¿Conocéis a alguna de esas personas que no saben estar solas, que siempre necesitan a alguien a su lado complementándolas y completándolas? ¿Que cuando no tienen compañía se sienten como un pulpo en un garaje? Pues lo mismo ocurre con algunas palabras.
Y así como en las personas esa dependencia no es nada saludable, en el caso de las palabras es justa y necesaria. Vamos, que si las utilizamos olvidándonos de su compañero obligatorio o situándolo en un sitio indebido, el resultado puede ser catastrófico.
Estoy hablando de palabras como la conjunción “ni”, el adverbio “también” o la preposición “hasta” (con el significado de “incluso”), por citar algunos ejemplos. En el caso de estas palabras, la referencia (“el acompañante”) que necesitan debe estar determinada de forma muy clara para que la frase tenga sentido, porque sin ella no están completas. Y para que ningún invitado de la fiesta se equivoque y les atribuya un marido o una esposa erróneos, hay que ubicar a los miembros de la pareja en el lugar adecuado. Veamos algunos ejemplos.
En la letra de la conocida canción de Ana Belén “El hombre del piano”, hay una frase que dice lo siguiente.
Y una voz que le dice “pareces cansado
y aún no ha salido ni el sol”.
Para que la conjunción “ni” estuviera bien situada ahí, tendría que haber otras cosas, aparte del sol, que no hubieran salido. Quizá otros astros. Pero como eso no tiene sentido en este contexto, la situación adecuada de la palabra sería esta: “pareces cansado y aún ni ha salido el sol”.
¿Por qué ese ligero cambio de orden ya corrige el significado de la frase entera? Porque la vuelve más flexible: ahora ya no es solo lo que no ha salido lo que debe repetirse, sino el hecho de que no haya salido. Y es muy fácil imaginar otras cosas que no han pasado: aún no se han ido todos los clientes, aún no hemos echado el cierre… y ni siquiera ha salido el sol. Por supuesto, en la letra de una canción se perdona, porque es bastante difícil que encajen todas las sílabas con la melodía si se tienen en cuenta todas las normas gramáticas. Pero es importante entenderlo para no cometer el mismo error en otros textos.
¿Sutil? Sí. ¿Se entendía la primera opción? Sí. ¿Es difícil explicar la diferencia? Sí. Pero ahí está, para los más finos.
Otro ejemplo muy similar es el uso de la palabra “hasta” en titulares periodísticos o en la lengua oral en construcciones parecidas a esta: “Me da hasta pena”, “se fundió hasta el metal”, “se puso de pie hasta el público”.
Solo podemos decir “me da hasta pena” si la persona u objeto en cuestión nos da otras cosas además de pena: por ejemplo, asco. “Me da asco… y hasta pena”. Pase. Pero si lo único que nos da es pena, deberíamos reordenar la frase y decir: “hasta me da pena”. El motivo es exactamente el mismo que el del ejemplo anterior.
Sí que sería correcto ese orden en frases como “vino hasta el rey”: ahí se entiende que vinieron otras personas además del rey.
Y ahora, uno de mis ejemplos favoritos: “yo creo que también”. Lo oímos a menudo, cuando en realidad en la mayoría de los casos las personas que lo utilizan quieren decir “yo también creo que sí” o “yo también lo creo”.
La forma “yo creo que también” puede ser correcta en algunas ocasiones, pero implica un segundo asunto que también se cree (es decir, se creen dos cosas).
Si, por el contrario, hay solo una cosa que se cree y dos personas que lo creen, lo correcto es elegir una de las otras formas. Por ejemplo, “yo también lo creo”.
Lo vemos muy claro en estos casos:
—Yo creo que Elena es muy guapa.
—Yo también lo creo.
Hay solo una creencia (la belleza de Elena) compartida por dos personas. Lo que se repite es el “lo creo”, por eso ponemos el “también” antes de esa parte de la frase. Sería incorrecto decir “yo creo que también” aquí porque no hay dos asuntos tratados.
Me cuesta encontrar ejemplos realistas en los que “yo creo que también” sea lo preferible, pero aquí va uno:
—Sin duda, Elena estará a la altura de la fiesta, ya que es una mujer muy elegante. ¿Crees que Sofía lo estará?
—Yo creo que también.
Aquí sí hay dos elementos, dos cosas que se creen: Elena estará a la altura y Sofía también. Por lo tanto, el adverbio “también” es correcto en su actual situación.
Reitero: la mayoría de las veces que oímos “yo creo que también”, sin embargo, es en casos como el primero, y en ellos, la expresión es incorrecta y debe ser sustituida por “yo también creo lo creo” u otra frase similar.
Ya he hablado otras veces de que, en gramática y corrección de textos, el orden a veces sí altera el producto. Pero, en el caso de estas palabras irremediablemente ligadas a otras partes de la frase, tenemos que prestar el doble de atención al elegir dónde las ubicamos… para que sus respectivos no se pongan celosos.
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