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When&Where: «Tranquilos, he llegado bien a casa»

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Para When&Where, la receta de hoy, vamos a coger a un grupo de jóvenes que quiere coger las riendas de su miedo. Combinamos con una generosa dosis de actitud emprendedora, una juliana de mentores y directores, un toquecito de desarrollo tecnológico… et voilà! Aquí tenemos una aplicación móvil destinada a mejorar la seguridad no solo de las mujeres.

Una receta contra el miedo que, sin bien no soluciona el problema, sí sirve para actuar contra él. También para poner el foco sobre una realidad ignorada en muchas ocasiones: la de la falta de libertad para transitar por lo público sin preocupaciones.

La situación se repite cada noche. Mujeres que acaban sus salidas con un «avísame cuando llegues a casa». Cruces de calle cuando se sienten los pasos de un desconocido demasiado cerca durante demasiado tiempo. Ataques verbales en forma de piropo. Miedo y esprint.

Un grupo de alumnas del IES Velázquez de Móstoles (Madrid) tuvo la idea de crear When&Where, una app móvil de autodefensa. Nuria Villoria, Sandra Caamaño, Lucía Fernández, Lucía Adrián y Paula Fernández canalizaron el shock producido por el asesinato de la profesora Laura Luelmo y lo convirtieron en un proyecto dirigido al bien común.

When&Where detecta anomalías en el desplazamiento. A partir de ahí, la app marca la ubicación del usuario o la usuaria en tiempo real y manda una alerta a un contacto de confianza en caso de que la persona se detenga o deje de acercarse al destino que había establecido.

La app surgió gracias a la convocatoria de Technovation Challenge, un concurso tecnológico que trata de paliar la brecha de género que, como en otras parcelas, existe en el propio ámbito tecnológico.

When&Where es un proyecto de instituto dirigido por dos profesores de las creadoras y asesorado por dos mentores de la Universidad Carlos III de Madrid. Con la ayuda de estos cuatro adultos, las creadoras de la app desarrollaron la idea, la identidad gráfica, un modelo de negocio y un plan de marketing para su proyecto.

Las madrileñas consiguieron llegar con When&Where a la final mundial de Technovation Challenge de entre 7200 jóvenes participantes de casi 60 países. Viajaron el mes pasado a San Francisco a defender su idea. No ganaron, pero la app es ya funcional. Una realidad para tratar de paliar el miedo.


Este contenido es una columna llamada El Piensódromo. La enviamos los viernes por email e incluye algún tipo de reflexión acerca del ecosistema que nos rodea y algunas recomendaciones culturales y lecturas adicionales. Si quieres recibirlo directamente en tu correo electrónico, puedes darte del alta en el formulario que hay aquí.


All La Glory – La noche silenciosa

En el single de los sevillanos All La Glory, los vampiros salen de noche en parejas, como la Guardia Civil de Tráfico.

Damos un poco más de chapa con música

los-estanquesLos Estanques estuvieron anoche en Madrid, en el ciclo de conciertos San Miguel On Air. Así que la ocasión la pintan cántabra para recomendar a este ciclón de psicodelia, funk, soul y norteñismo progresivo.

Échale una oreja a su disco homónimo y alégrate el fin de semana.

La entrada When&Where: «Tranquilos, he llegado bien a casa» se publicó primero en Yorokobu.


Cómo recuperar la creatividad cuando tu trabajo se vuelve gris

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Si eres de los que puede presumir de tener un trabajo estimulante, donde cada día es distinto y no te aburres en absoluto, enhorabuena. No solo por el curro, sino también porque eres la envidia de todos.

Pero si el puesto que ocupas te hace sentir como si fuera el día de la marmota una semana tras otra; si tienes menos entusiasmo al ir a currar que cuando vas a hacerte una colonoscopia, enhorabuena también. Porque debes saber que lo tuyo tiene remedio. Descartar la rutina en un trabajo es posible. Basta con echarle un poco de imaginación y recuperar toda la creatividad que tenías cuando llegaste el primer día.

«Todo el mundo es creativo cuando tiene que enfrentarse a nuevos problemas o tiene que desarrollar nuevas ideas. No es solo cuestión de talento o cosa de artistas. La gente es creativa e inventiva por naturaleza. Pero la creatividad puede desvanecerse cuando te aburres o te desanimas», explica la experta en Recursos Humanos Priscilla Claman, presidenta de Career Strategies en Boston.

Despertar la creatividad en el trabajo

Pero, ojo, que no toda rutina es mala. Como nos recuerda Marta Sanz, psicóloga en Quirónprevención, «la rutina y la repetitividad son necesarias para adquirir hábitos y costumbres». En muchos casos, esa previsibilidad diaria resulta tranquilizadora y saludable.

«Si viviéramos las 24 horas en un continuo y permanente cuadro de sobreactivación porque desconocemos el camino que nos llevará al trabajo, la forma en que hemos de desarrollar nuestra actividad laboral, a quiénes debemos dirigirnos para resolver nuestras dificultades, etc., nuestro cuerpo se colapsaría», explica Sanz. «Por eso, nuestro cerebro nos facilita la posibilidad de mecanizar tareas, y así poder dejar espacio para las demás actividades a las que se enfrenta diariamente».

Ahora bien, una cosa es tener el curro controlado y otra, perder la chispa, la creatividad. Y eso no es bueno ni para la empresa ni para el trabajador.

EL COACHING COMO TERAPIA

Muchos de los consejos de expertos como Claman para despertar la creatividad en el trabajo y conseguir darle la vuelta a la tortilla van por el camino de tomar iniciativas. Pero ¿está el mercado laboral español abierto a empleados tan emprendedores?

Roberto Ortúñez, director de zonz en Bankia y coach, no lo tiene tan claro. En su opinión, en España no está bien visto ser demasiado creativo en el trabajo. Pero sí tiene claro que esto está cambiando y que ha de cambiar aún más. De momento, es el empleado el que se adapta a la empresa, pero las nuevas generaciones llegan con ganas de cambio y la clave va a estar en la flexibilidad.

«La flexibilidad es una virtud del siglo XXI y eso lo tengo claro», afirma Ortúñez. «Pero para adaptarnos a los nuevos trabajadores, va a tener que ser fundamental. Y sobre todo teniendo en cuenta el tema de la revolución tecnológica. Hoy por hoy, o hacemos caso a esa gente joven y nos adaptamos a ella o lo llevamos muy claro si pensamos que vamos a contratar a gente y ellos van a hacer lo que nosotros queramos. No».

Pero, mientras eso llega, los que ya estamos inmersos en el mundo laboral y nos toca aguantar en un sistema tan poco abierto, ¿qué podemos hacer para no volvernos grises?

Una opción, por ejemplo, es acudir al coaching. Pero no esperes a alguien a quien le vas a contar tu problema y te va a dar la panacea para todos tus males de currito aburrido. No. La cosa andará más cerca de una consulta psicológica que de una asesoría de recursos humanos.

«Yo no doy consejos a nadie cuando tiene un problema», explica Ortúñez. «El coaching va más de buscar, de acompañarte en la búsqueda de la solución a tu problema. Que busques tú dentro de ti la solución a tu propio problema». A través de una serie de conversaciones, el coach te planteará preguntas abiertas que te llevarán a reflexionar cuál es tu situación y cómo solventarla. Porque muchas veces creerás que el problema es el trabajo y acabarás descubriendo que no es eso sino tu jefe, el equipo que diriges o tus compañeros de trabajo.

Despertar la creatividad en el trabajo

Lo que se busca es que el trabajador que expone un problema libere sus emociones, reflexione sobre sus verdaderas causas y las verbalice. Y, a partir de ahí, que él mismo encuentre la solución. «Por ejemplo, podemos decirle a tu jefe, abiertamente, que creemos que puedes ser mucho más aprovechable en otro departamento y decirle en cuál. Otro planteamiento es tener una iniciativa en el trabajo que no sea usual y cambiar o ampliar el proyecto sobre el que estás trabajando». Son solo un par de ejemplos basados en la experiencia real de Ortúñez como coach.

Cuanto más grande sea la empresa, más abierta estará a este tipo de prácticas y sugerencias por parte de sus empleados. «Las empresas, al final, lo que quieren aprovechar es el talento», comenta el coach. «Igual no tenemos que esperar a que la iniciativa de ese cambio parta de la empresa. Podemos intentar que la iniciativa de esto parta del empleado». Y concluye: «Al final, la conversación entre el coach y el empleado tiene que ser facilitadora. El coaching es bueno para el empleado, pero al final tiene que haber cierto grado de permisividad por parte de la empresa».

EN LA NOVEDAD ESTÁ LA CLAVE

Pero si lo tuyo no va por el camino de la reflexión y necesitas escuchar en boca de otros la solución a tus males, aquí van unos cuantos:

Priscilla Claman sugiere que centremos nuestros pensamientos en una clave: «nuevo». Conoce a gente nueva en el trabajo, habla con nuevos clientes, pide nuevas tareas, aprende a manejar un nuevo programa informático… Todo eso proporciona retos distintos, nos saca de nuestra zona de confort y nos estimula.

Marta Sanz también apuesta por la búsqueda de actividades nuevas dentro del puesto de trabajo, pero recuerda que antes es necesario cambiar la actitud. «Identifica tus pensamientos negativos y transfórmalos en positivos», aconseja. «Cambiar siempre es más fácil cuando uno tiene ganas de aprender, aportar ideas y crecer profesionalmente».

Despertar la creatividad en el trabajo

MÉTETE EN LÍOS

Para Pep Torres, lo fundamental es buscar la proactividad. «Ahí es donde empieza a haber creatividad, cuando tú eres proactivo. Cuando haces algo que no se espera que hagas, más allá de tus atribuciones. Y ahí es donde puedes tener tu propio terreno creativo», enfatiza. «Yo, para salir de ese entorno opresivo de no creatividad, de aburrimiento total, de cumplir horario y todo eso, lo que hago es pensar siempre si puedo sorprender, si puedo idear algún proyecto que tenga sentido para la compañía; pero motu propio, es decir, me invento proyectos. Porque dentro de lo que es la estructura de empresa normal, del trabajo de cada día, es imposible ser creativo. De hecho, está penalizado».

Y puntualiza: proactividad sí, pero con rendimiento económico; tiene que dar resultado de dinero; que tu plan, tu proyecto, tu idea sean beneficiosos para la empresa. «Ahí es donde te dejan un espacio, una especie de recreo creativo; un espacio donde sí que puedes ser un poco más tú».

A esa proactividad, Enrique Tellechea la llama «meterse en líos». «Provocar proyectos, proponer ideas… ampliar el campo de visión», explica este imaginador corporativo, como él mismo se define en su tarjeta de visita. Pero también matiza: «Esto es solo para algunos perfiles. Ojalá fueran más numerosos. Mucho ojo: antes de hacerlo, asegúrate de que tu jefe es el interlocutor adecuado y de que no está aún más aburrido que tú. En ese caso, la forma de afrontarlo debiera ser otra. Tu argumentación debiera estar construida desde la posibilidad de entretenerle a él».

INTERACTÚA, MY FRIEND

Claman apuesta por la interactuación con otros equipos cuyas áreas de trabajo sean distintas de la tuya. En esas intersecciones, como ella las describe, es donde puede encontrarse y desarrollarse un montón de creatividad. Así que lo esta experta recomienda es buscar espacios donde las funciones de tu departamento puedan cruzarse con las de otros. Buscar esos lugares comunes puede ser la clave para alejar la rutina. Y si los encuentras, preséntate voluntario para participar en cualquier actividad de este tipo que se dé, sea cual sea.

No lo ve tan claro Torres. «El problema de interconectarte con departamentos de yo qué sé es que al final es como cantos de sirena. Te planteas hacer un proyecto con otros y al final acabas haciendo algo gris, apagado…». Torres recomienda no dejarse impresionar por esas oficinas donde tienen despachos con el rutilante nombre de Innovation Center o Creative Corner, con sus mesas de pin-pon y sofás de colores. «Huye. Vete corriendo de ahí. Porque te meten ahí dentro y te convierten en la antítesis. Al final acabas haciendo un brainstorming con pos-its.

Despertar la creatividad en el trabajo

CONVIERTE LOS OBSTÁCULOS EN OPORTUNIDADES

La necesidad es la madre de la invención, dice un proverbio inglés. No actuamos, no buscamos otros caminos hasta que no encontramos un obstáculo en ellos, hasta que no nos vemos en apuros y con el agua al cuello. Si es tu caso, plantéate la situación desde un punto de vista positivo y considéralo como una oportunidad. Empieza por analizarlo: ¿por qué ha surgido el problema?, ¿cuáles son sus efectos?, ¿qué otras formas puede haber de llegar a los objetivos que me he propuesto?

Claman aconseja seleccionar primero aquellos problemas que puedas solucionar y a partir de ahí, ir a más. «Constrúyete una reputación como solucionador de problemas»

CREA TU PROPIO ESPACIO DE TRABAJO

Pequeños gestos como cambiar la disposición de los muebles de tu despacho (si es que tienes uno para ti en exclusiva) o decorar tu mesa como más te guste pueden ser importantes para conseguir sentirte cómodo en tu puesto. Dejas salir tu lado creativo y creas un refugio frente a la alienación de lo colectivo que suele llevarte al lado oscuro de la rutina y el aburrimiento.

«Otra forma que tengo yo es que me aíslo», explica Pep Torres. «Esté donde esté, me pongo cascos y música para aislarme del entorno, hacerme mi mundo interno para que sea todo mucho más digerible. Porque uno de los problemas que hay es que el entorno te quita el color, te aplatana».

«Si tú eres creativo y quieres llevar una vida creativa, has de huir de estos espacios como sea», recomienda. «Estos no son entornos para la creatividad. Y lo digo también a nivel personal. Te das cuenta de que al final acabas haciendo powerpoints y porquerías. Acabas haciendo cosas que no tenías que hacer y te acabas haciendo pequeño. A veces pienso que las empresas grandes te hacen pequeño y las empresas pequeñas te hacen grande».

Despertar la creatividad en el trabajo

COMPARTE LO QUE SABES

Decía un antiguo anuncio en televisión que animaba a donar sangre que compartir es vivir. Pues bien, comparte. Cuenta a otros compañeros y a tus jefes las ideas que has tenido, lo que aprendiste cuando pasaste por una experiencia similar en otra ocasión. «Medita sobre otras posibles formas de hacer tu trabajo y compártelas con otros», recomienda Sanz.

Claman apuesta también por esto: «Nada aclara mejor tus pensamientos que compartir lo que sabes, ya sea creando un blog, en una sesión de entrenamiento o como mentor de alguien. Busca esas oportunidades. Voluntariamente. Te sorprenderás del compromiso y la felicidad que te hará sentir».

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Diez minutos al día, el tiempo necesario para alcanzar la felicidad según la psicóloga Sandi Mann

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Sandi Mann, psicóloga clínica y profesora de la Universidad Central de Lancashire, asegura que la mayoría de los problemas de salud mental están «envueltos» bajo la capa de la felicidad. Tanto nos preocupa alcanzar ese nirvana que acabamos estresados y agotados mentalmente. 

Aunque no siempre fue así. «La búsqueda de la felicidad es una idea moderna. Por ejemplo, hoy esperamos ser felices en el trabajo, ¡mientras que antes solíamos ir a trabajar solo para alimentar a nuestras familias!».

La felicidad convertida en commodity de la vida moderna nos angustia. Tenemos que ser felices por decreto y a veces el problema radica en que no sabemos ni lo que eso significa. «Realmente necesitamos definir lo que es felicidad. Creemos que si tenemos más, ganamos más, etc., seremos felices. Pero realmente necesitamos saber qué es lo que de verdad nos hace felices».

Todo es cuestión de perspectiva. Y de tiempo. Aunque de esto último tampoco hace falta demasiado. Según el plan que Mann propone, basta con 10 minutos al día. Suficiente para pararnos a reflexionar sobre lo que tenemos, hemos conseguido y queremos seguir logrando.

A partir de su experiencia como psicóloga clínica y sus investigaciones en el campo de la psicología positiva, Sandi Mann ha desarrollado una teoría que concreta en su libro Ten Minutes of Happiness. Esta se basa en plantearse estas seis preguntas cada día: 

1 ¿Qué experiencias, por mundanas que sean, te resultaron satisfactorias?

Unas risas con los compañeros a la hora del café o la victoria de nuestro equipo pueden proporcionarnos pequeños instantes de felicidad.

 2 ¿Qué felicitaciones y comentarios recibiste?

Eso de que los elogios debilitan no es cierto. A veces lo que nos desgasta es centrarnos en las críticas negativas que recibimos y no prestar atención a las positivas.

3 ¿Qué te hizo sentir afortunado?

En ocasiones parece que la buena suerte nos esquiva. Y tal vez lo que ocurre es que no reparemos en su presencia cuando nos topamos con ella. ¿O es que no es potra encontrarse todos los semáforos abiertos cuando vamos al trabajo con prisas?

4 ¿Cuáles fueron tus logros, por pequeños que fueran?

Subir las escaleras en lugar de utilizar el ascensor no es hacer un Ultraman, pero requiere de cierta voluntad y, por tanto, puede considerarse un pequeño logro. 

 5 ¿Qué te hizo sentir agradecido?

«¡Vivimos demasiado centrados en el mí, mí, mí», denuncia Mann, lo que impide que a veces se nos escapen actos de bondad de las personas de nuestro alrededor. Abrir los ojos y estar receptivos a este tipo de detalles nos hará más felices. 

6 ¿De qué manera expresaste amabilidad?

Es también el egocentrismo el que nos impide entender que hacer algo por los demás resulta de lo más satisfactorio. La solidaridad puede ser el camino más directo a la felicidad.

  Sandi Mann felicidad

Sandi Mann aconseja establecer una rutina al final del día para pararse a pensar y apuntar todos estos logros diarios. Escribirlos es necesario para poder consultarlos pasado un tiempo. Un recurso muy útil contra las malas pasadas que nos juega la memoria asociativa, esa que tiende a recordar solo los malos momentos cuando estamos de bajón. 

El método de Mann no garantiza la dicha, aunque sí efectos positivos (de mayor o menor intensidad) en el estado de ánimo y menos estrés para quien lo practique. Aunque avisa que no es la panacea: si este tipo de consejo no funciona, puede que estés pasando por una depresión y requieras la atención de un profesional en salud mental.

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De cerca nadie es normal

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Julio Villanueva Chang, uno de los grandes editores de habla hispana, impartirá un taller de crónicas de personajes los próximos 12 y 13 de octubre en Madrid en colaboración con Yorokobu y Prodigioso Volcán.

De cerca nadie es normal es un taller de perfiles de catorce horas, donde el maestro propone una ruta para pensar, producir y publicar perfiles en libros, documentales, radios y periódicos del mundo. Entender a una persona, sea pública o anónima, exige un trabajo de indagación tan atlético como intelectual.

Hay dos preguntas esenciales: ¿De qué se trata una historia? ¿Qué tiene que ver esa historia contigo?

Para ensayar respuestas tentativas, se trata de resolver: ¿Qué clase de preguntas exige una entrevista para una futura crónica? ¿Cómo conseguir acceso a las personas por entrevistar? ¿Cómo ganar su confianza para acompañarlas más allá de la situación teatral de una entrevista? ¿Cuán confiable es publicar una historia sin haber podido hablar con el protagonista? ¿Qué elegimos anotar durante una escena en la que somos testigos? ¿Cómo reconstruimos y narramos una escena cuando nunca hemos estado allí y, sobre todo, cuando el acto de recordar de un testigo es, por naturaleza, defectuoso? ¿De qué nos acordamos y olvidamos al acabar una historia?

Y a fin de cuentas: ¿Cómo crear empatía, crítica y memoria? ¿Qué hacemos para que lo que nos importa le importe también a todo el mundo?

El taller es un ejercicio en voz alta sobre cómo conseguir la atención y la empatía de un desconocido ante una historia que parece no ser asunto suyo.

Es, además, una muestra del trabajo de Villanueva Chang como editor y cronista en los últimos veinte años.

En el taller se ofrece a los alumnos material impreso con fragmentos de unos quince perfiles en español e inglés, que discutiremos como casos ejemplares: un matemático fuera de serie, el futbolista más genial del mundo, un Premio Nóbel de Economía que llega siempre tarde, una bebida gaseosa que derrota a la Coca Cola, un sonidista de cine que anda con tapones en los oídos, los ministros de un presidente revolucionario, un torero que quiere escalar el Himalaya, el deconocido portero de un edificio.

Son muestras de experiencia para resolver desde la labor de campo (entrevistas, observación, apuntes) hasta el solitario trabajo de escritorio (archivo y narración). Chang compartirá sus experiencias de edición con autores que durante más de una década publicaron en Etiqueta Negra y Etiqueta Verde.

Durante una década, Chang ha llevado su taller a lugares como Buenos Aires, San Salvador, Barcelona, Ciudad de México, Rio de Janeiro o Nueva York. A sus talleres han acudido periodistas, historiadores, maestros, cineastas, economistas, arquitectos, publicistas, comunicadores políticos, psicólogos, diseñadores, estudiantes, vendedores y cosmetólogas. En suma, todos quienes, de uno u otro modo, tratamos con el carácter de una persona y de una comunidad.

El taller es un cajón de herramientas para producir un perfil, pero también es un debate sobre la dificultad de conocer a una persona y de ser justos con ella. «Si queremos producir historias conmovedoras y críticas —dice Chang— no sólo discutamos de los hechos, el periodismo y la narración: discutamos de prejuicios y mentalidades, de intuición y empatía, de neurología, es decir, de la naturaleza confusa y contradictoria de la gente».

El taller es, en resumen, una propuesta sobre cómo producir la historia de una persona no desde la superioridad moral de su importancia, sino desde cómo convertir en un asunto nuestro lo que aparece como lejano y ajeno.

Días:
Sábado 12 y domingo 13 de octubre
Un taller inmersivo de 14 horas durante los dos días
De 10.00 am a 5.00 pm

Lugar:
Prodigioso Volcán
C/El Escorial 17
28004 Madrid

Precio:
150 euros
(incluye un material de lectura de unas 130 páginas)

Inscripciones:
talleresetiquetanegra@gmail.com

 

QUIÉN ES JULIO VILLANUEVA CHANG

Es fundador de las revistas Etiqueta Negra y Etiqueta Verde, maestro de la Fundación García Márquez para el Nuevo Periodismo (FNPI) y miembro del Comité Consultivo de Radio Ambulante.org. Fue Premio de Crónicas de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Ha publicado De cerca nadie es normal, una antología de sus perfiles (Ferran Adrià, Gabriel García Márquez, Ryszard Kapuscinski, Juan Diego Flórez y Werner Herzog), de la que prepara una versión corregida y aumentada con perfiles de sus encuentros con el arquitecto Oscar Niemeyer, el director de orquesta Gustavo Dudamel, el exbailarín Julio Bocca, el jardinero Gilles Clément y el músico David Byrne. Fue editor del libro Messi, de Leonardo Faccio (Barcelona, Debate, traducido a quince idiomas).

Historias bajo su edición y dirección han ganado premios de Fundación García Márquez para un Nuevo Periodismo, Rey de España de Periodismo y Ortega y Gasset. Ha sido editor invitado en las revistas Internazionale (Italia), Letras Libres, (México-España), Cultura/s del diario La Vanguardia (Barcelona).

Ha sido profesor visitante del máster de periodismo de la Universidad de Barcelona-Universidad de Columbia, expositor en el TEDx Amazonia de Brasil y expositor en las conferencias de periodismo narrativo de la Nieman Foundation at Harvard, en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing y en las universidades de Stanford, Columbia y Yale. Sus textos, traducidos a seis idiomas, han sido publicados en El País Semanal, O Globo, Folha de S. Paulo, Feuilleton, National Geographic, McSweeney’s, The Believer, Words Without Borders y Dan Du 单读. Vive en Lima como si estuviese sólo de visita.

 

QUÉ DICEN DE ÉL

«El método de Villanueva Chang funciona tan bien que en sus perfiles ha emergido con nuevas verdades sobre sus personajes y también quizás sobre la naturaleza humana. Pero hay aún más: al leerlos uno se percata de que todas las figuras públicas elegidas por Chang —entre ellos Ferran Adrià, Werner Herzog, Ryszard Kapuscinski— son gente más bien como él mismo: perfeccionistas obsesivos que crean en los márgenes de un mundo conocido y que viven en una suerte de crepúsculo perpetuo, ocultos detrás de sus mitificadas imágenes públicas».
–Jon Lee Anderson–

«Etiqueta Negra es la mejor revista del mundo, y yo no digo las cosas por decir».
–Ferran Adrià–

«Etiqueta Negra tiene un nivel artístico altísimo y admiro el esfuerzo que ponéis en editarla».
–Ryszard Kapuscinski–

«Villanueva Chang viene a ser para esta generación algo así como el gurú-editor».
–Babelia. El País–

«Los textos de Etiqueta Negra sufren el vigoroso tratamiento de Chang, un maniático del editing, se dice, como en su día lo fue Bill Buford en el Granta de los ochenta».
–Jorge Herralde–

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¿Tiene futuro el futuro?

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Los mejores momentos de la humanidad siempre fueron aquellos en los que los poderosos tomaban decisiones que les trascendían. Construían catedrales a sabiendas de que no las verían terminadas. Llegaban a acuerdos transnacionales cuyas ventajas no llegarían a disfrutar.

Hoy, en cambio, se ha impuesto el corto plazo en todos los ámbitos del poder.

Los políticos, conscientes de que sus privilegios tal vez no superen una legislatura, filtran sus decisiones teniendo en cuenta esa frontera temporal de cuatro años. Nada que lo exceda merecerá ser tenido en consideración salvo que les sirva para ser reelegidos.

Esa es la razón por la que ya cuesta tomarse en serio a los políticos. Y también del poco estatus del que disfrutan. Conscientes de su insolvencia para afrontar los temas realmente importantes como es el cambio climático o el incontrolado poder de las grandes corporaciones tecnológicas, optan por la simulación de un papel que en realidad no desempeñan.

Porque ninguno de esos grandes temas tiene solución a corto plazo. Ellos los saben, pero da la sensación de que hubieran firmado un acuerdo entre todos para abordarlos tan solo con declaraciones de carácter general de cara a la galería. Relegando, para el debate político, cuestiones intrascendentes que en nada delatarán cuán ínfimo es el poder que fingen representar.

Pero esta es una situación que no se da tan solo en el ámbito de lo político. En el campo económico hay en la actualidad muchas empresas incapaces de afrontar la transformación tecnológica o la estresante dictadura de la cotización en Bolsa. Y sus dirigentes, lejos de abordar las cuestiones de fondo, fingen seguir adelante hacia un futuro en el que, ellos lo saben, no tienen la menor posibilidad de sobrevivir.

Esto es algo que también sucede en otros sectores, como el universitario, el financiero, el de la distribución o el del entretenimiento. Y en todos ellos se ha instalado, como una enfermedad letal, el cortoplacismo y el encubrimiento.

En Estados Unidos tienen un dicho que es la religión de los cortoplacistas: «One day, one dolar». Es decir, en situaciones de crisis, cobrar el sueldo otro mes ya es una victoria. Por eso, muchas de las decisiones que toman los dirigentes de hoy en día están fundamentalmente orientadas a sobrevivir un día más aún a costa de no afrontar jamás los retos del mañana.

Lo malo es que, si esta situación se prolonga, resultará difícil imaginarse un futuro mínimamente optimista para el resto de la humanidad.

En un mundo en el que un gobernante es capaz de abstenerse ante los problemas que afectan a nuestra propia supervivencia, o que un directivo de empresa puede gestionar la misma desde una estrategia pensada exclusivamente en mantener sus ingresos, la orfandad en la que nos movemos es desoladora.

La caída del Muro de Berlín terminó con un comunismo totalitario en el que los intereses de la inmensa mayoría se supeditaban a los de unos pocos. Pero esa caída no benefició al otro bando. Tan solo nos ha embarcado en un nuevo escenario en el que los políticos fingen mandar, los directivos fingen resolver y el futuro finge seguir adelante.

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Magoz, el ilustrador que tiende al ‘poco’

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Cuando alguien accede al sitio web del ilustrador barcelonés Magoz, lo primero que encuentra es a un perpetuo caminante cargado de lápiz y libreta, es decir, las figuras paradigmáticas del trabajo y la creatividad.

La combinación del estilo de Magoz –que apela a la escasez y la sencillez– y el contenido que el ilustrador ofrece en esa páginas, definen con precisión quién es y cuál es su filosofía ante el trabajo y el conocimiento.

Magoz es autodidacta y muy consciente de cómo ha avanzado la humanidad a lo largo de la historia. «Que otros compartan sus hallazgos me facilita muchísimo mi propio aprendizaje. Una vez que he creado, testado y usado mis propios procesos y herramientas, ¿por qué no compartirlos? Así es exactamente como la humanidad ha evolucionado. Siendo aprendices y maestros al mismo tiempo», explica.

La oferta de bienvenida al universo creativo y productivo de Magoz es un kit de herramientas útiles para freelances y creativos, y una selección de artículos prácticos. Acerca de cómo utiliza Illustrator; acerca de cómo escoge y emplea el color de sus proyectos; acerca de cómo consigue alcanzar los mayores índices de productividad en su trabajo. Si alguien quiere transitar por el camino que él trazó, ahí está el GPS, a un email de distancia.


Magoz eliminó todo aquello que absorbía su tiempo útil y se declaró un ilustrador nómada
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El resumen podría establecerse en algo así: que sea poco y que sea útil. Que se pueda exprimir el tiempo de trabajo al máximo y que permita disfrutar del tiempo libre que un alma libre necesita.

Como profesional, Magoz se ha despojado de todo lo accesorio. «No tengo personas a mi cargo ya que me permite tener un control, flexibilidad y libertad que no son posibles en una estructura de empresa tradicional. Bajo esta premisa, mi objetivo es reducir mi tiempo empleado en tareas administrativas el máximo posible».

boxeo-magoz

El barcelonés comenzó a desarrollar el año pasado lo que él llama un sistema operativo con el que controla todos los procesos de su vida. Le permite supervisar el estatus de cada tarea, llevar la contabilidad, visualizar el uso de su tiempo e incluso exportar su declaración de la renta. «Es algo así como un asistente personal más inteligente y eficiente que yo. Se ocupa de las tareas que deben hacerse, pero a las que no quiero dedicar mi tiempo. Y más importante aún, elimina el error humano de la ecuación, ya que todo está automatizado», cuenta.

La otra clave de su personal modelo productivo pasa por aniquilar la pérdida de tiempo. Por ejemplo, Magoz mandó la tele a tomar viento. «Identifiqué el patrón salón-sofá-televisión como un agujero negro de mi tiempo que no me aportaba nada». También cuadriculó su uso de las redes sociales. «Eliminé todas las redes sociales que no me aportaban. Las que no eliminé, las dejé de usar como fuente de ocio y ahora cada una de ellas tiene un objetivo claro, por lo que solo entro en ellas con un motivo muy específico». A pesar de todo, Magoz afirma que «la batalla nunca termina» y que la tentación no cesa. Evitar un uso inconsciente del tiempo es el mejor remedio contra la improductividad. 

Lo mínimo como solución a los problemas

Una buena parte del discurso profesional de Magoz se articula en torno a un objetivo: encontrar algo que se define como la solución elegante, es decir, encontrar la solución efectiva a un problema con el menor gasto posible en materiales y sudor. «Cuando doy con una posible solución, pongo a prueba cada proceso, buscando siempre la mejora en cada iteración. Irremediablemente, eso me llevó a la programación y a crear herramientas que automatizan esos sistemas. Los procesos dejan de ser tan abstractos y ya no son únicamente un conjunto de reglas, sino que tienen una interfaz y se vuelven mucho más tangibles, haciéndolos más intuitivos y más divertidos», señala.

Mantener cada parcela en lo mínimo posible ha hecho que sus posesiones también sigan ese principio y, no se sabe si como causa o consecuencia, su vida se haya podido convertir en una existencia nómada.


La organización estricta del trabajo de Magoz le permite liberar tiempo para vivir
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Magoz decidió empaquetar lo básico hace seis años y emprender un futuro sin coordenadas fijas. Se declaró nómada y se marchó a Bristol porque lo primero que necesitaba era mejorar su inglés. De ahí, al sudeste asiático, a Finlandia y a Europa del Este. «En estos años he recorrido más de 30 países. El nomadismo me ha permitido construir cada parte de mi vida a mi manera, empezando por los cimientos y añadiendo nuevos pisos a medida que mi opinión, filosofía de vida y preferencias se han ido formando», dice el barcelonés.

Para conseguir que esta peculiar concepción de la vida laboral fuera realizable, Magoz ha tenido que sistematizar los protocolos. Cuando viaja, divide sus días en dos para poder trabajar y disfrutar de los destinos a la vez. Si quiere estar 5 días en una ciudad, reserva 10 para tener tiempo libre suficiente.

Un calendario digital y una app de listas de tareas le ayudan a organizar cada jornada. Unas hojas de cálculo consiguen mantener a los clientes catalogados y la comunicación con ellos al día. Un portátil, un iPad y unos auriculares con cancelación de ruido consiguen que su estudio se alce temporalmente sobre casi cualquier superficie horizontal.

El ilustrador trata de hacer entender que también hay una parte importante de sacrificio. «Trabajar desde una playa paradisíaca suena genial (y lo es), pero requiere mucha más voluntad para no dejar tus tareas para el día siguiente. Uno tiene que acostumbrarse a trabajar casi desde cualquier parte en diferentes contextos».

También ha de acostumbrarse al cambio en el apartado social. «Las relaciones personales mutan. Algunas de ellas florecen ya que, paradójicamente, la distancia te acerca a algunas personas. Mientras que otras que considerabas sólidas, se disuelven e incluso desaparecen. Pero, por otro lado, el viaje es una fuente inagotable de conocer a nuevas personas y algunas de ellas se vuelven tus mejores amigos», cuenta Magoz.

Magoz ha hecho de lo poco virtud. Ha reducido sus herramientas, su ropa y sus propiedades al mínimo. «La frugalidad, a pesar de tener muchos beneficios, implica en muchos casos no poder tener aquello que te apetece tener y que podrías tener si no estuvieras en modo nómada». Pero algo hay que tirar por la borda cuando el beneficio pasa por tener la sensación de viaje perpetuo en equilibrio con la vida laboral.

El decálogo de la productividad trotamundos de Magoz

  1. Reduce tu equipo al máximo.
  2. Mantén los asuntos legales y contables bajo control. Delega.
  3. Crea presupuestos y planifica las estancias.
  4. Vence a la procrastinación aunque el destino sea tentador.
  5. Duplica el tiempo en los destinos: trabaja la mitad del tiempo, disfruta del tiempo libre la otra mitad.
  6. Comparte tu conocimiento.
  7. Elimina de tu vida aquello que ocupe tu tiempo y cuyo objetivo no tengas claro.
  8. Crea procesos, automatismos y alarmas para las tareas repetitivas.
  9. Asume que puedes estar solo o tenerlo difícil para entenderte con los locales.
  10. Busca la solución elegante: eficiencia y sencillez.

 

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‘Si al terrore’: el cine de género italiano, protagonista del Festival de Sitges

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Es una de las frases más repetidas en el mundillo cinematográfico, pero no deja de ser cierta: el cine es el reflejo de la vida. En ocasiones es un reflejo fiel y directo, cristaliza en forma de documentales y películas basadas en hechos reales. Pero lo normal es que haga falta un análisis más en profundidad para ver las sinergias invisibles que se tejen entre realidad y ficción.

A veces el terror es la mejor manera de hablar de la vida. La roja sangre, la metáfora más acertada para reflejar la gris realidad. Es lo que sucedió en Italia, en los años 70, cuando una pléyade de jóvenes directores quiso hablar de la situación social y política contando historias de terror y fantasía. No es que la realidad fuera menos violenta. Hablamos de los llamados anni di piombo italianos, una época de ansiedad social, terrorismo y violencia después del espejismo utópico que supuso mayo del 68.

That’s La Morte: Italian Cult Cinema and the Years of Lead, es el retrato documental de aquella época que hace Xavier Mendik. El documental se presenta dentro del Festival de Sitges y bascula entre la realidad y la ficción, con entrevistas a directores de la época como el mítico Dario Argento.

That’s La Morte: Italian Cult Cinema and the Years of Lead – Trailer from Xavier Mendik on Vimeo.

Uno de los mejores ejemplos de este fenómeno lo ofrece Holocausto Caníbal (Ruggero Deodato, 1980). Calificada como el primer falso documental de la historia del cine (una fórmula que después imitaron cintas como La Bruja de Blair) es una de las películas más violentas, controvertidas y explícitas de la historia.

Ruggero Deodato, su director, tuvo la idea de crear la película tras ver la manera en la que se cubrió la muerte de Aldo Moro. El director se escandalizó por la forma morbosa en la que se informó del evento, poniendo el foco en los actos violentos de su secuestro y asesinato a manos de las Brigadas Rojas.

Por eso ideó la historia de un falso documental que hablara sobre nuestra fascinación con la violencia. La trama mezcla realidad y ficción y parte de unas cintas encontradas en la selva.

El metraje documenta el viaje de un grupo de reporteros que conocen a las tribus caníbales del Amazonas con terrorífico resultado. El material, cedido a una cadena de televisión, mostraba imágenes de una violencia extrema. Pero los ejecutivos de la cadena deciden publicarlo porque «la sangre significa audiencia».

La historia de esta película da para otro documental. Y de hecho así ha sido, en el marco del festival de Sitges también se proyecta Deodato Holocaust, una cinta sobre lo que sucedió fuera de pantalla al estrenarse este clásico del gore.

Holocausto Canibal reflexiona sobre la fascinación por la violencia, y critica la sociedad moderna a la que compara continuamente con la de los tribus caníbales. Sin embargo en la época no se hizo una lectura sosegada de la cinta.

El brillante plan de Deodato, que pasaba por hacer pasar la película por un documental real, dio con sus huesos en la cárcel. La película fue confiscada y el cineasta, acusado de haber asesinado a sus actores y haberlo grabado. La cosa tardó en resolverse porque los protagonistas habían firmado un contrato que les impedía mostrarse ante el público. Pero finalmente uno de ellos se presentó en el tribunal para conseguir que se retiraran las acusaciones contra el director.

Más difíciles fueron de refutar las acusaciones de brutalidad contra los animales, pues la película muestra la muerte real de ratas, serpientes, tortugas cerdos e incluso la decapitación de un mono.

Holocausto Caníbal arrastró una fuerte polémica, su director debió luchar en los tribunales durante tres años para levantar su prohibición de la película, que ha sido censurada, cercenada y revisionada en numerosas ocasiones. Nadie quería trabajar con él, pero con los años, Deodato se convirtió en un maestro del horror. Y no hay mayor prueba que la presencia de su documental en Sitges.

No será la única cinta de este director en el Festival de Sitges. También se presenta Los invasores del abismo dentro de la retrospectiva Apocalypse domani recogerá títulos clave de la exploitation italiana de ciencia ficción desarrollada a finales de los años 70 como SHE (Avi Nesher, 1983), Robowar (Bruno Mattei, 1988) y Rats Notte di Terrore (Bruno Mattei, 1984), entre otras. Y siguiendo en el mundo italiano de género, se repasará la vida y obra del director italiano Lucio Fulci a través del documental Fulci for Fake.

Películas y documentales muy distintos pero con una unidad temporal y sobre todo geográfica. Hablan de civilizaciones perdidas, de guerras con robots y de asesinos sanguinarios. Pero sobre todo hablan de quienes las hicieron y del contexto en el que fueron creadas.

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Antifa: un manual para luchar contra el marketing de la ultraderecha

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La cultura del siglo XX cuenta con un buen número de nazis pasándolas canutas, siendo acribillados, hechos carne picada por las hélices de un avión o con la sesera barnizando un bate de beisbol.

Indiana Jones, el Oso Judío interpretado por Eli Roth en Malditos Bastardos o cualquiera de los que fueron a Salvar al soldado Ryan son ejemplos de cómo al espectador medio mundial –no digamos ya al estadounidense– le gusta ver al fascismo morder el polvo.

Pero, claro, una cosa es cuando el nazi viene blandiendo la Luger y dándole al botón de la cámara de gas de La Lista de Schindler y otra cuando reparte kilos de arroz a personas necesitadas con la condición de que sean nativas de su país.

El problema viene en un tiempo en el que se hacen muchos esfuerzos por no dejar tan claro quién es el fascista y en el que los fascistas, una vez identificados, van vestidos de manera respetable y con discursos alejados de la belicosidad de sus antecesores de hace poco menos de un siglo.

El riesgo de que que el acceso a las cuotas de poder se produzca ha estado siempre ahí y, de hecho, ese acceso se suele producir por métodos democráticos. Una vez dentro, comienzan a pasar por normales peticiones como las de ayer mismo en El Ejido (Almería).

Allí, la coalición en el ayuntamiento formada por PP y Vox ha solicitado abandonar el sistema de seguimiento de víctimas de violencia machista. Debates que antes estaban superados y remiten a las cavernas de la moral.

Mark Bray, historiador y uno de los fundadores del movimiento Occupy Wall Street, denomina a estos ejemplares nazis de corbata. Su libro Antifa, el manual antifascista (Capitán Swing, 2019) analiza el origen y naturaleza de los movimientos antifascistas en todo el mundo y trata de contextualizarlos en la realidad política contemporánea.

antifa

Mark Bray entrevistó para su libro a antifascistas de 17 países. La duda llevaba sembrada en el movimiento un tiempo considerable. «¿Qué vamos a a hacer cuando nuestros enemigos se presenten como respetables?».

Lejos de las agresivas estéticas skinheads o militaristas, la entrada de la ultraderecha a las instituciones se acerca más a un manual de marketing (sobre todo online) que a un panfleto político. «Ya Hitler tenía interés en el marketing. La esvástica, por ejemplo, era un símbolo de la ultraderecha alemana antes de Hitler, pero él cambió el diseño. Él sabía que la política electoral era una forma de marketing y entendió eso más que los partidos de la izquierda. Después de la II Guerra Mundial, hemos visto que muchos fascistas han entendido que para ganar influencia no puedes presentarte como un skinhead», explica el escritor estadounidense.


La entrada de la ultraderecha a las instituciones responde más a un manual de marketing (sobre todo online) que a un panfleto político
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El packaging fascista se ha hecho mucho más amable. Los derivados de nazis y fascistas han perdido el miedo a diferenciarse y exhibirse en lugares como Alemania, donde no hace mucho eran impensables manifestaciones numerosas de neonazis. Mark Bray dice que hay algo peor que esa visibilización. «Es su influencia en los partidos de centro derecha. No siempre hace falta que la ultraderecha gane para que la ultraderecha gane». En el momento en que sus propuestas ocupan la agenda, todo el mundo pierde.

Para Mark Bray, el auge de líderes ultraderechistas o cercanos a esas posiciones como Jair Bolsonaro, Donald Trump o Matteo Salvini responde a una táctica de choque de las esferas de poder. «El fascismo o movimientos parecidos han tenido éxito cuando las élites tradicionales no han tenido éxito eliminando la amenaza de la izquierda revolucionaria», explica el escritor. «Con las raíces del fascismo en el patriarcado, el racismo y el capitalismo, siempre existe la posibilidad de que en un tiempo de crisis surja algo así.  No necesariamente fascismo. Alguna manera de autoritarismo ya que las definiciones de estas cosas cambian de un tiempo a otro».

Bray comenzó su activismo a principios del milenio, con la oposición antibélica a George W. Bush. Su decepción ante la ausencia de cambios le llevó a impulsar Occupy Wall Street junto a otras personas y colectivos. El estadounidense dice que toda esa experiencia ha sido importante para Antifa, el manual antifascista.

También ha servido de semilla para que el activismo y la militancia alarguen sus tentáculos y su influencia, aunque, a su juicio, no se hayan alcanzado los objetivos. «Mi aspiración era que consiguiéramos una forma de democracia directa y es un poco decepcionante ver esta política en las urnas, pero es cierto que el perfil del socialismo en la sociedad es más amplio».

Alternativas como Bernie Sanders, Democratic Socialists of America, Brand New Congress o Justice Democrats sirven de base para repensar el futuro del pensamiento progresista en Estados Unidos.

Para Bray, esto es importante porque la adhesión masiva de personas es de vital importancia y que la sociedad se mantenga alerta. «Las perspectivas fascistas no suelen ser diferentes del centro del espectro político. Es decir, no toda la población está tan interesada en eliminar el peligro del fascismo», afirma.

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Cinco tácticas del cuerpo para boicotear tus decisiones ‘racionales’

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Decidir seguir leyendo este artículo no cambiará tu vida. O sí. Acaso pueda lograrlo de rebote. Porque las grandes decisiones están claveteadas de nimiedades que no tienen nada que ver con la razón, y ser consciente de ellas podrá ayudarte a escoger opciones con el juicio menos contaminado.

 En el próximo atolladero de tu vida, cuando tengas que elegir entre dos senderos que se bifurcan, te acordarás de que, a veces, el contenido de lo que llamas intuición depende de tus horas de sueño, de si has comido o no o qué sabor has degustado. Interrogar a tus primeros impulsos es una forma de encaminarse a la mejor opción. 

Tomar decisiones

JUEZ MAL COMIDO, VEREDICTO TORCIDO

La libertad de un acusado depende de las pruebas, de los tipos penales, de la maña de los letrados y también de los jugos gástricos de los jueces. 

La hora a la que se emite una sentencia influye en la dirección del fallo. A esa conclusión llegaron los investigadores Shai Danziger, Jonathan Levav y Liora Avnaim-Pesso en su artículo Factores extraños en las decisiones judiciales, publicado en PNAS en 2011. 

Tras analizar más de mil sentencias, detectaron que si los jueces «emiten dictámenes repetidos, muestran una mayor tendencia a gobernar a favor del statu quo». O sea, la banca gana y pierde el acusado. Los expertos advirtieron que un pequeño descanso para tomar una comida revertía este efecto. 

Los tribunales fallaban a favor de los acusados un 65% más cuando estaban despejados y recién alimentados: ya fuera al comienzo del día o tras el almuerzo. Los datos resultaban preocupantes porque demostraban que los derechos de una persona no están salvaguardados por una justicia libre de sesgos psicológicos. 

Aunque no pudieron determinar si el desencadenante del cambio de lente era la nutrición o el reposo mental (o ambos), sí evidenciaron que existen factores externos, subjetivos e inconscientes que hacían inclinar la balanza hacia un lado o el otro. 

Tomar decisiones

LAS NEGOCIACIONES, MEJOR CON EL CULO DURO

Un equipo de las universidades de Harvard y Yale llegó a la conclusión de que, en una situación de negociación y decisión, los objetos que nos rodean, la comodidad de las sillas o las mesas (en definitiva, el escenario táctil) pueden modificar el estado anímico de los intervinientes e influir en los resultados finales. 

Descubrieron cómo, en el escenario de una negociación por el precio de un coche, quienes se acomodaban en sillas blandas cedían más y aparentaban mayor debilidad que los individuos sentados en sillas más rígidas y duras, de actitud más agresiva y egoísta. De igual modo, la envoltura de un currículum puede determinar la percepción del empleador. Los candidatos que presentaban su currículo en una carpeta dura y más pesada eran vistos como mejor cualificados. 

«Las experiencias físicas no solo forman la base de nuestros pensamientos y percepciones, sino que influyen también en nuestra conducta hacia los demás. Y algunas veces esto ocurre simplemente porque estamos sentados en una silla dura y no en un sillón suave», explicó el psicólogo social John Bargh a BBC Mundo.

Tomar decisiones

LA FALTA DE SUEÑO Y LAS DECISIONES REPENTINAS

La falta de sueño atribula la habilidad del cerebro para tomar decisiones correctas. Cuando esta carencia afecta a personal de hospitales, servicios de emergencias o fuerzas armadas, las consecuencias pueden ser catastróficas. 

Los experimentos efectuados en laboratorio reportaban que la mala higiene del sueño propiciaba efectos minúsculos en la toma de decisiones, pero, en 2015, la Washington State University practicó pruebas equiparables al mundo real, incluyendo un margen de arbitrariedad e imprevistos. 

Los científicos analizaron la toma de decisiones como un proceso complejo que requiere que una persona aprenda de los resultados de sus acciones, se retroalimente de lo que ocurre alrededor y se adapte a circunstancias cambiantes. En el experimento, los sujetos privados de sueño y los descansados no presentaban grandes diferencias hasta que se introdujo un cambio brusco en la lógica de la prueba. 

Quienes no habían dormido suficiente empezaron a equivocarse, eran incapaces, por mucho esfuerzo que invirtieran, de empaparse de la nueva situación e información y actuar correctamente en consecuencia. Es la flexibilidad cognitiva la parcela afectada. La preocupación es tal que el departamento de Defensa de EEUU donó en 2018 2,8 millones de dólares para investigar el fenómeno.

Tomar decisiones

LA AUDACIA PARA ASUMIR RIESGOS SE SIRVE EN TETRABRIKS

Los sabores influyen en los niveles de temeridad o prevención que mueven nuestras decisiones. La universidad británica de Sussex comprobó en 2018 que los gustos ácidos multiplican el arrojo para asumir riesgos en quienes los consumen. 

El equipo repartió zumos salados, ácidos, dulces, amargos y umamis entre los voluntarios y los puso a jugar a una especie de patata caliente en el ordenador. Cada clic hinchaba un globo en la pantalla y les suponía una ganancia monetaria. Podían retirar su dinero en cualquier momento o seguir suministrando aire y ganando más, pero si se rompía el globo, se perdía todo el dinero. 

Los bebedores de sabor ácido se inclinaron en un 40% más por correr riesgo que quienes ingirieron los zumos dulces y umami, que desplegaron una actitud más comedida y conservadora.

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El circo (para adultos) ha llegado a la ciudad

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El dicho reza que pan y circo es lo que necesita el pueblo, pero la destilería californiana Lagunitas ha decidido darle una merecida vuelta de tuerca al concepto y ofrece ahora cerveza y circo, que es una combinación mucho más estimulante.

La legendaria cerveza artesanal californiana lleva unos meses introduciéndose en el mercado español, y para celebrarlo se les ha ocurrido traer a Madrid su fiesta insigne: el Lagunitas Beer Circus, que se celebrará este sábado 28 en el Autocine Madrid Race.

En el pasado el circo visibilizó a los frikis e inadaptados de la sociedad, puso el foco en realidades que normalmente se escondían. Hoy los frikis hemos ganado la batalla y no necesitamos estar encima de un escenario para reivindicar nuestra existencia. Por ello, Lagunitas llama a todo el mundo a celebrar aquello que le hace especial, a disfrazarse, a pintarse y a exagerar su auténtico yo.

En ediciones anteriores de este festival, como la que se celebró el pasado verano en Londres, lo más interesante fue ver cómo el espectáculo de tres pistas se fundía con el que se daba entre el público, cómo el show se diluía entre la gente. Los disfraces eran tan auténticos y el ambiente tan festivo que costaba diferenciar entre circo y realidad.

A este espectáculo democrático y transversal se unen otros reclamos destacables que pueden animar al público a comprar ya las entradas. Un nuevo recinto al abierto en el centro de la ciudad, food trucks, conciertos, y una cuidada selección de cervezas son algunos de ellos. El circo se convierte así en un espectáculo para mayores, y el cambio le sienta espectacularmente bien.

Hay otras modificaciones interesantes. Aquí el único animal que vas a ver es al simpático perrete que hace las veces de logo de Lagunitas, porque un circo con animales es tan anacrónico como uno con gladiadores. De hecho, parte del dinero de tu entrada irá destinado a la protectora de animales Salvando Peludos.

Su estética bebe de la tradición de los freak shows de principios del siglo XX, esa atmósfera que tan bien supo retratar Tim Burton en Big Fish o Ryan Murphy en la cuarta entrega de American Horror Story.

Pero Lagunitas Beer Circus trasciende la estética y es mucho más que un lugar instagrameable. La sinergia entre escenario y público es total y el ambiente que se crea no se puede retratar en ninguna foto. Además, el hecho de que se prescinda de las gradas y se limiten los espacios para sentarse proporciona cierto dinamismo y agilidad.

El circo es fiel reflejo de la sociedad a la que quiere entretener. Por eso, en su edición española, Lagunitas Beer Circus entronca con los espectáculos cabareteros del Berlín de entreguerras, con la actitud desenfadada del burlesque y la revista e incluso con el lenguaje del folclore español.

Los encargados de organizar este festival son los productores de los espectáculos de The Hole y de clásicos de la noche madrileña como Medias Puri o Uñas Chung Lee, lo que asegura altas dosis de fiesta y gamberrismo. Así que ponte tus mejores galas y prepárate para el espectáculo. El circo ha llegado a la ciudad.

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El síndrome del explorador: ¡No puedo parar de aprender!

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Algo empezó a llamarle la atención. Había muchas personas así: les pirraba aprender y buscaban trabajos que parecían llevarles, más que a la oficina, a la aventura.

«Esto es un patrón», pensó Arancha Ruiz.

Eran demasiados. Más que unos raros, parecían una especie. No resultaban conocidos; mucho menos, catalogados. No tenían nombre ni identidad.

La consultora de talento agudizó la observación, buscó los parecidos y anotó las palabras que se repetían en la boca de todos. Después consultó el hallazgo con psicólogos y científicos. Ninguno le rebatió una letra cuando ella dijo: «He detectado que hay personas adictas al aprendizaje».

Tan solo uno de los expertos apuntó un matiz:

—¿Adictos? ¿Crees que adictos es la palabra adecuada?

La adicción es una voz que suena a fango y perdición. Mejor sería dar otro nombre a este destacamento de individuos que forman la avanzadilla del mundo. A Ruiz le pareció bien. Lo rumió un rato y lo que al principio llamó «adicción al aprendizaje» lo convirtió en «síndrome del explorador».

La asesora vio que las personas con este hambre feroz de aprender optan por un mismo tipo de trabajo. «En su carrera profesional, si oyen la palabra nuevo, dicen: ¡Voy! Les encantan los retos. En cambio, la palabra procesos les echa para atrás. Si creen que no van a tener libertad para aprender, se van. Necesitan explorar».

Los une algo más: «Odian las etiquetas». Ese oficio escrito en su tarjeta de visita les oprime como el nudo de una corbata. Esa etiqueta es una celda que los arrincona en una identidad para toda la vida y una actividad que se repite una y otra y otra vez. Esa profesión los convierte en humanos mecánicos que, a ojos de los demás, no sirven más que para una faena. Es una maldición; un ‘eres peluquero, pues solo a cortar pelos’.

Esto no funciona en los individuos con síndrome del explorador. «Es muy difícil ubicarlos», dice Ruiz. «Dan la sensación de que están dispersos porque no se cierran a algo en concreto. No paran de dar vueltas porque están buscando».

Algo más los une: aman los comienzos. Les gusta la fase de arranque, el punto de partida. «Son iniciadores y emprendedores».

Poco a poco, consultoría tras consultoría, Ruiz llegó a una conclusión: «Para estas personas, la exploración no es un medio; es el fin». No es una forma de llegar a la meta; es la meta misma.

Puede que sea una actitud, una habilidad. Incluso un modo de vida. «A estas personas el aprendizaje les produce placer. Les genera una satisfacción que no les da ninguna otra cosa». Ruiz aclara que no habla de los empollones que se encierran en una biblioteca a memorizar temarios: «Estudiar es distinto. El ámbito académico es un entorno conocido en el que las personas inseguras se sienten cómodas porque todo está establecido. Les resulta familiar y se sienten protegidas».

Los exploradores, en cambio, se ahogan en las rutinas y las actividades blindadas en lo de siempre. «Ellos están en un continuo modo ON. Es gente que necesita destinar parte de su tiempo de trabajo a investigar y probar cosas nuevas», indica la experta en gestión de talento.

A veces la necesidad es tan intensa que esa primera definición de «adicto al aprendizaje» que esbozó Ruiz no es exagerada. «El aprendizaje genera placer y el placer puede llevar a una adicción». Este afán de descubrir tiene mucho en común con la necesidad de café, tabaco o azúcar. Empieza por hacerse necesario, continúa haciéndose imprescindible y acaba provocando ira si no se tiene. Es un pozo sin fondo. Querer saber más y más y más y llegar hasta la ira cuando uno cree que está perdiendo el tiempo. Como si le robaran la vida y la emoción.

En la historia quedan estampas de personas que ya lo sentían. Julio Verne contaba que se encerraba en su gabinete de trabajo, en el piso más alto y aislado de la casa; echaba dos vueltas a la llave de la puerta, por dentro, para que nadie pudiera abrir, y se hacía el sordo cuando su mujer le gritaba desde fuera para que bajara a tomar el té con las vecinas. El escritor se parapetada, con cerrojo y todo, de aquellas conversaciones hueras que pretendían robarle su tiempo de lectura y escritura.

El embudo creativo

El ingenio resulta de oleadas de curiosidad, lugares nuevos, espacios desconocidos y vivencias inesperadas. Dice la head hunter que los fanáticos del aprendizaje «son más creativos porque la creatividad requiere exploración» y lo explica con una imagen: un embudo en el que van entrando conocimientos y conocimientos hasta que un día se conectan entre sí y sale una idea creativa.

Ese picar aquí y allá nunca se ha entendido («¡A ver si el tío pone ya el huevo en algún lado!», dicen). No se comprende que alguien eche los raíles de un negocio y lo abandone cuando rueda por fin («¡Y ahora que empieza a ir bien, se va el imbécil!», protestan). A pocos le entra en la cabeza que a algunas personas lo que les gusta es crear, empezar, descubrir y cambiar. La monotonía y la rutina es la antesala de su muerte.

Pero la coyuntura actual está sacudiendo esa visión de la vida ideal construida sobre cadenas: un empleo fijo de por vida, una casa donde echar raíces y un matrimonio in sécula seculórum. Eran los tres pilares de la seguridad y la seguridad era la alfombra roja hacia la felicidad. Lo demás era visto como un despendole estupendo.

Esa aspiración inmovilista naufraga en tiempo de transiciones: de la era analógica a la digital, de la era de la información a la era del espectáculo, del capitalismo globalizado al capitalismo de la vigilancia. Y en tiempo de sacudidas sobreviven los más flexibles, los que se adaptan al cambio, los que se esfuerzan por aprender lo nuevo.

Dice Ruiz que los expertos en búsqueda de talento, como ella, están convencidos de que esta capacidad de aprender de forma continua es «la habilidad más valiosa del profesional del siglo XXI». Aunque todo tiene su precio: «El explorador es difícil de gestionar y a las organizaciones les resulta cara la curva de aprendizaje de un empleado».

Es tan importante aprender cada día que se ha hecho necesario un nuevo perfil profesional dedicado a ayudar a otros a aprender mejor: el learning developer o learning manager. «Hay tanta información y tanto que aprender que muchas empresas se han visto con la necesidad de que un experto les ayude a filtrar las fuentes y organizar el conocimiento», indica Ruiz.

Los exploradores son indispensables porque «introducen la innovación en las empresas». Aunque, «¡ojo!», advierte. Tampoco hay que llenar el barco de Shackletons. «Una empresa no puede estar formada solo de exploradores. Necesita perfiles distintos. Hacen falta personas que implementen esas ideas». Marineros que prefieren atar cabos a inventar nudos. O, ya en tierra, el aire acondicionado de la oficina a los vientos inciertos de la aventura.

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Contra el miedo y la ansiedad, ‘collages’ vertiginosos

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Cuando piensas en cómo puede ser un trabajo artístico destinado a calmar la ansiedad, quizá los collages de Alex Eckman-Law no sean lo primero que se te venga a la cabeza. Y, sin embargo, este artista de Filadelfia los crea como terapia contra esa enfermedad. «Extrañamente, trabajar en estas piezas a menudo me hace sentir muy tranquilo. Soy una persona muy ansiosa y un poco hipocondríaca en particular, así que me ayuda mucho tener el control total de lo que hay dentro de un cuerpo, aunque solo sea en mis collages».

Con sus creaciones, trata de encontrar una manera de situarse en un pequeño oasis, un escondite donde sentirse seguro. «Mi trabajo trata a menudo sobre la ansiedad, el miedo, el peso de la historia o de la familia, pero la pieza en sí misma es, de alguna manera, serena para mí». Para Eckman-Law, afrontar esos miedos e inseguridades es un punto al que muchos que las padecen quieren llegar y, en su caso, ayuda mucho categorizarlos para recuperar algo de su vida. «El collage trata de aprovechar el caos, así que para una persona como yo realmente ayuda poder poner ese caos en algún tipo de orden».

Las figuras de Eckman-Law nos transportan a las profundidades de mundos que no sospechábamos (o quizá sí, de ahí la necesidad y el morbo de seguir mirando) en el interior de las cosas que vemos. Capa a capa nos dejamos caer en agujeros negros que nos atraen y nos asustan de igual manera para dejarnos con cierta sensación de vértigo. «No necesariamente quiero que la gente tenga vértigo por ver mi trabajo, pero un cierto malestar es, sin duda, bienvenido».

Quizá sea esa intención de perturbar la que se adivina ya desde lo que escribe en su perfil de Instagram: «Sludge, grime, scum from the gutters of philly (Lodo, suciedad, escoria de las alcantarillas de Filadelfia)». «En realidad, se trata de una broma hasta cierto punto», explica riendo cuando le preguntamos en qué momento se dejó llevar al lado oscuro. «No sé cómo explicar esto exactamente, pero realmente me siento como una especie de babosa humana, arrastrándose a través de la suciedad, tratando de sobrevivir lo suficiente para hacer otra obra de arte. Un año más en el lodo». Aunque confiesa que escribió la frase cuando sus compañeros de piso y él tuvieron que mudarse a otra zona de la ciudad «más deprimente» cuando su casero vendió el edificio. «Parecía que estábamos condenados a vivir como escoria, así que por qué no aceptarlo, ¿sabes?».

Pero volvamos a sus collages. El artista de Filadelfia parece proceder con la meticulosidad de un cirujano decimonónico que separa y disecciona músculos, tejidos y órganos en un antiguo manual de anatomía. Y ahí damos con la kriptonita de Eckman-Low. «¡Nooo! La cirugía es realmente aterradora para mí. Tuve una operación de columna bastante seria cuando era niño (escoliosis) y creo que estoy un poco atormentado por ello. La idea de que las cosas pueden estar retorciéndose dentro de ti sin tu permiso o incluso sin tu conocimiento me parece una traición terrible».

¿Qué es lo que inspira, entonces, a este artista del collage? Definir una sola cosa le resulta complicado. En vez de mirar a otros artistas, afirma, trata de mantener la mente abierta a lo que le hace sentir algo y luego intenta reflejarlo en su trabajo. «He encontrado esto realmente liberador y me ha abierto a apreciar muchas más cosas en mi vida que son importantes para mí. Un paseo hasta la tienda, un tipo particular de luz en mi baño, una canción que me encanta, una película que nunca había visto antes». No solo. También dedica tiempo a bucear en un sinfín de fotos de bancos de imágenes de dominio público que le resultan impactantes. «Esto podría bastar por sí mismo para inspirar una pieza, si tengo suerte».

Eckman-Law disfruta escuchando las interpretaciones que sus seguidores hacen de sus obras. «Quiero que el espectador aporte su propia experiencia/interpretación a la obra, y que no se sienta atrapado por mis ideas al respecto». Pero un cierto poso inquietante, oscuro, queda en la retina al contemplarla. Más que el sueño americano, sus collages parecen representar la pesadilla americana. Para él, al menos, los tres últimos años sí lo han sido. «Hay muchas cosas sobre Estados Unidos en este momento que son extremadamente aterradoras y decepcionantes, por no decir más, todas las cuales alimentan absolutamente este trabajo. Tiendo a hacer un trabajo más personal y menos expresamente político, pero últimamente es muy difícil separar las dos cosas».

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ASMR: la creciente industria de los orgasmos mentales

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Media luz: la justa para que sea un rumor.
La voz suena a media vela.
Las palabras, en susurros, van dejando oír el chasquido de los labios y el golpe del aliento contra los dientes. Chasz.
Suave. Hipnótico. Envolvente. Toop.
Delicado. Lento. Embriagador. Pliiim.
Un papel se arruga… cruje… Cro-ooc.
Manos que hacen gestos absorbentes… con parsimonia… como halos de luz que te van sacando del cuerpo… Zaas.

Muchos recuerdan que, de niños, se quedaban extasiados mirando cómo en la tienda envolvían un paquete con papel de regalo. No querían dejar de mirar; no podían dejar de mirar. Las vueltas que daba la dependienta a la caja, la forma de doblar el papel, los ruiditos de cada doblez…

Aquello era un trance. La atención iba adentrándose en el tacto y los sonidos hasta que desaparecía todo lo demás. Era una especie de caída libre hacia otra dimensión o hacia aquello que fuera tan placentero. Era una sensación sin nombre que arrastraba hacia un lugar a medio camino de la vigilia y el sueño. Era raro: una especie de droga sensorial que dejaba aturdido al que miraba un trabajo manual o escuchaba el clic, clic de unas tijeras.

Ocurría en la más profunda intimidad. Apenas se hablaba de ello; lo dijo, años después, una de las primeras investigadoras de este cosquilleo, la psicóloga Emma Barratt: «Muchas personas cuentan que, antes de que existiera la comunidad online, pensaban que eran las únicas que lo experimentaban».

Pero llegó el momento en que la sensación pidió un nombre. En 2007 un usuario del foro de salud Steady Health habló de este hormigueo, pero no sabía por dónde cogerlo. «Sensación extraña que me hace sentir bien», tituló el mensaje, y contó:

«A veces tengo una sensación. No hay un detonante real. Simplemente ocurre. Me ha pasado desde niño y ahora tengo 21 años. Algunos ejemplos que parecen haberla provocado: de pequeño, cuando veía un espectáculo de marionetas o me leían un cuento. De adolescente, cuando un amigo me escribía algo en la palma de la mano. (…) Es en mi cabeza y en todo mi cuerpo. Cuando la sensación acaba, a veces, siento unas leves náuseas. ¿Qué es esto? No me quejo porque me encanta, pero me pregunto qué podría ser».

Este texto fue el primero de una montaña de «¡Yo también!», «¡Me pasa a mí!». La rara sensación no era tan rara: le ocurría a muchos; y no lo hablaron antes porque no tenían cómo llamarlo. Propusieron: «orgasmo mental inducido auditivo», «euforia inducida por la atención», «hormigueo en la cabeza», «hormigueo en la columna vertebral», «orgasmo cerebral».

En 2010 se impuso el nombre que le dio una de las grandes impulsoras de esta comunidad en internet, Jennifer Allen, de la Southern University (EEUU). Lo llamó ASMR (Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma) con la intención de dar rigor a las cosquillas: «Usar un término ‘clínico’ era la mejor opción para que esta creciente comunidad se sintiera bien usando y diciendo esta palabra a otros», dijo Allen en una entrevista en la web ASMR University.

Ya había una voz para etiquetar esos ruiditos eléctricos de cepillos de pelo y esas escenas de alguien doblando toallas con esmero. Pero YouTube daba para más que un tic, tic y los vídeos se fueron haciendo sofisticados: los youtubers crearon ambientes (imitaban bibliotecas, salones de belleza, barberías…), adoptaron un papel (de sanadora, peluquero…) y empezaron a susurrar al oyente un «tú», un «para ti», porque la sensación de recibir un servicio personalizado aumenta el cosquilleo. Nació así la versión teatralizada: la recreación de una situación o el roleplay.

Y de inmediato llegó la última tecnología al ASMR: muchos vídeos y podcasts están grabados con micrófonos binaurales para crear un ambiente en el que los sonidos vienen de todos lados. Algunos surgen por la espalda, otros llegan de frente; unos parecen eco, otros casi brotan en el propio oído.

¡Qué gusto! ¡Qué asco!

Del vídeo pasó al podcast. A Instagram. A Spotify. Para delirio de algunos y repelús de otros. Al que no le da escalofríos de placer, le pone los pelos de punta. Estas escenas apuntan tanto a los estímulos auditivos, visuales y cognitivos que es difícil quedarse impasible.

A veces hasta resultan chocantes: la youtuber Fairy Char convierte un potro de tortura, la silla del dentista, en un sitial deleitoso. En el roleplay titulado «ASMR Binaural Dental Visit Roleplay and Carrying You Home XD», susurra al paciente que escucha al otro lado del vídeo: «in your mouth». Tenue. Hace del foco de la lámpara «a very special light». Runrún. Toma, con delicadeza, el limpiador de sarro y hace ruiditos. Txe, txe, txe. Raspa y hace más ruiditos. Yhee, yhee. Sondas, pinzas, taladros, ruiditos de aparejos de muelas que ya han escuchado casi tres millones y medio de personas en YouTube.

El espectáculo en el que se ha convertido cualquier tipo de comunicación exige vastas escaladas de ingenio. Del ruido de cortar verduras sobre una tabla que a muchos producía gustito antes de que existiera internet se ha pasado a escenas como la que monta la youtuber Laia Oli para comerse su bolso Gucci.

Da un bocado y se acerca al micro. El chasquido de sus molares: crac, crac. Bolas ensalivadas dando vueltas por su boca; rechinan, chec, chec. Vuelve al bolso y, con la yema de sus dedos, hace un repique en el lomo, tocotoc, tocotoc. La escena se hace arriesgada: o embelesa o repugna.

Existe un asco profundo a ciertos sonidos: esas malditas muelas masticando, rumiando, paladeando unos espaguetis pastosos. En el año 2000 dos otorrinos estadounidenses dieron el nombre de misofonía a esta «respuesta emocional exagerada ante sonidos como masticar, sorber, toser o respirar». Al asco, la ira o incluso el pánico que puede llegar a sentir una persona cuando oye, por ejemplo, un cuchillo rayando un plato.

Las cosquillas quieren ser arte…

El ASMR pide paso en el arte: tan sofisticados se están volviendo estos vídeos que algunos los califican de artísticos y llaman a sus creadores ASMRtists. Incluso ha empezado a hacerse en directo, como una performance de tocar, susurrar, repicar, masticar.

La organización artística Philadelphia Contemporary dedicó el año pasado su Oddly Satisfying Film Festival a este género que se ramifica en subculturas que van desde el golpeteo con unas uñas largas a comer barras de pegamento de colores.

Ciencia…

El ASMR pide pista en la ciencia: ya hay varios estudios de universidades de Psicología que buscan una explicación al cosquilleo. En 2015 apareció el primer paper académico. Los psicólogos Emma Barratt y Nick Davies, de la Universidad de Swansea, en el Reino Unido, preguntaron a 475 personas qué disparadores les producían el hormigueo. La respuesta fue: el susurro, la atención personalizada, el sonido crispi y los movimientos lentos.

Preguntaron también por qué veían estos vídeos y la mayoría dijo que les relajaba; los miraban para dormir mejor y sacudirse el estrés. Pero había una excepción: el 5%, además del orgasmo mental, buscaba el orgasmo de toda la vida; decían que estos susurros les parecían eróticos.

Terapia…

Los dos psicólogos británicos publicaron su estudio ASMR: a flow-like mental state como pista de despegue. Querían que otros investigadores midieran pulsos, ritmos respiratorios y conductividad de la piel. Intentaban saber si podría usarse como una terapia contra la depresión, el estrés y el dolor crónico.

Aunque alertaban contra la magufería que trata de hacer negocio de la ignorancia: «Existe el peligro de que algunos vendan los vídeos de ASMR como pseudociencia, antes de que haya una base científica, y dañen la reputación de las investigaciones rigurosas», dijo Barratt a The Guardian.

Al ASMR no solo lo invocan para huir del estrés y dormir como un lirón; muchas personas dicen que despierta su mente. Algunos se preguntan si este ensimismamiento ayuda al aprendizaje, la concentración y la motivación. Miran el lado reversible: si el estrés perjudica las capacidades cognitivas, la relajación de estos vídeos mejoraría la memoria y la concentración. Dicen, incluso, que podría ir bien a los niños con déficit de atención.

Negocio…

Al ASMR le han salido dendritas por todos lados hasta convertirse en un negocio del masaje mental. Hay youtubers que sacan dinero de sus creaciones. Hay aplicaciones de pago para erizar la piel: Tingles, Mindwell, Silk ASMR, Rainy Mood… Hay auriculares diseñados para escuchar estos susurros: el SleepPhone es una cinta que se pone en la cabeza y va emitiendo tictics y tactacs para que el oyente se quede frito.

En esto no hay mucha diferencia. Los sonidos de la naciente industria del ASMR suena igual que las demás: el clic, clic (de internet) lleva al cling, cling (de las monedas).

La entrada ASMR: la creciente industria de los orgasmos mentales se publicó primero en Yorokobu.

Celia Belloso (Susurrosdelsurr): «El ASMR es una evolución de las típicas técnicas de relajación»

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Un peine bruñe un cepillo.
Raac, raac, raac.

—Buenos días, señor. Pase. Tome asiento. Sin duda, necesita nuestros servicios. Tiene la barba demasiado… descuidada.

La barbera que dice esto, en susurros, atiende, solícita, al cliente invisible.

—Muy bien. Así que quiere el corte de espiga. Tanto de bigote… —la barbera hace un gesto en el aire dibujando el bigote—, como de perilla —hace otro dibujo en el aire de la perilla—.

Los movimientos de esta fígara producen el hormigueo. Los hace Celia Belloso, en una pieza titulada Virtual Barber. Western, de su canal de Youtube: Susurrosdelsurr.

Ella los llama «vídeos de terapia artística» y dice que ayudan a relajarse a las personas con insomnio y estrés. Más de 167.000 suscriptores siguen este canal lleno de roleplays, susurros, soft spoken, tapping y unboxing destinados a amodorrar la ansiedad. Y explica qué es este cosquilleo en su libro Una sensación llamada ASMR.

¿Cómo describes el ASMR?

El ASMR es solo una sensación de cosquilleo u hormigueo que se produce por factores externos. Puede ser por la tonalidad de la voz de una persona, por oír ciertos sonidos o por ver a alguien realizar una actividad minuciosamente. Este cosquilleo se genera, normalmente, en el cuero cabelludo, pero también puede pasarse a las extremidades.

Es similar a cuando oyes música épica. Puede provocarlo el sonido, lo visual o ambas cosas. Los movimientos bastan; los sonidos bastan; o un poco de ambos.

¿Cómo lo descubriste?

Empecé a sentirlo en mi etapa escolar, cuando mi compañera pasaba las páginas de un libro. El ASMR como tal lo encontré en un vídeo hace unos siete años. Entonces supe que lo que había sentido desde niña tenía un nombre y que había más gente que lo sentía.

¿Qué sensaciones te provoca cuando ves vídeos de ASMR?

Al principio, me provocaba un cosquilleo muy intenso. Tanto era así que incluso se me hacía algo molesto cuando me llegaba a la parte baja de la espalda. A mí me resulta muy agradable cuando ocurre por el cuero cabelludo y el cuello. Todo esto va acompañado de un estado de relajación o atontamiento [ja, ja].

Con el paso de los años cuesta más sentir ese cosquilleo porque el cuerpo se va acostumbrando, pero lo que nunca ha desaparecido es el estado de relación. El ASMR me ha ayudado mucho con mi problema de insomnio y de dolor mandibular. No hace milagros, ¡ojo!, pero ayuda bastante. Es una evolución de las típicas técnicas de relajación.

Susurrosdelsurr

¿Qué sensaciones te produce cuando lo realizas tú para otras personas?

Mi mayor sensación es satisfacción. Me siento bien por lo que hago y para quienes lo hago. Disfruto del momento en que me pongo a crear. Son personas que incluso llevan años viéndome y que aprecian cada segundo invertido para ellos. Son cientos los comentarios que a lo largo de estos años me han escrito tanto en público como en privado para hacerme saber lo mucho que les he ayudado en sus distintos problemas de sueño, estrés, ansiedad o, simplemente, por haber sido una vía de escape que cada semana está ahí para olvidarse de sus problemas.

Si me preguntas si siento ASMR yo misma cuando hago los vídeos, te diré que no. Yo misma no me provoco esa sensación de cosquilleo. Siempre es mejor que las cosquillas te las haga otra persona.

¿Cómo ideas y preparas tus vídeos? ¿Cuánto hay de intuición y dejarte llevar, y cuánto hay de técnica que vas aprendiendo?

La mayoría de las ideas surgen solas en mi cabeza. Me considero una persona muy creativa y creo que ofrezco un contenido que en su temática, en algunas ocasiones, es casi único. Mi mayor fuerte son los roleplay. Ahí intento expresar mi imaginación en la medida de lo que puedo, aunque no debo olvidar que es un vídeo para relajar.

Tanta es mi intuición que he introducido elementos que no se habían visto antes y que han gustado mucho. Por ejemplo, la trigger word «Tico Tico». Una trigger word es una palabra detonante del cosquilleo. Me acordé del nombre de unos chicles y en 2015 la adapté como palabra detonante. Jamás hubiese imaginado que iba a ser un éxito ni que llegaría a ser la trigger word más usada entre los hispanohablantes. Y también ha llegado a Japón y Estados Unidos.

Hay veces que puedo ver algo en la tele o en otro canal y llevármelo a mi terreno para sacar una buena idea de ello adaptándolo a mi estilo y mi marca.

La preparación es algo muy tedioso para mí, pero disfruto de ello y de su resultado. Suelo hacer vídeos que me llevan horas hasta que los termino. Hace mucho que no recuerdo lo que es grabar solo unos treinta minutos o una hora. Si es un roleplay de mi estilo, no hay quien me quite las ocho horas hasta que puedo subirlo.

Luego se ven solo unos veinte o treinta minutos, pero detrás hay mucho trabajo y mucho tiempo invertido. Suelo ser intuitiva; en un 95%, diría yo [ja, ja], pero como humana que soy, tampoco puedo ser creativa 365 días al año. Así que alguna vez me dejo llevar.

Y sobre la técnica, creo que nunca he dejado de aprender. Cada día puedes mejorar algo. Soy autodidacta en la edición. Todo lo que hago lo he aprendido echando horas con el programa, tocando aquí y allá, y aún me queda mucho por aprender.

¿Qué es lo que más les gusta a tus seguidores: tus susurros, el ruido que haces con objetos, los movimientos, ese envolvimiento que procuras a la persona que te mira y te escucha…?

Hay gustos variados, pero sé que, sobre todo, mi voz es mi fuerte. Es algo que gusta mucho, y mi actuación en los roleplay. También, según me cuentan, la delicadeza y los gestos al manipular objetos. También aportar un contenido creativo, variado y de calidad. Es un conjunto de todo, pero, además, es importante que guste la esencia de la persona. Sin eso, lo anterior se queda vacío. Es importante que esa persona te transmita algo.

¿Tiene algo de actuación, de teatro…?

No, no soy actriz ni tengo ningún conocimiento [ja, ja]. Es curioso porque me lo preguntan mucho e incluso me incitan a dedicarme a ello.

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Cuando la prensa sirve a la causa oficial

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La historia del periodista Matt Kennard es una historia de rabia. El británico dice que su intención era contar la verdad, pero que se lo pusieron muy difícil. «Empecé a trabajar de periodista en The Financial Times poco después de que se desatara la crisis financiera y en el momento culminante de la llamada Guerra contra el Terror[…]. Aprendí muy pronto que aquel no era un lugar donde hacerlo».

Capitán Swing lanzó hace pocos meses la edición en español de La extorsión. Un reportero canalla contra la élite estadounidense, un ensayo en el que el periodista explica cómo la hegemonía de una superpotencia se consigue cuando todos los poderes soplan al unísono a la vela para que el barco avance. Prensa incluida.

Matt Kennard explica en el libro cómo mucha de la prensa estadounidense establece el marco mediático idóneo para que las invasiones, ya sean pacíficas o económicas, sean percibidas por la sociedad como aceptables. O incluso como necesarias e inevitables.

El británico dice que no hay manera de luchar individualmente contra los procesos viciados. La maquinaria está tan bien ajustada que aquel que se enfrente al plan trazado, solo puede acabar o como un paria o como un loco.

«Me enseñaron esta filosofía de mantener los ojos cerrados cuando fui a cursar un máster en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York; al parecer se trata de la mejor del mundo en su disciplina, pero es esclava de la extorsión y sus mentiras, como el resto de las élites estadounidenses. Y los intentos por sacarme de la cabeza estas ideas críticas prosiguieron a medida que iba ascendiendo en la jerarquía del aparato ideológico. El día que me marché de The Financial Times, por ejemplo, mi jefe me dijo claramente: «Lárgate y dedícate a esas cosas tuyas para «salvar el mundo»; tal vez puedas regresar cuando crezcas un poco».

Y lo que decidió Matt Kennard es contarlo en un libro.

Sin embargo, no todo es desesperanzador en el libro del periodista. Kennard explica la importancia de la cultura y el arte cuando colisiona con la política y explica el interesante caso de El Cairo, una ciudad en la que los muros comenzaron a ‘mancharse’ cuando empezó a llegar la libertad.

grafiti-cairo

El indicador del cambio de las ciudades está en sus muros

Cuando alguien trata de comprobar cómo se transforman las ciudades, es posible que no sepa hacia dónde mirar. Sobre todo, en aquellas en las que, por un motivo u otro, la libertad ha estado más restringida. En el caso de El Cairo, hubo que mirar a las paredes.

En los muros de la capital egipcia no había nada escrito. No había arte urbano. Hasta que estalló la Primavera Árabe y los muros florecieron.

Así se lo corroboró a Kennard el propietario de la galería de arte Articulate Baboon. Omar Ozalp dice que «el arte ha desempeñado un papel importante en la revolución egipcia, sobre todo porque en sus modalidades occidentales, el arte callejero y el grafiti sencillamente no existían. Ahora están por todas partes. Y lo más importante: todos tienen un mensaje, sea político o social, que por una vez hace pensar a la población egipcia».

El arte y la cultura son elementos transformadores de las configuraciones urbanas y, como cuenta el libro de Matt Kennard, armas de resistencia contra la extorsión de los gobiernos.

Y a continuación, en un inexplicable giro contextual, pasamos a ofrecer unos minutos de ayuda espiritual de manos del Profeta Alexis Janvier. Que sepas que los borrachos no heredarán el reino.


Este contenido es una columna llamada El Piensódromo. La enviamos los viernes por email e incluye algún tipo de reflexión acerca del ecosistema que nos rodea y algunas recomendaciones culturales y lecturas adicionales. Si quieres recibirlo directamente en tu correo electrónico, puedes darte del alta en el formulario que hay aquí.

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‘Tacones Manoli’: la nueva casa de Bernarda Alba inmersiva y clandestina

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Federico García Lorca dijo que solo el misterio nos hace vivir: «Cada minuto, cada persona, cada actitud puede ser el germen de una obra dramática. Cada criatura que nos tropezamos va pasando a través de su vida por climas dramáticos diferentes hasta su última escena en que se tiende para morir».

El eco de estas palabras resuena en cada esquina de un edificio antológico de Madrid que trae al presente la atmósfera de La casa de Bernarda Alba. El director artístico Felype de Lima, el coreógrafo Manuel Liñán y la productora LETSGO han convertido este antiguo palacio en el escenario de la famosa obra de Lorca y la han actualizado en un espectáculo inmersivo y clandestino llamado Tacones Manoli.

Tacones Manoli 

«Es un género nuevo y una forma diferente de contar una obra. Hemos juntado La casa de Bernarda Alba con flamenco y lo hemos transformado en un espectáculo inmersivo», ha explicado esta mañana Iñaki Fernández, CEO de LETSGO, la productora conocida por los speakeasy Medias Puri y Uñas Chung Lee.

En la puerta de este show que pretende traspasar los muros del tiempo y del espectáculo convencional está Manoli. Ella da al visitante una carta con palabras a su suerte. El luto es el comienzo de las dos horas que el espectador tiene por delante y que lo acabará perdiendo en el tiempo, entre las luces, las sombras, las mujeres de la casa, las máscaras, los cantes y las máquinas Singer de coser.

Tacones Manoli

Manoli no ha puesto sillas en la casa. La obra se recorre deambulando por lo que está ocurriendo en cada uno de los tres pisos. A ser posible, a solas, recomienda Iñaki Fernández: «Es mejor que hagas tu recorrido solo. Ve yendo a donde quieras y viviendo tu propia experiencia. Luego lo puedes comentar con tu pareja y tus amigos. Cada uno se fijará en una cosa distinta. Hay muchas cosas sucediendo a la vez». Unos ocho pases simultáneos en toda la casa.

De las escaleras y los pasillos salen voces, canciones, ruidos. Ellos guían: acercan, alejan. En una cocina hay comida, «pero no es un espectáculo-cena; es una experiencia inmersiva», indica Fernández. Al productor de Tacones Manoli y a Felipe de Lima les dio la idea de hacer esta obra en Nueva York.

Allí asistieron a experiencias teatrales inmersivas a puerta cerrada como Sleep No More y la tomaron como punto de partida para construir este universo lorquiano de música, baile, canto y teatro. A su vuelta, con el poderío de Puri, la de las medias, remataron el nuevo espectáculo que estrenan mañana, sábado 27 de septiembre, y que presentan con su voz:

¿Qué es Tacones Manoli?

¡Buena pregunta! Ojalá tuviera una única respuesta. Como dicen en Idealista: «Mejor visitar».

¿Quién es Manoli?

Una vieja amiga, una artista, un torbellino.

¿Y por qué Tacones?

Porque los nombres Medias y Uñas ya estaban cogidos.

¿Qué es un inmersive show?

Es un sitio donde pasan cosas y tal.

¿Es un espectáculo flamenco?

Si te digo que «sí», te mentiría. Pero si te digo que «no», también.

Tacones Manoli

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¿Quién es el Coco y por qué quiere comerte?

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Ni estrellas brillantes ni elefantitos alados. Los padres españoles decidieron hace siglos que la mejor nana para arrullar a sus bebés hablaría de un hombre malvado que vendría a devorarles si no se dormían al momento. «Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá», canturreaban con voz melosa. Cabría preguntarse qué clase de padre querría asustar a su pequeño con una amenaza hecha canción. La respuesta es bien sencilla: un padre cansado.

El miedo ha sido desde siempre un arma de control efectiva, incluso en el ámbito doméstico. Es también una herramienta de aprendizaje que cristaliza en personajes escalofriantes. El Coco enseña a los niños a dormir a su hora; el Hombre del saco, a volver a casa antes de que caiga la noche; y el Lobo feroz, a no fiarse de extraños. Los niños los temen, pero los adultos delegan en su persona (o personaje) una función pedagógica. Para eso han quedado los monstruos, no tanto para asustar como para enseñarnos valiosas lecciones vitales. Para educarnos. Para controlarnos.

El control empieza en la cuna, pero se intensifica con los años. En su libro, American Fear: The Causes and Consequences of High Anxiety, el periodista Peter Stearns fija 1964 como el inicio de la carrera política del Coco. Fue entonces cuando se estrenó el famoso spot electoral Daisy. Con él, el presidente estadounidense Lyndon Johnson utilizó el miedo a una guerra nuclear como argumento para movilizar a los indecisos. El anuncio no solo supuso un punto de inflexión en la campaña de las elecciones (que acabó ganando Johnson), sino que cambió para siempre y a nivel global la manera de hacer política.

Fue quizá el momento en que la ideología del miedo se modernizó, pero esta siempre ha sido una gran aliada del poder. Desde Calígula, que prefería ser temido a ser amado, hasta Maquiavelo, que apuntaló esta dicotomía de la dominación, distintos mandatarios han sabido usar el miedo en su propio beneficio. Joanna Bourke, autora de Fear: a Cultural History, revela que el miedo, como sentimiento colectivo e individual, varía según las épocas y los contextos históricos. Y constata que en la actualidad está en niveles muy altos.

El miedo en política sirve para iniciar guerras y levantar muros, sirve para movilizar a los indecisos, para arengar a las bases y atribuir rasgos monstruosos al adversario. Sirve incluso para llenar el centro de Madrid de contaminación al grito de que sin coches, las ciudades se convierten en un sindiós de delincuencia. Porque en el uso del miedo siempre ha habido clases y gente que lo ha sabido hacer con más o menos sentido.

En esto, los campeones han sido siempre los estadounidenses. George Bush hijo inició a principios de este siglo la «guerra al terror» contra el «eje del mal», un cuidado uso de la retórica que atribuía a su campaña algo de épico y mucho de terrorífico. Donald Trump ha ido más allá y ha basado toda su campaña en torno al miedo al diferente.

Ea, niña de mis ojos, / duerma y sosiegue, / que a la fe venga el coco / si no se duerme.

Juan Caxés, Auto de los desposorios de la Virgen. Siglo XVII

Pero los mensajes políticos no pueden calar en la sociedad sin la ayuda de los medios. En los últimos años, los mass media e incluso la ficción han incidido en ese temor, dando forma a un miedo amorfo y atávico, sobredimensionando ciertas amenazas más televisivas en detrimento de otras más cotidianas.

Los crímenes violentos, el terrorismo o los ataques de tiburones venden mucho más que el tabaco, las hamburguesas y los coches. Así el Coco se ha instalado en nuestro telediario a base de buenas historias.

Es lo que asegura el libro The Culture of Fear: Why Americans Are Afraid of theWrong Things, del sociólogo Barry Glassner, que pone como ejemplo un caso recurrente. A raíz de los atentados del 11 de septiembre, el número de pasajeros en aviones se desplomó en Estados Unidos.

La gente canceló sus vuelos, cogió sus maletas y se lanzó a la carretera. En los 12 meses posteriores a los ataques, el número de fallecidos en accidente vial aumentó en casi 1.600 personas con respecto al año anterior. La cifra multiplica por seis el número de pasajeros (246) que murieron en los cuatro aviones secuestrados.

EL COCO, LA FAMA Y EL ‘REBRANDING’ DEL MIEDO

El problema del Coco es que es viejo y famoso. Y los monstruos llevan mal la edad, pero mucho peor la fama. Este personaje del folclore medieval surgió en el norte de Portugal y sur de Galicia. Se representaba como un fantasma con una calabaza vacía con tres agujeros a modo de cabeza.

Las tradicionales calabazas de Halloween se inspiraron en él y la fruta homónima también, debido a los tres agujeros que suele tener su cáscara. Este acontecimiento fue mortal para el Coco; ni Van Helsing podría haberle hecho tanto daño.

Se tiene miedo a lo desconocido. Por eso cuando tu cara se ha convertido en merchandising de una fiesta y tu nombre en el de una fruta exótica, tus días de asustar han llegado a su fin. Necesitas un rebranding.

¿Sabes tú, niño, / qué quiere el coco? / que tengas miedo / (ni mucho ni poco).

Isabel Escudero, Cántame y cuéntame. Cancionero didáctico.

La serie documental sobre las niñas de Alcàsser producida recientemente por Netflix tiene algunos fallos de bulto, pero también algún acierto. El más evidente es analizar el escalofriante suceso desde una perspectiva de género y relacionarlo con otros casos mediáticos.

El secuestro, violación y asesinato de tres adolescentes del municipio valenciano de Alcàsser conmocionó a toda España por varios motivos. Uno de ellos fue el hecho de que las niñas se metieran en el coche de sus asesinos haciendo autostop. La práctica pasó en poco tiempo de ser relativamente común a desaparecer en la zona.

La historia de las niñas de Alcàsser tiene una moraleja: no hagas autostop. También la tiene la de la víctima de La Manada: no bebas, no salgas sola, no te fíes de unos chicos que has conocido de fiesta.

La historia de la profesora Laura Luelmo habla de los riesgos de salir a correr sola, de que no debes fiarte del vecino. Son adaptaciones contemporáneas (y tristemente reales) de los cuentos de terror, historias de Caperucitas modernas que se acercaron demasiado al lobo.

Duérmete niño, / duérmete ya, / que viene el coco / y te comerá.

Canción popular sobre la melodía de Rock-a-bye Baby

El problema es que los medios han puesto el foco en Caperucita y no en el Coco, han inculcado el miedo en las potenciales víctimas en lugar de centrarse en la educación de sus verdugos. Y han caricaturizado la figura del violador, que dista mucho de ser un Lobo o un Coco. Normalmente es una persona aparentemente normal que conoce a la víctima.

DING-DONG. EL COCO LLAMA A TU PUERTA

Lo que hace terrorífico al Coco es su cercanía. La certeza de que está acechando en las proximidades y que en cualquier momento, amparado por el anonimato de la noche, puede irrumpir en tu casa. Y esto Amazon lo sabe.

El pasado mes de mayo varios medios estadounidenses se hicieron eco de una curiosa oferta de trabajo dentro de la empresa de Jeff Bezos: buscaban periodistas especializados en criminología. En realidad, la empresa que los contrataría no sería la matriz, sino una filial, Ring, dedicada a la venta de mirillas inteligentes con cámara de seguridad.

Ring no solo ofrece modernos timbres, sino acceso a una especie de foro de barrio donde se comentan los robos y crímenes de cada ciudad, con la posibilidad de limitar las noticias a aquellas que se suceden más cerca de nosotros, una especie de Tinder de los atracos. El periodista contratado debería buscar, catalogar y escribir sobre los allanamientos y robos para después subirlos a la plataforma de Ring.

Vívete, niño, vívete / que viene el Coco / y se lleva a los niños / que viven poco.

Gloria Fuertes, Nana al niño que nació muerto

Es un ejemplo pequeño y concreto de una práctica común: el miedo es también una herramienta de marketing. Una forma de hacernos comprar armas, alarmas o seguros de vida.

En España mueren por homicidio o asesinato cerca de 300 personas al año, un 30% menos que hace 30 años. Sin embargo, la sensación callejera es que los crímenes no se han reducido sino, más bien, todo lo contrario.

Es esta una tendencia global que se da en todos los países desarrollados. La diferencia entre la realidad y la versión de la misma que nos contamos es cada vez mayor.

Mãe e o coco está ali
queres vós estar quedo co’ele?
Demo: Passa passa tu per i.
Menino: E vós quereis dar em mi
Ó demo que o trouxe ele.

Canción portuguesa. Auto da Barca do Purgatório (1518), de Gil Vicente

La culpa no está solo en los medios, sino en su público. La socióloga Catherine Lutz sostiene que la credulidad de la sociedad es básica para que el pánico estalle. La autora pone como ejemplo el pánico colectivo desatado por la retransmisión de La guerra de los mundos de Orson Welles en 1938, cuando una ficción radiada sobre un ataque alienígena hizo que cundiera el pánico entre los estadounidenses.

Lutz analiza este evento a la luz de otro sucedido diez años antes en Inglaterra. Fue entonces cuando se radió una emisión equivalente de la BBC realizada por Ronald Knox. El miedo colectivo fue entonces mucho menor y sus ecos apenas han llegado a nuestros días.

El Coco sí lo hecho. Mucho ha cambiado la sociedad desde que los juglares recogieran sus primeras andanzas en el siglo XV, o desde que Goya pintara su silueta en el cuadro Que viene el Coco de finales del XVIII. Pero este personaje ha sabido adaptarse e infiltrarse en nuestras pesadillas. Y en nuestra realidad. Como dice Stephen King, una de las personas que más y mejor conoce el terror: «Los monstruos son reales, y los fantasmas también. Viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan».

Con decirle a mi niño / que viene el coco, / le va perdiendo el miedo / poquito a poco.

Canción de cuna típica de Cuenca

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Si a tu jornada laboral le sobran horas, busca un plan B

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¿Cuántas de las horas que debes pasar en tu puesto de trabajo dedicas realmente a tus obligaciones? O lo que es lo mismo, de las X horas que dice tu empresa que debes permanecer allí, ¿cuántas pasas mirando internet porque has terminado con lo que tenías que hacer, pero no te puedes ir a tu casa?

Vale, es verdad. En muchos trabajos, eso de que te sobran horas no es real. Es más, son la demostración empírica de la Ley de Parkinson («El trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización»). Pero no es algo imposible, al menos en ciertos oficios.

Rob Walker, periodista experto en temas de recursos humanos, trató de buscar soluciones a esa situación en la que la obligación de pegar el culo a la silla hasta cumplir con el horario laboral convierte el trabajo en algo tremendamente aburrido. Y lo hizo en el artículo What to do about your incredibly boring job.

Jornada con demasiadas horas libres

Para Walker, la pregunta clave que debemos hacernos es qué preferiríamos hacer con esos ratos muertos en los que no tenemos nada que hacer. Pero remarca que somos nosotros mismos quienes debemos plantearnos esa cuestión porque no van a venir desde arriba a preguntarnos amablemente cómo podrían hacernos felices laboralmente ni se van a preocupar en reorganizar nuestro trabajo y las horas que pasamos en él para que sean productivas al cien por cien.

Una opción sería el escaqueo. Dedicarte a tus cositas en internet, siempre y cuando tengas la suerte de no trabajar en una compañía que controle el tráfico en la Red de sus empleados. («Sí, eso existe. lo he vivido», comenta con humor Enrique Tellechea). Tampoco ayuda mucho que tu pantalla del ordenador pueda verse desde cualquier ángulo. Ahí, especula jocosamente Tellechea, te queda solo una opción: escapar, salir pitando de la oficina con cualquier excusa, desde el «Me necesitan en…» o «Me han llamado de…» hasta el sobreactuado pero muy eficiente golpe de efecto de un enérgico «¡Al final tengo que ir yo a arreglarlo!». Cualquier excusa es buena para darte un garbeo por la oficina o fuera de ella, si le echas el morro suficiente y te buscas una reunión urgente con algún proveedor o potencial cliente.

Pero como suponemos que eres una persona seria y responsable, quizá sea mejor inclinarte por estas otras opciones.

SÉ AMBICIOSO, MY FRIEND

Ya sabes que te aburres, que te sobran horas que podías dedicar a otras cosas mas productivas. Indaga entonces qué proyectos interesantes se están haciendo en tu empresa y pide entrar en ellos. «Si lo que realmente te satisfaría es un día de trabajo más desafiante, desafíate a ti mismo», sugiere Walker. Habla con tu jefe sobre ello y piensa en las habilidades que te gustaría adquirir que ahora no tienes. Eso supondría un estímulo que te sacaría de la rutina y daría otra gracia al curro. Y si esos proyectos no existen, dale vueltas a la cabecita e idéalos tú.

Pep Torres, que además de su propia agencia creativa trabaja como director creativo de marketing en una consultora londinense, proponía en otro artículo de Yorokobu esa misma proactividad para evitar, también, caer en el aburrimiento. Es algo que, además, te hará ganar puntos de cara a tus jefes. Y te mantendrá entretenido en esos tiempos muertos que puedes tener durante tu jornada laboral. «Cuando tú tienes una idea, sea en el sector que sea (aunque sea el más aburrido), que pueda tener sentido te dejan espacio. Funciona en cualquier sector», asegura.

En definitiva, se trata de ser ambicioso.

NEGOCIA UN CAMBIO DE JORNADA

Seguro que has oído hablar de ello: la semana laboral de 30 horas (con sus luces y sombras) donde trabajas de lunes a jueves y el viernes libras. Así es la jornada laboral de Álvaro Martín, desarrollador de software en una pequeña consultora de informática en Madrid que trabaja principalmente para la Administración Pública.

Después de un periodo de excedencia de dos años, negoció con su empresa un cambio de horario. Y desde entonces, Martín ve su trabajo con más positividad. En su opinión, todo son ventajas. «Al trabajar menos días tengo la impresión de que la semana no es un maratón en el que hay que ir despacio para aguantar mucho, sino más bien un esprint en el que hay que trabajar intensamente durante menos tiempo». Ver el viernes tan cerca le ayuda a mantener la concentración, la intensidad y la motivación. «En este sentido he notado que mi productividad ha aumentado».

Jornada con demasiadas horas libres

Al estar su tiempo de trabajo más concentrado, puede fijar la atención de manera más intensa en los problemas que tiene que resolver. Y el poder compartir el tiempo de la comida con sus compañeros le ayuda a sentirse más integrado en el equipo.

A todo ello se suma el ahorro de tiempo. Al no ir a trabajar los viernes, deja de perder dos horas diarias en transporte, que en un mes, afina con precisión matemática, «suman 8 horas, como una jornada de trabajo». Pero la mayor ventaja para este informático madrileño se encuentra, sin duda, en la conciliación familiar. «Los viernes sirven para desconectar del trabajo y pasar un poco de tiempo de calidad con mis hijos. Es un día tranquilo en el que realmente cargo las pilas y estrechamos lazos en la familia».

En contra, solo dos cosas. Una laboral: «Los lunes me cuesta un poco más acordarme del estado en el que dejé las cosas el jueves anterior. Para ayudarme a aterrizar en la oficina he aprendido a llevar un diario de trabajo donde documento mi trabajo cada día y registro las tareas pendientes para la siguiente semana». Y otra personal: «Trabajar a jornada completa estos cuatro días me impide llevar y recoger a mis hijos del colegio, ya que salgo a las 7 de la mañana y llego a casa sobre las 6 de la tarde».

CONVIERTE A TU EMPRESA EN TU MECENAS

Joshua Glenn, escritor, editor y analista semiótico norteamericano, pasó por una situación parecida en una gran compañía. Para rellenar esas horas vacías de trabajo, empezó a pensar en su empresa como un mecenas, una especie de familia Medici que le proporcionaba «aire acondicionado, material de oficina y acceso a internet», además de algo mucho más importante para él: tiempo libre. Eso le sirvió para preparar sus primeros libros y para relacionarse con personas de su propio trabajo a las que admiraba y de las que podía aprender otra serie de cosas que no estaban relacionadas con su puesto.

Pasado un tiempo, se despidió y cofundó otra empresa donde poner en práctica lo aprendido. «No tenía un plan en particular ni una meta final en mente», comenta Glenn. «Pero era importante para mí usar ese tiempo creativamente, lo cual no es lo mismo que ser productivo».

Algo parecido, aunque por circunstancias diferentes, le ocurrió a Enrique Tellechea y eso es lo que este imaginador corporativo llama «provocar un cambio». Buscar, en definitiva, tu propio camino. Pero mientras ese momento llega, puedes aprovechar ese tiempo muerto para planificar tu futuro.

«Yo recuerdo una hoja Excel que tenía escrita y que se llamaba PLAN B», comenta. «En ella escribí de forma honesta, hace muchos años, las cosas que creo que sé hacer y las personas e ideas que podría iniciarlo. Mi PLAN B hoy sigue ahí y lo he actualizado, incluso ahora que estoy en una fase de éxito profesional y plenamente satisfecho con cómo me van las cosas. Y creo que es mejor escribirlo cuando no lo necesitas que cuando estás desesperado».

Jornada laboral con demasiadas horas libres

«QUE EL MIEDO NO TE ESCLAVICE»

Sin embargo, Pep Torres no opina igual. «No puedes aprovechar el tiempo para hacer tus proyectos porque a ti te pagan para rendir en la empresa». Él plantea una solución más radical: «O hablas con el CEO y le dices, “mire, yo esto lo hago en 4 horas; me sobran 4, qué hacemos” y buscas qué puedes hacer para rendir o has de marcharte. Porque, al final, tienes una única vida y has de vivir cada día como si mañana te fueras a morir».

Y da un último consejo: «Si ves que el trabajo de 8 horas te lo pules en 6, que tu jefe siempre te dice no a todo lo que propones, vete, no pierdas ni un segundo. Que el miedo no te esclavice».

La entrada Si a tu jornada laboral le sobran horas, busca un plan B se publicó primero en Yorokobu.

Ernesto Castro: «El trap es un fenómeno de gente que quiere volver a sentirse joven»

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En la terraza de su casa me detengo en sus rizos geométricos y sus uñas pintadas de rojo metalizado. El filósofo Ernesto Castro, 29 años, habla del trap mientras cae esta tarde de septiembre. De soundtrack: dos vasos de agua, el horizonte de Madrid y estas palabras que van a ir cayendo por la pantalla.

La música es uno de los mejores retratos de una época. ¿Por eso has agarrado la música urbana para escribir el libro El trap, filosofía milenial para la crisis en España (Errata Naturae)?

Hace unos años me di cuenta de que la crítica más política es la musical. En el siglo XIX, el elemento principal de debate en la crítica musical era el elemento judío en la música alemana. Eso está en los artículos de Wagner y tiene una traslación literal en la política del III Reich. Sí, la música es un termómetro de una época. Hay artes que van muy rápido, como la matemática y el ajedrez. La música es un arte caliente, rápido, que requiere pocos medios técnicos y por eso es un buen termómetro. Pero está siendo sustituida por la red social como plataforma artística total.

Cuando Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos, muchos dijeron que iba a resurgir el punk. Pero algunos críticos musicales dijeron que no era necesario que surgiera una música política porque muchos artistas ya se expresaban de forma política en las redes sociales. Antes, un guitarrista de California no tenía otra forma de manifestarse contra la última decisión de gobierno de Reagan. Hoy ocurre un hecho político y al día siguiente nadie se acuerda porque ya ha quedado hablado en las redes sociales. La música es rápida, pero quizá no tan rápida como demanda el presente.

¿Es el trap la banda sonora de los jóvenes que han sufrido los reveses de la economía española desde 2008 hasta hoy?

Sí, cuando digo que el trap tiene una filosofía milenial no quiero decir que todos los milenials sean adeptos y adictos al trap. Y, a la vez, cuando se habla de los jóvenes, habría que matizar a qué tipo de juventud nos estamos refiriendo. Revisando a los críticos que han puesto de moda el trap, te das cuenta de que tienen diez años más que los que oyen esta música. Estamos hablando de gente como Antonio Castelo. Y esto nos puede hacer pensar que el trap es un fenómeno de personas que quieren volver a sentirse jóvenes con este tipo de ritmos. Mi pretensión al escribir este libro es la inversa: yo, que he tenido una juventud asociada a este género, quería enterrar a mi yo pasado y dar ese periodo por finiquitado.

Regreso a una entrevista que cito en mi libro y que publicó la revista Jenesaispop. Ahí un artista indie que trabaja en un supermercado cuenta que se ha acercado a veinteañeros y se ha dado cuenta de que no tienen ni idea de lo que es el trap y entonces llega a la conclusión de que es un fenómeno de treintañeros que quieren parecer más jóvenes. Yo creo que el fenómeno del trap ya pasó y que ha quedado vinculado a la generación milenial, una generación que ya no es joven. Está en trance de envejecer. No es hasta cuando llega el anochecer que la lechuza de Minerva alza el vuelo.

Es precisamente cuando una generación deja de ser joven cuando articula un discurso juvenil, que es eminentemente nostálgico. Ya no es la nostalgia de la EGB o del barco de Chanquete. Es la nostalgia de las Spice Girls, de Britney Spears… Es la generación milenial, que ahora está detentando posiciones de poder, la que construye ese último imaginario juvenil que ya no lo es.

Que gente de veinte años no reconozca este discurso muestra perfectamente mi tesis: el trap está en trance de morir y el hecho de que yo pueda escribir un tochazo de cuatrocientas páginas sin hacer grandes juegos de manos demuestra que es un fenómeno, hasta cierto punto, clausurado. Y creo que ahora se va a producir una transformación cultural aparejada a una crisis económica que va a hacer que el trap deje de tener importancia en un año o dos.

Ernesto Castro
Ernesto Castro, dibujado por David Sánchez

La cultura hípster fue arrolladora en la clase media y alta española a partir de 2010. Lo cuqui, las barbas bien recortadas, los bagels ecológicos, las fixies, los muffins, las tazas de «Feliz como una perdiz». ¿Era necesario un quejío, un contrapeso como el trap? 

Hay dos concepciones de los milenials que están marcadas por la crisis económica. William Strauss y Neil Howe, los historiadores que acuñaron la categoría de milenial y establecieron unos ciclos generacionales que a mi juicio son delirantes, decían que los milenials se iban a definir por su conformismo y una cultura juvenil que llamaba más a la cooperación que al conflicto. Decían que habían vivido en un mundo Disney, por querer vivir con sus padres en vez de emanciparse y por utilizar las drogas para medicalizarse en vez de usarlas para pensar fuera de la caja.

Dijeron eso antes de la crisis: los milenials eran una generación de unicornios. Pero después de la crisis, esa visión complaciente de los milenials, cambió de sentido y ya no son gente abrazable, sino egoístas, egocéntricos, ególatras, gente adicta a los móviles, sin compromiso político… A pesar de que en los años 2010, 2011 y 2012 podía refutarse ese análisis con la aparición de las primaveras árabes, Occupy Wall Street, el 15-M.

No estoy tan seguro de que lo hípster fuera una ideología milenial. Cuando surgieron los primeros libros que criticaban el mundo hípster, como Indies, hípsters y gafapastas, de Víctor Lenore, yo entendí que eran un ajuste de cuentas consigo mismos. Él era un hombre que entonces tenía cuarenta y tantos años. Esto no tiene nada que ver con mi generación: la mía tiene más que ver con el hip-hop que con la música indie.

También hablas de los swaggers. Los defines como «la síntesis hegeliana entre el choni y el hípster». ¿Quiénes son?

Son, realmente, un invento mediático. En 2012 y 2013 los medios de comunicación tuvieron que reorientarse hacia la viralidad y buscaron un nicho de mercado al que bombardear con el clickbait. Probaron suerte con el tema del trap y cuando pincharon hueso, ya no han soltado la presa hasta hoy.

El trap es una categoría despreciada tanto por sus seguidores como por los que lo hacen. Nadie en su sano juicio se llama a sí mismo trapero. Igual que los seguidores del rap no se llaman a sí mismos raperos. Los swaggers son los seguidores del trap y se definen por una determinada estética: a los chonis les gusta la ropa de marca, los oros, las tachuelas, los piercings, los tatuajes y, por otro lado, está la línea del athleisure o la ropa deportiva que proviene del mundo del rap.

Dices que a partir de 2017 el trap se hizo mainstream y ahora estamos en la época del postrap. En tu libro escribes: «El postrap aparece cuando el trap ya no es algo nuevo, sino banal». Hagámosle una autopsia entonces. Vamos a desmembrarlo.

¿Cuándo nació?

Hay mucha discusión al respecto. Jon I. García escribió el primer libro sobre la historia del trap y si escuchas los temas de los que habla, te das cuenta de que no tienen nada que ver con el trap en el sentido musical del término: 808, Auto-Tune, adlites… Ese tipo de sonidos empiezan a aparecer en el panorama urbano español hacia 2013, cuando surgen KEFTV VXYZ en Barcelona y PXXR GVNG en Granada, con toda su experimentación lingüística y fusión con la cultura popular clásica española.

¿Cuándo se hace mainstream? ¿Cuándo se pasa del pantrapismo a la trapofobia, como tú lo llamas?

En 2016 todo lo que no era música clásica era bautizado como trap. El pantrapismo se basa en esa creencia y va en un movimiento pendular hacia la trapofobia, que consiste en borrar esa categoría. Unos, como Yung Beef, porque creen que el trap sigue fiel a sus orígenes y la cultura de los camellos y los yonquis, y otros, como C. Tangana, por una pura estrategia comercial: creen que la categoría de pop les va a abrir muchas más puertas. Creo ese intento de que el pop asimile el trap ha sido fallido, razón por la cual sostengo que se debería hablar del trap, no como nuevo pop, sino como nuevo indie. Igual que Podemos aspiró a ser el nuevo PSOE y se quedó en la nueva Izquierda Unida.

Ideología política: ¿Es un buscarse la vida, un joseo, un sálvese quien pueda? ¿Es una cultura individualista? Aunque, a la vez, hay un sentimiento de pertenencia brutal al grupo.

Sucede algo parecido a lo que ocurría en el hip-hop. Estaba el ego trip, pero siempre vinculado a la defensa de la clica, del grupo o el gang. Hay una canción de KEFTV VXYZ, llamada KEFTV ANTHEM, en la que apelan a un sentimiento KEFTV o una familia KEFTV: los que se han destrozado la vida por las drogas, los que nunca fueron a la escuela, los que han sido jodidos por el sistema económico. El trap, aunque sea individualista, cala bastante bien en una sociedad donde cualquier intento de construcción de lo colectivo debe pasar primero por ese individualismo.

Hace una semana, un periodista de La Voz de Galicia le preguntó a Cecilio G.: «¿Qué opinas de que un filósofo haya escrito sobre ti y te considere un referente de la escena urbana?». Él contestó: «De puta madre. Un narcisista hablando de otro narcisista». Entonces le preguntó: «¿Tú te consideras un narcisista?». Y contestó: «Para hacer música, tienes que serlo». Yo iría más allá: a día de hoy, lo que resulta sospechoso es que alguien, a priori, no se considere un narcisista. El que se presenta como un altruista, cuyos defectos son ser empático y simpático, es el tóxico. Si uno no parte de ese narcisismo objetivo que internet ha construido con algoritmos que te devuelven especularmente tu imagen, no es capaz de construir un elemento en común.

Partiendo de esa base individualista, diría que el trap apunta a ciertos valores humanistas o colectivistas como el poliamor. En el libro replico el famoso dicho de Sartre «el existencialismo es un humanismo». El poliamor, en su sentido más profundo desarrollado por teóricas como Brigitte Vasallo, es también un humanismo. No implica irse a la cama con doce o trece personas; es jerarquizar las relaciones. Uno no pone a su pareja por encima de sus amigos, a sus amigos por encima de su familia, a su familia por encima de sus vecinos… El poliamor es entender que hay muchas formas de filiación y amor, y ninguna está por encima de las demás.

Ideología espiritual: hablan de Dios, de motivos católicos. Hablan de «el de arriba». Yung Beef cita el satanismo. En tu libro dices que el álbum LO▼E’S, de C. Tangana, está llena de referencias teológicas y hablas de la «visión de purgatorio que tiene el trap». Llama la atención en una época en la que lo espiritual está tan denostado. 

Estoy de acuerdo con los filósofos del siglo XVI: decían que una sociedad de ateos es imposible. Equiparaban el ateísmo con el libertinaje, aunque yo diría que es al contrario. El ateísmo implica una asimilación del absurdo de la existencia, de la insignificancia de nuestras obras que a la mayor parte de las personas les conduciría a la locura. Vivimos en una sociedad absolutamente crédula. Secundo la tesis de Dostoyevski y los grandes pensadores rusos: cuando uno deja de creer en Dios, empieza a creer en cualquier cosa. Es lo que sucede en el presente. Conforme va declinando el catolicismo, comienza a crecer la creencia en fantasmas, chacras, auras… Puede que no se quiera expresar en público, por la misma razón que la gente lleva forrados los best sellers en el metro: para que nadie vea que está leyendo Cincuenta sombras de Grey o cosas de estas.

El trap se caracteriza por su pornografía emocional, que le lleva a exponer todo sin velos. En ese sentido, sí. La religiosidad, que atraviesa a todas las sociedades, se expresa como cualquier otro elemento en el trap. La religión se debe entender en el sentido amplio del término, como la entendía el filósofo español Xavier Zubiri: la religión no tiene tanto que ver con Dios cuanto con la religación de los hombres.

Toda sociedad se construye bajo una irracionalidad. La tesis fuerte de todo ateo filosófico es que Dios es un objeto de debate y el creyente cree por sugestión psicológica, por razones sociológicas. En el trap aparece la religión en este sentido de religación y aparece Dios vinculado con el propio éxito. En LO▼E’S, de C. Tangana, aparece Dios en un sentido aristotélico: él se equipara con Dios, que es acto puro, ente supremo. Volvemos a ese egocentrismo que está en el Dios de Aristóteles y se ve reflejado en C. Tangana, a quien analizo bajo esquemas teogónicos y observo su trayectoria conforme a la evolución de las diversas religiones.

Aman el dinero (el flush). Lo citan constantemente. C. Tangana habla del «arte negocial», dice que «hacer dinero es un arte».

Es una cuestión de época más que de clase. No todos los traperos provienen de la clase baja. De hecho, hay muchos fact checkers que muestran que las biografías oficiales de muchos de ellos están prácticamente inventadas. En el trap hay, por ejemplo, un hijo de un conseller de Cultura barcelonés.

En la cultura del catolicismo tener dinero llevaba a una vanidad mundana, pero en el presente se canta a aquello de lo que se carece. Muchos traperos están fardando de dinero cuando no llegan a fin de mes, esto también hay que decirlo. Artistas cojonudos como Pedro LaDroga aún están hablando de profesionalizarse, malvive de la música.

Se utiliza el dinero como una especie de tótem, de símbolo de la estabilidad que se busca, más que de la riqueza que se tiene en realidad. Respecto del dinero se puede decir lo mismo que del altruismo y el narcisismo: yo sospecho del que dice que el dinero no es importante. A ese es que le sobra, porque si no, no se entiende en qué mundo vive.

Hay una exaltación a la figura de la madre: el «amor de madre» de los tatuajes de los 70 se canta en el trap.

Es algo muy habitual en una sociedad con un índice tan alto de divorcio y donde tantas personas del lumpen vienen de familias desestructuradas. El arquetipo del trapero en Estados Unidos viene de una familia de clase baja, de color, monoparental, donde la madre se tiene que hacer cargo de sus hijos, sin una figura paterna porque, normalmente, está metido en la cárcel. Está muy bien reflejado en la serie The Wire. En España no ocurre tanto porque en el mundo católico, la familia resiste más los embates del capitalismo. De hecho, buena parte de mi generación no hubiera salido adelante sin el apoyo de sus padres y sus abuelos.

Además, la figura maternal tiene más importancia en el catolicismo que en el protestantismo. Hay un gran culto a la Virgen y hay muchas santas en un estatus casi politeísta. Esa es una de las críticas que se suele hacer al catolicismo: no es un monoteísmo, porque la Virgen tiene un papel crucial y el resto de santos y santas tienen un estatus casi divino. Que se lo digan a los que salen de procesiones por Sevilla.

El papel de la madre y de la Virgen como mater dolorosa es muy importante en una escena como esta, donde hay un elemento emo y suicida. A muchos traperos, como Yung Beef, les gustaría ingresar en el club de los músicos que mueren a los veintisiete años. Es ingresar en la categoría de Jesucristo, un tipo muy raro que en vez de enterrar a sus padres, es enterrado por ellos y luego, incluso, regresa de entre los muertos. Y eso es algo muy típico de nuestra sociedad: esa vocación romántica, emo. Sobre todo en una escena donde muchos matan a su yo del pasado, con un determinado alias, para resurgir con otro. Crema renace como C. Tangana, D. Gómez renace como Kaydy Cain, etcétera, etcétera.

Rimas. En el rap los versos tienen medidas matemáticas. En el trap la rima es más suelta, más facilona (sin sentido peyorativo), más parecida a las rimas juguetonas y sin pretensión literaria de los años 80, tipo «No te enteras, Contreras». Es un sonido mucho más espontáneo. «Todas quieren verte muerto / quieren calzarte en el huerto / y cada vez que no has vuelto / yo en la calle como un gato tuerto», canta, por ejemplo, La Zowi en Llámame.

Sí. En el libro acuño la expresión «simplicidad en la complejidad» para referirme primero a las letras de Somadamantina, que es la que más explota ese tipo de juegos facilones. También lo hace Lory Money, que no tiene el castellano como lengua materna y que ha sido el que más ha aprovechado estos neologismos como el ola k ase. Esta simplicidad en la complejidad rompe con la pretensión literaria que estaba en ciertos raperos que se llamaban a sí mismos escritores, que se equiparaban a sonetistas y a poetas, que no entendían que se estaban moviendo en el ámbito musical y no en el ámbito literario, y que cualquier canción, por bien escrita que esté, cuando pasa al papel termina siendo risible. Como pasa con Joaquín Sabina o con Bob Dylan, un Nobel de Literatura, a mi juicio, inmerecido o, por lo menos, desmantelaba los fundamentos de ese premio.

No hay que equiparar la música con la literatura. Buena parte de la mala comprensión elitista del fenómeno del trap consiste en estos comentarios posirónicos en los que alguien se las quiere dar de listo diciendo: «La Zowi está al mismo nivel literario que Valle-Inclán». En el libro tomo ese ejemplo. Un periodista compara a La Zowi con Valle-Inclán e inicia una serie de hilos de comentarios, cada uno refutando al anterior, en esta dinámica autorreplicante propia de las redes sociales y de YouTube como red social musical.

libro de ernesto castro

¿Es el trap una escena con mucha testosterona?

Borja Bagunyà y Max Besora, los autores del libro Trapología, sostienen que La Zowi y buena parte de las trap queens son una masculinización de la figura de la rapera clásica. Yo creo que no: identificar la violencia y la chulería con la testosterona implica construir un arquetipo de lo femenino que está dentro de los patrones que el patriarcado entiende como el eterno femenino. Las mujeres, para el patriarcado, tienen que ser modestas, recatadas, no pueden permitirse el manspreading. Lo que hace el trap y la actitud que muchas mujeres están tomando en el presente es buscar ese contramodelo: dejarse de pudor y adoptar la chulería, la promiscuidad y el exhibicionismo que siempre han tenido los hombres.

Hay mucho beef en la escena urbana y está muy concentrado en el mundo de los varones. Salvo Albany, ninguna trap queen ha hecho una tiraera respecto de otra artista urbana. Bien sea porque se respetan entre ellas, bien sea porque objetivamente las mujeres tienden más a la sororidad que a la competición. Esa es, al fin y al cabo, la lectura del feminismo de la segunda ola, que entiende que si las mujeres gobernaran no habría guerras porque tienen una visión más conciliadora. Yo creo que no: Margaret Thatcher, Esperanza Aguirre, Andrea Levy… No sé, no sé. ¿Necesitas más nombres? Incluso algunas que manejan una imagen de abuelita entrañable, como Carmena, también son unas maquiavélicas de tres pares de narices.

Aunque si bien es cierto que las trap queens no se lanzan beefs entre ellas, siempre están entrando en polémica con sus propios espectadores. La provocación respecto a los machirulos y los ofendiditos es constante, sobre todo, en La Zowi, que vive y sobrevive gracias a la beligerancia que le prestan todos estos imbéciles.

En tu libro dices: «Las artistas urbanas ofrecen lo que los babosos y pajilleros compulsivos demandan». 

Hoy cada uno es empresario de sí mismo. La actitud es crucial y la fortaleza psíquica es esencial para mantenerse ante los cientos de adversarios que te salen al paso a poco que tengas un poco de éxito en las redes sociales. El trap va a ser percibido como machista o feminista en función de la sociedad. Esto tiene mucho que ver con lo que yo califico como «capitalismo violeta».

Me refiero, por ejemplo, a Brisa Fenoy, una artista urbana que lo mismo hace reguetones feministas que anuncios de productos lácteos donde la ideología feminista está operando por detrás. Se habla de yogures libres de grasas y azúcares refinados al mismo tiempo que se habla de la libertad de las mujeres y los hombres para pintarse las uñas. ¿La sociedad actual es machista o feminista? Esa es la pregunta más interesante.

Desde una visión marxista clásica de que todo está determinado social y económicamente, el trap será machista o feminista dependiendo del marco de recepción social. La letra de una canción como El imperio contraataca de Los Nikis puede ser vista como una burla al Imperio Español o puede tomarse en serio en una pinchada en el evento las ‘Cañas por España’ de VOX. El trap se caracteriza por su ironía y por no tomarse muy en serio a sí mismo.

En 2016 La Zowi y Yung Beef publicaron unas fotos y un vídeo que dan una visión poderosa y erótica del embarazo. Ella está de pie y él, de rodillas, le pinta las uñas de los pies. Es muy interesante porque, en una época de embarazos cuidados hasta el delirio, introducen otros asuntos, como la sexualidad.

En los últimos años ha habido un bum de libros sobre la maternidad, las nuevas maternidades y las maternidades subversivas. Incluso de las paternidades subversivas. Estamos en un contexto de crisis demográfica en la que, de nuevo, se canta lo que se pierde. Es un contexto en el que el padre es algo inusual: hasta un secretario general de un partido político puede hablar de su baja de paternidad como el que va a Vietnam. Dice: «He vuelto de cambiar pañales». Pues que pongan también una medalla a mi abuelo porque cambió pañales primero a sus hijos y luego a sus nietos. Ahora la gente se cuelga medallas por tener hijos: es la gran aventura.

Volvemos al tema del narcisismo. Hay una espectacularización de la maternidad en las redes sociales: son los propios padres los que violan la privacidad de sus hijos. Me río cuando veo que en los medios de comunicación pixelan la cara de los niños. ¿De qué estamos hablando? Pero si están todos en Facebook. Esa es la red social del pederasta.

El modelo de relación de La Zowi es el poliamor y su modelo de maternidad tiene que ver con el neotribalismo que reivindicaba Carolina del Olmo en 2013. Ella decía que los niños son criados por el conjunto de la tribu. Yo sostengo esa misma teoría: no podemos culpar a los colegios, los institutos y las universidades de la mala o buena formación que tienen los estudiantes porque son formados en esas instituciones pero también en el conjunto de la sociedad. Internet y las redes sociales son instrumentos pedagógicos. Incluso en política se habla de hacer pedagogía con gente que no piensa como ellos.

Los milenials han hecho de los tatuajes algo común. Pero había un lugar intocable: el rostro. En tu libro explicas que, para los traperos, «la cara es un espacio de creatividad y performatividad como cualquier otro». La cara era la última frontera y ellos la han derribado.

Sí. Era intocable por esto de que la cara es el espejo del alma. La ideología espontánea que todo el mundo tiene respecto a sí mismo es que es una persona libre de prejuicios, abierta al mundo, no encasillada y que son los demás los que son obtusos, fundamentalistas, fanáticos. La ideología son los otros y uno es siempre el librepensador. Uno se encasilla, no se enmarca, no se encuadra, frente al trapero que no tiene ningún miedo en enmarcarse y tatuarse cualquier cosa. Hasta el punto de que Yung Beef hizo un crowdfunding en el que si alguien pagaba mil euros, se tatuaba el nombre de esa persona en la cara. Recibió varias ofertas, no de particulares, sino de empresas que querían fijar ahí su sello y ya Yung Beef se puso un cierto límite a sí mismo de hasta dónde estaba dispuesto a transgredir los límites de la personalidad y la individualidad.

El tatuaje en la cara es una forma de quemar las naves, de atravesar un punto de no retorno, porque en muchos trabajos, sobre todos los de atención al público, hay una ley no escrita que dice que los tatuajes no son bien recibidos. Esto puede cambiar en la medida en que han dejado de ser un elemento asociado al lumpen y ahora es muy difícil encontrar a un joven de mi edad que no tenga un tatuaje. Es un cierto culto a lo efímero, al solo se vive una vez y a la imposibilidad de imaginar tu propio futuro.

Muchos jóvenes son edadistas: miran con malos ojos la ancianidad porque no son capaces de ponerse en el lugar del viejo que van a ser. Esto ha sido un quebradero de cabeza para muchos filósofos: ¿la sociedad sería racista si tú supieras que te vas a convertir en negro cuando cumplas cuarenta años y en chino cuando cumplas ochenta? La sociedad es edadista, es racista con los viejos, a pesar de que todos saben que se van a hacer viejos. Lo que pasa es que vivimos en una clausura de las expectativas y de los horizontes históricos tan grande que nadie cree que vaya a vivir más allá de 2050, cuando, según las expectativas de todos los expertos en ecología, van a acabar las reservas fósiles y comenzarán los juegos del hambre.

Mucha gente no solo siente que viva una vez; vive como si no fuera a vivir mañana. Pero es que es un lema muy filosófico: estudia como si fueras a vivir para siempre; vive como si no fueras a vivir mañana.

En El trap dices: «La subversión sociocultural sigue siendo un espectáculo económicamente muy rentable». ¿Ha sido esta escena urbana un gran espectáculo para la industria de la música y los medios de comunicación con sus beefs, su poliamor?

C. Tangana, con Los chikos de Madriz, la canción con la que responde a Los pollos hermanos, de Los chikos del maíz, dice: «No quiero hablar de mi vida / Lo aprendí bien desde chico / No vale na si todo es mentira». Lo que yo interpreto es que él es consciente de que si no hubiese espectacularizado su vida, por ejemplo pidiéndole matrimonio a Carlotta Cosials o lanzando el beef con Los chicos del maíz o todas las polémicas que ha tenido después, no hubiera conseguido el estatus que ha alcanzado.

Hay artistas urbanos que, a base de modestia y trabajo, sí han ganado popularidad. Es el caso de Rels B o Don Patricio. Han alcanzado una popularidad mayor que la que pueden tener gente más polémica o que busca el clickbait. Por un lado, está el espectáculo del que todos han sido conscientes y del que todos se han aprovechado y, por otro, hay artistas que, con su esfuerzo y trabajo bien hecho, han sabido colocarse en el nuevo panorama.

Los traperos hablan mucho de la actitud. ¿Crees que ven la vida como arte y espectáculo?

Sí. Esto se hereda del dandismo: la vida propia es la mayor obra de arte. Esta concepción holista del arte lleva a entender la propia biografía como gesamtkunstwerk (la obra de arte total de la que hablaba Richard Wagner). En el presente, la sociedad entiende el arte cuando se vincula con el artista. Lo que atrae no es tanto la música como el músico, no es tanto la filosofía como el filósofo. Esta sociedad malinterpreta el arte porque está fascinada con el artista. En literatura, el género supremo es la autoficción. Vivimos una época en la que, aparte de que no es posible imaginar utopías políticas y alternativas al capitalismo, resulta muy difícil encontrar una ficción sólida que no se construya desde materiales biográficos. Los libros más interesantes que se han publicado en los últimos años parten de ese estrato biográfico y tiene que ver con la actitud. La principal mercancía es la imagen del artista en vez del producto.

Dijiste que a Yung Beef no le ha gustado la portada de tu libro pero era lo que esperabas. Era la actitud previsible.

Sí. Yo estoy lanzando pequeños troleos en varias entrevistas. En esta me lo he ahorrado. Y el próximo va a ser que las puyitas que me lanza Yung Beef por las redes sociales están pactadas y que, en realidad, él está a sueldo de Errata Naturae y que todo es una especie de beef más pactado que el tratado de Versalles.

Así cerramos el círculo: ¡Tú formas parte de este espectáculo!

Sí. La idea básica que aprendí en primero de Filosofía, cuando estudié a Jean Baudrillard, fue su idea del simulacro. Él dice que lo que muere cuando surge el espectáculo no es tanto la verdad como la mentira. En eso consiste la posverdad: en el presente, es indiscernible lo verdadero de lo falso. Solo existe la coherencia dentro de las posiciones. Sí, vamos, yo soy parte del espectáculo. El primero.

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Lo que no sabemos que no sabemos

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Las personas más sabias suelen ser aquellas que cuando les piden una predicción sobre cualquier tema futuro responden que no tienen ni la menor idea.

Somos muy malos prediciendo. Pero lo más grave es que estamos convencidos de todo lo contrario. Es cierto que la especie humana destaca frente a las demás por su capacidad de especular y prever, pero tan solo durante una distancia en el tiempo mucho menor de lo que pensamos.

Lo que sucede es que nuestro pavor hacia la incertidumbre es tal que ante cualquier acontecimiento inesperado tendemos a construir de inmediato una explicación que lo sitúe en el ámbito de lo predecible.

«Después de la guerra todos son generales». Esta frase, atribuida por algunos a Napoleón, la utilizó la presidenta chilena Michelle Bachelet ante las críticas realizadas tras un terremoto en el sur de ese país que segó la vida de 800 personas.

Es cierto. Nuestra capacidad para encontrar soluciones después del problema nos ha llevado a creer que igualmente podemos hacerlo antes del mismo. Pero no es así. Y no lo es porque lo que fundamentalmente define el porvenir es su capacidad de sorprendernos y, con ello, de replantear por completo nuestra concepción del mundo y de las cosas.

Eso es lo que Nassim Nicholas Taleb llama «El cisne negro» en su libro de igual título.

Nassim nos cuenta que en Europa todo el mundo tenía claro cómo era un cisne: esbelto y con un hermoso plumaje blanco. Y así fue hasta que, con el descubrimiento de Australia, se descubrieron también los cisnes negros que habitaban en ese continente. Nadie pudo preverlo, pero ese hecho cambió por completo la idea universalmente aceptada de cómo era un cisne.

Para que aparezca un «cisne negro», nos dice Nassim, han de darse estas tres circunstancias:

  1. Que sea una rareza fuera de las expectativas normales.
  2. Que produzca un gran impacto.
  3. Que, pese a ser una rareza, los humanos inventemos explicaciones a posteriori para convertirlo en explicable y predecible.

La historia de la humanidad está llena de cisnes negros que nos han llevado siempre por caminos impredecibles. Pero eso sucede también con nuestras biografías individuales. Si revisamos nuestro pasado, nos daremos cuenta de que lo que más nos ha marcado es justo eso, lo que no podíamos prever.

Lo cual nos lleva a otra interesante conclusión de Nassim: «La lógica del cisne negro hace que lo que no sabemos sea más importante que lo que sabemos».

Una conclusión, es cierto, inquietante para unos seres que buscamos en el conocimiento nuestro principal punto de apoyo.

Y no es que el conocimiento no nos sirva. Todo lo contrario. Lo que sucede es puede darse el caso de que un exceso del mismo nos lleve a hacernos una idea equivocada de lo que acontece.

Hay que saber saber. Gestionar el conocimiento teniendo en cuenta que tan importante es retenerlo como desecharlo. Porque ello nos permitirá estar en mejores condiciones para afrontar el próximo «cisne negro» (es decir, lo desconocido desconocido) que el futuro nos presente.

La entrada Lo que no sabemos que no sabemos se publicó primero en Yorokobu.

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