación en situaciones de presión.

Asimismo, los jugadores habituales de videojuegos de acción muestran una mejor capacidad perceptiva, sobre todo a la hora de centrarse en los detalles visuales. También son más rápidos a la hora de orientarse espacialmente en entornos novedosos y de optimizar los costes cognitivos que suponen realizar tareas complejas que implican una coordinación sensorial y motora para moverse en un entorno cambiante.

Por último, sus usuarios presentan una mejor memoria (tanto episódica como de trabajo) y son más hábiles a la hora de realizar varias tareas a la vez y de cambiar de una a otra con mayor facilidad.

¿Qué sucede en el sistema nervioso?

El consumo de videojuegos no solo está cambiando la manera en que nos relacionamos con la realidad que nos rodea, sino también la configuración de nuestro sistema nervioso. Jugar puede generar cambios neuronales tanto relacionados con la estructura como vinculados con la organización funcional de regiones críticas para diferentes dominios cognitivos.

En la siguiente figura se resumen las principales regiones cerebrales en las que se han encontrado cambios asociados al uso de videojuegos:

Regiones cerebrales en las que se ha encontrado cambios estructurales y funcionales por el uso de videojuegos.
Palaus M. ‘Cognitive enhancement by means of TMS and video game training: synergistic effects’ (Tesis doctoral)

En definitiva, el uso habitual de videojuegos ha mostrado su capacidad de modificar la organización estructural y funcional de regiones cerebrales que son de crítica importancia para funciones cognitivas como la atención, la percepción, la memoria y las funciones ejecutivas.

La cara oculta

Los videojuegos están diseñados para que nos gusten y, por ende, parar asegurar que pasemos un tiempo considerable pegados a las pantallas matando zombis o persiguiendo extraterrestres.

Diversas investigaciones han mostrado que los videojuegos activan las mismas regiones cerebrales sobre las que actúan las drogas de abuso, a saber, el denominado sustrato nervioso del refuerzo. Esto tiene una implicación positiva: les confiere la potencialidad de utilizarse como herramientas de rehabilitación cognitiva, en tanto que constituyen una opción óptima para motivar a los pacientes.

Sin embargo, el fenómeno también tiene una cara oculta: hace que jugar pueda convertirse en una adicción. Esto sucede cuando se dejan de hacer cosas importantes de la vida diaria por jugar a los videojuegos. Hoy sabemos que el encéfalo de una persona adicta a videojuegos muestra los mismos cambios neurales (funcionales y de conectividad estructural) que sobrevienen en otras adiciones como, por ejemplo, el consumo de sustancias.

¿Cuántas horas deben jugar los jóvenes?

Se han identificado diferentes factores con una importancia crítica para el buen desarrollo cerebral y para el buen funcionamiento cognitivo. Entre dichos factores destacan el ejercicio físico, una adecuada calidad del sueño, una buena socialización y unas pautas correctas de alimentación. Si una persona deja de hacer estas cosas por jugar a videojuegos podría obtener sus efectos positivos, pero perdería los beneficios de los otros factores.

No hay una receta específica que fije un límite de tiempo o un indicador de abuso de los videojuegos. Se trata de una balanza: hay que buscar el equilibrio.The Conversation

Diego Redolar Ripoll, Profesor de Neurociencia y Vicedecano de Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud., UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Una pulsera expendedora de gel hidroalcohólico

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Ya que el virus está dispuesto a quedarse un tiempo entre nosotros, desde el entorno del diseño se siguen explorando nuevas fórmulas para que su estancia sea lo menos grata posible. Primero surgieron ideas para salvaguardar la distancia de seguridad, y mascarillas de todo tipo de estilos. A estos inventos hay que sumar Cleands, una pulsera con un expendedor rellenable de gel hidroalcohólico.

Con una forma similar a la de un reloj inteligente, Cleands cuenta con un dispensador capaz de almacenar entre 20 y 25 dosis de gel. El dosificador se rellena mediante una cánula que conecta el bote de gel y la pulsera.

 

 

Arturo Santamaría y Álvaro Vázquez son los desarrolladores de Cleands. Aunque jóvenes, ambos cuentan con una amplia experiencia en la hostelería y en el mundo de los eventos. El varapalo que la pandemia ha supuesto para estos sectores, además del contacto humano habitual en ellos, llevó a Santamaría y a Vázquez a idear una solución que no solo sirviese a los profesionales de estas industrias, sino a cualquier otro ciudadano.

Los creadores de la pulsera aseguran que durante todo el proceso de desarrollo han contado con el asesoramiento de profesionales sanitarios. Estos no solo les han transmitido sus necesidades, sino que también les han aportado sugerencias en materia de seguridad e higiene.

Cleands se encuentra disponible en seis colores y su peso apenas alcanza los 37 gramos. Está disponible en su web, en Instagram y en farmacias y parafarmacias. Un porcentaje de los beneficios obtenidos por la venta de cada pulsera Cleands se destinará a una ONG.

Palabras descafeinadas: un diccionario silábico para definir un mundo propio

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Diccionarios hay muchos. Los hay más exhaustivos y los hay más prácticos. Unos son más académicos, otros más técnicos y otros se limitan a recoger una pequeña muestra de lo que hablamos.

Pero este diccionario que crece en Instagram bajo el nombre de Palabras descafeinadas tiene su origen en el aburrimiento. En la necesidad de entretenerse durante aquel parón en seco que supuso el confinamiento durante la pandemia del covid-19. Después, lo que surgió como una manera, como tantas otras en aquellos meses, de pasar el tiempo se ha consolidado con los meses y no tiene pinta de querer terminar.

 

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Sus creadores son una pareja de novios veinteañeros que estudian y trabajan. Lo del nombre, además de jugar al despiste, porque sus palabras y las definiciones que las acompañan no tienen nada de descafeinado, forma parte también del juego. «Creemos que llama la atención, genera curiosidad y atrae público. Originalidad simplemente», comenta la pareja.

 

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Palabras descafeinadas es el diccionario particular de dos personas. Para crearlo, «nos basamos en experiencias que creemos que son comunes para mucha gente». A ella le encantan las palabras que puede identificar con su día a día, y parece que en esto coincide con sus seguidores. «Aun así, quiero destacar el especial que hicimos de las Comunidades Autónomas; fue muy divertido investigar sobre cada una de ellas y tuvo mucho éxito», comenta.A él le motiva definir nombres de una manera divertida. «En el fondo, estamos describiendo amigos y conocidos nuestros. Sirve para desahogarse y divertirse», matiza.

 

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Etiqueta a ese amig@ al q siempre le pase!

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Cada palabra que define esta pareja de novios está remarcada con la contundencia que da el silabeo: re.a.li.dad; a.go.bio; suer.te; mas.ca.ri.lla… «Lo de separar en sílabas tiene una finalidad estética, al igual que el uso del amarillo», explican. «Sin embargo, con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que mucha gente no sabía separar en sílabas y le estaba viniendo bien el poder verlo de una forma tan dinámica». De todo se puede aprender.

 

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«Nosotros elegimos las palabras y aceptamos sugerencias. Cabe destacar que nuestros seguidores a veces proponen ideas muy buenas, aunque la mayoría son ideas nuestras».

 

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Ser borde es contrario a la evolución

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¿Es usted amigable, fraternal, trata con cariño y le encanta hacer el amor? ¿O es una persona cuya agresividad le aleja de cualquier grupo?

Así es como se estructura la sociabilidad, en dos categorías: los comportamientos que hacen que los animales de una misma especie se atraigan, o aquellos que llevan al aislamiento de los individuos. Y, quién lo diría, todo apunta a que Homo sapiens ha evolucionado hacia la primera categoría a través de un proceso de autodomesticación, aun con lamentables excepciones que mejor ni mencionamos.

Afortunadamente, la amabilidad sobrevive. Se lo debemos a que la selección natural ha favorecido la evolución de nuestra especie como seres grupales y prosociales. Y está claro que, cuando nos comparamos con otros primates, las habilidades de cooperación y comunicación que nos caracterizan han sido –y son– claves para nuestro desarrollo cognitivo como especie. Dicho de otra manera, han sido responsables de que, hoy por hoy, pensemos, razonemos, sintamos y nos expresemos como lo hacemos.

Sufrimos el síndrome de la domesticación

Si nos comparamos con los animales domesticados y los salvajes, nos parecemos más a los primeros que a los segundos. La domesticación, tal y como normalmente la entendemos, conlleva la selección de individuos dóciles. Pero si nos fijamos con detalle, observamos que este proceso no solo afecta al comportamiento propiciando la mansedumbre sino que, además, tiene como resultado la aparición de características que también afectan al cuerpo. Entre ellas las orejas caídas, la nariz más corta, una maduración sexual temprana, la prolongación del aspecto juvenil en los adultos y un menor dimorfismo sexual (diferencia externa entre machos y hembras). Incluso la reducción del tamaño del cráneo, la mandíbula y los dientes.

Todo ello, junto a cambios en los niveles de diferentes hormonas y neurotransmisores, es lo que se denomina el síndrome de domesticación. Estas características, aunque no se detectan en todos los animales domesticados, sí que guardan una cierta relación con este proceso.

Como no podría ser de otro modo, debe existir alguna base biológica que nos explique, o al menos nos ayude a entender, la ocurrencia común de esos aspectos relacionados con la domesticación. Y así es. Se ha detectado que, durante el desarrollo del embrión de animales domesticados, disminuye la función de una estructura denominada cresta neural. Las células de la cresta neural son un tipo de células madre que, entre otras funciones, se encargan de la formación de parte del cráneo, de precursores de dientes, de ganglios nerviosos y de ciertas glándulas que, por su función, se asocian al síndrome de domesticación.

De hecho, si nos comparamos con otros homínidos más próximos a nuestra especie, como los neandertales, las diferencias son notables. Nuestro cráneo y dientes son más pequeños, la estructura craneal de un joven es similar a la de un adulto, hay un menor dimorfismo sexual, y parece que somos menos agresivos. O sea, que nos hemos domesticado.

La baja y la alta sociabilidad van en nuestros genes

Llegados a este punto, podemos considerar que el comportamiento social es una habilidad clave que nos diferencia de otras especies. Y si nos planteamos descifrar sus bases biológicas, qué mejor que hacerlo estudiando qué hay de diferente en las alteraciones y enfermedades relacionadas con la sociabilidad. Por ejemplo, los trastornos del espectro autista (TEA) y el síndrome de Williams, en los que se muestra una baja y alta sociabilidad, respectivamente.

Las personas que presentan TEA suelen manifestar comportamientos repetitivos, alteraciones en el lenguaje y les cuesta relacionarse socialmente. Aunque se han asociado al TEA alteraciones en cientos de genes, aún no se ha encontrado una causa genética común en todas estas personas. Eso sí, debe de existir una base genética, pues hasta en el 96% de los gemelos idénticos si uno de ellos sufre el trastorno, el otro también, si bien los síntomas puedan ser algo diferentes.

Entre las diferencias neurobiológicas encontradas en el TEA se han detectado alteraciones en el volumen de casi todas las zonas del cerebro, con mayor o menor tamaño según la región cerebral y la persona. También se ha descrito una disminución en el número y tamaño de las neuronas, y alteraciones de las conexiones entre ellas. Cabe destacar que en algunos pacientes se ha observado un aumento en el crecimiento acelerado del cerebro durante el primer año de vida.

Los niveles de diferentes neurotransmisores también se ven afectados en el TEA. Principalmente aquellos que producen un desequilibrio entre la excitación y la inhibición de las neuronas, siendo las principales causas la mutación de genes o los desórdenes metabólicos. Un neurotransmisor –y hormona–, que está tomando cierta relevancia en la regulación de la sociabilidad y del comportamiento agresivo en TEA y en otras alteraciones neuropsiquiátricas, es la oxitocina.

En el otro extremo de la sociabilidad nos encontramos a las personas con el síndrome de Williams. En este caso la base genética está bien establecida, ya que les falta un trocito del cromosoma 7 y se pierden unos treinta genes. Esos genes se asocian, precisamente, a la domesticación y al desarrollo de la cresta neural. Y lo más interesante: estas personas son hipersociables, sin miedo a los extraños y muy amigables, a veces demasiado. Aun considerándose un trastorno con retraso mental, quienes padecen este síndrome suelen mostrar habilidades musicales excelentes.

Puesto que, como indicábamos antes, la amabilidad sobrevive gracias a la evolución, hagamos caso a la escritora Raquel J. Palacio: “Yo siempre digo que es mejor pecar de amabilidad. Ese es el secreto. Si no sabes qué hacer, pues sé amable.”The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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