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Dejadme entrar al Santo Sepulcro

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Entrar en el Santo Sepulcro. Es la aspiración máxima para el que acude a la semana santa ortodoxa en Jerusalén para presenciar el lugar donde supuestamente murió Jesús. Conseguirlo es una tarea hercúlea para cualquiera que se lo propone, que requiere sortear controles militares y grandes masas de gente. Miles y miles de personas buscan adentrarse en un lugar que apenas puede acoger a un millar de personas. Vienen de todas partes. Hay sirios, griegos, armenos, etíopes, rumanos, rusos conducidos por la fe.

El fotógrafo catalán Jordi Pizarro necesitó 10 horas para conseguirlo. Los peregrinajes a lo largo de la historia siempre han estado rodeados de una cierta dificultad. Este caso no iba a ser menos.

“Tras levantarme a las cinco de la mañana y esperar más de tres horas, los militares me echaron. Me pasé otras cuantas horas intentando acceder hasta que al final llamé a un contacto etíope que conocí tras fotografiar a la comunidad de ese país asentada en la ciudad”, explica Pizarro.

“Esta persona llamó al jefe de policía y acto seguido vinieron a buscarme ocho militares que me ayudaron a entrar escoltado. Cuando me vieron otras personas esperando entrar, te puedes imaginar las cosas que me dijeron. Me llovieron muchos insultos”.

Una vez dentro se respiraba un aire tenso. Se escuchan lloros. Cánticos. Gritos. No ayuda el reducido espacio que tenía cada uno. “Estás muy apretado. No es raro que muera gente aplastada aquí dentro. Te acabas peleando con las personas por tu espacio. Ya no estás en control de tu destino. Estás nervioso y ansioso. Te apetece un cigarro. Es una locura total. Te acabas subiendo por las paredes”.

En este delirio religioso Pizarro logró lo que se había propuesto hacer. Retratar a esta gente mayoritariamente humilde que ahorra durante años para poder venir a este lugar tan sagrado para ellos. “Yo, que no creo en nada, me quedé absolutamente fascinado por hasta dónde puede llegar la fe humana sobre algo tan intangible”.

Las horas que pasó en el interior le permitieron tomarselo con mucho tiempo. “A diferencia de los corresponsables que entran y salen en un par de horas tuve tiempo para meditar. Para buscar la parte más auténtica y convencida de la peregrinación”. Entre ellos la que más le llamó la atención fue la comunidad etíope. “Retratarlos siempre es increíble. Sus gestos y sus facciones siempre dan un resultado interesante. Son casi bíblicos. El blanco y negro no hace más que acentuarlo”.

Believers

La serie fotográfica es el embrión de un proyecto que está desarrollando sobre ritos religiosos llamado “Believers” (creyentes) que seguramente acabará convertido en un libro. Jerusalén junto con un proyecto sobre la santería en Cuba que puedes ver en su web es solo el comienzo. La semana que viene estará en la frontera de Polonia con Bielorrusia para documentar otro peregrinaje.

Se acercaba el final de su tiempo en el santo sepulcro. Aún no teniendo una creencia religiosa especial Pizarro no pudo evitar sentir una energía que se genera cuando esa masa procede a encender las velas. “Miles de velas de repente se encienden. Todas a la vez. En ese momento sientes algo muy especial y te olvidas de todo lo demás”.

Jordi Pizarro es fotógrafo representado por la agencia de fotografía Contrasto. Empezó su carrera en al diario Avui y actualmente trabaja para el Diario Ara.

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