El preservativo sigue siendo uno de los métodos anticonceptivos más seguros. Sin embargo, sigue sin ser cien por cien efectivo. En parte porque se usa mal (hay que ponerlo desde el principio y no solo para eyacular) y en parte porque a veces se producen fallos, como roturas que dan más de un susto.
Pero el verdadero problema del preservativo son las mil y una excusas que se ponen para no usarlo. Algo para lo que la ciencia está buscando respuestas, ya que no hay que olvidar que, hoy por hoy, es el método más efectivo para evitar el contagio de infecciones de trasmisión genital que, pese a toda la información disponible, no hacen más que aumentar.
Una de las últimas investigaciones respecto a un mejor diseño de los preservativos ha surgido recientemente de la Universidad de Boston (BU). La idea pasa por conseguir crear un condón autolubricante. Se trataría de sacar al mercado preservativos humedecidos con productos lubricantes personales que hagan más resbaladizo el tacto y, por tanto, con menor riesgo de roturas, además de resultar incluso más placenteros.
¿Y qué supondría un condón así en el mercado? Según los propios investigadores, la diferencia radica en que los habituales lubricantes a base de silicona que se encuentran en muchos de ellos suelen ser pegajosos y sucios, repeliendo además la humedad.
Este nuevo modelo de preservativo está recubierto de polímeros que capturan la humedad del agua y los fluidos corporales, atrapando esos líquidos en la superficie del condón. Esto supone que la lubricación dura más tiempo, incluso durante toda la actividad sexual, sin necesidad de recurrir a lubricantes externos.
En palabras de Mark Grinstaff, profesor de química de la facultad de Artes y Ciencias de la BU y profesor de ingeniería biomédica de la facultad de Ingeniería, este añadido resulta no solo práctico, sino, sobre todo, atractivo para las parejas.
Según una encuesta previa que realizaron para valorar la posible aceptación del producto, «aquellos que normalmente no usan un condón dijeron que considerarían hacerlo si se mantiene resbaladizo como este». Y 9 de cada 10 encuestados afirmaron que, si este condón llegase al mercado, lo preferirían respecto a las versiones estándar de látex.
UNA INNOVACIÓN PAUSADA
Lo cierto es que en el sector de los preservativos cada vez aparecen más novedades, pero se comercializan de forma lenta y no siempre se dan a conocer lo suficiente.
De hecho, aunque el público no lo sepa, hay más variedad más allá de incluir sabores, ajustar las tallas y las formas o incluir aplicadores. En palabras de Óscar Ferrani, divulgador sexual y asesor de las tiendas Amantis, «cada temporada surge algún fabricante, nuevo o conocido, con propuestas diferentes en cuestión de formas, tamaños, grosor o formulación».
Por poner algunos ejemplos, Ferrani destaca los «modelos de látex sin ingredientes de origen animal» o incluso «un modelo de nitrilo (alternativa al látex más resistente) que puede colocarse en el pene sin erección». De esta forma, ser vegano o tener problemas de erección a la hora de poner el preservativo ya no serían excusas válidas.
Resultan aún más llamativos los «preservativos en formato espray o los realizados con nuevos materiales como el grafeno», además de «los que pretenden cambiar de color al reaccionar con distintas ITS (infecciones de transmisión sexual)». Sin embargo, al igual que los condones autolubricantes, «todos estos modelos siguen en fase de creación y no han logrado pasar al mercado». Por ello, el experto insiste en que «tendremos que ver cómo evolucionan».
CONSEGUIR AUMENTAR SU USO
El objetivo final no es solo hacer del preservativo un método aún más efectivo, sino conseguir combatir todas las excusas que se ponen a la hora de usarlo: me corta el rollo, no siento lo mismo, es que hay que parar y se me baja…
Óscar Ferrani expone que «el margen de mejora se va estrechando al haber cada vez más modelos y formas singulares y, sobre todo, porque al existir cada vez más variedades disponibles, las excusas sobre adaptabilidad (me aprieta, se me mueve, no se adapta bien al glande…) o confort (nos pica, se calienta muy rápido) pierden fuerza y razón de ser si te tomas el tiempo de investigar en una tienda especializada».
En el caso concreto del condón autolubricante, «la experiencia con un preservativo masculino que se adapte perfectamente al pene, junto a una lubricación extra compatible con la sensibilidad de los implicados, es completamente distinta a la de utilizar el primero que encontremos sin añadir esa lubricación extra. Cuando los usuarios se dan cuenta de esto la visión que tienen del preservativo masculino cambia para bien».
«Otro factor importante es el de volver a erotizar el uso del preservativo como si fuera un accesorio erótico más y dejar de pensar que es un mal menor. Con un modelo realmente ajustado a cada necesidad, no se pierde sensibilidad, simplemente cambian los parámetros de la misma. Se trata de no conformarse con lo de siempre y atreverse a probar nuevos modelos hasta dar con el nuestro», concluye Ferrani.
El periodismo está en convulsión. Desde internet, desde las redes sociales, no ha dejado de sufrir espasmos. El periodismo del futuro es tan atropelladamente incierto porque ni siquiera es fácil saber qué ocurre hoy. Con alguna excepción: hay un periodista experto en medios que puede dar más respuestas que preguntas puede lanzar un lector.
David González fundó Red de periodistas en otoño de 2018 como un lugar de información y debate sobre el futuro de los medios, y en menos de un año se convirtió en un oráculo. Si el futuro del periodismo va dejando alguna pista, ahí está.
Los periódicos digitales están empezando a levantar sus muros de pago. Algunos, por ahora, solo piden registro. ¿Es la fase previa al pago?
Sí. Por el momento, solo El Mundo ha levantado su muro de pago (El Mundo Premium), pero el resto de cabeceras generalistas ya disponen de la tecnología para hacerlo.
Mientras deciden el momento o el tipo de modelo que van a lanzar, llevan mucho tiempo con un muro de registro como paso previo para ver quiénes son sus lectores ocasionales, quiénes los recurrentes y quiénes los que, en un futuro, estaremos dispuestos a pagar.
De todas maneras, creo que es falsa esa creencia de que en España nadie paga por leer noticias. Ya existen modelos de éxito como eldiario.es (34.000 socios) o Infolibre (10.000 suscriptores), Ctxt, etc. Son nativos digitales que apostaron por tener ingresos de su comunidad que complementaran a los publicitarios, y ahí siguen.
Lo novedoso, ahora, es que los grandes periódicos generalistas también quieren abrazar el modelo de suscripción. Y es lógico. El CPM, métrica por mil impresiones que se usa para medir los ingresos de publicidad, está a la baja.
El último informe encargado por Google a Deloitte así lo confirma. En los últimos años, el ingreso de una visita a un periódico online ha pasado de valer 0,08 euros el CPM a 0,06 euros.
Dale la vuelta a ese dato. ¿Cuánto pagarán los medios a un periodista si la noticia de la que hace entrega como asalariado o vende como freelance necesita un volumen tan alto de visitas que sea rentable dentro de esas cifras? Si el precio de la publicidad tiende a cero, nuestro trabajo valdrá lo mismo.
No te extrañe, entonces, que los medios digitales busquen al lector como fórmula de ingresos. Y tendremos que acostumbrarnos. El buen periodismo es caro y si no da con la publicidad para pagarlo, tendrán que ser los lectores quienes lo paguen.
Lo que no tengo muy claro es que haya hueco ya para otro medio de izquierdas. Los de línea editorial de derechas o de centro sí lo tienen más fácil, porque no cuentan con competencia aún.
¿Por qué se paga por Netflix y no por las noticias? No tiene sentido no probarlo. Antes la gente iba al quiosco a comprar el diario. Ahora, el diario tendrá que salir a la calle a intentar vender noticias online a los ciudadanos que quieran estar mejor informados.
¿Qué estrategia de muro están utilizando los medios más leídos (El País, El Mundo, La Vanguardia…)?
El Mundo acaba de lanzar un muro de pago en modelo freemium. Noticias gratis en abierto, con publicidad, frente a noticias premium de pago.
Mientras contesto a esto, no se sabe si El País emulará ese modelo u optará por dar gratis un número de noticias al mes y luego salta el formulario de pago (metered paywall), o buscará otro modelo.
El Confidencial se adelantó también con El Confidencial Previum, una suscripción orientada a empresas o profesionales que necesitan la información antes.
Cada medio, supongo, apostará por el pago por noticias que más le convenga, probarán un modelo, pivotarán a otro, etc. Todo dependerá de cómo se lo expliquen a sus lectores y si estos lo admiten.
Dudo mucho que haya truco o trato, sino más bien un mensaje sincero: «Oye, queremos que pagues para volver a hacer el mejor periodismo que sabemos hacer».
¿Quién crees que se llevará el pastel? En Red de Periodistas publicaste que menos de medio millón de lectores están dispuestos a pagar por leer noticias.
El grupo Prisa o medios como Infolibre estiman que hay, al menos, 400.000 lectores dispuestos en España a pagar por leer noticias online. Es un mercado tan pequeño que representa muy poco dinero para cambiar de raíz todas las redacciones.
Cada vez que hablo con un responsable de medios me dice lo mismo. Habrá noticias gratis con publicidad y exclusivas, primicias o periodismo de investigación o contenido muy muy especializado que será de pago.
Me da que las redacciones tendrán que trabajar a dos velocidades y ajustar sus equipos en ambos modelos. Partirán con ventaja aquellos que destinen a pocos periodistas, a modo de guerrilla, a trabajar detrás del muro, sin poner en peligro lo que ganan en abierto por publicidad.
Atisbamos los muros de pago como un modelo en que se le obliga a pagar al lector por la noticia del día. Y puede que no sea así. Puede que la noticia del día sea en abierto, pero la crónica de fútbol femenino sea de pago. Hay que aprender mucho de la prensa local, que está ya a años luz de los generalistas.
De todas maneras, yo creo que no podemos pedirle al lector que pague solo por leer noticias. Habrá que darle algo más, ¿no?
¿Está gastado el clickbait?
¡Ay!, creo que no. Me temo que tendremos una segunda edad dorada del clickbaiting. Este tipo de titulares tramposos o que omiten información para que hagas clic y lo importante (o lo banal) lo leas dentro, volverá.
Habrá una segunda edad dorada del clickbaiting porque, cuando se apostó por el periodismo de algoritmo, los periodistas lo usábamos para lograr audiencia a toneladas en las redes sociales (Facebook, en particular).
Era audiencia necesaria para pelear por las primeras posiciones y así tener más ingresos publicitarios. Ahora digo que volverá el clickbaiting porque los medios no solo necesitan esa audiencia, sino también la que no tienen aún.
Antes se hacía clickbait para tener más páginas vistas o visitas. Ahora se hará para cazar suscriptores convencidos o los que aún no sabían de tu medio.
Si al que aún no paga por tu reportaje pero está pendiente de sacar el monedero le das cada día todo lo importante en el titular, ¿por qué va a pagar?
Si al que no conoce o no se reconoce con tu medio le das todo lo importante en el tuit o en el post de Facebook, ¿por qué va a pagar?
Además, esto va de letras, pero es también pura matemática. En el comercio electrónico se maneja este dato: solo te compran online el 1% de tus visitas.
Si por cada millón de usuarios que te visitan, solo el 1% te va a pagar por leer tus noticias, ¿cuántas visitas tengo que tener para ganar mi objetivo de suscriptores?
Si quiero tener 1.000 nuevos suscriptores, mientras retengo a los actuales, necesito primero 100.000 nuevas visitas. ¿Y dónde las consigo? En las redes sociales. Hazte un clickbait con esta noticia, a ver si cazamos algo ahí.
Los medios con muros de pago tendrán que trabajar por arriba (visitas) y luego por abajo (suscriptores). Y, ahí, el clickbaiting regresará.
Se refinará un poco más, pero ya hay muestras de que se vuelve a la mala práctica. De todas maneras, la prolepsis dentro del periodismo ha existido desde siempre y los titulares tramposos también; del folletín hasta los tabloides sensacionalistas; de la prensa rosa a los periódicos deportivos.
Puede criticarse o no, pero existir, existe desde siempre. Y qué quieres que te diga, con un poquito de creatividad, un titular cebo es un reto periodístico.
Si tenemos en cuenta que casi la mitad de los usuarios abandona una noticia online antes de 15 segundos y la mitad de las búsquedas que hacemos en Google no crean un segundo clic, nos vale con el resultado que nos marca el buscador, ¿por qué no hacer de nuevo clickbaiting, pero bien hecho, juguetón, cómplice, seductor? ¡Si hasta el New York Times lo hace!
Facebook News: ¿en qué consiste?
Facebook News es la nueva pestaña que lanza Facebook para agregar noticias de 200 medios a los que se las compra en exclusiva. Dicho así, suena guay. Oye, Facebook comprará noticias. Otra fuente de ingresos.
Sin embargo, creo que no es más que otra promesa más de Mark Zuckerberg y no sé cuántas lleva ya (haz virales, haz vídeo, haz vídeo nativo).
Si a cada gran cabecera en EEUU Facebook le paga hasta tres millones de dólares por poner noticias en Facebook News, me temo que no es más que una acción de compra de reputación.
Cuando Google comenzó a tener problemas legales en Europa porque los medios querían que se les pagará por agregar sus noticias en Google News, el buscador lanzó un programa de financiación de 150 millones para que los digitales innovaran y crearan nuevos proyectos (Google DNI).
Facebook factura 16.900 millones de dólares. ¿Qué son tres millones de esa hucha para calmar la ira en su contra del Wall Street Journal y otros tres millones para el resto de medios con los que ha logrado un acuerdo?
Cuando a Facebook se le acusa de ser la plataforma desde donde se manipulan las elecciones de cualquier país, incluido el suyo, ahora se inventa una pestaña que ni siquiera retendrá a sus usuarios cautivos ahí, en su red.
Zuckerberg estima que Facebook News sea algo residual, que solo lo lea el 10% de la audiencia de EEUU.
¿Cómo imaginas un escenario posible de los medios de comunicación en los próximos años?
Lamentablemente, con periodistas sin medios en los que trabajar. Y medios con modelos de pago con redacciones cada vez más pequeñas y otros medios copiando a diestro y siniestro lo que otros hacen para darlo en abierto, mientras la publicidad se queda en manos de Google y Facebook.
Y con mucho talento en la calle tuiteando noticias que nunca publicarán ni en los medios que los han puesto en la cola del paro ni en ningún otro al que colocarle la pieza.
Cuando estalló la crisis en 2008, más de 8.000 periodistas se quedaron en paro. Si hubiera sido el despido de una multinacional española, hubiera sido un escándalo, pero eran solo eso, periodistas.
Mientras tanto, salían de las universidades de periodismo otros 10.000 licenciados cada año en busca de trabajo. Y los medios eran y son los que son, con expedientes de regulación de empleo a cuestas y sin más sillas en sus redacciones.
O los periodistas nos empoderamos y creamos medios propios (ahí están Maldita.es, Civio, El Orden Mundial, etc.) o alguien debería inventar uno para que cada periodista publique y pueda vivir de su periodismo. Yo, sobre esto último, tengo una idea pintada en una servilleta desde hace dos años.
La televisión cinematográfica está realizada con el arte y la técnica de la fotografía del cine. Emplea los planos, la iluminación y la composición en el cuadro cinematográfico.
BREAKING BADWESTWORLD (SERIE)WATCHMEN (SERIE)
Series como Mom, Dos hombres y medio o The Big Bang Theory no deben ser consideradas cinematográficas. La fotografía en estas series no es muy diferente de I love Lucy.
I LOVE LUCY
Las series que se parecen al cine no han surgido de forma espontánea ni, como apuntan algunos expertos, con Juego de tronos. Tampoco es justo indicar que sus antecedentes están en Twin Peaks (1990-1991).
PRIMEROS AÑOS DE LA FOTOGRAFÍA EN LA TELEVISIÓN
Entre la iluminación excesiva –y necesaria– de I love Lucy (1951) y los tableaux vivants (cuadros vivientes) de producciones como El cuento de la criada (2017), Westworld (2017) o la serie Watchmen (2019) hay varios experimentos. Algunos comenzaron mucho antes que I love Lucy se convirtiera en el referente de la primera edad de oro de la televisión.
El director de fotografía de I love Lucy fue Karl Freund. Su prestigio era grande. Había fotografiado Metrópolis, Drácula y Cayo Largo, entre otros clásicos. En I love Lucy no pudo demostrar su talento artístico; tan solo debía preocuparse por mantener la uniformidad de la luz en todo momento, en los tres sets dispuestos para la grabación. Pero Freund introdujo la técnica de grabación con tres cámaras (plano general y plano-contraplano) que aún pervive en las grabaciones de comedias de situación en estudio.
La televisión cinematográfica depende en parte del tamaño de los televisores. Durante décadas, los televisores tuvieron pantallas pequeñas y con poca definición. Estas limitaciones no demandaban un esmerado diseño de producción (decorados, vestuario) ni una fotografía ni el uso de la cámara propios del cine. ¿Qué sentido hubiera tenido en 1939 crear una serie con el diseño de producción y la fotografía de Lo que el viento de se llevó o El mago de Oz?
Imagen: PCWORLD
Sin embargo, BBC se atrevió a producir una tvmovie a imitación de la estética expresionista: la adaptación a los tiempos modernos de Julio César (1938). Este trabajo introdujo la técnica del penumbrascope: a través de un ciclorama se crean sombras que sugieren espacio y profundidad, y estados de ánimo de los personajes.
La BBC usó la técnica penumbrascope en otras películas para televisión y la serie Telecrime (de la que, por desgracia, es difícil conseguir imágenes).
Una década más tarde, en Estados Unidos, The Lone Ranger (El llanero solitario, 1949-1957) se convirtió en una serie de televisión con una fotografía y una puesta en escena pobres, acorde con los medios, pero no muy diferentes de los westerns de bajo presupuesto producidos por el cine una década anterior.
ALFRED HITCHCOCK PRESENTA
Un gran salto hacia la televisión cinematográfica se produjo con Alfred Hitchcock presenta (1955-1962). El director de Vértigo deja constancia de su estilo:
Seguimiento de los actores con la cámara.
Profundidad de foco (personajes cerca de la pantalla y otros, lejanos, definidos, creando tensión).
Plano subjetivo (muestra qué mira el personaje).
Primeros planos de objetos y manos con sentido dramático.
Claroscuro para reforzar la narración.
Asesinatos crueles fuera de pantalla.
ALFRED HITCHCOCK PRESENTSALFRED HITCHCOCK PRESENTSALFRED HITCHCOCK PRESENTS
Para desarrollar este estilo recurre a los directores de fotografía con dilatada experiencia en el western y el cine de terror de serie B.
LA INFLUENCIA DE ‘ALFRED HITCHCOCK PRESENTA’
Estos aciertos calaron en otras series, entre las que destaca Twilight Zone (La dimensión desconocida, 1959-1964), creada por Rod Serling.
THE TWILIGHT ZONETHE TWILIGHT ZONE (ORIGINAL)
Las obras teatrales grabadas en televisión también adoptaron la iluminación dramática. Un ejemplo: el estudio-teatro Playhouse 90 (1956-1961), que tenía entre sus directores de fotografía a Joseph F. Biroc (Qué bello es vivir, Canción de cuna para un cadáver).
PLAYHOUSE 90
(Playhouse 90 también fue la cuna de una nueva generación de directores de cine, entre los que destacan –para el gran público– Arthur Penn, George Roy Hill, Robert Mulligan y Sidney Lumet. Ellos llevaron al cine las técnicas narrativas de la televisión. Así que, durante décadas, hubo un cine televisivo. Un cine con una esmerada narrativa minimalista y dramática. Esto será motivo para otro artículo).
El siguiente salto cualitativo llegó con el color gracias a Star Trek (1966-1969) y The Prisoner (1967-1968). Producciones en color a pesar de que la mayoría de los televisores eran en blanco y negro. (Esto no es raro. Actualmente hay películas y series creadas para pantallas de 8K, apenas introducidas en los hogares).
‘STAR TREK’ (SERIE ORIGINAL)
Desilu Productions –la productora creada por Lucy Ball– quiso que Star Trek marcara una diferencia. Por eso quiso contar con el fotógrafo Harry Stradling Sr. (Un tranvía llamado deseo, Johnny Guitar, My Fair Lady). El veterano director, embarcado en otros proyectos y preparándose para la jubilación, recomendó a uno de sus cámaras: Gerald Finnerman.
Para Finnerman, Star Trek es el primer crédito como director de fotografía. Roddenberry (creador de la serie) pidió a Finnerman que imaginara un futuro brillante y colorido. Y Finnerman creó una fotografía audaz:
Iluminación nítida.
Colores vivos.
Manchas de luz.
Fuerte contraste entre la luz y la sombra, y los volúmenes.
STAR TREKSTAR TREK
Finnerman era consciente de que la fotografía podía mostrar, al igual que en el cine, el estado emocional de los personajes. Por esto recurre a las sombras.
El desprecio hacia la ciencia ficción incluso por los críticos de cine y televisión relegan los aciertos de Star Trek en el camino hacia la televisión cinematográfica.
‘THE PRISONER’
Creada, guionizada e interpretada por Patrick McGoohan, The prisoner (1967-1968) fue otra serie cinematográfica adelantada al tiempo. Si nos encontramos en internet, al azar, imágenes de The Prisoner, podríamos considerar que pertenecen a los primeros Bonds. (Las primeras películas de 007 tienen la estructura y la estética de Con la muerte en los talones, dirigido por Hitchcock. Parece que, de alguna manera, todo el cine pasa en algún momento por el director de La ventana indiscreta).
El director de fotografía Brendan J. Stafford (curtido en el cine de terror) introdujo en la serie ángulos pocos habituales en la televisión. Colores vivos con fuerte contraste.
THE PRISONER
THE PRISONERTHE PRISONER
Alfred Hitchcock Presenta, Twilight Zone, Star Trek y The Prisoner fueron la avanzadilla de las series cinematográficas. Sin embargo, la televisión cinematográfica se estancó en la fotografía rutinaria y la realización de las tres cámaras (el plano general de situación y el plano-contraplano).
EL ESTANCAMIENTO DE LA FOTOGRAFÍA DURANTE LOS 70 Y LOS 80
Los 70 trajeron series míticas como Colombo (1968-2003) y otras con historias valientes, arriesgadas en algunos casos: El show de Mary Tyler Moore (1970-1977), MASH (1972-1983) o Lou Grant (1977-1982). Series que influyeron en la narrativa televisiva, pero apenas trajeron novedades en el arte de la fotografía (aunque sí en la técnica). La fotografía en las series estaba supeditada a la eficiencia.
Los 80 continuaron con la senda de los 70. Hoy, si zapeando encontramos reposiciones de El coche fantástico (1982-1986) o MacGyver (1985-1992), las encontraremos visualmente pobres (tanto como los guiones), aunque en sus días llenaron horas de entretenimiento.
No es raro que las reposiciones de Alfred Hitchcock presenta en los 80 llamaran la atención por las narraciones y el aspecto visual propios del cine de Hitchcock que la pequeña pantalla emitía. No notábamos diferencias entre, por ejemplo, Encadenados y los episodios breves presentados por el director inglés.
Canción triste de Hill Street (1981-1987) comenzó una revolución en la forma de contar historias para televisión. Sin ella, las series de nuestros días serían impensable, entre otros motivos, porque fue una cantera de futuros creadores de series rompedoras. Pero la revolución visual comenzó con Miami Vice (1984-1989).
‘MIAMI VICE’
Se ha hablado poco de la influencia de Miami Vice en la evolución de la televisión cinematográfica. Las intenciones originales apuntaban claramente a la estética: la cadena NBC quería atraer como público a la generación MTV. En aquellos años, los videoclips tenían espacios propios en la televisión.
Miami Vice, creada por el olvidado Anthony Yerkovich (guionista en Canción triste…) y producida por Michael Mann –a quien debemos el aspecto visual–, contaba con directores de cine de acción o thriller. (Abel Ferrara entre ellos). Con directores de fotografía jóvenes ansiosos por probar cosas nuevas. (Muchos acabaron siendo responsables de la fotografía de blockbusters de acción de los 80 y los 90).
Los estudiosos fijan el episodio piloto (Brother’s Keeper) como punto de partida.
Antes de la escena, Crockett y Tubbs buscan a Calderone, narcotraficante que asesinó al hermano de Tubbs. Infiltrados en el narcotráfico, se citan con Calderone. Lo que no saben los protagonistas es que su tapadera ha sido descubierta…
Quienes en su momento vimos el piloto, siendo adolescentes, nos quedamos pillados. Nos esperábamos escuchar música del momento en una serie de televisión, y que se amalgamara con la escena. Hoy es un recurso que no es raro encontrar (y no siempre colocado con acierto).
La escena está poco antes del fin del piloto. Está concebida de alguna manera como un videoclip: dura cuatro minutos y tiene como pegamento la canción In The Air Tonight, de Phil Collins. Hay diálogos escuetos; los sonidos propios de la escena se mantienen, entre los que destaca los cartuchos que Tubbs introduce en una escopeta recortada (como cayendo a un vacío).
El ensayista y profesor de comunicación audiovisual Roger Sabin ha escrito en su libroCop shows:
«Miami Vice representa el compendio de la cool década de los 80, un símbolo del vacío posmoderno. El estilo fue crucial en la serie; ofrece placeres para la vista como las localizaciones, las ropas, las personas, la ciudad (…) pero así fue cómo Miami Vice cambió los modelos narrativos en el primetime de la televisión (…) y presentó una nueva forma de masculinidad americana».
(En el último episodio de la serie, Crockett dice a Tubbs: «Tío, te echaré de menos». Tubbs responde: «Yo también te echaré de menos…». Antes, los tipos duros no mostraban su corazoncito. De esto hablaremos en otro artículo).
Por supuesto, que la televisión siguió emitiendo comedias de situación con exceso de iluminación y series de acción con fotografía eficiente, pero carente de sentido dramático. El siguiente salto de llegaría con Twin Peaks (1990-1991).
Laura Palmer no parece muerta: parece pintada por un renacentista TWIN PEAKS
Twin Peaks introdujo directamente a David Lynch en las casas de la gente corriente. Gente que, en muchos casos, estaba abandonando las salas de cine por los videoclubs.
Miami Vice era un híbrido entre la televisión y el videoclip, con las tramas y las estructuras rutinarias de las series policiales. Twin Peaks rompe esta estructura: comienza con un asesinato y un agente del FBI que caza criminales en serie, pero pronto el caso queda en segundo plano para mostrarnos una galería de personajes, a cual más extraño.
La intención de Lynch era crear con Twin Peaks una película, con un ritmo pausado, sin la limitación temporal de las películas en los cines. Este punto de partida se tradujo por fuerza en imágenes cinematográficas impropias de la televisión de los 90:
Se recuperó el primer plano dramático.
Los planos detalles de objetos, manos y pies.
La iluminación y los ángulos de cámara para crear atmósferas y sugerir los estados emocionales de los personajes.
TWIN PEAKSTWIN PEAKSTWIN PEAKS
Ron García fue el director de fotografía del piloto de Twin Peaks. Frank Byers continuó la senda en los siguientes episodios.
Si observamos un plano cualquiera de una serie de televisión de los 90 y un plano cualquiera de Twin Peaks, nos damos cuenta de manera inmediata de la diferencias que hay entre ellos.
En su momento, Twin Peaks fue un oasis, y aunque tendrían que pasar décadas antes de la plena instalación de la televisión cinematográfica, su ejemplo comenzó a tener influencia en otras series de los 90: The X-Files (1993-2001, primera tanda), Buffy Cazavampiros (1997-2003) y Doctor en Alaska (1990-1995). En estas series está la avanzadilla de las series con aspecto cinematográfico del siglo XXI. Son producciones de televisión en abierto que arrastran a otras.
En las pantallas aún pequeñas y sin alta definición de los 90, EXPEDIENTE X jugó con la oscuridad.
HBO A PRINCIPIOS DE SIGLO
HBO quiso reafirmar su lema «no es televisión, es HBO» poniendo empeño en el diseño de producción y la fotografía con Los Soprano (1999-2007) y The Wire (2003-2005).
‘Uno de los nuestros’ es el alimento visual de LOS SOPRANO.El aire insano de ciudad corrupta propio de ‘Blade Runner’ o ‘L.A. Confidential’ se asoma en THE WIRE.
Mientras tanto, la televisión en abierto se atrevía con producciones como Lost (2004-2010), con fotografía de Larry Fong (que venía del mundo del videoclip), y las series de detectives de siempre adquirían un aspecto cuasicinematográfico. Entre ellas, destaca CSI Las Vegas (2000-2015), que tuvo como director de fotografía a Frank Byers (Miami Vice) y a Michael Slovis, que acabaría imprimiendo su sello en Breaking Bad.
Los misterios de LOST están envueltos en la oscuridad.
‘BREAKING BAD’
Breaking Bad (2008-2013) es una historia en apariencia modesta producida por AMC tras el rechazo de HBO. La fotografía del piloto fue encargada a John Toll.
Toll venía de fotografiar blockbusters como Braveheart o El último samurai, y costosas producciones de autor como La delgada línea roja.
Otras producciones de televisión habían contado con directores de fotografía del cine, pero pocos tenían en su momento el prestigio de Toll. (Tan solo Karl Freund, director de fotografía de I love Lucy).
BREAKING BAD
Los siguientes seis episodios de la primera temporada fueron fotografiados por el veterano del cine y la televisión Reynaldo Villalobos. Pero cuando hablamos de la fotografía de Breaking Bad solemos referirnos a Michael Slovis. Entró en la segunda temporada. A Slovis debemos la fotografía de los planos más conocidos de Breaking Bad.
Quizá sin Slovis el aspecto de Breaking Bad sería muy diferente. Pero Slovis sabe jugar en equipo. Declara a Creativecow:
«La fotografía tiene que ser orgánica. Breaking Bad tiene guiones, dirección y diseño de arte que permite hacer una gran fotografía».
«La dirección de fotografía debe ser honesta. Tiene que elevar la historia o ayudar a empujarla».
Breaking Bad fue concebida desde el principio como cine. Vince Gilliam, el creador de la serie, dijo a Slovis:
«Si quieres saber lo que busco, lo tienes en El bueno, el feo y el malo».
Por esto leemos en la mayoría de los artículos y estudios sobreBreaking Bad que la serie es un «western europeo». Tiene guiones llenos de silencios, diálogos a contracorriente, un tempo lento –a propósito–, y la violencia minimalista pero brutal de un film de Leone.
En la fotografía, este aire de spaguetti western resalta en los planos generales con un sentido dramático.
El plano general había sido utilizado en la televisión hasta entonces para situar al público: la vista aérea de una ciudad o un pueblo, una gran mansión o un ejército galáctico en la lejanía. Planos breves que carecen de sentido dramático.
No necesitamos palabras. Ni distinguir la autocaravana. El humo lo dice todo: cocinan meta. BREAKING BAD.El duelo final de ‘El bueno, el feo y el malo’ está presente en los planos generales de BREAKING BAD de las reuniones en el desierto. Todo encuentro puede ser el último.
Los planos generales de Breaking Bad son expresionistas. Dentro hay amarillos y naranjas irreales de Nuevo México que potencian el drama, dejan constancia de la fragilidad de los personajes. Si te asesinan en el desierto, quizá nadie volverá a saber de ti. La policía no peinará la zona. Ningún paseante ocasional encontrará tu cuerpo.
Slovis aprovechó la entrada en los hogares de televisores con pantallas de gran tamaño.
«A menudo no vemos las caras de los personajes principales. Muchas productoras se molestan si no iluminas las caras de los personajes. Pero en la luz no siempre está la emoción».
Recordemos que mantener a los personajes en las sombras ya estaba en series como Expediente X, Lost, The Wire, pero Slovis elevó las apuestas. Lo que que en aquellas series eran momentos puntuales se convirtió en parte del ADN de Breaking Bad.
La oscuridad no siempre está asociada a las situaciones de violencia o terror o confusión. También puede estar asociada a momentos de calma. BREAKING BAD.Las reuniones en sitios cerrados para cerrar asuntos turbios aman la oscuridad. BREAKING BAD.
Podríamos decir, sin equivocarnos, que Breaking Bad no es, como apuntan algunos popes de los medios y del guion, un intento de televisión cinematográfica. Breaking Bad es la primera gran serie cinematográfica.
(Twin Peaks es un bello híbrido entre cine y televisión, por cuestiones técnicas).
Los ángulos de cámara de BREAKING BAD a veces dicen lo contrario de lo que parece. Este plano, que en otro contexto podría sugerir PODER, aquí revela la incertidumbre de Jesse Pinkman.
Breaking Bad viene a ser como un western de Leone que ha pasado de 3 a 46 horas. Tanto en el aspecto técnico como artístico, Breaking Bad significa para las series lo mismo que en su día supuso El nacimiento de una nación para la creación del lenguaje cinematográfico, y más tarde Ciudadano Kane para el cine sonoro.
Tras Breaking Bad, aumentaron las producciones de series cinematográficas… hasta hoy. Pero como recuerda Slovis: «Cualquier director de fotografía puede conseguir una buena fotografía, pero una fotografía solo será perfecta si apuntala guiones poderosos».
A Eric Pickersgill se le cayó el alma a los pies. No llegó a romperse porque tampoco hay tanto de la silla al suelo. Pero se le quebró lo bastante para replantearse la vida actual y la que vendrá después.
Era una mañana normal, de un día normal, cuando, sentado en un café de Troy (Nueva York), llevó su mirada al frente y descubrió que lo que veía no era normal. En una mesa había una familia. El padre miraba su móvil. La hija mayor miraba su móvil. La hija menor miraba su móvil. La madre miraba por la ventana, aislada, aburrida. El momento que podrían estar pasando juntos tenía una fuga irreparable: la atención del padre y las niñas se les escurría por las manos.
—¡Qué triste usar la tecnología interactiva para dejar de interactuar con los demás! —pensó Pickersgill—. Esto no ha pasado antes y dudo que aún hayamos rasgado la superficie del impacto social que tendrá el uso de los móviles.
Esa mañana de 2014 el artista estadounidense se preguntó cuánto tiempo pasaba mirando su smartphone y cuántas noches él y su mujer se daban la espalda para navegar por el móvil. Pensó que ahora, a las células del cuerpo, les acompaña un nuevo miembro, el celular: un succionador de atención y de conciencia que arranca al individuo del lugar donde está. Ya nadie está del todo en su sitio; una parte de su vida está divagando por internet.
Pickersgill decidió llevarse otro dispositivo a las manos, una cámara, para mostrar los efectos de esta tecnología de distracción masiva, en una serie que ha llamado Removed. «Pongo a los protagonistas de las fotos en un escenario bonito para destacar que están sustraídos. Quiero que se vea lo que se pierden y lo aislados que están», explica el artista. «El que vea estas fotos tendrá que plantearse qué relación tiene con el móvil».
El estadounidense buscó el asombro en la postura que adopta el cuerpo al mirar un celular. No es elegante cuando alguien lo tiene en la mano y aún es peor cuando se hace invisible. «La posición ha cambiado. La espalda se está curvando. Si miras a alguien por detrás, puedes saber si está usando el móvil», indica. «La mano vacía acentúa esta idea. Pone el cuerpo en una postura aún más extraña».
ALGUIEN CUALQUIERA
Eric Pickersgill busca sus escenarios en la calle y elige sus modelos entre individuos desconocidos. No le interesa lo espontáneo. «No es un documental. No va de mostrar la realidad; va de contar un mensaje». Le interesa la gente sin prisa, dice; los que no están esperando el autobús y al momento saldrán corriendo. A ellos les enseña la serie Removed y a casi todos les gusta que los fotografíe.
—Es un proceso lento. Les digo que usen el móvil y que presten atención a su postura. Después les quito el móvil de las manos y les digo que mantengan la posición en la que estaban. Me guardo el dispositivo en el bolsillo y cojo la cámara. Tres, dos, uno… ¡clic! Hago de dos a cuatro disparos de la escena.
Pickersgill ve en estos momentos en los que busca el ángulo de disparo una sala de reflexión.
—En estos cinco o diez minutos, tienen tiempo para pensar en su cuerpo, su respiración, su postura. Su mente está ocupada en algo fuera de lo habitual. Muy pocas veces tenemos esta oportunidad de estar a solas con nosotros mismos. Creo que este es el momento en el que se produce la transformación: cuando piensan si quieren cambiar sus hábitos o simplemente ser más conscientes del modo en que usan su teléfono.
El artista pasa esos instantes a blanco y negro. Piensa que esa estética resulta más sorprendente. Cree que las fotos, faltas de color, «invitan a la contemplación». Esa mezcla de desconcierto en la postura y extrañeza en la dirección de arte han hecho que estas fotos sean hoy conocidas en todo el mundo.
«Muchas personas se han convertido en embajadoras de este movimiento. Hablan más de su relación con el móvil y se hacen más conscientes de sus hábitos. Espero que el proyecto siga influyendo en tanta gente y permanezcamos siendo humanos. El móvil hace que estemos cada vez más pendientes de nuestra imagen en vez de cuidar a la gente o de involucrarnos en nuestras comunidades».
Pickersgill ve en estas fotos una advertencia: «Estamos en el principio de la revolución digital y tenemos que asegurarnos de que sea saludable y sostenible». Echa la vista adelante y… ay, ay, ay: «Tenemos que asegurarnos de hacer con la tecnología lo que queramos en vez de hacer lo que la tecnología espera de nosotros».
Llevas horas sentada en la silla frente al ordenador. El plazo se agota, debes entregar una propuesta ganadora que consiga que el cliente te escoja a ti y no a otros para su campaña. Pero por más que le das vueltas al asunto no se te ocurre nada rompedor. ¿Qué puedes hacer? Levántate y sal a correr, aunque no sea más que uno o dos kilómetros.
La propuesta, aunque rara, tiene una base científica. Según investigadores de la universidad de Reims Champagne-Ardenne (Francia), salir a correr unos 15 minutos al día mejora la capacidad de atención, concentración y estado de ánimo. El estudio, publicado en la revista Acta Psychologica, demostraba que el ejercicio ligero y moderado estimulaba más las funciones cognitivas que la relajación y la meditación durante la misma cantidad de tiempo.
¿Por qué? Parece ser que el movimiento nos hace sentirnos más vigorosos, con más energía. O en las propias palabras de los psicólogos que realizaron el estudio, «un breve periodo de ejercicio de intensidad moderada puede mejorar la eficacia de ciertos procesos cognitivos a través del aumento de la sensación de energía».
Estos investigadores sometieron a 101 estudiantes de la universidad a una evaluación de los estados mentales muy común, desarrollada en 1992, llamada Subescala Vigor-Actividad del Perfil de los Estados de Ánimo (VA). Y a otra prueba cognitiva, dividida a su vez en dos partes, que mide las capacidades de procesamiento (prueba de Trail, TMT por sus siglas en inglés). Después se dividió a los estudiantes aleatoriamente en dos grupos. A uno se le hizo correr durante 15 minutos en un circuito de unos dos kilómetros y medio alrededor del campus. El otro permaneció en el aula realizando una actividad de relajación también de 15 minutos. Al finalizar ambos ejercicios, los estudiantes volvieron a hacer la prueba cognitiva y la evaluación del estado de ánimo del principio.
Los resultados en las pruebas cognitivas, así como el estado de ánimo y energía, fueron significativamente mejores en quienes habían corrido que en quienes habían realizado el ejercicio de relajación. A pesar de que no se ha investigado demasiado sobre la relación entre energía, estado de ánimo y cognición, los resultados del estudio sí parecían demostrar que esta existe y que lo que causaba una mejora en la cognición después del ejercicio podría ser precisamente ese aumento en la energía que sintieron los estudiantes.
«El principal hallazgo fue que el ejercicio aeróbico mejoró la velocidad perceptiva y el control de la atención visual a través del aumento de las sensaciones de vigor-energía autorreportadas», concluía el estudio. Lo que no esperaban encontrar los investigadores es que la relajación disminuyera la energía y el estado de ánimo de manera tan sensible.
Así que, si la cabeza no te da para más y te sientes de bajón, levanta de la silla y date una carrerita alrededor de la manzana. Si el estudio no estuviera en lo cierto, al menos habrás quemado calorías.
Hoy venimos a contaros cómo en el resto del mundo civilizado se está dando cuenta del error que se cometió eliminando el mejor medio de transporte que existe: el tren nocturno.
Y decimos en el resto del mundo civilizado porque en España no solo no se plantea su regreso, sino que el uso del ferrocarril ha añadido un nuevo obstáculo para el populacho.
Dormir y viajar, todo es empezar
Los departamentos compartidos tenían alguna desventaja si tenías que hacerlo con cinco bravos legionarios en traslado de destino. Salvando casos como ese, lo cierto es que viajar de noche, durmiendo y mecido por el traqueteo del chacachá del tren ha sido siempre una delicia.
Ahora que Greta Thunberg ha decidido mirar com mala uva a los viajeros voladores devoradores de queroseno, la vuelta al tren cuenta con un punto más a favor.
Como explicaba The New York Times hace unos días, el retorno del viaje slow está siendo capitaneado por la compañía pública austriaca ÖBB, que se ha inventado una nueva marca, Nightjet, para ofrecer trayectos nocturnos que conectan más de dos decenas de ciudades.
La idea es recuperar la esencia de un tiempo en el que los ocupantes del tren no eran clientes. Eran viajeros. Además, los trenes nocturnos permiten ahorrarse una noche de hotel a cambio de las tarifas ferroviarias más baratas que hay. Existe incluso la posibilidad de trasladar tu propio coche en algunos de los convoyes.
Nighjet comenzó a operar en 2016 y, según datos de la propia empresa, en el último año ha viajado casi un millón y medio de pasajeros.
La apuesta por el viaje nocturno es tan decidida que ÖBB se está dejando la panoja en nuevos trenes que modernicen esta forma de viajar. Siemens se está encargando de esos trenes que, entre otras novedades, incluye cabinas individuales para los cada vez más frecuentes viajantes solitarios. ÖBB se va a gastar unos 375 millones de euros en los próximos años.
El apeadero español
Mientras en Austria tratan de unir Europa bajo la luz de las estrellas, en España se hace lo posible por hacer las cosas imposibles.
Renfe dejó de vender billetes en las taquillas la semana pasada en un total de 147 estaciones. Las causa, según cuentan a El País, es deibda «al escaso tráfico de pasajeros» de esas estaciones. La liberalización del servicio ferroviario hacía poco conveniente para la empresa mantener esta prestación frente a la pujanza de nuevos competidores.
Los billetes podrán adquirirse en máquinas expendedoras y en oficinas de Correos. Guay. Pero esto nos lleva a otra reflexión. Los lugares en los que no hay oficinas de Correos son los pueblos más pequeños. La población mayoritaria de esos pueblos pequeños tiene una avanzada edad. Las personas de más edad son las que más problemas tienen para entenderse con las máquinas expendedoras, los cajeros automáticos, los datáfonos y toda esa mandanga que Satán ha creado para sustituir a taquilleros, cajeros y cobradores.
No sé si se pilla la idea. ¿Está la tecnología excluyendo a los abuelicos de servicios que habían utilizado toda la vida como su tren a la capital de provincia, su caja de ahorros con la pensión o cualquier otro servicio para el que necesitaban a una persona que les atendiese?
Cualquier cosa es susceptible de llamar la atención de este fotógrafo «muy cercano a documentalista», como se define Monty. Fundamentalmente escenas mundanas que le llaman la atención por todas partes y en cualquier momento. «Creo que hay algo especial sobre encontrar belleza en lo mundano, como tener rayos X», explica. Caminando es como encuentra esas escenas, aunque el resultado no es siempre fruto de la casualidad. «Con los años he aprendido a, no preparar, pero sí modifcar a gusto».
Su nombre es Federico Javier Kaplan y nació en Argentina, pero se considera un nómada incapaz de fijar su residencia en un único sitio. «Cuando paso mucho tiempo en un solo lugar me aburro, me frustro».
Y ese mismo espíritu inquieto le lleva a afirmar que no tiene una única fuente de inspiración, o al menos, una inspiración constante. Si embargo, asegura, si se detiene un momento a contemplar toda su obra, descubre algunos patrones, cosas, objetos y escenas que se repiten.
«Para mí son los árboles. Son un imán para mí. Tengo muchísimas fotos de árboles, en todas partes del mundo. No sé qué significa todavía o si es que tiene algún significado. Un día en el futuro serán un interesante conjunto. Quizá en algunos años termine de mover una pieza de rompecabezas en mi cabeza y descubra por qué me llaman tanto la atención».
Él no lo dice, pero otra característica de sus fotos es la luz tenue, casi oscuridad. «La luz, cuando es intensa, termina por aplastar todo, democratiza cualquier escena», opina. «La falta de luz o la luz tenue crean una sensación muy especial, un misterio o un enigma. La oscuridad tiene una reacción psicológica inmensa en nuestra percepción del mundo. Cuando no podemos estar del todo seguros sobre lo que estamos viendo, esa pequeña duda tiene enormes cualidades narrativas».
Quizá esa atracción por la oscuridad nació en su infancia, cuando veía el cine negro de Fritz Lang y Robert Siodmak. «Algo de esa estética de esas sombras duras y blancos detallados me quedó impregnada en la cabeza».
Si le piden elegir entre el color y el blanco y negro, Monty elige ambos, pero para usos muy distintos. Aunque se describe como ecléctico, admite que el blanco y negro tiene un mayor poder de abstracción que le resulta muy interesante. «Una escena en blanco y negro puede ser muy difícil de clasificar en tiempo y espacio, hay una desconexión que nos sucede por la falta de color, y eso abre mucho las posibles lecturas de la foto».
Monty no cree que exista la foto perfecta, pero las que él prefiere son misteriosas y no tienen una lectura rápida. Igual que en todas las artes, el fotógrafo argentino opina que la fotografía funciona mejor cuando quien la contempla tiene que poner algo de sí. El artista muestra algo, pero el espectador debe dar su lectura sobre ese algo. «En otras palabras, me gustan las fotos que son casi como un ejercicio. Las ves, tienes una reacción inicial y después tienes lugar para seguir inspeccionando, para adentrarte más en el submundo de la foto».
Era el día del amor, pero The New York Times hablaba en su portada de una extraña máquina bélica. El 14 de febrero de 1946 reveló la historia de ENIAC, «uno de los principales secretos de la guerra». El Computador e Integrador Numérico Electrónico (ENIAC, por sus siglas en inglés) reducía la velocidad de cálculo de manera espectacular y prometía revolucionar la ingeniería moderna. Su importancia trascendió lo bélico y ENIAC se acabó convirtiendo en el primer ordenador moderno.
El pasado mes de octubre, 73 años después, este mismo diario se hizo eco de otro hito en la historia de la computación, aunque desnudándolo de toda retórica bélica. Google aseguraba que había alcanzado la supremacía cuántica. En la práctica, este anuncio significada que había creado un ordenador cuántico capaz de realizar en cuestión de segundos cálculos que llevarían 10.000 años a un ordenador convencional. Esto le daría capacidad para desencriptar cualquier información de internet, el poder de descifrar cualquier contraseña del mundo. Le daría la posibilidad de probar miles de combinaciones hasta crear nuevos medicamentos, analizar probabilidades en paquetes financieros extremadamente complejos y, a fin de cuentas, cambiar el mundo tal y como lo conocemos. El futuro ya estaba aquí. Hasta que dejó de estarlo.
La noticia fue rápidamente desmentida por IBM, su inmediato competidor en este campo. Era de esperar. Los dos gigantes tecnológicos llevan años enzarzados en una carrera por conseguir el primer ordenador cuántico, una batalla empresarial y mediática en la que es difícil distinguir la noticia de la propaganda.
La guerra empresarial ocupa los titulares, pero se está produciendo otra más importante en el mundo de la computación cuántica: la que enfrenta a EEUU y China. Esta carrera cuántica tiene una meta tan concreta como inquietante: hacerse con los secretos de Estado (y, por lo tanto, el poder) de todo el mundo.
Alfonso Rubio Manzanares es el presidente de Barcelonaqbit-bqb, que con 11.000 socios presume de ser el mayor think tank sobre la materia que hay en el mundo. También es director de Entanglement Partners, una start-up cuántica. Hablamos con él para descubrir cómo funciona esta codiciada tecnología y qué es lo que nos puede deparar en el futuro.
La primera pregunta es obligada: ¿qué es la computación cuántica? ¿Qué diferencia hay entre un ordenador tradicional y un ordenador cuántico?
Qué es exactamente no lo sabe nadie. Y si alguien te dice que lo sabe es que no tiene ni idea. Lo que sí podemos hacer es aclarar ciertos conceptos. Un ordenador normal utiliza bits, que tienen un sistema binario, es decir, que pueden estar o en cero o en uno. El ordenador cuántico utiliza dos leyes de la mecánica cuántica: el entrelazamiento cuántico y la superposición. Y eso permite que sus bits, que se llaman cúbits, puedan estar en cero y uno a la vez, multiplicando la potencia y la rapidez de los ordenadores.
¿Así que los cúbits serían como el gato de Schrödinger, que podía estar vivo y muerto al mismo tiempo? Pero aquello era un experimento imaginario, algo teórico, ¿cuándo se convirtió en real?
Exactamente, era algo teórico. Pero ahora es real porque se ha conseguido parar las partículas. Es esto lo que permite que se puedan entrelazar y superponer, el que se puedan parar, y esto no había sucedido hasta hace poco. El computador cuántico era el sueño de los físicos. Ahora que la tecnología se ha desarrollado lo suficiente, es la pesadilla de los ingenieros. Tienen que llevar la teoría a la práctica y hacer que funcione, y eso es complicado. Hay muchas formas, muchos caminos para lograrlo. Debe de haber 30 empresas trabajando en ello siguiendo seis modelos distintos.
¿Cómo empezaste a interesarte por la computación cuántica?
Todo empezó con un grupo de turismo científico. Cada año visitábamos una instalación científica del mundo: el CERN, el Observatorio de Palma… y en uno de estos viajes, hace tres años y medio, conocí a alguien de Google que me dijo que estaba trabajando en el desarrollo de un ordenador cuántico. Le pregunté más, pero no me podía contar. Así que cuando terminó el viaje llamé a un conocido que trabajaba en IBM. La respuesta fue similar: había un grupo de 400 personas que trabajaban en el desarrollo de un ordenador cuántico, pero los detalles sobre el proyecto eran difusos. Hice una última llamada, esta vez a la Universidad de Barcelona, donde me confirmaron que todos los temas de computación cuántica se estudian solo de forma teórica en el departamento de Física. Ahí fue donde me di cuenta de que había un hueco y que se podía hacer algo. Así que monté un think tank sobre computación cuántica. Barcelonaqbit – bqb es el primer organismo de estas características en España, un lugar donde se gestiona y elabora información sobre el tema.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero en el campo de la computación cuántica sigue habiendo bastante secretismo. ¿Por qué?
Sí, han cambiado. Entonces había muy poca información. Salía una noticia cada semana. Ahora el tema es mucho más conocido por el gran público; nosotros cada día publicamos tres noticias. De todas formas hay que explicar que existen tres niveles de investigación: por un lado está el científico, cuyos descubrimientos son en abierto; por otro lado, el empresarial, que por motivos de competencia es bastante discreto; y por último, el militar, que en un contexto de guerra como el que estamos es secreto.
¿Qué guerra?, ¿desde cuándo estamos en guerra?
Lo que está pasando entre EEUU y China es una ciberguerra. En el siglo pasado, durante la Guerra Fría, la tecnología geoestratégica clave para convertirse en el bloque dominante fue la tecnología atómica. En este siglo es la tecnología cuántica. Rusia ya no cuenta; Europa tampoco. Aquí los actores son EEUU y China. Y hay una premisa importante: quien consiga antes un ordenador suficientemente potente se hará con el poder mundial.
Entiendo que unos misiles o una bomba atómica puedan intimidar a tus enemigos en un contexto bélico, pero ¿cómo van a conseguir lo mismo con un ordenador cuántico?
Es que el primero que tenga un ordenador cuántico funcional, pongamos de unos 1.500 cúbits, tendrá toda la información, todos los secretos de su adversario, sin necesidad de pegar un solo tiro. Todas las comunicaciones encriptadas las podrá desencriptar; todos los secretos del mundo los podrá conocer. Y es cuestión de tiempo que uno de los dos lo consiga.
¿Y Europa qué pinta en todo esto?
Europa tiene el Quantum Flagship europeo, un proyecto en el que participan 27 países y que tiene un presupuesto de 1.000 millones para cinco años. Para que te hagas una idea, solo la empresa Alibaba ya ha puesto 15.000 millones. Europa está en medio de esta situación y piensa, «esta guerra no es mía, ya lo lleva EEUU, que es aliado», así que no interviene. Ahora, que en Europa pasa una cosa muy interesante: casi todo el talento personal en materia de computación cuántica sigue siendo europeo. De las 100 personas que saben de esto, 60 son europeas, y de estas, 10 son españolas. Estoy hablando de gente como Darío Gil, responsable del programa cuántico de IBM hasta hace tres meses; Jordi Ribas, vicepresidente de IA en Microsoft; Ignacio Girard, consejero de telefónica; María Marced, presidenta de TSMC [la empresa más importante de chips con clientes en cartera como Apple] o Sergio Boixo, jefe científico de teoría de la computación cuántica de Google.
Los expertos dicen que estamos en la tercera revolución cuántica. ¿En qué consistieron las otras dos? ¿Va a tener esta mayor impacto en nuestra vida?
La primera revolución cuántica fue simplemente teórica. En el siglo pasado se pusieron las bases de la teórica cuántica, del mundo de lo pequeño. Fue la formulación de las leyes de la mecánica cuántica que hoy se están usando para crear el computador cuántico. La segunda pasó desapercibida, pero es muy importante; es la que permitió que se crearan los láser, la energía nuclear… La tercera revolución es la del computador cuántico; está en marcha y promete ser aún más impactante.
¿Y en qué sectores de la vida impactará?
Exactamente en los mismos que un ordenador clásico: en todos. Será una tecnología tan disruptiva que podrá cambiar todo. Hay sectores que están especialmente interesados en esta tecnología por cómo puede cambiar su campo: las aeronáuticas, las farmacéuticas, los fondos de inversión o los automóviles, pero al final el impacto va a ser global.
¿Cuándo será algo tangible? ¿Pasará en el algún momento a ser algo tan cotidiano y personal como lo son los ordenadores normales?
Ya está sucediendo. Ya hay cosas. No al mismo nivel que un ordenador normal, pero hay que entender que esto lleva su tiempo. Hoy en día tenemos ordenadores en nuestros bolsillos, que es lo que son los teléfonos móviles. Pero desde que se empezó a desarrollar esta tecnología hasta hoy han pasado 75 años. El primer ordenador cuántico comercial acaba de crearse. Lo lógico sería esperar a que pasaran 75 años para ver hasta dónde hemos llegado.
De todas formas, se está metiendo tanto dinero que las cosas se están acelerando. En un contexto de guerra se aumenta el presupuesto y se acortan los plazos, siempre ha sido así. Yo pensé que no lo vería; yo pensé que igual conseguíamos la supremacía cuántica en 50 años. Después las cosas empezaron a precipitarse y si me hubieras preguntado hace poco, te habría dicho que en un par de décadas. Ahora creo que es factible que suceda en el futuro próximo, entre cinco o diez años.
Hay polvos que rejuvenecen el alma, polvos que salvan matrimonios, polvos que son capaces de reconciliarte con aquella perra –se hace llamar vida– a la que tantas veces retiraste la fe, polvos que te alegran la jodida existencia.
Son polvos cortos, no duran más de 5 minutos. Polvos de película, de dos desconocidos en el retrete de un tugurio; polvos con los que soñamos cada fin de semana durante años y que terminamos olvidando cuando pasamos los 30 a fuerza de no haberlos catado.
Son polvos necesarios para toda la humanidad, pero más si cabe para la nueva hornada de padres que inundamos las calles de lamentos y nostalgia pegajosa. Nos creímos veteranos por habernos emborrachado mucho y leído un poco y no éramos más que niñatos consentidos a los que la vida nos quedaba bastante grande. Pasamos de avergonzarnos de nuestros padres en restaurantes a hacerlo de nuestros hijos así, de repente, sin pasos intermedios. Fieles seguidores de la doctrina Montessori que no sabemos acunar a un bebé. Padres quejosos y eternamente agobiados que suplicamos un respiro. Sorpresa: no lo hay.
En mi (nuestro) descargo diré que no es fácil, claro que no. Que queremos hacerlo bien, hacer lo correcto, pero a la vez disfrutar, y que no sabemos cómo. Que nos frustramos, nos torturamos y nos maldecimos cuando, exhaustos, llegamos a la cama con la sensación de no tener vida, cuando en realidad la tenemos toda.
En el camino hemos aprendido muchas cosas, pero hemos olvidado otras imprescindibles. Nos hemos olvidado de follar. Y no me refiero a la recurrente fantasía de regresar a la soltería para poder restregarnos con cualquiera (cómo si eso fuera tan fácil, ingenuos. Antes no nos comíamos ni un colín). No, me refiero a follar con nuestro compañero (un eufemismo muy de moda para no decir marido o mujer, parte de nuestro crónico síndrome de Peter Pan).
Hace un tiempo vi un reportaje de televisión sobre el fútbol en Islandia (así normal que se me haya olvidado follar, pensaréis). Un futbolista español que vivía allí con su novia exponía las inclemencias a las que se veía sometido: sin vida social, sin luz del sol y con un frío del carajo. Decía que, a veces, fruto de una incomprensible tristeza, pasaba días enteros sin cruzar palabra con su pareja. Concluyó que, si ambos habían sido capaces de pasar por aquello habiendo permanecido juntos, nada ni nadie podría romper esa unión.
Lo primero que pensé fue: este tipo no es padre ni de coña. Meses después añadí: no alcanza siquiera a imaginar lo que significa cuidar de dos criaturas. Y hace unos días completé: este tío vive en un mundo paralelo, uno de nubes esponjosas y pajaritos de agradable cantar; se nota que nunca ha hecho un viaje de seis horas y media con dos niños.
A las parejas de procedencias distintas nos toca eso en Navidad. La Nochebuena con tus padres y la Nochevieja con los míos. Una pequeña penitencia sin hijos, un verdadero infierno con ellos. Más aún si en el viaje no tienes residencia fija ni ayuda en la ciudad. Una excursión de esta índole haría tambalear los cimientos de la pareja más pintada (dudo que Pilar Rubio y Sergio Ramos siguieran juntos si tuvieran que cuidar de sus hijos). Esa es la verdadera prueba de amor, nada de cuernos ni tragedias naturales.
Así que nos plantamos en Madrid con más miedo que ilusión. Por delante teníamos una minimudanza a casa de un amigo y un sinfín de desplazamientos. De vacaciones tenían solo el nombre: 48 horas delirantes. Por mi profesión me autoimpongo ver muchos partidos de fútbol que, al final, siempre quedan en la mitad o menos.
Bien, no pude ni terminar de ver el resumen del Betis – Atlético. Actividad frenética: pañales, baños, la comida del pequeño, la comida de la mayor, ¿quieren siesta o será mejor que aguanten para que por la noche duerman del tirón?, coloca silla en el coche, quita silla del coche, ¿esa parada de metro tiene ascensor?, tiene mocos y le duele cabeza, ponle el termómetro, ese no, que es digital y falla mucho, ¿podría ducharme o no me da tiempo?, ¿dónde coño estás? Llevo media hora con los dos.
Me siento mal: no sé nada de lo que pasa en el mundo (¿hay gobierno ya?), no he avanzado en mis proyectos, no leo, me gasté 50 euros en el Football Manager y no lo he tocado. Se ríen, disfrutan, los amo. ¿Cómo he podido sobrevivir sin ellos? Ambivalencia constante.
Llega la Nochebuena y todo salta por los aires. Cuatro niños en una casa esperando la llegada de Papá Noel. Los llantos se entremezclan hasta el punto de formar un quejido uniforme, incómodo, indestructible. Puertas que se abren y se cierran como poseídas por violentos espíritus, manos temblorosas que preparan biberones con desesperación para aplacar la ira de las fieras, pañales infestados de porquería humana, lágrimas adultas que imploran que vuelvan a dormir.
Un momento, uno de ellos llora con más fuerza. Tiene algo en la boca, una especie de llaga. La farmacéutica, posiblemente imbuida de espíritu navideño, decide que no va a ser la única que pringue esa noche:
—Tenéis que llevarle al hospital.
Llévalo tú, yo me quedo con la otra. Espera, ¿dónde aparcamos el coche? Dios Santo, qué puta locura.
Y después de todo, a las 5 de mañana, exhaustos y resignados ante el caprichoso destino, en una habitación minúscula donde duermen 4 personas, se obra el milagro. Dos cuerpos adultos que se encuentran en la oscuridad, dos desconocidos que no hablan, solo olisquean, manos que no acarician, estrujan, amasan y aprietan. Bocas que devoran, lenguas furiosas peleando por cada gota de sudor.
Dos padres que se convierten por segundos en adolescentes, borrachos de puro cansancio, cachondos perdidos, dos personas que no se quieren, solo se desean, dos perros en celo. Todo en silencio y con el morbo del sexo furtivo, con los dos niños durmiendo a centímetros. Jadeos quedos, orgasmos contenidos. Y una certeza: es la persona ideal, elegiste bien, quédate siempre con ella.
Formáis un equipo. Habéis pasado el día batallando juntos, espalda con espalda, manteniendo a raya a los monstruos, alejando miedos, destruyendo sombras. Habéis pasado el día cuidando de vuestra manada, pero la noche es vuestra: follad como leones.
Porque además de llevar a lomos la pesada carga de la vivienda, además de ser cotitulares de cientos de cuentas, además de organizaros en estrictos turnos, además de hacer biberones y papas y de cambiar pañales, además de asistir a tediosas tutorías, de mantener absurdas conversaciones con otros padres solo para preservar su frágil vida social, además de todo eso, sois amantes. Además de padres sois amantes. Conviene recordarlo, aunque solo sea de vez en cuando.
Imagen de portada: Fotograma de ‘Qué esperar cuando estás esperando’ (2012)
En la poesía está escrito el código fuente del futuro. Los versos urbanos describen buena parte del sentir actual: el hartazgo de los estereotipos y la necesidad de ser uno mismo. «Hay un avance notorio en la sociedad», dice Benji Verdes. «Nos estamos dando cuenta de que vivimos con muchos estereotipos a cuestas. La gente entiende que somos mucho más de lo que se ve desde fuera. Somos más que cifras y letras».
El poeta ha llegado a esta conclusión después de leer los cientos de versos que se presentaron al concurso de poesía urbana en Instagram #freepoems, organizado por Light&Free, de Danone, bajo esta llamada: «Escribe tu poema para liberar estereotipos». Verdes, que fue jurado del certamen junto a Loreto Sesma y Redry, fue leyendo verso a verso y descubrió dos asuntos que sonaban más que ningún otro: «De lo que más hablaban era del amor propio. No hace falta esperar a que alguien te quiera para saber lo que vales».
El otro tema que aparecía en muchas de las rimas era el aspecto físico. «En esta era de redes sociales y la televisión, en todas partes, nos venden cuerpos normativos», indica. «Pero cualquier cuerpo es válido. Lo importante es estar a gusto con uno mismo».
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El autor de los libros de poemas Todo lo que fuimos ahora es polvo (Montena, 2017) y Te he vuelto a escribir (Montena, 2018) está convencido de que «hoy se está perdiendo el miedo a no ser como los estándares». Dice que se valora mucho ser distinto y que esta intención de reventar las estrechas ideas de siempre debe mucho al feminismo. «Viene de la figura que más ha sufrido los estereotipos: la mujer. Este movimiento ha ayudado muchísimo a que la gente se dé cuenta de que somos más que los estereotipos de toda la vida».
Benji Verdes cree que la poesía urbana ayuda a romper estas cadenas. Piensa que las rimas expresan muy bien este deseo de dejar de lado esas ideas que tanto oprimen la libertad individual. «Es algo muy urbano. Viene de un colectivo joven que se preocupa por lo que quiere decir. La rima está muy presente porque llega de una manera muy directa a un público concreto: un público muy joven que necesita una forma de expresión y encuentra una manera de decirlo, entre comillas, divertida».
Lo muestran muchos de los versos ganadores del concurso:
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Light&Free decidió organizar este certamen como parte de su campaña #ElFuturoEsFree y en línea con su filosofía BCorp: «Creemos en un futuro libre de lo que no nos gusta: la exclusión, el sexismo y un mundo exclusivamente de hombres». En lo que sí creen: la valentía, el empoderamiento y la responsabilidad.
Estos poemas para liberarse de estereotipos pueden leerse ya en los packs de Light&Free. La marca ha creado una cadena de dedicatorias en Instagram, #DedicaPoesía, para que la gente dedicara sus poemas a quienes ellos quisieran.
La idea es convertir los packs en emisores de mensajes reivindicativos y en una excusa para enviar mensajes de liberación a amigos, familiares o a cualquier otra persona. Entre los participantes, están los mismos Benji Verdes, Redry13 o Loreto Sesma.
En la poesía que corre por Instagram está la expresión de la sociedad que desean la gran mayoría de los milenials. En una poesía que Benji Verdes ve, a la vez, parecida y distinta a la poesía clásica y que define como prosa poética. «Lo que hacemos es un camino paralelo, no es contiguo. Viene de la poesía de siempre, pero no continúa con esa tradición», indica. ¿Lo que tienen en común? «Conserva la parte pura de expresar sentimientos». ¿Lo que cambia? «Lo hace de otra forma. No nos ceñimos a la jaula de sus métricas. Es más libre».
Ser muy hombre ha sido por lo general sinónimo de ser valiente. Por eso estas dos palabras, valor y hombría, han viajado siempre de la mano. Por contra, si un varón mostraba cobardía ante cualquier enfrentamiento, se decía que se portaba como una mujer.
Así, el valor como valor ha sido desde antiguo uno de los elementos más redundantes en la separación de género. Separación que, por otra parte, siempre fue interesada.
En las tribus primitivas se elegía como líder al más fuerte porque eso favorecía la supervivencia del conjunto. Pero ya desde entonces se cometió el error de confundir fuerza con valor, como si ambas cosas fueran lo mismo.
Más tarde, cuando la fuerza de un solo hombre no resultaba suficiente para defender a colectivos amplios, los líderes tuvieron que contar con más hombres para realizar el trabajo. Fue entonces cuando el valor cobró más importancia que la fuerza, porque esta no podía ser exigible a todo el mundo y aquel sí.
El valor se transformó entonces en moneda de cambio, pues podía ser reconocido, admirado y recompensado hasta tal punto que muchos hombres solían perder su vida por demostrarlo.
Con el advenimiento de las naciones y de las guerras que precisaban de grandes masas de soldados, el valor dejó de ser un hecho individual para convertirse en algo exigible a todos los contendientes.
Hay un libro titulado No esperamos volver vivos: Testimonios de kamikazes y soldados japoneses en el que aparecen las cartas que estos jóvenes enviaron a sus familias antes de lanzarse contra los navíos enemigos. En ellas, muchos reconocían tener miedo a esa muerte segura a la que se enfrentaban. Y más aún, siendo conscientes de que a esas alturas la guerra ya estaba perdida. Pero tuvieron el valor suficiente para presentarse voluntarios porque ese era su deber.
Resulta sobrecogedora la cantidad de hombres a los que han matado esas dos palabras.
Lo curioso es que, en la actualidad, la incorporación de la mujer a colectivos que antes les estaban casi vetados, como el ejército, las fuerzas de seguridad del Estado, etc. no haya trastocado en absoluto el contenido de esas palabras. Es un tema por el que muchas feministas suelen pasar de puntillas para no meterse en charcos.
Y es una lástima, porque el valor exclusivamente masculinizado es un concepto mucho más estrecho que el valor en su sentido más amplio.
Un soldado que ha matado desde su búnker a muchos enemigos no ha demostrado valor, ha demostrado buena puntería. En cambio, sobrevivir a una violación es notablemente más valeroso porque en ese caso no cuentas ni con el sentido del deber de los kamikazes ni con la fuerza bruta de los líderes tribales.
Resulta muy difícil redefinir conceptos que han jugado papeles tan determinantes a través de la Historia. Pero ahora que muchas mujeres pilotan aviones de combate, dirigen ejércitos o llevan una placa y una pistola en su cintura no deberíamos perder la oportunidad de desligar la palabra valor de su condición exclusivamente masculina. Tal vez así descubramos que el valor es algo mucho más profundo, sutil y meritorio de lo que pensábamos.
Ojalá existiera una pastillita que nos permitiera, al ingerirla, ser los más creativos de la galaxia, pero lamentablemente la ciencia aún no ha avanzado tanto. Lo que sí ha hecho es seguir investigando sobre el cerebro humano y su funcionamiento, y gracias a esos estudios hoy podemos decir que hay tres cositas que sí nos ayudan a ser más creativos y una que quizá no tanto.
CAFÉ Y SIESTA: UN TÁNDEM GANADOR
Esa costumbre tan nuestra de desconectar del mundo después de comer para recuperar fuerzas no solo es beneficiosa en sí misma (ojo, hablamos de una siestecilla de 15 o 20 minutos, no más. Lo de pijama, padrenuestro y orinal dejémoslo para Cela). Ahora los científicos añaden un elemento más: el café. Esto, que parece un sinsentido si pensamos que lo tomamos normalmente para alejar el sueño, tiene su razón de ser.
Nuestro cuerpo tarda 20 minutos en llevar la cafeína hasta nuestro cerebro. Así que, si programamos bien la siesta y tomamos un cafelito justo antes de cerrar el ojo, no nos hará falta programar el despertador para levantarnos del sofá y seguir con lo que hacíamos. Con la ventaja de que nuestro cerebro no solo habrá descansado, sino que la cafeína, además, contribuirá a que estemos más alerta.
La cosa es sencilla. La responsable de que nos entre ese amodorramiento es una hormona llamada adenosina, la misma que nos dice que ha llegado el momento de ir a la cama cuando cae la noche. La única manera de disminuir sus niveles es durmiendo. Ahora bien, la cafeína bloquea la unión de esa hormona con los receptores del cerebro impidiendo que esta llegue a nuestro sistema operativo, lo que consigue que nos encontremos más despejados.
Y como una imagen vale más que mil palabras, sirva este vídeo de Vox (no confundir con el partido político, por favor) para explicarlo mucho mejor.
Es cierto que no hay demasiados estudios que investiguen los efectos de las siestas y el café, pero los que existen parecen demostrar que quienes durmieron 15 minutos tras tomarse uno cometieron menos errores y estuvieron más alerta cuando fueron sometidos a un simulador de conducción que aquellos que solo durmieron la siesta. Otros estudios, por su parte, parecen demostrar que quienes tomaron café antes de dormir la siesta obtuvieron mejores resultados en las pruebas de memoria a las que les sometieron al despertar.
Así pues, si este tándem consigue mantener nuestra mente más despierta, alcanzar el nirvana de la creatividad está un poquito más cerca.
A FALTA DE CAFÉ, BUENO ES EL TÉ NEGRO
Investigadores de la Universidad de Pekín han estudiado los efectos de beber té negro sobre el pensamiento creativo divergente y aunque los resultados de las dos pruebas a las que sometieron a 50 individuos para el estudio no fueron iguales, sí parecen determinar que beber té mejora la creatividad.
Una prueba consistía en ordenar unos bloques y la otra en proponer nombres para un restaurante de ramen. Los participantes fueron divididos en dos grupos. A uno se le ofreció té negro para beber antes de la prueba y al otro, simplemente agua. Los que bebieron té obtuvieron mejor puntuación en los dos test a los que se les sometió.
Ahora bien, ¿fue la teína la responsable? No parece que fuera así ya que, al igual que la cafeína, los efectos de esta no son inmediatos. La teína tarda unos 30 minutos en llegar al cerebro y los participantes no emplearon más de 20 minutos en realizar sus pruebas. ¿Entonces?
Los investigadores chinos creen que, más que la teína en sí, ese aumento de la creatividad tiene que ver con un estado de ánimo. Es decir, beber una taza de té caliente puede asociarse con un momento relajante, y si la mente está despejada, sin preocupaciones y en estado de gozo, será más propensa a la creatividad.
Por si acaso, vamos a prepararnos una tacita de té negro.
PLACEBO PARA TU CREATIVIDAD
¿Y si todas esas fórmulas para estimular la creatividad se basaran, en realidad, en un placebo? ¿Y si la creatividad simplemente está en tu cabeza? En esa línea se encaminaron los estudios de los investigadores del Weizmann Institute of Science de Israel Lior Noy y Liron Rozenkrantz. Estos dos científicos sometieron a 90 estudiantes a una prueba. A todos ellos se les dio a oler una sustancia con aroma a canela. A la mitad se les dijo que estaba especialmente diseñada para aumentar la creatividad, mientras que a la otra mitad no se les comunicó nada al respecto.
Al terminar las pruebas, aquellos que pensaron que iban dopados con esa pócima mágica obtuvieron mejores resultados que quienes se limitaron a olerla sin saber para qué. Ese placebo les hizo sentirse más confiados y osados, lo que sin duda fue beneficioso a la hora de desarrollar su creatividad.
«Mucha gente, incluida yo misma, siente miedo cuando se enfrenta a tareas creativas. Si alguien me pide hacer algo creativo, me paralizo, me agobio, y no soy capaz de hacerlo lo suficientemente bien. Creemos que el placebo rompe ese bloqueo mental y permite a la gente sentirse más apoyada y libre de miedos», comentó Rozenkrantz en una entrevista para New Scientist.
Así pues, ve a visitar a tu abuela más a menudo para que te diga lo creativo e imaginativa que eres (y créetelo). O búscate tu propia pluma de Dumbo que te permita volar. Tú eliges.
MINDFULNESS, LA KRYPTONITA DE LA CREATIVIDAD
Hasta ahora hemos hablado de tres cositas que podrían estimular tu lado creativo. Vamos con la que los expertos no te recomiendan practicar cuando tienes que someterte a una sesión de brainstorming de las buenas: el mindfulness.
Art Markman, profesor de Psicología y Marketing en la Universidad de Texas, cree que esta técnica de relajación actúa contra la creatividad y que lo que puede servirnos para tener una salud mental equilibrada podría no ser positivo cuando lo que buscamos es dar con esa idea genial que nos llevará al éxito.
El mindfulness propone atender exclusivamente al momento actual, al ahora, al instante. Dejar que el resto de pensamientos fluyan, se vayan, sin que les prestemos atención. Y ahí está el pero. Porque el pensamiento creativo necesita, precisamente, de ese torrente de pensamientos e ideas: el pensamiento divergente.
«Un aspecto central de la creatividad es el pensamiento divergente, que se refiere a la capacidad de presentar muchas ideas diferentes», comentaba Markman en un artículo para Inc. «El pensamiento divergente es importante porque muchos estudios demuestran que las personas que tienen las ideas más creativas son típicamente las que tienen más ideas en general. Es decir, la cantidad conduce a la calidad».
Y concluía: «Dejar vagar la mente es malo para las tareas que requieren atención concentrada, pero en realidad puede ser bueno para el pensamiento divergente. Por lo tanto, la atención plena puede funcionar un poco en contra de la creatividad».
El comunismo es una utopía de andar por casa al lado de la que se gestó en Rusia a finales del siglo XIX y en los albores del XX. La ideología pata negra era la de los inmortalistas biocósmicos. Los que estaban hartos de vivir asfixiados por el espacio-tiempo. Tras la revolución, pronto perdieron la fe en los bolcheviques cuando el socialismo no dio solución al mayor de sus problemas: la inmortalidad.
Les siguieron múltiples escuelas y ahora hay un movimiento transhumanista ruso que no solo no ha abandonado el sueño de la inmortalidad, sino que cree que actualmente es más fácil de conseguir por los avances tecnológicos. Anya Bernstein, profesora del departamento de Antropología de Harvard, los ha estudiado en su libro The Future of Immortality: Remaking Life and Death in Contemporary Russia (Princeton University Press, 2019) No se preocupe, lector, si no está vivo cuando el ser humano pueda ser inmortal; estos activistas también trabajan en la resurrección de los muertos.
En Occidente la idea de que la inmortalidad tal vez fuese posible empezó a circular en los sesenta, pero en Rusia, en el siglo XIX.
Hay que especificar antes a qué clase de inmortalidad nos referimos. De la que hablo en mi libro es una que tiene que ver con la tecnología y con la ciencia. La inmortalidad relacionada con el alma o el espíritu, como en las religiones tradicionales, es diferente. Yo estudio la inmortalidad por medios técnico-científicos, que en Rusia, y es algo que me sorprendió cuando inicié mi investigación, está presente desde el siglo XIX.
La palabra transhumanismo no se empleó hasta finales de los noventa y principios de 2000, pero su significado lo empezó a tratar Nikolai Fiódorov más de cien años antes. Fue el primero en Rusia en hablar del tema y probablemente de todo el mundo.
Los poshumanistas creen que la Ilustración ha llegado demasiado lejos y los transhumanistas entienden que no ha llegado todo lo lejos que debería
Fiódorov era un filósofo cristiano ortodoxo ruso, un asceta que vivía de forma muy modesta. Donó todo su dinero y trabajó en una biblioteca. Tuvo gran relevancia en su época, influenció a toda Rusia y despertó mucho interés en escritores como Tolstói o Dostoyevsky. Sin embargo, es ahora cuando empieza a saberse de él globalmente.
Su gran teoría era que la cristiandad no debía esperar a que Dios resucitase a la gente, sino que la gente debía ayudar a Dios a resucitar a los que ya no están con todo lo que tenemos a nuestra disposición. En el siglo XIX ya vio cuál era la magnitud del progreso y los descubrimientos científicos. La resurrección fue lo más importante para él, pero luego teorizó también sobre el inmortalismo. La idea de conseguir la inmortalidad a través de la ciencia.
Empiezas el libro contando tu experiencia en una manifestación actual de seguidores rusos de Fiódorov…
Están muy movilizados. En Moscú y en San Petersburgo se les conoce. Aunque generalmente aparezcan en medios sensacionalistas, tienen debates con la Iglesia ortodoxa con regularidad. El hecho de que esta institución les tenga en cuenta, aunque no comparta sus tesis, les da más relevancia. Su tarea es llamar la atención del gobierno sobre sus objetivos, aunque sean demasiado utópicos. Quieren que la población tome conciencia de que mediante la criobiología, el trasplante de órganos o la ingeniería genética se puede alargar radicalmente la vida.
En la manifestación en la que estuve hablaron dos mujeres, Anastasia Gacheva y Valerija Pride, una muy religiosa y la otra no. Esto es muy interesante, porque Fiódorov defendía que en la humanidad, creyentes y no creyentes debían unirse para alcanzar una causa mayor. Valerija y Anastasia, que tienen edades similares, no podían ser más distintas, pero hablaron seguidas en la manifestación. Una presentó a la otra, se llevan muy bien. Eran la encarnación del sueño de Fiódorov.
Tiene varias facetas. Fue un filósofo, un revolucionario hasta que rompió con Lenin y escritor de ciencia ficción. Su libro Estrella roja tuvo mucho éxito, en él escribe sobre una sociedad utópica en Marte que descubre cómo rejuvenecer intercambiando la sangre entre ellos. Lo curioso es que él probó su idea en la vida real. Creía que intercambiar sangre entre viejos y jóvenes serviría para que unos rejuvenecieran y otros obtuviesen más inmunidad. Su utopía era el colectivismo fisiológico. Ahora en Silicon Valley pretenden hacer algo similar, pero no tiene nada que ver.
En el siglo XX se probó en ratones que si uno viejo y uno joven compartían sangre mediante transfusiones rejuvenecía el más mayor. La técnica se llama parabiosis y la están empleando algunos millonarios en California, pero Bogdanov buscaba el beneficio mutuo, unir a la gente a través de sus fluidos. Se hizo las transfusiones él mismo. Fueron diez y murió en la undécima, pero es muy curioso, su laboratorio le sobrevivió y Rusia se convirtió en uno de los primeros países con bancos de sangre para transfusiones.
Es una de las tres compañías de crionización que hay en el mundo con capacidad de almacenamiento y la única que hay en Rusia. Las otras dos están en Estados Unidos, en Arizona y Michigan. Creo que en Corea pronto habrá otra. Estas empresas dan servicio a la gente que cree en la posible utilidad de congelar su cuerpo. Digo posible porque muchas veces acusan a estas compañías de engañar a la gente, pero no es cierto que lo hagan. Ellas dicen que ahora mismo no hay tecnología para devolverte a la vida, pero si la hay algún día, posiblemente sea mejor estar congelado que incinerado o enterrado.
Aparte de creer que funcionará algún día, también tienes que poder permitírtelo, porque no es barato. Conservar el cuerpo entero cuesta en torno a 36.000 dólares y solo el cerebro entre 12 y 15.000. El gran problema que se encuentran es que solo pueden crionizar a alguien si tienen un certificado de muerte oficial. No está permitido congelar a nadie que no esté legalmente muerto. Necesitan la firma del médico y que no le practiquen la autopsia a tu cuerpo.
La propia empresa te da unas indicaciones para que dejes en tus voluntades que por tus creencias religiosas rechazas que se te haga cualquier tipo de autopsia. Además, también necesitas asegurarte de que la empresa consiga tu cuerpo lo más rápido posible.
Otro camino hacia la eternidad de la que hablas es la inmortalidad digital, mind uploading.
Esta creencia está muy extendida, no solo en Rusia, también en Estados Unidos. Es una idea dualista que se basa en que mente y cuerpo se pueden separar, que se puede extraer la consciencia del cerebro y recoger en otro soporte. Así, tu mente pasaría a existir en el ciberespacio o en la nube. Muchos transhumanistas creen en esta idea, que ha sido también muy difundida en la cultura popular.
En series como Years and Years o Black Mirror, con el capítulo tan famoso de San Junipero.
En Black Mirror se trata en varios capítulos, no solo en ese. En muchos separan la consciencia del cuerpo, pero siempre con enfoques muy dark, un poco pesimistas. En Years and Years vi el primer capítulo, cuando la chica dice que quiere convertirse en datos, que la saquen de su cuerpo y la suban a la nube. Eso sería un ejemplo clarísimo de mind uploading.
Nikolái Fiódorov fue una de las primeras personas que dijo que teníamos que marcharnos de este planeta
¿Qué diferencia hay entre poshumanos y transhumanos?
El término poshumano lo utilizan los poshumanistas y los transhumanistas para referirse a los humanos del futuro. Sin embargo, el transhumanismo es un movimiento social y político con unos objetivos claros e incluso partidos políticos. Mientras que el poshumanismo es una corriente académica, una escuela de pensamiento crítico sobre el humanismo. Los poshumanistas creen que, de alguna manera, el humanismo, la corriente filosófica propia de los siglos XIV y XV, les falló.
El hecho de situar al ser humano en el centro, desplazando a los animales y el medioambiente, ha traído, creen, entre otros problemas, enfermedades y catástrofes ambientales. Los transhumanistas, en cambio, piensan que el humanismo puede tener algunos fallos, pero es fundamentalmente una idea positiva. Se ven a sí mismos como humanistas, pero un paso más allá. Como han explicado los académicos Veronika Lipinska y Steve Fuller, los poshumanistas creen que la Ilustración ha llegado demasiado lejos y los transhumanistas entienden que no ha llegado todo lo lejos que debiera.
Fotograma de ‘Black Mirror – San Junipero’
Citas que Anastasia Gacheva sostiene que el comunismo no funcionó porque el hombre, al ser mortal, nunca puede ser feliz. El comunismo, dice, falló no porque fuese demasiado utópico, sino porque no lo era lo suficiente.
Esas las declaraciones hay que verlas en su contexto. Se encontraba delante de una estatua enorme de Karl Marx, en una plaza donde se celebran muchos mítines. En ese momento, estaba señalando a Marx como un recurso retórico. Una crítica muy habitual al sistema comunista es que era demasiado utópico y que la humanidad no estaba lista para algo así. Ella sentenció que no, que en realidad no era lo suficientemente utópico porque no pretendía resolver el problema más importante, que es el de la muerte.
No en vano, a principios del siglo XX, los seguidores de Fiódorov se reunían en círculos de inmortalistas biocósmicos que apoyaban la revolución de octubre a su manera. Estaban en contra de la propiedad privada y la tiranía, pero exigían que la revolución solucionase también el problema del espacio-tiempo, que era mucho más importante que las otras contingencias. No soportaban que los humanos viviesen un número limitado de años y no pudieran recorrer grandes distancias en el espacio.
Escribes en el libro que había una gran debate entre ellos sobre si era lícito explorar el espacio si no se había conseguido aún la inmortalidad.
No fue propiamente un debate, lo leí en un foro y lo tomé como percha para mi estudio, para poner de relevancia que existía esa polémica. El usuario se preguntaba cómo íbamos a trabajar en la exploración del espacio si todavía no habíamos resuelto el problema de la muerte. Volviendo a Fiódorov, él fue el primero que empezó a hablar de resurrección e inmortalidad por medios tecnocientíficos y también de la exploración del espacio.
Fue una de las primeras personas en Rusia y, de nuevo, probablemente también del mundo, que dijo que teníamos que marcharnos de este planeta. Los transhumanistas coinciden con los fiodorovianos en que podemos conseguir las dos cosas a la vez, pero aquí se citaba a un biólogo de los años cincuenta que, como metáfora, dijo que si una mosca quiere cruzar el océano, con sus pocos días de vida, no puede hacerlo. Se quejan de que no podemos enfrentarnos al problema del espacio sin haber resuelto lo esencial. Lo primero es la inmortalidad.
Conservar un cuerpo entero cuesta en torno a 36.000 dólares y solo el cerebro entre 12.000 y 15.000. Estas empresas dicen que ahora mismo no hay tecnología para devolverte a la vida, pero si la hay algún día, posiblemente sea mejor estar congelado que incinerado o enterrado
¿Por qué te sorprendió el equilibrio de género entre los inmortalistas rusos?
Yo no me sorprendí, pero vivo en Estados Unidos, donde los transhumanistas tienen la imagen de ser en su mayoría hombres, blancos, jóvenes y generalmente ricos. En mi libro comenté que esto no tiene por qué ser así necesariamente. En Rusia el movimiento está liderado por muchas mujeres; los seguidores no todos son hombres, no son ricos, de hecho, algunos distan mucho de ser ricos, y no son jóvenes. Solo quería subrayar que el transhumanista ruso es un contrapunto al de Silicon Valley.
También hay diferencias políticas. En Rusia el transhumanismo es un proyecto colectivo, no buscan la inmortalidad solo para sí mismos. La resurrección está presente. Quieren devolver la vida a los muertos. Piensan que trabajaron muy duro para que nos encontremos donde hemos llegado y no es justo que no estén. Consideran que la inmortalidad es un derecho, están presionando al gobierno para que sea un derecho universal como la sanidad pública.
Por el contrario, entre los estadounidenses los hay que piensan en la inmortalidad como algo individual; hay muchos transhumanistas libertarios y el debate de los derechos ni se lo plantean. La verdad es que sería estéril discutir cómo proveer de inmortalidad a millones de personas en un país en el que hay tanta gente que no tiene seguro médico siquiera. Aunque no generalizaría, también hay un transhumanismo democrático en Estados Unidos, como en Francia, que se denominan a sí mismos tecnoprogresistas.
Un círculo transhumanista exige que el envejecimiento se trate como una enfermedad.
Dicen que no solo hay que tratar enfermedades como el Alzheimer relacionadas con envejecer, sino la peor enfermedad: el envejecimiento. No obstante, he hablado con expertos en biogerontología y tienen un debate científico, todavía no están de acuerdo en qué es lo que le pasa al cuerpo con la edad. Estos transhumanistas, en un aspecto más práctico que teórico, se quejan de que todo lo que te puedes tomar antiedad no son más que suplementos. Quieren que haya medicamentos contra la enfermedad del envejecimiento y cuya eficacia sea comprobada por las agencias oficiales.
Háblame del proyecto NeuroNet.
Se considera que Rusia llegó tan lejos en la carrera espacial porque empezó desde el principio. Ahora demandan que el Estado impulse la neurotecnología. Si las tecnologías que permiten conectar el cerebro al ordenador avanzan, podríamos acercarnos a la conciencia colectiva, algo que permita el mind uploading. Para sus partidarios, todo esto no sería un avance tecnológico, sino evolutivo.
La utopía es que si unimos las mentes mediante conexiones cerebro a cerebro, desaparecerán todas las discrepancias y diferencias humanas y llegaríamos a un siguiente nivel. Hablan de una evolución más espiritual que biológica.
También hay unos transhumanistas que entienden que cuantos más datos dejes sobre ti, más posibilidades tendrán en el futuro de digitalizarte. Entrevisté a algunos, como Igor Trapeznikov, y estaban grabándose todo el tiempo. Lo hacen muy seriamente, registran todo lo que hacen y dicen y lo suben a la nube cada día para que quede una base de datos de sí mismos para el futuro.
Otros proyectos que explicas tratan de que puedas comunicarte después de estar muerto.
Esto ya no es tanto en Rusia, es más en Silicon Valley. Hay muchas start-ups, como la que menciono en el libro, eterni.me, que proponen la gestión de tu legado digital después de la muerte, incluso crear un avatar que hablará con tus nietos cuando ya no estés. En Black Mirror hubo un episodio sobre esto.
De todos estos proyectos para la inmortalidad, ¿cuál ves más viable?
Confío en la ingeniería genética, que se está desarrollando muy rápido. Lo más difícil me parece la inmortalidad digital. Si no entendemos lo que es la conciencia ni sabemos cómo está relacionada con el cuerpo, lo veo complicado mientras no se resuelva qué es la identidad y qué es la mente. La criobiología, en cambio, ha avanzado mucho.
Podemos enfriar a la gente para reanimarla, se está intentando congelar órganos, se congelan embriones. Otra podría ser la comunicación directa del cerebro con ordenadores. Ya se ha visto que con implantes los paralíticos pueden mover miembros robóticos. Hay mucha esperanza en el desarrollo de esta tecnología. Estamos en un proceso constante de redefinición de la muerte gracias a las nuevas tecnologías.
Lo primero que llama la atención al conocer a Ampparito es comprobar que es un señor bien alto, con barba cerrada y voz grave. «Ya, es que… Verás, cuando empecé a pintar en la calle me busqué un nombre curioso y, bueno, Ampparito quedaba como de señora mayor. En medio de todos esos tags con gancho y de nombres molones, guerra de estilos… veías Ampparito y hacía gracia».
Se llama Nacho Nevado y sus intervenciones siguen haciendo gracia. Pero ahora también hacen pensar. Ampparito ha refinado su estilo, ha cambiado el espray por la brocha («la verdad es que nunca fui bueno con los grafitis», dice) y ha incluido otros elementos e instalaciones para alterar las calles y sorprender al peatón. Una valla excesivamente pequeña, canastas duplicadas a base de espejos, una portería donde no solo entran las pelotas de fútbol, sino las del toro de Osborne… «Los sinsentidos que producen ese tipo de intervenciones me gustan mucho», explica el artista. «Coges cosas que estén en el imaginario colectivo y las cambias, las hackeas».
Ampparito asegura que las ciudades son el mejor escenario para crear ese desconcierto. «A un museo la gente sabe que va a ver arte, igual que vas a un dentista y sabes que te van a toquetear la boca. Actuar en la calle tiene esa parte de pillar desprevenido, de descolocar», dice señalando el ventanal de la cafetería donde hemos quedado, tras el cual se desparrama el centro de Madrid.
La ciudad, opina Ampparito, está hecha para ser eficiente, construida para ser rápida y civilizada. Pulida, engrasada y perfeccionada. Sobre ella se deslizan veloces y rutinarios los peatones, con una voluntad de autómata, un comportamiento que se puede modificar fácilmente mediante señales y objetos. Vamos tan rápido que delegamos y confiamos en lo que otros ponen sobre la calle, nos fiamos de los símbolos hasta el absurdo. «Si hay un cono es porque hay una baldosa suelta; si hay una valla, no puedes pasar por ahí… En ese contexto es muy fácil jugar», explica el artista. «Pones, por ejemplo, una acera que se va haciendo más y más estrecha y la gente va a caminar por ella hasta que sea casi imposible».
Ampparito podría exponer en salas y museos –la mayoría de sus obras son comisariadas–, pero él prefiere mantener la calle como campo de juegos. Lleva interviniendo en ella desde que terminara Bellas Artes. Lo hizo por una cuestión práctica: necesitaba un portfolio, un público y un espacio donde guardar su obra. Así que salió a las calles de Londres, ciudad donde vivía en aquel entonces, y se dispuso a pintar.
«Hice una servilleta llena de grasaza en la que se podía leer “Gracias por su visita”», comenta. La intervención era una clara referencia al brexit, pero la mayoría de peatones no la entendió. «Era una pieza figurativa, pero según donde hayas nacido, la entiendes o no. Para los ingleses era algo casi abstracto». Sucedía la mismo con otra obra de aquella época, una representación del dorso de un metrobús extremadamente realista. «La gente pensaba que era una composición japonesa», recuerda con una sonrisa.
Es consciente de que, por lo público del escenario, no todo el mundo entenderá sus obras. Y le parece bien. «A mí me gusta que funcionen desde una parte más superficial, pero que también puedas rascar y darle mayor profundidad», explica. Por eso utiliza sus redes sociales como una forma no solo de publicitar su trabajo, sino de describirlo y explicar sus referencias. «Yo creo que lo que hago está dirigido a dos públicos distintos: la gente que lo ve por la calle y lo disfruta estéticamente, y aquellos que quieren profundizar más y saber qué hay detrás».
El arte urbano, en ocasiones, puede ser rural. Es lo que ha sucedido en Bolaños de Campo, un pueblo de la meseta que era, hasta hace no mucho, un desierto cultural. «Bueno, un desierto en general», matiza Ampparito con sorna. «En verano vamos algunos, pero en invierno no hay nadie». Es el pueblo de su abuela, explica el autor, y por eso lo visita a menudo desde hace años. Fue aquí donde empezó a realizar sus primeras intervenciones, cambiando las paredes de ladrillo gastado de Londres por los muros encalados del pueblo castellano. Es allí donde descansan muchas de sus intervenciones.
«Empecé a hacer cosas allí porque a la gente le daba un poco igual lo que hagas. Bueno, ahora están muy contentos, ¿eh?», comenta dejando entrever un ápice de orgullo. «Además, como no me pagan, tengo libertad creativa absoluta».
A Ampparito le gusta este contraste, trabajar en Nueva York y en Bolaños de Campo, exponer en festivales prestigiosos y en destartalados callejones. «Ahora hago cosas comisariadas y trabajo con gente del arte que hace referencias muy elevadas, pero cuando curras también en la calle es muy refrescante. Trabajo con gente superculta, con gente snob y, a la vez, con señores que dicen, «mira, no te entiendo, pero te dejo mi tractor». Mola mucho porque trabajas de una forma supertransversal».
Es quizá el secreto de Ampparito, esa doble lectura de sus obras que hace que cualquiera las pueda disfrutar; esa mezcla entre el chiste y la reflexión. A fin de cuentas él expone en las calles y la calles son de todos. No ha perdido frescura con los años, pero sí ha ganado en profundidad, en matices. Y su obra está cada vez más abierta a interpretaciones pues es cada vez un poco menos suya y un poco más de la ciudad. Se llama Nacho Nevado y sus intervenciones siguen haciendo gracia. Pero ahora también hacen pensar.
PORTERÍA CAÑÍ
Es una fusión de una portería y el toro de Osborne. Es muy cañí y más allá de lo visual tiene un juego de palabras, para que quede luego todo muy poético: como una pelota que choca con unas pelotas. El escenario, ya de por sí, es muy curioso; es bastante simbólico porque este pueblo, como todos, se está quedando vacío, y los campos de fútbol están abandonados. Tú vas por medio del campo y de repente ves dos porterías en mitad de un descampado.
UNA REGLA CELESTIAL
Este es un mural sobre la reducción, el reciclaje y la reutilización. Representa una regla de 10 centímetros, pero el muro en realidad mide 30 metros de largo. Si te alejas unos 50 metros de la pared puedes convertir esa regla enorme en una diminuta otra vez. Era un ejercicio de reducción a través de la distancia. Cuando trabajas en la calle hay una parte imprevisible, no sabes cómo va a reaccionar la gente ante tu obra. En este caso han acabado utilizando la regla para medir nubes y es como… ¡Joder, me encanta, es casi mejor!
CASA YOUTUBE
Esta intervención, al igual que la que tengo con el símbolo del DVD, está pensada para ser vista en el móvil. Lo puedes ver en físico, pero cobra otro sentido al verlo en una pantalla. En ese contexto lo pulsas pensando que va a activar un vídeo; o, en el caso del DVD, como tú lo asocias a que se mueve, estás pensando “¿se cargará?, ¿se va a mover?”. Es arte analógico que hace referencia a lo digital.
MI PATRIA ES UN TROZO DE TELA
Lo hice en Barcelona, así que aquí también el contexto es importante. Ha sido una investigación; he buscado el límite, los grises y lo interpretable. Quería explorar, descubrir cuándo una bandera deja de ser bandera. Al final es tela, así que si la lavas a más de 70 grados, si la destiñes, si encoge… ¿sigue representando lo mismo? Si yo quemo una bandera, pero los colores están en negativo, ¿es ofensivo?
FACHADAS REPETIDAS
Es un corta y pega. Pinté una parte del edificio de al lado sobre una pared en blanco, creando una repetición que descoloca. Es un glitch. Me gusta coger cosas que ya existen del entorno y repetirlas al lado. Yo trabajo mucho con el contexto, creo arte contextual. Y este contexto empieza a ser, cada vez más, el entorno digital.
PREPARADOS, LISTOS, YA
En esta intervención varié los terrenos de juego, que son igualitarios cuando, en realidad, nada es igualitario. Lo rápido que corras depende de tu altura, de tu alimentación, de un montón de factores. Por eso quise deformar esta pista. Me gusta ver cómo, cuando alteras un terreno de juego, la gente sigue jugando, adaptándose a los cambios.
Leo en el periódico que ha empezado el proceso de sabanización del mundo. Sabanización. Sa-ba-ni-za-ción.
Imagino un planeta envuelto en sábanas blancas. No hay montes, no hay pinos; solo extensos campos de cubiertas níveas. Pienso que es una palabra nueva para llamar a los desiertos que traen los calores.
Sigo leyendo. Es así. La voz es tan clara que no engaña. Pero unos párrafos después algo me asombra.
Sabanización no viene de sábana; viene de sabana.
Mi imaginación visual se ha adelantado a mis conocimientos biogeográficos.
Esa voz me lleva antes a ver un paisaje desconsolado que a pensar en un bioma entre la selva y el pastizal.
Pienso entonces en la faceta cinematográfica de las palabras. Advierto que emiten imágenes antes de pasar por las entendederas.
Mis ojos se detuvieron en sabanización porque puso ante mí la estampa de un globo terráqueo recién salido de la colada.
De haber sabido que esa sabanización no venía de la ropa de cama, sino de los biomas, mi atención no hubiera parado ahí. Y eso que los paisajes bioclimáticos tienen un repertorio de nombres irresistibles:
Estepa (muy literario) Manglar (de redonda sonoridad) Tundra (fuerte como el rayo) Chaparral (la poética del chaparrón)
Tanto se habla ya de la sabanización que la Fundéu le ha dado el visto bueno:
«Es un neologismo válido para aludir al proceso de degradación de zonas de bosque, selvas y bosques tropicales», escribieron en la planta 14 del edificio de Madrid desde donde, allá en lo alto, miran las palabras.
Y su explicación confirmó mi desengaño:
«Es un término bien formado a partir del sustantivo sabana (‘llanura, en especial si es muy dilatada y no tiene vegetación arbórea’)».
No hay sábana en el mundo que pueda secar mis lágrimas sabanizadas.
Nacemos con una piel que recubre todo el cuerpo. Pero, prácticamente desde el momento en que salimos del vientre de nuestra madre, a ese primigenio tegumento se suman nuevas capas. La ropa es la primera. Y a esta se superpone luego otra: la arquitectura.
Raquel Buj mantiene esta teoría desde su laboratorio textil Zap&Buj. Allí, en 2016 y junto a Elena Zapico, comenzaron a «crear pieles»: «Para nosotras la arquitectura y la moda son pieles que rodean al cuerpo. En este sistema de dermis, la moda es la más cercana al cuerpo. Podemos entender que confeccionar prendas es como construir arquitecturas íntimas». La firma trabaja en moda, pero con «una mirada hacia fuera de la moda», buscando enriquecerla mediante la intersección con otras disciplinas.
En su camino hacia el futuro, la industria textil también se topa con la tecnología, la artesanía y la sostenibilidad. «Buscaremos que nuestras prendas vayan más allá de lo puramente estético y nos permitan un grado de interacción entre nuestro cuerpo y el entorno: prendas que cambiarán su color para protegernos de las radiaciones solares, que nos hidraten cuando nos haga falta, que se ruboricen con nosotros», vaticinaba Buj durante una reciente conferencia en TEDx Madrid.
La ropa, añade ahora, será más compleja, más artesanal y también más verde, tanto en los procesos de producción como en el uso de materiales, y pone como ejemplo de esta tendencia la biofabricación: «Se trata de cultivar tus propias prendas y que estas sean biodegradables, revirtiendo así el ciclo de consumo mediante la protección de nuestros recursos naturales».
Desde su taller, Zap&Buj sigue aportando ideas al porvenir del sector. Raquel Buj considera que «las propuestas más especulativas, que no tienen un planteamiento comercial directo, tienen valor por sí mismas ya que abren caminos y maneras disruptivas de pensar la moda que pueden hacer evolucionar la disciplina». En su caso, lo hacen con propuestas que acercan «lo duro de la arquitectura y lo blando de la moda».
¿UN ABRIGO DE PIEL?
No, no es pelo. Cada uno de esos pequeños hilos son navetes, esos filamentos de plástico con los que se sujetan las etiquetas en la ropa. «Es un material pensado para ser desechado, sin valor, que nosotras trabajamos meticulosamente para devolverle una cualidad noble». Mediante la inserción de 90.000 navetes cortados a diferentes alturas, el vestido trataba de emular la topografía de un paisaje natural.
ENVASADO AL VACÍO
«Trabajar con materiales diferentes es como hacer cocina experimental», dice Buj. Sobre todo en prendas como esta, en la que se utilizaron («y nos comimos») 200 mejillones («mucho hierro, sí», bromeaba en TEDx). Con ellos, además de con silicona y otros ingredientes, confeccionaron una especie de vestido «envasado al vacío» («más propio de la sección de congelados de un supermercado»). Además, a partir de este crearon otro vestido: su negativo.
UN TRAJE PARA SIAMESAS
Todo partió de un molde con forma de pétalo abierto que luego rellenaron de silicona, como si de un pastel se tratara. El proceso se repitió hasta conseguir 98 pétalos de ese material. Con él, Zap&Buj creó un traje de siamesas. «Los pétalos de silicona crecían y se movían entre los dos cuerpos, como si fueran algas del mar».
DE UNA HUMEDAD, UN VESTIDO
Antes de llamar a un albañil o un pintor, las integrantes de Zap&Buj escanearon y dibujaron la humedad de una de las paredes del estudio, haciendo un seguimiento de su desarrollo. La humedad tomó vida a través un tejido de tul muy elástico con el que crearon un vestido que se adaptaba a todos los movimientos del cuerpo. «En total fueron 160 horas de impresión para conseguir esta especie de bordado tecnológico que parece estar impreso directamente sobre la piel».
UN ERIZO DE MAR SUAVE
Tecnología y artesanía para crear un vestido que simula a un erizo de mar «pero más suave». Los 14.000 pinchitos fueron incrustados a mano en la base del vestido con pinzas de depilar.
VESTIDOS QUE REACCIONAN AL CALOR
Para esta prenda utilizaron un material dicroico, una lámina que se pone entre vidrios de fachadas. «Nos interesaba el efecto irisado y los cambios de color que producía». El vestido se cosió con un hilo de polímero que tenía una cualidad especial: memoria de forma. Cuando se le aplicaba calor, el tejido retrocedía, permitiendo que entrara el calor. «Buscábamos un movimiento orgánico, parecido al de la piel».
En enero de 1920, la revista La Esfera saludó la nueva década con un relato titulado La señorita andrógina en el que un hombre recién llegado a la capital se quedaba pasmado al ver a las chicas modernas. «Todas parecen la misma: flacas, pintadas, oliendo a demonios, fumando, parecen chicos afeminados», se indignaba al verlas renegar de lo que hasta entonces se había considerado el ideal de belleza. ¿Qué estaba pasando para que se atrevieran con semejantes modas?
Para asomarnos a esa sociedad, que estaba dando una voltereta difícil de asimilar para una mentalidad todavía decimonónica, vamos a pegar el ojo a una mirilla que nos permite ver el mundo de los años veinte en todo su esplendor: la hemeroteca. Durante esos años, el periodismo gráfico se convirtió en un catálogo de obras de arte, fichó a los mejores ilustradores y escritores, y se adaptó a las modernas técnicas de impresión.
En la revista La Esfera «colaboraron los mejores ilustradores del primer tercio del siglo XX, y al mismo tiempo fue un álbum de piezas literarias firmadas por periodistas y escritores de prestigio», según Sánchez Vigil, autor de una tesis doctoral sobre la documentación fotográfica en España. Junto a La Esfera y las veteranas Nuevo Mundo o Blanco y Negro, en los años veinte vieron la luz publicaciones como Estampa y Crónica, y todas ellas se ocuparon de los temas nuevos que reflejaban los avances del momento: los viajes, el cine, los deportes que empezaban a ser de masas, la moda que llegó con unas tijeras cortando faldas y melenas para adaptarse a los nuevos hábitos de vida de las mujeres, más libres y dinámicas.
LAS MUJERES ¿ANDRÓGINAS?
Los tradicionales, como el caballero recién llegado a la capital de Las señoritas andróginas, se indignaban al ver que las mujeres dejaban de conformarse con su papel de ángeles del hogar y ocupaban los espacios públicos adoptando costumbres como hacer deporte o ir a la universidad.
La periodista Carmen de Burgos explicaba el motivo de ese estilo a lo garçon en el artículo Signos de libertad en la revista Elegancias: «La moda de los cabellos cortados en melena puede tomarse como símbolo de la libertad de la mujer. La cabellera corta, que se puede lavar en pocos minutos, es la que corresponde (…) a una mujer emancipada, ya que por emancipación se entiende el conquistar su derecho al trabajo». En eso estaba muy de acuerdo la pedagoga María de Maeztu, que se había empeñado en que las chicas dejaran de considerarse ejemplares exóticos en las aulas universitarias y les había proporcionado un cuarto propio para que pudieran dedicarse a los estudios superiores en la Residencia de Señoritas (el grupo femenino de la Residencia de Estudiantes del que tan poco se habló en las décadas siguientes).
Por supuesto, las revistas dedicaron espacio a contar lo que ocurría en esa Residencia y los periodistas que la visitaron, como Juan del Sarto, de Crónica, quisieron desmentir «de manera categórica, aquella escéptica y descortés afirmación que la mujer tiene, como características, las del cabello largo y las ideas cortas». La Esfera, por su parte, tuvo una sección De las mujeres que estudian.
LOS ‘SPORTS’
A principios de la década, los deportes eran algo tan novedoso, tan llegado de fuera, que la prensa todavía los llamaba sports. La práctica del deporte, reservada a las élites a principios de siglo, se fue extendiendo por las clases medias tras la reciente instauración de la jornada laboral de ocho horas, que ofreció tiempo libre a los trabajadores para su esparcimiento.
1920 fue el año en el que el fútbol español participó por primera vez en los Juegos Olímpicos y dio a la nación el primer héroe deportivo, Ricardo Zamora. La prensa hablaba de esos triunfos como victorias nacionales y así llegó a nuestro país la pasión por el deporte. Además del fútbol, las publicaciones prestaron atención al baloncesto –«último juego exótico y feminista», decía Nuevo Mundo–, el esquí, al que llamaban alpinismo, las carreras, para las que también utilizaban una palabra inglesa, cross, o el tennis. Una tenista española, Lili Álvarez, logró en esos años proeza tras proeza: participó en los Juegos Olímpicos de 1924, llegó a la final de Wimbledon tres años seguidos y ganó Roland Garros en 1929.
LOS AVIONES, LOS VIAJES
La década de los veinte también fue la de las aventuras aéreas y puso al público mirando al cielo. Estaban de moda los grandes raids, como el protagonizado por el Plus Ultra, un hidroavión que en 1926 hizo la ruta entre Palos de la Frontera (Huelva) y Buenos Aires. Según La Esfera «el vuelo Europa-América, en avión, sigue siendo prácticamente una empresa de aventura tan difícil como arriesgada».
El hombre había logrado la fantasía de poder volar y las publicaciones se volcaron en la cobertura a estos viajes. «La prensa debe aprovechar cuantas facilidades informativas le proporcionan los adelantos modernos», decía el Heraldo de Madrid para anunciar que su redactor jefe, Chaves Nogales, iba a hacer un viaje de 16.000 kilómetros en avión para contar a su público cómo era «la Europa de posguerra, con sus afanes, sus luchas, sus costumbres, obteniendo un panorama único de esta gran época».
Por su parte, el automóvil empezó a considerarse como referente de modernidad y dejó de ser un aristocrático objeto dedicado al paseo. Para que nos hagamos una idea, en 1920 avanzaban a trompicones por los caminos de España unos 28.000 vehículos, mientras que al final de la década eran 250.000 los que corrían veloces por las recién estrenadas carreteras que partían de las grandes ciudades. Estaba naciendo el turismo como industria y la prensa dedicó espacio a los viajes y las excursiones.
El Raid Plus Ultra en ‘La Esfera’La Exposición Internacional de Barcelona en ‘La Estampa’
EL CINEMATÓGRAFO
A principios de siglo, el cine no era más que un entretenimiento de feria, pero durante la década de los veinte ya se estaba convirtiendo en una industria que cambió hasta la fisonomía de las ciudades, con la construcción de edificios monumentales y vanguardistas destinados a las proyecciones. «Yo nací –¡respetadme!– con el cine», dijo Rafael Alberti y, junto a otros jóvenes modernos, reivindicó el nuevo arte. Lorca, Cernuda, Gómez de la Serna, Maruja Mallo o Concha Méndez, al utilizarlo como tema en sus obras, alentaron el interés popular por el cine y sus estrellas. El star system brilló en las secciones cinematográficas de la prensa y las actrices marcaron tendencias en la moda.
AQUELLOS ANUNCIOS
En los «felices años veinte» todos los ingredientes estaban en la olla para cocinar el salto de la publicidad hacia la modernidad. Los hábitos de consumo de la nueva burguesía urbana popularizaron durante la década la compra de bienes como los gramófonos, las máquinas de fotos, los aparatos de radio o los automóviles.
Precisamente de la mano de General Motors llegó a España en 1927 la primera agencia internacional, J. Walter Thomson, y un año después se creó la primera agencia de publicidad realmente moderna, Veritas. El asesor artístico de Veritas era Federico Ribas, autor de los sofisticados anuncios de Perfumerías Gal. Ribas, junto a otros grandes ilustradores como Salvador Bartolozzi o Rafael Penagos, contribuyeron, como decíamos al principio, a que la prensa gráfica se convirtiera en un catálogo de obras de arte durante la década de los veinte.
En 1999 no había teléfonos inteligentes y la gente mataba el tiempo en la parada de autobús de las formas más insospechadas. Medía el tiempo en cigarrillos (fumar entonces no era algo asqueroso y socialmente censurable, sino un acto de rebeldía cool), observaba a otros viandantes y les inventaba una vida. O aún mejor, se la dibujaba. Eso es lo que hizo Tetsunori Tawaraya.
Acababa de mudarse a San Diego, fascinado por su escena musical. Quería conocer bandas que nadie conocía. «Ya sabes, The Locust, Gogogo Airheart, Gravity Records, GSL». Ya sabes, Grindcore y mutant punk/HC californiano. Tawaraya tenía un gusto musical extraño, mucho tiempo libre y pocos amigos, así que empezó a hacer retratos de la gente que veía por la calle, en los cafés, los bares y los conciertos.
Dejar su Tokio natal no fue especialmente duro para Tawaraya. «Me gusta la idea de ir a un sitio en el que no conoces a nadie», explica, «así eres libre de tus rutinas y puedes coger nuevas ideas». En su caso, estas ideas fueron plasmándose en cuadernos de dibujos, en trazos abigarrados y furiosos, en retratos lisérgicos de las personas que se fueron cruzando en su camino. «Así empezó mi formación, como retratista. Después fue evolucionando hacia el arte musical y más tarde, hacia el cómic», explica Tetsunori.
Sigue en evolución. Su última innovación ha sido añadir color a sus creaciones, con lo que han ganado en expresividad y fuerza. Se mantienen quizá sus influencias, que beben del punk americano, la ciencia ficción y el folclore japonés.
«Crecí en una zona de Japón donde la gente cree mucho en los yokai [criaturas sobrenaturales del folclore japonés]. Monstruos como Namahage o Kappa se transmiten en forma de cuentos, pegatinas o muñecos». Así, el pequeño Tawaraya estuvo expuesto a estas criaturas extrañas desde niño y fue desarrollando un interés obsesivo por los monstruos.
La serie B americana, el punk y la psicodelia terminaron de dar forma a sus dibujos, que se trazan a medio camino entre el imaginario americano y el japonés.
Sus libros (tiene un par publicados) están disponibles solo en inglés, pero sus exposiciones se suceden a los dos lados del Pacífico. Cuando se le pregunta por ello, Tawaraya reconoce que el público japonés no reacciona de la misma forma ante su trabajo que el estadounidense.
Hay referencias culturales hacia unos y otros, guiños nacionales y bromas de imposible traducción. «Las historias divertidas son difíciles de traducir», justifica el autor. Los buenos dibujos, no.
En una de las viñetas de Homo Machus. De animales a hombres(Lumen), de Javi Royo, uno de los personajes comenta al resto de personas sentadas junto a él alrededor de una mesa que tiene intención de escribir un libro sobre feminismo. «No puedes, eres un hombre», le vienen a increpar el resto de comensales, todas ellas mujeres.
El autor del libro y la viñeta, asegura que la escena no es autobiográfica. No ha percibido esa resistencia en su entorno, aunque de haberla advertido, lo entendería: «Yo tampoco me fiaría de los hombres», ironiza (aunque quizás no tanto).
Royo evita los rodeos al hablar del libro que acaba de presentar: «Va de visibilizar el machismo, cuyos tentáculos están presentes en todos los rincones de nuestra sociedad. Sobre todo se trata de preguntar a los hombres cómo deberíamos movernos respecto a este problema. En un entorno en el que las mujeres ya se han situado, están planteándose cosas, empoderándose, se trata de abrir el melón y preguntar “¿y los hombres, qué?”. Tenemos la responsabilidad de situarnos al lado de la mujer y ver cómo nos incorporamos al feminismo».
Con ese «situarse al lado», ¿te refieres a que si el fascismo se cura viajando, el machismo se cura empatizando (con las mujeres, claro)?
Exacto. Lo has dicho tan bien que lo voy a utilizar (ja, ja). A los hombres en general nos falta empatía y comunicación porque se nos ha educado en una serie de cualidades que van en contra precisamente de la empatía y la comunicación.
Desde pequeñitos se nos ha dicho que tenemos que ser tíos fuertes, que tenemos que practicar deportes duros, que no podemos mirarnos desnudos en las duchas… Vamos, que tenemos que ser de una determinada manera, y eso muy jodido. Nos han hecho un traje que a mí particularmente siempre me ha producido mucha angustia. Nunca me he sentido cómodo en esa masculinidad.
La masculinidad es un concepto que hay que replantearse y, además, hacerlo de forma individual: ¿Cómo voy a ser yo? ¿Cómo me voy a construir en relación a todas las personas que me rodean? Hombre o mujer, porque ambos, antes de nada son personas. Creo que en el momento en el que empecemos a caminar hacia una masculinidad más empática empezaremos a entender a las mujeres, sus problemáticas, y podremos empezar a cambiar.
En psicología, suele decirse que para hacer frente a un problema primero hay que reconocerlo y nombrarlo para poder solucionarlo. Aquí ocurre lo mismo. Si me enroco y digo que del feminismo no quiero saber nada, poco vamos a cambiar.
¿Es ese despertar en la conciencia de los hombres acerca del hecho de que el machismo también es cruel con ellos lo que puede provocar que muchos de ellos se suban a la causa del feminismo?
Sí, en cuanto a que solemos movernos y concienciarnos con un tema solo cuando nos atañe directamente.
Aunque en este punto quiero dejar una cosa muy clara: las verdaderas víctimas del machismo son las mujeres. Son ellas las realmente jodidas por esta lacra. Los hombres simplemente no nos sentimos cómodos, pero no sufrimos sus consecuencias.
Nos concierne a ambos pero de una forma muy diferente. A las que ataca es a las mujeres en forma de desigualdad, discriminación salarial, violencia machista…
Cuando estaba escribiendo el libro me ocurrió una cosa muy curiosa. Necesitaba conocer la opinión de más mujeres sobre el machismo. La única forma de hacerlo de forma masiva era contactar con todas las posibles a través de las redes sociales.
Pedí que me contaran qué situaciones de acoso y abuso habían sufrido en sus vidas: tuve 300 respuestas en menos de 24 horas. No me lo esperaba. Y había de todo: desde situaciones de desigualdad a abusos en el trabajo, incluso cosas tan heavies como violaciones en el seno de su familia. Algunas de esas mujeres era la primera vez que las contaban.
Es algo con lo que aluciné porque no es más que el reflejo del machismo sistémico que hace que contar que has sufrido un abuso supone que la sociedad te juzgue. Incluso llegue a culpabilizarte de haber subido al piso de un tío, de haberte puesto determinada ropa, de haber conversado animadamente con alguien y haberle dado a entender ‘cosas’. No, no puede ser que todavía haya mujeres que no pueda contar este tipo de situaciones ni siquiera a su entorno más cercano por miedo a ser culpabilizadas, en lugar de ser consideradas como lo que son: víctimas. Es algo que no entiendo. Por eso escribí el libro.
Me pareció tan triste… De todas las historias que conocí, en el libro publiqué 14 tal cual me las contaron. Todas anónimas pero reales. Es una forma de visibilizarlas y sacar a la luz comportamientos machistas evidentes.
Es obvio que no es una encuesta demoscópica, pero de las mujeres de mi entorno con las que he hablado entre el 90% y el 95% han sufrido alguna situación machista. Mi propia hija de 16 años ya ha pasado por más de una. Y no me las contó hasta que leyó algunas de las historias que cuento en el libro. De ahí que lo considere un revulsivo para visibilizar este tipo de situaciones, porque visibilizar significa contar las cosas y empatizar.
Hay más gente en Instagram que está haciendo cosas muy interesantes de este tipo, como el caso de Devermut, por ejemplo.
El formato viñeta ¿ayuda a tratar temas de este tipo sin resultar dogmático?
Sí, por supuesto. ¿Y sabes por qué? Porque el lenguaje visual permite situaciones abiertas. Tú puedes ver una imagen que para ti significa una cosa y para otra persona, otra. Eso da lugar a mensajes más abiertos que, al final, se acaban configurando en tu propia mente.
El trabajo del viñetista consiste en combinar texto e imagen para que la reflexión se las traslades al lector. Por esta razón, me parece una suerte poder ser dibujante.
¿Cómo ves a la generación a la que pertenece tu hija respecto al machismo y al feminismo?
La veo muy bien-mal (je, je). Te explico. El libro lo he peloteado mucho con ella y con mi pareja, que son generaciones distintas. También, por supuesto, con mi editora, que me ha dado una fuerza increíble, y con la responsable de prensa de Random.
De lo que me ha servido el feedback de mi hija es para darme cuenta de que su generación está más abierta en lo que se refiere a relaciones de pareja. Hay más colores y se permiten probar e investigar, como personas, su sexualidad. Ven a la gente como personas y no ya tanto como hombre y como mujer, lo cual me parece muy positivo y muy afín a los planteamientos feministas.
En cambio, todavía persisten ciertas actitudes machistas. Hay chavalas de la edad de mi hija que cuentan situaciones vividas realmente machistas. Esa es la parte que me preocupa.
Creo que todo esto tiene que ver con la educación sexual y emocional que se da en los institutos y que creo que llega ya muy tarde. La educación sexual, desde el punto de vista emocional, tendría que llegar antes, cuando son niños. Ya que van a ver porno, que lo entiendan y entiendan su contexto. No se puede decir que no lo vean, porque lo van a ver.
Si se les educa emocional y sexualmente desde pequeños, se les debe dejar claro para que las personas con las que van a tener sexo algún día, son eso, personas, con emociones, y que hay que respetarlas. De hecho, muchas veces, las situaciones de abuso no son más que repeticiones de escenas porno chungas.
Respecto al movimiento feminista, ¿en qué momento nos encontramos? ¿Crees que realmente estamos en un punto de no retorno o hay mucho postureo?
Hay de todo. Hay gente que está muy concienciada y que nos consideramos feministas. Pero también es obvio que estamos en un momento muy radicalizado, en el que sectores de la derecha y ultraderecha, que siempre han estado ahí pero más agazapados, parecen que están retrocediendo.
Hay muchos hombres que se van a sentir muy a gusto con las posiciones más radicalizadas, antifeministas y de involución absoluta. Hace cinco años no hubiera pensado que esto podría llegar a ser así; sabía que había gente que pensaba así, pero no que iban a tener la poca vergüenza de decir las cosas que dicen en voz alta. Me parece un retraso tremendo.
En definitiva, creo que estamos evolucionando pero solo una parte de la sociedad. Hay que tener en cuenta que también hay mujeres machistas, porque en esos partidos también hay mujeres que apoyan lo que dicen sus líderes. Desde luego vamos a ir a mejor, pero obviamente la sociedad es muy heterogénea. No sé, no tengo ni idea…
Vamos a dejar claro que este es el tipo de cosas que pasan en Mayfair, un barrio que deja al Passeig de Gràcia como el bulevar de los pordioseros. Allí, en Londres, la ciudad con mil y una opciones para dejarte la pasta si eres asquerosamente rico, una librería que lleva abierta 80 años ha montado un servicio de charleta literaria y recomendación para sobrevivir 80 más.
Para ponernos en situación, vamos a presentarte Heywood Hill. La librería es propiedad de la persona con el mejor nombre del mundo: Peregrine Cavendish, duodécimo duque de Devonshire, a la sazón sobrino de la novelista británica Nancy Mitford. Mitford es la trabajadora más ilustre que ha estado tras el mostrador del establecimiento y llegó allí de sustitución. Entre 1942 y 1945, el dueño de la tienda, el mismísimo George Heywood Hill original, estuvo en la II Guerra Mundial haciendo las típicas cosas que se hacían allí: pasar frío y pegar tiros a nazis.
En 1945, el señor Hill regresó, Nancy Mitford publicó A la caza del amor, lo petó y el señor Hill no la volvió a ver más que como cliente, que tampoco era tan a menudo porque Mitford se fue a vivir a París porque ya se sabe la vida alegre de la gente guapa en París.
Con el tiempo, la librería fue heredada por el cuñado de Nancy Mitford, Andrew Cavendish, undécimo duque de Devonshire, y luego, por la lógica que rige los ducados, por su hijo. Así funcionan las cosas en Gran Bretaña y, en general, en todos los sitios en los que heredas títulos por la cara. Como si hubiera otra manera.
El que se ocupa de dirigir el negocio de forma ejecutiva es el yerno del duque, Nicky Dunne, ya que el duque es de pasar largos periodos de tiempo en su hogar de Derbyshire. Sí, Derbyshire, no Devonshire, que encima el tío se ha ido a vivir a la competencia.
Vamos al turrón, que si nos ponemos a explicar los detalles no te contamos que el invento de Dunne y su equipo se llama A year in books (Un año de libros).
La mecánica es la siguiente: echas un rato de charla con uno de los libreros del establecimiento. Él pilla lo que te gusta, te coge el rollo y se tira un año enviándote paquetes mensuales con libros que ha escogido especialmente para ti. Según dice a Vanity Fair Karin Scherer, una de las libreras, «no hay dos personas que reciban el mismo paquete». Y ojo, ahora mismo Heywood Hill cuenta con 700 suscriptores al servicio.
Heywood HIll ha creado un servicio para vencer a los algoritmos y para ofrecer una experiencia que les mantenga alejados del clic y recibir de los gigantes de la distribución que despachan libros a espuertas.
La cita inicial es algo así como la consulta con el confesor. Dice a The New Yorker Camille Van de Velde, la directora de suscripciones, que algunos clientes van muy decididos y que otros necesitan más tiempo para meterse en el rollo. «Hablo con muchos de ellos una vez al mes por email», asegura.
El precio de las suscripciones oscila entre las 125 libras al año por 6 libros con pasta blanda a las 1.125 libras que pagas para recibir 40 libros de pasta dura y edición fina filipina.
¿Puede el librero equivocarse? Sí, el librero se puede equivocar. Pero también se equivoca Spotify cuando me casca a Melendi porque he escuchado a Kiko Veneno.
Y ya que estamos con el tema…
Mira, cari, es que se acaba de lanzar una reedición del mitiquísimo cómic Persépolis, de la no menos mítica autora iraní Marjane Satrapi.
Y que resulta que es un tocho precioso, finísimo, llenísimo con sus 352 páginas. La nueva edición incluye una nueva traducción, un nuevo formato, una nueva rotulación y un nuevo diseño para contar la misma historia de una joven en mitad de la revolución iraní, la restricción de libertades, la represión y la jarana que se montó en el Irán de principios de los 80.
Unos minutos musicales para terminar
Este grupo se llama Adiós Amores y es algo así como si a Françoise Hardy la arrojas en mitad de la sevillana Alameda de Hércules. Y es mu rico.
Este contenido es una columna llamada El Piensódromo. La enviamos los viernes por email e incluye algún tipo de reflexión acerca del ecosistema que nos rodea y algunas recomendaciones culturales y lecturas adicionales. Si quieres recibirlo directamente en tu correo electrónico, puedes darte del alta en el formulario que hay aquí.